Este
lunes, la prensa internacional nos sorprende con una noticia: Abrumado por los
problemas (internos y externos) sin resolver, con su imagen y popularidad en
picada, criticado por demócratas y republicanos, Obama hizo las valijas y se fue
de vacaciones a una paradisíaca isla del Pacifico frecuentada por la
farándula adinerada, en una mansión por la cual el Estado
norteamericano abona US$ 35.000 por semana de alquiler.
Fieles a sus estilo de "ricos progresistas" los Obama han alquilado una
mansión conocida como "Blue Heron Farm" ("Granja de la Garza Azul"), que tiene
acceso a una playa privada, una huerta con manzanos, pileta y una cancha de
básquet, el deporte favorito del presidente.
El
presidente imperial dejó Washington abrumado por la guerra interna (entre
republicanos y demócratas) que desató su estancado plan de reforma del
sistema médico, que también ya empieza a figurar en su larga lista de
fracasos ante la opinión pública estadounidense.
La reforma
de salud proyectada por Obama agoniza, y aviva el conflicto interno entre
demócratas y republicanos que había tenido su primer detonante con el golpe
de Estado en Honduras, que dividió al Imperio en un línea de apoyo al
presidente derrocado (Zelaya) desde la Casa Blanca, y otra de claro
sostenimiento del gobierno golpista por parte del Pentágono y de los
republicanos conservadores.
Los
sucesivos fracasos para imponer sus programas, tanto en política interna como
externa, golpearon con dureza su imagen pública, mientras que las críticas
(por distintas razones) a su gestión llueven tanto desde el sector republicano como
desde el Partido Demócrata, cuyos principales líderes también lo cuestionan por la
falta de resultados de sus decisiones.
El Centro
Pew revelaba la semana pasada que, según su último sondeo, la aprobación de Obama se sitúa en el 51%, frente al 61% que gozaba en junio (bajó 10 puntos en
sólo dos meses). Y The Washington Post publicaba el viernes pasado otra encuesta junto
con la cadena ABC que, incluso, bajaba la cuota de confianza y apoyo al
presidente imperial al 49 %.
Simultáneamente, el principal
problema interno de la agenda de Obama, la economía real del Imperio colapsa
en todas sus variables, y los sectores más desprotegidos ya sufren los
"ajustes" mientras una crisis social, todavía de efectos imprevisibles,
asoma de la mano de los despidos masivos en la primera potencia capitalista.
A pesar de las débiles señales
de recuperación que exhiben algunas variables de la economía USA, entre los
economistas, medios y analistas especializados persisten las dudas y los
interrogantes sobre los verdaderos alcances -y la duración- de la crisis con
desocupación y con caída del consumo en la primera potencial imperial.
Además, de
una forma brutal (y todavía sin resistencia social) los rescates industriales y
financieros del gobierno de Obama (al utilizar fondos de los impuestos para
salvar al capitalismo privado) descarga el costo del colapso recesivo económico
(la crisis) sobre el sector asalariado (fuerza laboral masiva) y la masa más
desprotegida y mayoritaria de la sociedad estadounidense, por medio de los
despidos laborales y la reducción del gasto social ("ajustes"), que
incrementan los niveles sociales de precariedad económica y de exclusión masiva
del mercado laboral.
Desde que estallara el colapso
bancario y bursátil en septiembre de 2008, la primera economía imperial nunca
pudo recuperarse, y finalmente la crisis de la "economía de papel"
terminó impactando en la "economía real", con descenso del consumo
popular, desocupación en masa y una suba descomunal del déficit fiscal como
producto de los desembolsos estatales para rescatar bancos y empresas privadas.
No obstante las "señales
optimistas" que lanzan Obama y las autoridades europeas, los propios datos
oficiales prevén que, con los mercados de crédito paralizados, en los
próximos meses más empresas ingresen en un proceso de bancarrota y anuncien
nuevos despidos (sumados a los ya existentes), y los consumidores se ajusten
aún más el cinturón, a medida que la ausencia de crédito afecta su capacidad de
endeudamiento.
En este escenario, como dicen este lunes algunos analistas estadounidenses, no
será fácil para Obama desembarazarse de los problemas en la paradisíaca isla
Martha´s Vineyard, ya que allí estará la decidida activista antiguerra, Cindy
Sheehan, para recordarle el largo rosario de la continuidad de la política
militar de Bush en Irak y en Afganistán donde las tropas USA continúan
empantanadas.
También -señala este lunes la prensa norteamericana- amenaza con agotarse la
paciencia de la comunidad hispana y de los grupos defensores de los inmigrantes,
que ven cómo la batalla por la salud y otros frentes abiertos en la Casa Blanca
están retrasando el avance de su ansiada -y prometida- reforma integral
migratoria.
Incluso fracasó la reciente gira
discursiva-publicitaria de Obama por el Medio Oriente, que tenía un propósito
fundamental, según la Casa Blanca: "Reconciliar" la relación entre EEUU y
el Islam, y fortificar un "proceso de paz" en Medio Oriente.
Contrariamente a su objetivo, Obama
convenció a todos menos a los protagonistas del conflicto estratégico de
fondo: Israel e Irán, quienes, por distintas vías, dieron señales de que
la visita de Obama resultó tan vacía e inútil como sus palabras cargadas de
"teoría sin práctica".
No obstante sus adineradas vacaciones
"anti-estrés", la realidad, marcada por las verdaderas necesidades del
Imperio USA, pulveriza aceleradamente las promesas y el marketing discursivo de
Obama y muestra con crudeza que su administración -a la hora de ejecutar- es
una continuidad en todos los campos de las políticas desarrolladas por la
presidencia de Bush.
