A) La "gobernabilidad" del sistema
¿Qué es la "gobernabilidad"
y para que la utiliza el sistema?
En términos de organización política
y social, la "gobernabilidad" es el control, en oposición al descontrol.
El sistema capitalista (como
cualquier sistema de poder) necesita tener el control político y social (ya sea por
medio de la fuerza o por medio de la persuasión) como condición prioritaria para
desarrollar su modelo económico de explotación del hombre por el hombre, y
su dinámica de apoderamiento del trabajo social y de concentración de riqueza en
pocas manos.
Para cumplir esa misión (de controlar
para desarrollar su modelo económico) el sistema capitalista utiliza (y a
utilizado históricamente) dos formas de dominio: El militar (gobiernos de
fuerza) y el político (gobiernos persuasivos).
Traducido en planos de la realidad:
El control por vía militar se llama "dictadura", y el control por vía
persuasiva se llama "democracia". Toda la historia del capitalismo hasta
el presente se construyó sobre esta dinámica funcional de "contrarios", que se
complementan como alternativa de dominio.
Ambas metodologías de control
responden a un solo objetivo: Preservar y reciclar el dominio del sistema
capitalista (explotador y depredador del planeta) a modo de "civilización
única".
Sin la lógica del control militar
(la fuerza) o sin la lógica alternativa del control político (la
persuasión) el sistema capitalista no podría existir.
Y no podría existir por una razón
central: Socialmente (y matemáticamente) la acumulación de riqueza en pocas
manos en el sistema
capitalista genera más rechazo (racional o inconsciente) que aceptación.
Los
perjudicados (los explotados y expulsados del sistema) superan
infinitamente en número a los beneficiados (los
incluidos dentro del sistema).
Como resultante del accionar del
sistema capitalista: En estos momentos, la mitad de la población mundial
vive en condiciones de "pobreza estructural", y de esa cifra hay
1000 millones de personas que sobreviven en condiciones de hambre e indigencia
(sin cubrir sus necesidades elementales de supervivencia).
El resultante del sistema
capitalista en la sociedad humana no se puede discutir porque es estadístico y
matemático, pero si se puede deformar y ocultar por medio de la manipulación
cultural y mediática.
Éste (la concentración de riqueza en
pocas manos) es el
principio científico y dialéctico de la lucha de contrarios en el plano
social (léase huelgas y conflictos sociales) que desestabiliza y rompe cíclicamente los controles y la "gobernabilidad"
del sistema capitalista.
La "gobernabilidad" (el
control por vía militar o política) es la instancia básica que el capitalismo
necesita para depredar el planeta, generar mano de obra esclava, y apoderarse
de la riqueza mundial (PBI) arrojando sólo migajas a las mayorías
productoras de esa riqueza a escala social.
En el sistema, los militares
(la "dictadura") y los políticos (la democracia),
en distintas escalas, son gerenciadores de control político y social para
preservar la "gobernabilidad".
Las "dictaduras" y los golpes
de Estado siempre llegan para restaurar la "gobernabilidad (el control amenazado
por el descontrol ), y las "democracias" siempre llegan cuando el "orden"
está controlado y se generan espacios sociales para dominar por medio de la
persuasión (el sistema político).
En la Argentina, y en el resto de
América Latina, el Departamento de Estado solo habilitó la "democracia" made in
USA una vez que los militares de la "seguridad nacional" habían terminado con
el proceso de "subversión armada marxista".
Imaginar al capitalismo sin
"gobernabilidad" (el control dominante), es como pensar en un usurero sin
el control y la protección de la policía: Los damnificados lo lincharían sin
dudar.
La "gobernabilidad" (el control
político o militar), es la condición esencial que el capitalismo necesita para
que el sistema no estalle ( y los negocios continúen en paz).
Y vale aclarar, que el sistema sólo
corre riesgo de estallar (perder la "gobernabilidad") cuando las crisis superan
el marco económico y se convierten en "crisis social" (léase achicamiento
del consumo popular con despidos masivos de trabajadores a escala global).
Ésta es la instancia (tal como está
sucediendo ahora) en la que el capitalismo corre riesgo de perder la
"gobernabilidad".
B) La nueva lógica de control
La
condición esencial para el funcionamiento
del Estado
capitalista (tanto en América Latina como en el resto del mundo)
se resume en tres factores: Estabilidad económica,
gobernabilidad política y "paz social".
