A pesar de sus rectas proclamas acerca de “terminar la guerra”, el
anunciado plan de retirada de Obama no pone fin de forma clara a la ocupación
de Iraq sino que más bien la continúa con nuevas modalidades. El plan sólo
pide la retirada de “las tropas de combate” para agosto de 2010, mientras deja
detrás entre 35.000-50.000 tropas ocupantes hasta finales de 2011, muchas de
las cuales serán tropas de combate rebautizadas como “brigadas de asistencia y
asesoramiento”.
El plan no dice nada sobre el ejército paralelo de unos 100.000 mercenarios
y contratistas privados que pululan actualmente por Iraq, ni se refiere al
destino de las 283 bases militares e instalaciones en Iraq, incluidas las 58
bases permanentes donde las tropas estadounidenses seguirán acuarteladas.
Además, la retirada estadounidense está sometida a la supervisión del
Pentágono con una serie de posibilidades relativas a muchos de los años
venideros.
Como representante demócrata, Dennis Kucinich de Ohio, comentó
inmediatamente después del discurso de Obama sobre la retirada: “No puedes
abandonar tropas de combate en un país extranjero para que lleven a cabo
operaciones de combate y decir que eso es el fin de la guerra. No puedes estar
dentro y fuera al mismo tiempo”.
Además, EEUU ha levantado un estado de dominio chií a través de su fallida
política de “incremento” de la contrainsurgencia, con Maliki como primer
ministro, respaldado por un ejército y aparato de seguridad reconstruidos que
es predominantemente chií y hostil a la población sunní. Aunque EEUU ha
financiado y armado también a los líderes tribales sunníes que se oponen a al-Qaida,
esos dirigentes se oponen también al gobierno chií, dejando atrás un nuevo y
balcanizado orden iraquí que apenas se sostiene en pie unido tan sólo por la
fuerza de las armas.
Por consiguiente, la misión fundamental de las tropas estadounidenses en
Iraq tanto ahora como después de la reducción inicial de agosto de 2010, será
preservar y extender este régimen, incorporando a antiguos insurgentes chiíes
y sunníes que estén dispuestos a trabajar con el sistema patrocinado por EEUU
y eliminando a todos aquellos que se opongan, encarcelando al resto tras
enclaves amurallados patrullados por aviones de combate teledirigidos.
Estableciendo un régimen clientelista para proteger los intereses del imperio,
a la vez que deja atrás toda una serie de guarniciones de tropas y bases, todo
lo cual ha recibido siempre el nombre de neo-colonialismo.
Los atavíos neo-coloniales de la estrategia de salida de Obama no han sido
bien acogidos por los insurgentes. El calendario, objetivos y afirmaciones de
responsabilidades por la reciente ola de suicidios-bomba indican que los
miembros clave de la
insurgencia iraquí han llegado a la conclusión de que el plan de Obama
sólo sirve para extender la ocupación estadounidense y han decidido
desencadenar una nueva ola de violencia para impedir que ese nuevo orden pueda
echar raíces.
No deberíamos sorprendernos. En su trabajo seminal “Dying to Win: The
Strategic Logic of Suicide Terrorism”, Robert Pape, científico político de
la Universidad de Chicago observó que la raíz principal de los suicidios-bomba
es la ocupación militar extranjera, no el fanatismo islámico ni el “culto al
martirio”. La mayoría de los ataques suicidas por todo el mundo incluyen a
muchos grupos laicos y no musulmanes, como es el caso de los Tigres Tamiles, y
se lanzan como parte de campañas organizadas para conseguir un objetivo
político, el más importante de los cuales es la expulsión de los ejércitos
ocupantes extranjeros.
Como era de esperar, los ataques suicidas-bomba en Iraq sólo empezaron tras
la invasión dirigida por EEUU de marzo de 2003 y, por consiguiente, han
adquirido una frecuencia y letalidad sin precedentes en otras campañas
similares. Pero los ataques-suicidas en Iraq han alcanzado un punto culminante
en respuesta a dos series de circunstancias: como respuesta a las ofensivas
militares y como respuesta a importantes iniciativas políticas que intentan
poner de relieve que Iraq camina por la senda hacia la estabilidad.
