El dólar descendió el jueves a su nivel más bajo en 14 meses contra otras monedas,
un declive que el gobierno del presidente Barack Obama parece dispuesto a
tolerar discretamente mientras proclama su apoyo a un "dólar fuerte".
Por Jon Hilsenrath
y Mark Gongloff -
The Wall Street Journal
Varios socios comerciales de Estados Unidos, sin embargo, parecen remar en la
dirección contraria. Operadores manifestaron que los bancos centrales de Corea
del Sur, Taiwán, Filipinas, Tailandia, Indonesia y Hong Kong volvieron a
intervenir para frenar la caída de la divisa estadounidense contra sus monedas
locales. "El baht se ha apreciado demasiado rápido comparado con nuestros
fundamentos", dijo Suchada Kirakul, vicepresidente del Banco de Tailandia.
En Europa, donde la fortaleza del euro ensombrece las posibilidades de un
crecimiento de las exportaciones, el presidente del Banco Central Europeo, Jean-Claude
Trichet, aseveró el jueves que "la política declarada por EE.UU. de un dólar
fuerte es extremadamente importante en las actuales circunstancias".
El dólar, que ha retrocedido 11,9% frente a una canasta de monedas desde que
Obama asumió la presidencia, cayó un 0,6% adicional el jueves.
El Departamento del Tesoro de EE.UU. no comentó sobre la situación del dólar
el jueves. En Estambul, después de una reunión con otros ministros de Finanzas,
el secretario del Tesoro Timothy Geithner enfatizó públicamente la importancia
de un dólar fuerte para EE.UU.
No obstante, salvo por los comentarios de Trichet, pocos parecieron creer
mucho en tal declaración. "EE.UU. está dispuesto a hablar de un dólar fuerte
pero no a hacer algo al respecto", dice Jonathan Clarke, vicepresidente de FX
Concepts, un fondo de cobertura neoyorquino que administra cerca de US$8.000
millones. "Si no respalda las declaraciones con acciones, son sólo palabras".
Hasta ahora nada sugiere que el debilitamiento del dólar haya activado las
alarmas en Washington, y es poco probable que esto cambie a menos que el declive
se convierta en una crisis de confianza, una posibilidad que algunos analistas
han proyectado por años.
Por ahora, un dólar débil abarata las exportaciones estadounidenses, un
acontecimiento positivo en momentos de crisis económica. Unos bienes
estadounidenses más baratos podrían ayudar a lograr la meta buscada por mucho
tiempo de rebalancear la economía global, con más exportaciones de EE.UU. y más
importaciones de otros países, incluyendo China.
"Larry Summers, el secretario Geithner e incluso el presidente Obama han sido
muy claros en que no sólo quieren una recuperación sólida, sino una recuperación
distinta, que dependa menos de la demanda de los consumidores y más de las
exportaciones y la inversión", dice Fred Bergsten, director del Instituto para
Finanzas Internacionales Peter G. Peterson. "Parte de esos cambios tienen que
incluir una tasa de cambio más competitiva para el dólar".
Asimismo, a pesar del desplome del dólar, los precios de las acciones
estadounidenses han seguido subiendo. De hecho, dado que el 40% de las ganancias
antes de impuestos de las empresas que componen el índice Standard & Poor's 500
provienen del exterior, según los cálculos de BofA Merrill Lynch Global Research,
un dólar más débil puede impulsar un alza en las acciones estadounidenses.
Al mismo tiempo, las tasas de interés que el Departamento del Tesoro tiene
que pagar sobre su deuda han permanecido bajas. Siempre y cuando ese sea el caso
y el declive del dólar sea paulatino, es probable que el gobierno de Obama se
mantenga al margen y se limite a repetir sus comentarios sobre un dólar fuerte.
La divisa estadounidense no fue mencionada la semana pasada en el comunicado
emitido por los ministros de Finanzas del Grupo de los Siete tras su reunión en
Estambul.
La caída del dólar preocuparía a la Reserva Federal si pareciera que está
elevando las expectativas de una inflación más alta en los mercados y los
consumidores. Hasta ahora, sin embargo, dichas expectativas no parecen
generalizadas, aunque el precio del oro, algunas veces visto como un precursor
de la inflación, batió un récord esta semana y se empinó sobre US$1.056 la onza.
En Washington, el reciente descenso
de la moneda es interpretado como una señal de que la crisis está perdiendo
intensidad. Los inversionistas que, en medio de la crisis, se refugiaron en los
bonos del Tesoro estadounidense, considerados más seguros, ahora están vendiendo
dólares en busca de inversiones que ofrezcan una mayor rentabilidad.