El 11-S no solamente instaló un nuevo
sistema de control social por medio de la manipulación mediática con el
"terrorismo", sino que además inauguró un "nuevo orden internacional"
(sustitutivo de la "guerra fría") basado en la "guerra contraterrorista"
que sirve de justificación a las nuevas estrategias expansionistas del Imperio
norteamericano y de las trasnacionales capitalistas.
billonaria
a la industria bélica constituida en la pata complementaria de la
rentabilidad capitalista trasnacional.
Esta realidad, entre una
multiplicidad de elementos interactivos, explica porqué el actual capitalismo
trasnacionalizado (hegemonizado por el eje USA-UE) está centralmente
determinado por la "guerra contraterrorista" como factor principal de
continuidad y preservación de su sistema de explotación económica.
La "guerra
contraterrorista" y la carrera armamentista (nuclear y convencional) USA están destinadas a
alimentar los contratos y las ganancias de los consorcios agrupados en ese
monstruo llamado Complejo Militar Industrial norteamericano.
La expansión geométrica de las
ganancias de los consorcios armamentistas del Complejo Industrial Militar
estadounidense es la prueba más irrefutable de la relación simbiótica de
supervivencia establecida entre el sistema capitalista sionista y los
conflictos armados y las ocupaciones militares.
La conquista militar, a la vez, es la llave de entrada para un descomunal
negocio capitalista "multifuncional y diversificado", donde el Imperio (a
través de la "reconstrucción" de lo destruido) moviliza una maquinaria de
ganancia financiera, se apodera de recursos naturales (principalmente
petróleo), vende armas, tecnología, servicios, y modela hábitos consumistas en
la población pudiente del país invadido (clases altas, medias altas) que se
integran al negocio de las multinacionales del consumo.
Por
medio de sus departamentos de investigación y de sus lobbies estatales en la
Casa Blanca, el departamento de Defensa y el Congreso las corporaciones
armamentistas generan demanda y nuevas necesidades de tecnología
armamentista a las tropas ocupantes del Pentágono en todo el planeta.
Las líneas directrices de este
monumental negocio con las guerras de ocupación y el sistema financiero
imperial, nacen y se proyectan desde la Casa Blanca hacia el resto de los
estamentos del Estado norteamericano.
Sobre la base de un presupuesto
billonario (destinado al sector de Defensa) este macronegocio, hoy
gerenciado por el lobby sionista demócrata que controla la Casa Blanca, abarca desde la venta de armas y de
tecnología de punta, hasta construcción de infraestructura y de prestación de
servicios privados a las bases militares y fuerzas de ocupación.
Como
producto de la "integración bélica" de los nuevos ciclos de ganancias y
expansión capitalista trasnacional, las corporaciones de la industria de la guerra han
pasado a ocupar un lugar clave en los nuevos planes de conquista militar del
Pentágono.
Los US$1,460
billones de gastos militares
actuales en el planeta y la expansión geométrica de las ganancias de los
consorcios armamentistas de Europa y EEUU, son la prueba más irrefutable de la
relación simbiótica de supervivencia establecida entre el sistema capitalista
con los conflictos armados y las ocupaciones militares.
Uno se
retroalimenta de los otros, y ambos términos de la ecuación conforman la piedra
angular de la existencia misma del sistema que hoy controla el mundo. En sólo
una década los gastos militares aumentaron en un 50% dentro de una creciente
"militarización" del planeta.
El gasto militar global creció el 4%
en 2008 y alcanzó la cifra récord de US$1,464 billones, el 50% más que en 1999,
de acuerdo con un estudio del Instituto de Investigación para la Paz
Internacional de Estocolmo (SIPRI) divulgado en junio pasado en la capital
sueca.
"La crisis financiera global
todavía no ha repercutido en los ingresos y beneficios de las grandes empresas
armamentistas", señala el SIPRI.
Esa cifra equivale al 2,4% del
Producto Interno Bruto (PIB) mundial y a 217 dólares por cada habitante del
planeta, de acuerdo con el organismo sueco.
El mayor incremento le corresponde a
EEUU (58%): las respectivas asignaciones de Washington aumentaron en 219.000
millones de dólares desde 1999. Casi se triplicaron los gastos militares de China y
Rusia, hasta los US$ 42.000 millones y los US$ 24.000 millones, respectivamente.
De esa cifra, el actual presupuesto
de Defensa de EEUU ya estaría superando el 50% del total del gasto
armamentista en el mundo.