Hace seis meses, obviando
la realidad estratégica del dominio hegemónico geopolítico-militar-nuclear de
EEUU (cuya dinámica se nutre y retroalimenta con la conquista militar
permanente de países y la depredación de recursos estratégicos a escala global)
la prensa mundial y sus analistas edificaron en la figura y en los discursos de
Obama una "nueva alternativa mundial" con EEUU renunciando a su status de
potencia imperial dominante.
Con el acceso de Barack Obama a la
presidencia de EEUU, se desarrolló una campaña mediática destinada a hacer creer
a las mayorías mundiales que la primera potencia capitalista imperial,
empantanada en Irak y Afganistán, con su sistema financiero pulverizado por la
crisis y por una recesión económica de efectos imprevisibles, se podía recrear
a sí misma generando nuevas expectativas y cambios "democráticos" de política
a nivel mundial.
La decisión de continuar la guerra
contra el "terrorismo" (implantada como lógica de dominación militar y de
conquista de mercados), la escalada militar y las masacres de civiles en
Pakistán y Afganistán, la vuelta atrás en la investigación de las torturas de la
CIA, la aplicación de las mismas políticas de Bush en Irán, en el Cáucaso y en
Medio Oriente, la restauración de los juicios militares a "terroristas", y
la re-militarización de América Latina, señalan con claridad el
verdadero rumbo de la gestión de Obama en la Casa Blanca.
De
acuerdo con lo que muchos ya llaman la "nueva doctrina Obama" (que en
realidad es la vieja doctrina Bush) Washington impulsa sus políticas de
posicionamiento militar orientadas a controlar mercados y fuentes de energía y
de recursos naturales en Asia, África y América Latina.
Durante sus primeros 90 días de gobierno, y mientras reafirmaba en sus discursos
la "renuncia de EEUU a su rol de potencia imperial dominante", Barack
Obama decidió profundizar la ocupación militar enviando más tropas a
Afganistán, elevar el presupuesto militar estadounidense a niveles récord, e
imponer (a través del G-20 y el FMI) un nuevo plan de endeudamiento para hacer
pagar la crisis financiera imperial a los pueblos de Asia, África y América
Latina.
Las decisiones de Obama a seis meses
de gobierno (contradiciendo sus promesas) es la mejor prueba de que las
políticas estratégicas de supervivencia imperial del Estado USA están por
encima de la voluntad personal (o del discurso electoral) del eventual
gerente que ocupe la Casa Blanca.
Como ya está probado en forma
histórica y estadística: En EEUU, la potencia locomotora del capitalismo
sionista a escala global, no gobiernan los presidentes o los partidos, sino la
élite económica-financiera (el poder real) que controla la Reserva
Federal, el Tesoro, Wall Street, el Complejo Militar Industrial y Silicon Valley.
Terminada las luces artificiales de
la campaña electoral, demócratas y republicanos dejan de agredirse y se
complementan en un diseño de política estratégica de Estado en defensa de los
intereses de las grandes corporaciones económicas que marcan el accionar de
las políticas internas y de la conquista de mercados encubierta en las "guerras
preventivas" contra el "terrorismo".
Con Obama (tanto como lo hizo con
Bush y el resto de los presidentes) el Pentágono USA, con sus cinco comandos
estratégicos desplegados por el planeta, continúa desempeñado el rol de
gendarme mundial de los bancos y trasnacionales imperialistas que depredan el
planeta en nombre de la "civilización y la democracia".
Con la caída de Bush y el advenimiento de Obama, el Imperio USA intentó recrear la mística del
"nuevo sueño americano" y generar una nueva expectativa de "reciclamiento
democrático" en la figura de un "afroamericano"
llegando a los máximos niveles de decisión de la Casa Blanca. "Somos tan
democráticos, que hasta un negro nos puede gobernar", casi rezaban los
eslóganes
de campaña.
La "guerra contraterrorista", las
ocupaciones imperiales a cara descubierta, la crisis económica USA-exportada a
nivel global y la decadencia acentuada del "comandante" Bush habían golpeado fuerte:
Desde el propio frente aliado europeo comenzó a hablarse de la "pérdida de
influencia" del Imperio norteamericano.
Había que recomponer la unidad de
comando y restaurar la desgastada imagen de EEUU como potencia imperial.
Había que decirles a los agoreros del "final del Imperio": Pueden seguir
creyendo en la solidez del sistema estadounidense. Sigan invirtiendo en dólares,
bienvenidos a los bonos-refugio del Tesoro de EEUU. Somos como el Ave Fénix:
Renacimos de nuestras propias cenizas, más democráticos que nunca y con un negro
como presidente.
Obama -en los términos
que lo presentaba el nuevo
marketing discursivo de su campaña- tenía por misión demostrar que el Imperio
estadounidense ya no generaba guerreros militares (del tipo de los que
bombardean "terroristas" con música de Wagner de fondo) sino "apóstoles de la
paz y la democracia" contenidos en el publicitado "nuevo sueño
americano".
De acuerdo a como presentaba la
imagen de Obama la prensa internacional al asumir el 20 de enero, las más de 800 bases
militares norteamericanas que rodean como un anillo de muerte las áreas de
recursos estratégicos del planeta (energía, agua, alimentos y biodiversidad) ya
no iban a funcionar con órdenes castrenses sino con máximas del Mathama Gandi.
Solo seis meses de gestión,
demostraron la mentira y ya casi terminaron con el "mito Obama" fabricado
a escala global por la prensa sionista internacional.
Obama está de vacaciones: A la vuelta
le esperan el infierno "contraterrorista" y la crisis recesiva
irresuelta, y todo parecido
con Bush será pura casualidad.
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(*) Manuel Freytas es periodista, investigador,
analista de estructuras del poder, especialista en inteligencia y comunicación
estratégica. Es uno de los autores más difundidos y referenciados en la Web.
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