Esas tres condiciones son básicas para que el "sistema"
(la estructura funcional) de los negocios y la rentabilidad
capitalista funcionen sin interferencia y no se alteren las
líneas matrices de la propiedad privada y concentración de
riqueza en pocas manos.
Luego de las dictaduras militares setentistas
(y tras el fin de las revoluciones armadas y de la URSS) ,
Washington sustituyó el gerenciamiento militar de la "gobernabilidad" por el
gerenciamiento civil de la misma, sin alterar para nada el proceso de control
económico, por medio del cual los bancos y empresas transnacionales continuaron
transfiriendo recursos y ganancias a EEUU y a las metrópolis capitalistas.
La estrategia del control político
y social por medios militares (de las dictaduras militares de la doctrina de
seguridad nacional), fue sustituida gradualmente por administraciones
civiles, poderes ejecutivos, parlamentos y cortes de justicia totalmente
maleables a los intereses y objetivos de Washington y las trasnacionales
capitalistas en los países dependientes de Asia, África y América Latina.
No obstante, y con el "poder
blando" como alternativa de dominio, la estrategia geopolítica imperial
norteamericana desarrolló simultáneamente -a nivel complementario- la estrategia
del "poder duro" con despliegue militar-nuclear y bases desplegadas por
toda la región, además de tropas listas para actuar allí donde la situación lo
requiera.
El sueño
del dominio sin rebelión social (y de preservación de la "gobernabilidad"), que los bancos y las trasnacionales
imperiales no pudieron concretar con las dictaduras y los golpes militares
diseñados en el Departamento de Estado, empezó a cumplirse con la aceptación
pasiva del sistema capitalista como "única alternativa", modelada
masivamente en los cerebros por los sacerdotes de las grandes corporaciones
mediáticas que sustituyeron a los curas y a los maestros en la orientación de
conducta social.
Paralelamente, y desde fines de los
ochenta, en América Latina se verifican tres hechos simultáneos:
A
)
Ausencia total de huelgas generales y de conflictos sociales por
reivindicaciones generales de la sociedad (sólo existen conflictos atomizados
por reivindicaciones sectoriales), y ausencia de dictaduras militares y de lucha
armada (salvo Colombia).
B
)
Crecimiento constante (y sin excepción, hasta la presente crisis) de
las economías regionales, acompañadas de ganancias siderales para los bancos
y empresas que hegemonizan el control económico-productivo de América Latina, y
crecimiento desmesurado de los activos empresariales y fortunas personales.
C
)
Crecimiento paralelo, sostenido y sin interrupción, de la llamada "pobreza
estructural" (falta de trabajo estable, vivienda y subsistencia mínima) que
ya afecta a más de la mitad de la población mundial, con las mayorías sometidas
a políticas "asistenciales" y a empleos temporarios y en negro (contratos
basura).
Se trata de un emergente
encadenado: La ausencia de huelgas y de conflictos sociales posibilitó (como
nunca) la concentración de riqueza en pocas manos, y la concentración de riqueza
en pocas manos precipitó (como nunca) el crecimiento de la pobreza estructural y
de los bolsones del hambre en la región.
Esta situación (de "paz del dominador") permitió que el sistema de
concentración de riqueza capitalista (posibilitado por la explotación de mano de
obra barata con salarios africanos, apropiación de recursos naturales y control
hegemónico de todo el sistema económico productivo) genere como contrapartida:
pobreza, desocupación y exclusión social en masa en toda América Latina.
C) La asimilación de la protesta social
¿Y cómo se consiguió la preservación
de la "gobernabilidad" (del sistema capitalista) en esta nueva lógica del
control imperial en América Latina?
El desarrollo del modelo de
capitalismo "asistencialista" en América Latina, con bancos centrales
atestados de dólares y sin distribución social de la riqueza, con ricos más
ricos que nunca, con pobreza y desocupación estructural en crecimiento
continuo, con contratos laborales
basura, sólo fue posible a partir de la paralización de la resistencia
popular y de la ausencia de huelgas y de conflictos sociales por
reivindicaciones generales.
Ese objetivo se consiguió con la
domesticación y asimilación del aparato sindical y de la izquierda en las
coordenadas de la defensa del "sistema democrático", de la "paz social" y de la
vigencia plena del respeto al "orden constitucional" capitalista
establecido
casi como una religión a escala continental y mundial.