Finalmente el "sueño americano"
de Obama (el sucesor de Bush) se materializó en números: El
presupuesto destinado al área de la Defensa (Pentágono) que incluye las guerras
militares y las políticas de ocupación rondan los US$ 730.000 millones
para el ejercicio fiscal 2009.
Al
mismo tiempo, las ocupaciones militares de EEUU en Irak y Afganistán "generaron
un gasto suplementario de 903.000 millones de dólares sólo para EEUU" en el
periodo 1999-2008, agregó Sam Perlo-Freeman, director del Proyecto de SIPRI
sobre gasto militar.
La primera potencia imperial es, sin
sorpresa, el país con mayores gastos en armamento del mundo, según el SIPRI.
Los gastos EEUU representan casi
un 42% del total, más que los 14 países siguientes reunidos, en un legado de
la política del ex presidente George W. Bush, según el SIPRI.
Desde 1999, los gastos de la defensa
estadounidense aumentaron un 67% a precios constantes, para situarse en
US$ 607.000 millones el año pasado, y llegar a US$ 730.000 millones en el
presupuesto fiscal 2009.
El sideral presupuesto de la Defensa
engorda la expansión geométrica de las ganancias de las corporaciones que
figuran como contratistas del Pentágono.
Las contratistas del Complejo Militar
Industrial no solo proveen armas y servicios de seguridad privada, sino que
también proveen la logística completa (ropa. comida, alojamiento, etc) a los
soldados, no solamente en las áreas de ocupación sino también en la red de bases
distribuidas por todo el planeta y dentro de EEUU.
De esta manera se verifica la directa
relación de la "guerra contraterrorista" con las ganancias y la expansión de los
consorcios armamentistas, que resultan, juntos con las petroleras y las
corporaciones de servicios (que incluyen a las compañías de "seguridad
privada"), los beneficiarios principales de las invasiones y ocupaciones
militares, tanto en Irak y Afganistán, como de los conflictos actuales y
potenciales en Medio Oriente y en todo el planeta, entre los que se incluyen las
planificadas acciones militares contra Irán y Siria.
A nivel de las armentistas
-según un informe de Project on Governmentt Oversight- entre los consorcios que
se benefician en primer lugar de este multimillonario negocio se cuentan
Lockheed Martin, la gigante aeroespacial Boeing, Northrop
Grumman, contratista de la Fuerza Aérea, Raytheon, y
General Dynamics.
Las tres grandes corporaciones
armamentistas (Lockheed Martin, Boeing, y Northrop Grumman)
tienen conexiones con otras numerosas fuentes de contratación federal para todo,
desde seguridad aeroportuaria hasta vigilancia doméstica, en nombre de lo que
hoy la Casa Blanca llama GWOT (Global War on Terrorism), guerra global
contra el terrorismo.
Además, durante la era Bush, los halcones de la Casa Blanca y los operadores de
negocios del lobby judío, siempre a tono con "los negocios de la
guerra", observaron la nueva veta comercial que se abría con la contratación
de servicios de ejércitos privados para las áreas ocupadas o bajo influencia del
ejército de EEUU.
En su planificación de "guerras
futuras" el Pentágono extendió la privatización a más áreas de la ocupación
militar, y las corporaciones militares privadas ya han comenzado a intercambiar
información orientada a fusionar sus servicios en rubros determinados, a fin de
competir con mayor posibilidad en el logro de próximos contratos.
La privatización del aparato militar, fue impulsada en 1991,
después de la Primera Guerra del Golfo, por el entonces ministro de
Defensa y vicepresidente de la administración Bush, Dick Cheney.
Bajo la influencia de Cheney y
Rumsfeld el gobierno de EEUU comenzó a subcontratar con las corporaciones
militares privadas, gran parte de las funciones operativas que tradicionalmente
venían desarrollando las Fuerzas Armadas.
EEUU (hoy
gerenciado por Obama y el lobby sionista liberal) se ha constituido, junto con
el Reino Unido y Sudáfrica, en el centro mundial de la industria privada
militar, que debe su crecimiento al nuevo orden internacional
lanzado por George Bush padre tras el desplome de la Unión Soviética, y
continuado por su hijo W al comando de la "guerra contra el terrorismo".
Obviamente, y
según apuntan todos los especialistas, sólo los conglomerados trasnacionales
(bancos, petroleras, tecnológicas, armamentistas, ejércitos privados, etc) que
integran la órbita "selecta" del lobby de negocios manejado desde la Casa
Blanca y el Pentágono tienen acceso a los más jugosos contratos en los
países ocupados.
De acuerdo con el Centro para la Integridad Pública, el Pentágono ha
gastado 300.000 millones de dólares en 3.016
contratos de servicios militares que han ido a parar a 12 empresas entre
1994 y 2002 (las cifras excluyen los contratos de armamento).
