n la guerra -según los principios
desde Sun Tzu a Clausewitz - el primer paso es la elección y la
identificación del enemigo.
La estatura del enemigo, define al contrincante: Si peleo con un ratón, estoy a su altura, y si combato con
un león también estoy a su altura.
Definir un perfil de enemigo,
identificar sus estrategias, sus fortalezas y debilidades, potencia los propios
movimientos de ataque y defensa y permite valorar la propia fortaleza.
"Si conozco a mi enemigo soy
fuerte, y si elijo a un enemigo grande, mi triunfo será grande", es el
axioma probado por la historia.
Cuando el presidente de Venezuela,
Hugo Chávez, se peleaba con el presidente de EEUU, George W Bush,
peleaba contra el león imperial.
Cuando Chávez definía el perfil de
Bush llamándolo "borracho asesino", "Mister Danger", "demonio", o lo
clasificaba como un
muerto con "olor a azufre", el líder bolivariano estaba precisando en la figura
del presidente USA los puntos débiles de un Imperio en decadencia.
Cuando Chávez definía (casi como una
consigna) al "Imperio yanqui" y al "capitalismo inhumano" como el principal
enemigo a derrotar, fijaba (auque sólo fuera a escala mediática) un proyecto y un liderazgo internacional con identidad propia diferenciado del
sistema dominante.
La imagen internacional de Chávez
crecía, se potenciaba, polarizaba, sorprendía, ganaba adeptos, juntaba a sus
enemigos, entretenía a las masas como un showman, cosechaba el más alto
rating y el más alto centimetraje de prensa mundial, y lograba lo que ningún
líder consiguió: Lanzar contrainformación masiva contra el Imperio
capitalista desde la propia estructura mediática del sistema capitalista.
El ciclo se completó cuándo Chávez
denunció los genocidios de Israel en Líbano y Gaza, y se ganó la
voluntad y la admiración de las mayorías del mundo árabe e islámico.
Desde el punto de vista de la comunicación estratégica, Chávez era grande
(polarizaba por si o por no) porque
su enemigo identificado era grande.
Desde el punto de vista de la
guerra comunicacional contra el Imperio (la Guerra de Cuarta Generación) no
importaba si Chávez estaba haciendo o no una revolución en tiempo real en
Venezuela.
Chávez -por su correcta definición
del enemigo- simbolizaba el verbo, el mensaje revolucionario, contra un
enemigo y un proyecto (el Imperio capitalista) identificado a escala global.
Se podía discutir si Chávez era un
"teórico" o un "hacedor" de revolución, pero no se podía discutir la
precisión conceptual del punto de partida de su estrategia de combate: La
correcta identificación del enemigo.
Aunque sólo fuera por el tiempo que
duraran las exposiciones de Chávez en las grandes cadenas mediáticas, las
mayorías mundiales (adormecidas por las tácticas psicológicas de dominio con el
"mundo único") accedían a un "contramensaje" y descubrían la
posibilidad de "otro mundo fuera del capitalismo".
El mensaje antiimperialista y
anticapitalista de Chávez sacaba la contrainformación
revolucionaria del espacio acotado de los medios alternativos de Internet y
la depositaba -aunque sólo fuese por unos minutos- en el cerebro de las mayorías
alienadas por la manipulación del capitalismo consumista impuesto a escala
mundial.
Chávez -desde la comunicación
revolucionaria estratégica- era grande porque peleaba contra un enemigo
grande.
Hasta que un día, como a Sansón, a
Chávez le cortaron (o se cortó) el pelo y comenzó a perder la fuerza.
Sorpresivamente, en la Cumbre de Río,
en marzo de 2008, Chávez le dio la mano y "selló la paz" con el
presidente de Colombia, el "cachorro" Álvaro Uribe, el símbolo de presidente
sumiso al imperio norteamericano más emblemático de América Latina.
Posteriormente el presidente de Venezuela sorprendió al mundo y "dejó sin
aire" a sus militantes y a sus seguidores planetarios
cuando pidió a las FARC que liberaran a los secuestrados y que abandonaran
la lucha armada a cambio de nada.
Finalmente, y a modo de factor
desencadenante, la imagen antiimperialista y revolucionaria de Chávez se terminó
de desmoronar cuando, en abril de este año, en la Cumbre de las Américas,
estrechó la mano del nuevo presidente imperial, Barack Obama, y depositó su
confianza en el "cambio democrático" de EEUU.
De esta manera (y posiblemente
argumentando una "actitud pragmática"), Chávez, desde el punto de vista de la
guerra contrainformacional, se quedó sin enemigo estratégico.
Los iconos de las imágenes que
surcaron el planeta fueron demoledores: Chávez, sin ningún combate, le dio la
mano al enemigo, declaró una paz unilateral, y se quedó (a nivel de la
comunicación estratégica) sin identidad ni
proyecto propio.
El presidente de Venezuela, pareció
olvidar un principio axiomático de la guerra: Con el enemigo se lucha, se
negocia acuerdos transitorios como táctica de supervivencia o de
fortalecimiento, pero nunca se hace la paz y se abandona el campo de batalla
a cambio de nada.
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Cumbre de las Américas: Chávez sonríe cautivado: Con Obama el Imperio es otra cosa.
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Eso fue lo que quiso decir el Comandante
Fidel Castro cuando criticó (en soledad) las concesiones y los excesivos elogios
a cambio de nada prodigados al presidente imperial durante la Cumbre de
las Américas.
Por otra parte, y como ya está
documentado en la información internacional, en sus casi cuatro meses de gestión
la administración de Barack Obama ha demostrado ser -en todas las áreas- una
fiel continuidad de las políticas imperiales de George W. Bush.
De pronto, y sin la precisión de un
enemigo estratégico claro y aglutinador (el Imperio y su presidente de turno),
los mensajes de Chávez fueron perdiendo contundencia y efectividad masiva.
Su figura y su voz perdieron
la potencia de otrora, y el presidente (sin el control del centro estratégico de
la batalla) comenzó gradualmente a perderse en "escaramuzas de orden
menor" con sus enemigos internos de la oposición y de los medios de
comunicación venezolanos.
En otras palabras, Chávez (desde que
hizo la "paz" con Obama) ya no pelea una guerra estratégica contra
el Imperio, sino que pelea batallas acotadas contra los empleados menores del Imperio.
Chávez, que antes peleaba con leones, ahora desgasta y devalúa su imagen
internacional peleando con ratones.
Un ejemplo claro es su polémica con
el escritor gusano y provocador mediático enviado por Washington, Mario
Vargas Llosa, al que Chávez confirió identidad de "enemigo estratégico"
al invitarlo a un "debate" y luego desistir argumentado su investidura de
"presidente y de militar".
Rápidas de reflejo, las usinas
mediáticas imperialistas, desde Nueva York a Miami, proclamaron la "gran
victoria" de Vargas Llosa sobre Chávez en una clara operación psicológica
para nivelar al escritor gusano de novelas con el presidente de Venezuela.
"Cuándo un león confiere identidad
de enemigo a un ratón, se convierte él mismo en un ratón", es el principio
que rige la estrategia de nivelación hacia abajo que las cadenas mediáticas
internacionales practicaron con Chávez en su polémica con Vargas Llosa.
Y algo que el presidente venezolano y
sus asesores deberían registrar: Cuando los ratones se pelean el león duerme la
siesta.
Y "Mister Danger", jubilado, debe
estar sonriendo en paz.