La izquierda (sin vocación de cambiar
el sistema) se volvió potable y "políticamente correcta" para
conformar una "alternativa de gobierno" a la "derecha neoliberal" dentro de
las coordenadas de poder implantadas por las trasnacionales y el sionismo
financiero que controlan el planeta desde la Reserva Federal y los bancos
centrales, con el Pentágono como garantía suprema de "orden".
La izquierda (asimilada a la
filosofía del "único mundo posible") ya no piensa el mundo en función de la
guerra a muerte para terminar con el sistema capitalista (el dueño del mundo),
sino en función de terminar con la "derecha" dentro del marco del mismo
sistema
Y así se inventó la moda de gobiernos
que hablan con la ideología de la "derecha" o de la "izquierda" en términos del
discurso formal, pero desde el punto de vista práctico ejecutan un solo
programa: El capitalismo.
Y la conclusión es simple: No hay
luchas revolucionarias sencillamente porque no hay pensamiento ni acción
organizada revolucionaria orientada a sustituir (a cambiar) al capitalismo
por otro sistema.
Todo lo que existe como lucha de
"cambio social" es meramente reivindicativa ("reformista") dentro de los marcos
del sistema capitalista y los objetivos que se buscan ya no son colectivos
(transformar de raíz a las sociedades y al mundo) sino individualistas y
sectoriales, y no avanzan más allá de querer "humanizar" al capitalismo,
hacerlo más digerible y menos injusto (ecología, "derechos humanos", "calidad de
vida", etc).
Es más: Ya no hay rebeldía ni
revolución porque el "orden" y el "desorden" (paz y conflicto) están pensados
dentro de las reglas de integración al sistema sin que exista ninguna idea o
intención de cambiarlo por otro.
En resumen, "izquierda" y "derecha"
son conceptos ideológicos antitéticos solo en términos de mayor o menor
"progresismo" dentro del mismo sistema, pero ninguna de las dos opciones
busca terminar de raíz con el capitalismo al que se lo presenta como el
"único sistema posible" siguiendo el "orden natural" de las cosas.
Desde el inicio del "proyecto
democracia" en América Latina, Washington, por medio de los gobiernos y policías
locales bajo control, domesticó y "pacificó" las protestas sociales y sindicales
terminando con las huelgas generales y los disturbios violentos,
vehiculizándolos por medio de protestas reivindicativas sectoriales.
Con la complicidad de
los aparatos sindicales y de los propios grupos de izquierda reconocidos como "organización"
política o social, se "legalizó" una forma de huelga y de protesta que
sólo reivindica lo sectorial, sin una estrategia de reivindicación social
colectiva.
Dentro de este esquema de atomización y división de las huelgas y
protestas (legalizadas y toleradas sólo como expresión sectorial atomizada)
el sistema mantiene un control férreo sobre todo el espectro de la
actividad operativa de los conflictos sociales y sindicales.
Tenerlos bajo
control, significa que tanto los dirigentes sindicales como sociales, deben
cumplir, por ejemplo, con el requisito legal de "avisar" a las autoridades cada vez que van a
manifestarse y cortar una calle, para que, en consecuencia, el aparato policial
tome sus recaudos, como ordenar el tránsito y evitar el desmadre de la
concentración "pacifica y democrática".
En este escenario, los grupos de izquierda regionales están fragmentados, divididos en pequeños
grupos, carecen de una estrategia común de acción y no tienen
influencia social ni capacidad financiera ni organizativa para liderar
rebeliones masivas que puedan desestabilizar la región y poner
en riesgo la gobernabilidad del sistema.
Por su parte, los llamados gobiernos
de "izquierda", fuera del discurso anti-EEUU en los foros del sistema, tienen su supervivencia económica y
político electoral atada al destino del Estado capitalista, y son los primeros
defensores de la legalidad y gobernabilidad democrática en la región.
En resumen, no hay ninguna
posibilidad de crecimiento de la izquierda revolucionaria en las calles, sino
que hay crecimiento de la izquierda electoral y gubernamental. La
izquierda está disciplinada, asimilada e integrada al sistema.