El pico más reciente de esos ataques revela esa lógica estratégica; la
campaña empezó a la semana siguiente del discurso de Obama y alcanzó en abril
su punto culminante, coincidiendo con el sexto aniversario de la caída de
Bagdad ante las fuerzas de EEUU en 2003. Los ataques suicidas han ido
dirigidos contra todos los elementos importantes del régimen iraquí
post-“incremento”, incluidas las fuerzas políticas y de seguridad iraquíes,
civiles chiíes y partidos políticos y contra todos aquellos a quienes se
percibe como partidarios de la ocupación estadounidense y del nuevo régimen
iraquí, como las milicias sunníes que EEUU apoya.
Parece que los insurgentes están intentando crear una atmósfera de
inseguridad dentro de Iraq para destruir los esfuerzos de las fuerzas
estadounidenses y el gobierno iraquí para imponer ley y orden, y crear las
condiciones que obliguen a EEUU, distraídos ya con el aumento de la violencia
en Afganistán, a retirarse cuanto antes.
La naturaleza estratégica y de amplia base de esta reciente campaña de
suicidios-bomba queda más ilustrado aún por las afirmaciones hechas por varias
organizaciones de la resistencia responsabilizándose de los ataques.
Peligrosamente, hay signos de renovada coordinación baazista e islámica. El
“Estado Islámico de Iraq”, un grupo-paraguas para los islamistas sunníes,
incluida al-Qaida en Iraq, reivindicaron la responsabilidad de los ataques que
mataron a cinco soldados estadounidenses en Mosul, así como de varios otros,
afirmando que los recientes ataques formaban parte del “Plan para la Buena
Cosecha”, una nueva campaña contra las fuerzas estadounidenses y sus
partidarios en Iraq.
Izzat Ibrahim Al-Douri, el fugitivo ex vicepresidente de Saddam Hussein y
líder destacado tras los insurgentes del Baaz y sunníes en Iraq, subrayó la
dirección estratégica de la campaña en una grabación emitida en Al-Yasira
el 7 de abril, tachando de ilegítimas tanto las elecciones iraquíes como el
gobierno actual porque no han sido más que el resultado de la ocupación
militar estadounidense. Instó a los insurgentes a mantener su lucha contra las
fuerzas estadounidenses y el gobierno de Iraq porque “el proceso político es
el principal objetivo de la ocupación, por eso es preciso atacarlo por todos
los medios de que se disponga”.
Quizá el desarrollo de peor agüero para los planes iraquíes y
estadounidenses de un nuevo orden es que cada vez más los miembros de la
milicia sunní Hijos de Iraq que EEUU apoya se están reincorporando a la
insurgencia y cada vez “están más dispuestos a pasar al ataque”.
Poner fin a la ocupación es la forma de poner fin a los ataques de
suicidas-bomba
El regreso de la violencia y de los suicidios-bomba a Iraq ilustra la
duradera realidad de que las fuerzas ocupantes estadounidenses y la
ilegitimidad del nuevo régimen iraquí son la causa, no la solución. El plan de
Obama, que supone la continuación de la ocupación estadounidense con nuevas
formas, es lo que ha motivado virtualmente el retorno de los suicidios-bomba.
Aunque es improbable que Iraq presencie otro descenso de la violencia como
en 2006 o en 2007, esta nueva violencia representa una nueva fase de la
resistencia. Como observa el siempre intuitivo Anthony Shadid del
Washington Post: “De alguna forma, los ataques son una reminiscencia de
una fase anterior de la insurgencia, antes de que prendiera la guerra sectaria
en 2006, cuando los agresores colocaban bombas como si de un espectáculo se
tratara con objeto de magnificar el sentido del fracaso estadounidense.
Entonces, como ahora, la carnicería enviaba el mensaje de que ningún esfuerzo,
ya fuera estadounidense o iraquí, podría tener éxito en el sentido de
conseguir la normalidad”.
Los suicidas-bomba no pueden ganar las guerras ni tampoco que las fuerzas
estadounidenses saquen los bombarderos de Iraq. Pero lo que pueden conseguir
es que haya un sentimiento omnipresente de pánico, incertidumbre y temor entre
la población que hacen que la batalla de las autoridades estatales iraquíes y
de las fuerzas extranjeras para conseguir atraerles a su causa sea eternamente
inútil. Los suicidios-bomba crean anarquía política y ese tipo de guerra puede
durar mientras los insurgentes no se queden sin suicidas-bomba, un hecho que
no se vislumbra muy cercano en el horizonte”.