Las
corporaciones militares privadas (PMC, por sus siglas en inglés)
mantienen en secreto sus actividades y carteras de clientes al no estar
reguladas por ninguna normativa internacional, a
pesar de su condición de ejércitos sin fronteras.
Los consorcios privados
ofrecen servicios que van desde el personal de
seguridad y el mantenimiento de armamentos hasta la interrogación de
prisioneros.
Estas firmas han operado en más de 50 países y
han sido contratadas por todo
el mundo, desde el Departamento de Defensa de Estados Unidos hasta
dictadores y gobiernos de las áreas dependientes del llamado mundo
subdesarrollado de Asia, África y América Latina.
Según la
revista norteamericana Monthly Review, "las corporaciones privadas del
capitalismo siempre han estado implicadas con la promoción de la guerra,
pero su acción directa ha sido tradicionalmente limitada". Lo preocupante
-señala la revista- es si estas multinacioonales ingresan a una distorsión
capitalista y, atendiendo a la ley de la oferta y la demanda, deciden ampliar
sus lucros aprovechando sus excelentes contactos con los jefes políticos y
militares que deciden la guerra.
En
territorios ocupados como Irak y Afganistán, la "veta de negocios" de los
ejércitos privados incluyen servicios de custodia a empresas privadas,
operaciones de seguridad, programa de interrogatorios (torturas), espionaje y
entrenamientos militares, o ejercitación de escuadrones especiales (de la
muerte) que operan en la clandestinidad.
También
pueden ser contratados para tareas como recolección de cadáveres, investigación
de secuestros, custodia de pozos petroleros, controles fronterizos, protección
de importantes directivos, o para cuidar las espaldas de los periodistas y
ejecutivos de los consorcios mediáticos que construyen la "información oficial"
de la situación en Irak.
En Irak y Afganistán estos
consorcios privados de la guerra han desempeñado un papel esencial para el
ejército estadounidense, complementando a su personal cuando necesitan refuerzos
y haciendo los trabajos "sucios" que los propios militares
estadounidenses prefieren no hacer.
En resumen, la actividad comercial del capitalismo de guerra
(armamentistas, petroleras, empresas de servicios y ejércitos privados), como
cualquier empresa, depende de "la demanda", principalmente de las guerras
de conquista militar lanzadas por EEUU en el planeta de las cuales nacen nuevos
y jugosos contratos y oportunidades de expansión comercial.
A esta tajada super-millonaria hay que agregar otro segmento
complementario: El negocio billonario de los grandes consorcios bancarios
que financian desde la "reconstrucción" de los países conquistados,
venta de armamentos y de tecnología bélica, hasta
construcciones de bases militares y todo tipo de infraestructura relacionadas
con el alojamiento de las fuerzas de ocupación.
El propio Estado USA alimenta la "burbuja financiera" con el armamentismo
endeudándose (con los grandes consorcios financieros sionistas) para mantener
los gastos de su multimillonario presupuesto militar que es pagado -a
través de los impuestos- por toda la sociedad estadounidense.
Los gobiernos títeres de los países ocupados o satélites, a su vez, toman
créditos y se endeudan (con las corporaciones militares y financieras de la
potencia ocupante) para financiar y proveer de armamentos y de tecnología
bélicas a sus fuerzas armadas ciapayas que colaboran con el invasor.
Además, y como es el caso de Irak, Afganistán y Pakistán, los países satélites u
ocupados utilizan la "ayuda militar" provista por el Estado imperial
(producto de los impuestos públicos) para adquirir armamento y tecnología a las
corporaciones del complejo militar industrial, convirtiendo la ayuda estatal
en ganancia privada.
De esta manera (y de la misma forma
que los pulpos financieros de Wall Street y las bolsas mundiales reciclan una nueva "burbuja"
ganancial con los fondos de los "rescates" no ya con dinero especulativo proveniente del sector privado, sino
con dinero público) la "burbuja financiera" billonaria del negocio
armamentista es solventada con impuestos pagados por toda la sociedad
norteamericana.
Esta sumatoria interactiva de la
rentabilidad comercial con las ocupaciones y despliegues militares en alta
escala, marca a su
vez el escenario de la "guerra permanente" como una lógica de
supervivencia irrenunciable del sistema capitalista.
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(*) Manuel
Freytas es periodista, investigador, analista de estructuras del poder, especialista en inteligencia y
comunicación estratégica. Es uno de los autores más difundidos y referenciados
en la Web.
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