En resumen, aparatos sindicales y
movimientos y partidos de izquierda cumplen su función "opositora" dentro de
los marcos del sistema "democrático", y de los parámetros
establecidos de preservación de la "gobernabilidad", la "paz social" y la
"estabilidad", precisamente lo que el sistema necesita para su "crecimiento económico"
sin distribución social de la riqueza
Después de la lucha armada y de los
métodos salvajes de huelgas y protestas sociales setentistas, las mismas fueron
"legalizadas" con una condición: que fuesen sectoriales (no generales),
"democráticas"
(respetando la ley), y "pacificas" (no violentas).
Esta fue la condición que el statu quo
impuso (e impone) para la inclusión de las protestas sociales, atomizadas y sectoriales,
como una actividad aceptada y encuadrada dentro del "estado de derecho" y de la
formalidad "democrática"
En algunos países, los grupos de "izquierda" (asimilados al
aparato de movilización de los gobiernos) son financiados con fondos
públicos.
En la Argentina, por ejemplo, (el primer
laboratorio experimental de América Latina) las organizaciones de
izquierda (incluso las más "combativas") son subsidiadas por el Estado a través de las políticas
asistencialistas y de los planes oficiales de subsidios a los desocupados.
Durante seis años, la gerencia de los
Kirchner subsidió en forma encubierta a los movimientos de "protesta social"
(piqueteros y organizaciones sociales) por medio de la entrega de planes
sociales a sus dirigentes,los que
luego los utilizaron para ampliar sus aparatos y conseguir adhesión
"militante" para sus movilizaciones.
En este marco de asimilación de la protesta en la "legalidad democrática",
la máxima expresión de "lucha" de los grupos atomizados de
izquierda (sin organización ni estrategia operativa revolucionaria) consiste en
tirarles piedras a la policía, quemar tachos de basura, romper vidrios o
arrojar de vez en cuando una molotov contra la puerta de alguna institución.
A su vez, la izquierda más
"combativa", sin objetivos ni organización revolucionaria, le sirve al
sistema para demostrar la presencia de un "enemigo violento" en las
calles.
Por su parte, los gobiernos "izquierdistas", en la práctica, no están para quemar ni
romper nada, sino para proteger la propiedad privada y la gobernabilidad del
sistema capitalista al que están integrados.
Este modelo rige
desde hace más de 20 años y acompañó el proceso de "crecimiento económico" sin
distribución social de la riqueza que hoy se extiende en América Latina.
Por lo tanto, la izquierda y los gobiernos de
izquierda en América Latina (para los centros del poder imperialista) no son
hipótesis de conflicto ni de quiebra de la
gobernabilidad por su inserción controlada y acotada dentro del sistema
capitalista.
D)
El peligro acechante: ¿A qué le teme Washington?
La crisis hipotecaria en EEUU
primero, la irradiación de la crisis a los mercados financieros globales
después, y la crisis recesiva con desocupación luego, terminaron de
configurar un proceso económico-recesivo que hoy amenaza con arrasar los
cimientos del modelo de explotación capitalista vigente a escala global.
Proyectado al escenario de América
Latina ese modelo de acumulación capitalista trasnacional, basamentado en el
asistencialismo social y en el dominio con el "poder blando" del proyecto
democracia made in USA, comienza a resquebrajarse y a colapsar en toda la
región.
En consecuencia, el statu quo de modelo de dominio con el "sistema democrático"
también comienza a agotarse frente a la agudización de la crisis económica que
está arrojando (por medio de la desocupación y del achicamiento del consumo) cada vez
a mas masa social fuera del mercado de consumo.
Junto con el desgaste en los teatros de ocupación (como
Afganistán,
e Irak), con una profunda crisis económica recesiva, y con un proceso de descomposición del
poder político interno (guerra entre demócratas y republicanos por la hegemonía de las
decisiones imperiales), Washington comienza a repensar la estrategia con el
poder blando de la democracia en su patio trasero.
La crisis mundial, la debilidad económica de EEUU, obliga a Washington a ajustar
sus estrategias de dominio para mantener bajo control la "gobernabilidad" en
América Latina.
En este nuevo escenario ¿A qué le
teme Washington?
En primer lugar, el poder
en control (el Imperio), lo único que teme es el descontrol.
Es decir que, por efecto de la crisis recesiva con desocupación masiva, las protestas
sindicales y sociales se salgan del control
de la cúpulas sindicales y de los dirigentes de la izquierda asimilada, y
resulten
conducidas anárquicamente por líderes sin militancia política y sin encuadramiento dentro de las reglas de
la legalidad "democrática".