Por tanto, cualquier solución real a la duradera Guerra de Iraq debe
abordar y tomar en consideración las raíces esenciales de los suicidios-bomba,
como Pape señala: la ocupación extranjera en cualquiera de sus modalidades. La
historia de Iraq muestra que incluso una más discreta presencia extranjera,
tal como fue la utilizada por los británicos después de 1930, sólo consigue
comprometer más aún a las autoridades locales. Mientras EEUU siga intentando
salvar sus intereses estratégicos en la región de su embrollo en Iraq, serán
poco honrados todos los esfuerzos por desarrollar una fuerza de seguridad
iraquí realmente independiente, muchos iraquíes rechazarán la legitimidad de
su gobierno por no ser más que un títere del poder imperial indirecto, y
proseguirán con su resistencia.
Para no seguir provocando a la insurgencia, la administración Obama debe
dejar manifiestamente claro que su plan para terminar la Guerra en Iraq pondrá
también fin a la ocupación. Para hacerlo así, será necesario planificar una
retirada completa de todas las tropas estadounidenses siguiendo un calendario
acelerado, y hacerlo de forma que se prepare así a Iraq para un futuro que sea
completamente, sin reserva alguna, iraquí y no conformado por los designios e
intereses estadounidenses.
Por consiguiente, debe movilizarse la presión popular en EEUU y en muchos
más lugares para obligar a Obama a que regrese al espíritu de su anterior
posición antibelicista y retire todas las tropas, mercenarios y personal de
las bases militares estadounidenses para agosto de 2010. Además, la
administración Obama debe dar una serie de pasos para iniciar un nuevo proceso
político, preferiblemente bajo auspicios internacionales o de Naciones Unidas,
que permitan que Iraq formule un nuevo estado en términos iraquíes, eliminando
del gobierno cualquier ley, procedimiento y partidos clientelistas
patrocinados por los estadounidenses. Como el analista Joost Hilterman del
International Crisis Group señaló: “Sólo un nuevo conglomerado nacional
podrá poner fin de forma decisiva a la violencia, a la vez que se margina a
quienes se han beneficiado de la ocupación”.
Una continuada presencia estadounidense, no importa cuán indirecta pueda
ser, sólo favorece nuevas oleadas de suicidas-bomba. En una entrevista
celebrada el 17 de abril, el portavoz del Ministerio de Defensa de Iraq,
Mohammed al-Askari, advirtió que una prolongada presencia militar
estadounidense en el país favorecería paradójicamente a Al-Qaida dando
suficientes excusas a los insurgentes para justificar sus actos terroristas:
“Beneficiaría a al-Qaida que las fuerzas estadounidenses se quedaran en
Iraq, porque podrían justificar sus secuestros, colocación de bombas y
asesinatos”, indicó. Muchos iraquíes coinciden con esa lógica. “La
situación en Iraq mejorará sólo si los políticos iraquíes y los
estadounidenses se van de Iraq”, manifestó un ciudadano en Bagdad.
Por desgracia, muchos oficiales estadounidenses, incluido el comandante en
jefe en Iraq, el General Ray Odierno, han indicado que la violencia puede
obligarles a prolongar más la ocupación dejando tropas estadounidenses en las
ciudades importantes iraquíes, incluso después de la fecha fijada del 30 de
junio de 2009 para la retirada de todas las tropas de combate estadounidenses.
Pero precisamente que los insurgentes de Iraq estén considerando una larga
guerra contra la ocupación estadounidense y su estado clientelista, no
significa que EEUU necesite quedarse en Iraq. La historia de los ataques
suicidas-bomba del reciente período ha mostrado que cuando se pone fin a las
causas principales que motivan esos ataques y la ocupación termina, las bombas
desaparecen. Los ejemplos en la región abundan: Hezbollah acabó con los
suicidios-bomba cuando Israel se retiró finalmente del territorio libanés, y
Hamas puso fin en gran medida a su uso de suicidas-bomba cuando Israel retiró
a sus colonos y soldados de la Franja de Gaza en 2005, aunque continuó
utilizando otras tácticas violentas cuando Israel no puso fin a su asedio
militar sobre Gaza.
Si EEUU se retira completamente de Iraq, es muy probable que contemplemos
como los iraquíes se comprometen haciendo esfuerzos importantes para acabar
con el caos del que Washington afirma que está protegiéndoles.