Una ola de huelgas se extiende
por el país. Y eso amenaza la clásica producción barata china.
Por David Brunat - Clarín, Argentina
¿Se
ha cansado China de ser el paraíso de la mano de obra barata? Medio mundo lleva
semanas haciéndose esa pregunta. La ola de huelgas que recorrió las factorías
del gigante asiático en los dos últimos meses tiene helados a miles de
empresarios de todo el planeta. El mundo se ha vuelto tan dependiente de China
que cualquier estornudo suyo es interpretado como un terremoto. Pero es que en
este caso, se trata de un tremendo terremoto.
De la noche a la mañana, los obreros chinos despertaron de su letargo y
reclamaron mayores sueldos y derechos laborales . Amenazan a la era del todo por
dos pesos “Made in China” .
La mecha que prendió el fuego del clamor popular fue el suicidio de 10 jóvenes
empleados de la multinacional taiwanesa Foxconn en Shenzhen (sur), además de
otros tres intentos frustrados, en apenas unos meses. Muertes provocadas por
unas condiciones laborales rayanas en la esclavitud: 1.200 yuanes al mes, unos
175 dólares, por días de más de 12 horas bajo una presión brutal.
Televisiones y radios mostraron las miserias de los 400.000 empleados de Foxconn
sin que el gobierno los censurara, un hecho histórico . Pero la confirmación de
que algo estaba cambiando en China fue la noticia, en las mismos fechas, de que
una planta de autopartes de la japonesa Honda se había declarado en huelga por
mejores salarios. Tradicionalmente, los gobiernos locales enviaban matones a
frenar a los empleados díscolos, pero esta vez optaron por tolerar las huelgas y
hasta permitir que algunos obreros exigieran libertad para formar gremios
independientes .
Lo nunca visto en China.
Pronto trabajadores de todo el país alzaron con rabia también su voz.
“¿Por qué Beijing tendría que censurar estas protestas si el gobierno también
entiende que hay que cambiar las reglas del juego?”, se pregunta el profesor Lu
Ming, una autoridad china en derechos laborales. “ Estamos ante un punto de
inflexión . El tiempo pasa y los problemas se acumulan. La clave es cómo dividir
más igualitariamente el pastel entre empleador y empleado”, prosigue.
Hoy, ese pastel está obscenamente controlado por el empleador. “Las empresas
aumentan sus beneficios una media del 30% anual, pero los trabajadores no ven ni
un centavo”, destaca Laura Tsui, vicepresidenta de Interchina Consulting. Los
casos más abusivos de explotación laboral se dan en las fábricas de manufacturas
baratas , que cuentan con un margen de beneficio menor y que dieron dudosa fama
al sello “Made in China”.
Beijing considera que las macroplantas de producción que le han permitido crecer
a un ritmo de más del 10% del PBI anual durante 30 años empiezan a dar más
problemas que beneficios en una sociedad que aumenta sus estándares de vida a
pasos de gigante. Lo que hace 10 años era soportable para un hambriento
campesino que emigraba a las fábricas de la costa oriental es hoy inaguantable
para un joven que viene de una familia humilde, pero con recursos suficientes
para pagarle una educación básica y darle de comer algo caliente todos los días.
“Hace un par de años que Beijing ya no da la bienvenida a las compañías de low
cost”, indica Tsui. “Ese tipo de producción es hoy socialmente insostenible.
China ya está en camino de dedicarse a una producción con un valor añadido más
elevado, más tecnológica. Esa es la apuesta del gobierno”, dice la experta.
Mientras que Vietnam y Camboya absorben ahora lo que China repudia.
En los últimos tres años el sueldo de los obreros menos cualificados ha
ascendido entre el 10 y el 20% anual, y ni así se consiguen satisfacer sus
necesidades básicas. “El problema es que partimos de una base muy baja, hasta
las mujeres de la limpieza ganan más”, comenta el director en China de una
compañía argentina. Foxconn ya dijo que aumentará los salarios hasta un 66%, y
prometió incluso doblarlos en octubre, mientras Honda efectuó dos subas que
alcanzan el 70%. Ahora el régimen comunista se encuentra ante la disyuntiva de
reducir progresivamente la producción de manufactura barata sin desincentivar la
inversión extranjera, clave para el crecimiento y la estabilidad.
Por su parte, las empresas argentinas en China no tendrían porqué verse
afectadas por la rebelión laboral. “Cuentan con un alto nivel de desarrollo
tecnológico y empleados dignamente pagados”, indica Darío Mengucci, cónsul
comercial argentino.
A raíz de la crisis, el Congreso Popular de Guangdong, la provincia sureña
corazón de las manufacturas y también de la rebelión, está analizando una ley
para regular el derecho a pedir aumentos salariales, a elegir su representante
sindical y a declararse en huelga. Todo, eso sí, coordinado por el gobierno. Si
la ley se aprueba en septiembre será un hito histórico. Si algo queda claro es
que en la fábrica del mundo, producir más por menos pronto va a ser historia.