O sea que, Washington y el sistema capitalista transnacional que opera en
América latina temen (más que nada) a la "anarquización" de las
protestas sociales, donde cualquier
persona con carisma pueda
liderar su propio conflicto sin prácticas ni metodologías incursas en la
legalidad establecida dentro del "sistema democrático".
Éste proceso (a modo de laboratorio
experimental) ya se registró fugazmente en 2001 con el "Cacerolazo" en la
Argentina, durante el cual, las cúpulas sindicales y la izquierda "orgánica" fueron
desplazados del control de las movilizaciones masivas y espontáneas conducidas
por líderes improvisados y sin militancia política.
Posteriormente, y por medio de una
sistemática manipulación mediática que asustó con el peligro de "guerra civil", el
Gobierno argentino desmanteló las "asambleas autogestionarias" y desarmó
al
movimiento callejero que planteaba "que se vayan todos" los políticos,
quienes "desaparecieron" de la escena pública por temor a ser linchados.
En esencia, ése el el modulo
experimental que el Departamento de Estado teme que vuelva a reaparecer
de la mano de la crisis recesiva con desocupación en masa que se cierne sobre
América Latina.
En
consecuencia, lo que temen Washington y el establishment del capitalismo que
opera en América Latina no son los gobiernos de izquierda,
ni es la izquierda fragmentada y sin objetivos revolucionarios, sino que le teme al
desmadre y a la pérdida de control de los conflictos sociales.
Ésto es, al regreso de las huelgas y estallidos "salvajes" (multiplicados y
simultáneos) con cortes de rutas y de accesos claves para el desarrollo del
proceso de la economía capitalista.
Los estrategas del
Departamento de Estado no temen a la izquierda atomizada y dividida, ni a los
gobiernos "izquierdistas" (sólo en discurso) , sino que
temen al surgimiento de nuevos líderes que encabecen los bolsones de protestas
populares en forma anárquica, sin ninguna vocación "negociadora", que
se abran
decenas y hasta centenares de frentes de conflicto a la vez que impidan una
estrategia represiva centralizada.
En otras palabras, lo que Washington teme son las protestas violentas con
líderes espontáneos sin ideología ni metodología convencionales, que
encabecen en forma inorgánica las revueltas, obligando de nuevo a una represión militar abierta tipo
"Tiananmen" chino.
En un escenario posible de
"Cacerolazo" anárquico proyectado a nivel regional, el control social y político
con el "sistema democrático", perdería efectividad y se deberían implementar
controles de represión militar para mantener el "orden", la "paz social" y la
"gobernabilidad" del sistema.
El sistema de control con la
izquierda y el sindicalismo asimilado a la "legalidad" de las protestas y
conflictos en "paz", se desmadrarían por medio de los conflictos "espontáneos"
multiplicados y sin un hilo conductor
En el marco conflictivo nuevo, las protestas
sociales (como sucede con el mercurio cuando se rompe un
termómetro)
se atomizarían en millonésimas partes violentas y fuera de control.
Los aparatos de
seguridad deberían enfrentarse en forma simultánea a protestas con metodologías diferentes conducidas por líderes que no se encuadrarían en ninguna de las reglas
"legales"
establecidas ni en ninguna ideología. No haría falta ser político ni de izquierda
para conducir las protestas.
Los estallidos sociales y las huelgas se "feudalizarían", no responderían a estructuras
orgánicas localizadas, por lo tanto las millonésimas partes del mercurio social
(anarquizadas y en rebelión) se tornan incontrolables.
Este es el punto, y como ya sucedió
en la Argentina con el "Cacerolazo", en que el control de la "gobernabilidad" gerenciado por la clase política perdería, por un período
incierto, su razón de ser y el sistema debería pasar
a abordar "soluciones alternativas" para supervivir y resguardar la "gobernabilidad".
Y este proceso, es lo que viene
inexorablemente en América Latina de la mano de la crisis recesiva con
desocupación en masa que ya se cierne como un fantasma por todos los países
de la región.
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(*) Manuel
Freytas es periodista, investigador, analista de estructuras del poder, especialista en inteligencia y
comunicación estratégica. Es uno de los autores más difundidos y referenciados
en la Web.
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