Las tres
principales cadenas televisivas de EEUU (CNN, ABC, NBC y
Fox) , los tres principales diarios (The Wall Street Journal, The
New York Times y The Washington Post) están controlados y gerenciados
(a través de paquetes accionarios o de familias) por grupos del lobby judío,
principalmente neoyorquino.
Asimismo
como las tres más influyentes revistas (Newsweek, Time y The
New Yorker), y consorcios hegemónicos de Internet como Time-Warner
(fusionado con América on Line) o Yahoo, están controlados por
gerenciamiento y capital judío que opera a nivel de redes y conglomerados
entrelazados con otras empresas.
Colosos
del cine de Hollywood y del espectáculo como The Walt Disney Company, Warner
Brothers, Columbia Pictures, Paramount, 20th Century Fox, entre otros,
forman parte de esta red interactiva del capital sionista imperialista.
Todos
estos conglomerados judeo capitalistas, mediáticos y cinematográficos, moldearon
y nivelaron desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, la "cultura americana" y
la sociedad de consumo capitalista extendidas como "única civilización
posible" por todo el planeta.
Los
directivos y accionistas de
las primeras treinta megaempresas trasnacionales y bancos (las más
grandes del mundo) que cotizan en el indice Dow Jones de Wall Street, son
mayoritariamente de origen judío.
Megacorporaciones del capitalismo sin fronteras como Wal-Mart
Stores, Walt Disney, Microsoft, Pfizer Inc, General Motors, Hewlett Packard,
Home Depot, Honeywell, IBM, Intel Corporation, Johnson & Johnson, JP Morgan
Chase, American International Group, American Express, AT & T, Boeing Co
(armamentista) , Caterpillar, Citigroup, Coca Cola, Dupont, Exxon Mobil
(petrolera) , General Electric, McDonalds, Merck & Co, Procter &
Gamble, United Technologies, Verizon, son controladas y/o gerenciados por
capitales y personas de origen judío.
Estas
corporaciones representan la
crema de la crema de los grandes consorcios trasnacionales judeo sionistas
que, a través del lobby ejercido por las embajadas estadounidenses y europeas,
dictan y condicionan la política
mundial y el comportamiento de gobiernos, ejércitos, o instituciones mundiales
oficiales o privadas.
Son los amos invisibles del Planeta:
los que manejan a los países y a presidentes por control remoto, como si fueran
títeres de última generación.
Esto
explica porque los gobiernos del mundo (incluidos los árabes) se "cuidaron"
de no seguir el ejemplo de Venezuela y Bolivia (además de Cuba e Irán) de
condenar el genocidio israelí en Gaza y expulsar a sus embajadores en
repudio por la matanza de civiles inocentes durante 22 días consecutivos de
bombardeos que causaron más de 1.400 muertos, 6000 heridos, y el asesinato de
más de 400 niños y 250 mujeres.
A este
fenómeno de "poder mundial" judío, y no a Israel, es lo que temen los
presidentes, políticos, periodistas, e intelectuales que evitan puntillosamente
condenar o nombrar el genocidio militar de Israel en Gaza, repitiendo lo que ya
hicieron durante la masacre israelí en Libano en el 2006.
La gran
complicidad política, cultural y social a escala global con la masacre israelí
no se gestó por miedo a Estado de Israel sino por miedo a lo que representa
el Estado de Israel.
No se trata de Israel, un Estado
sionista más, sino del "Gran Israel", la patria del judaísmo mundial (con
territorio robado a los palestinos), de la cual todos los judíos del mundo se
sienten sus hijos pródigos desperdigados por el mundo.
No se trata de
Israel, sino de las poderosas organizaciones y comunidades judías mundiales que
apoyaron en bloque el genocidio militar de Israel en Gaza, que utilizan su
poder y "escala de prestigio" (construida mediante su victimización histórica con el
Holocausto) para convertir en un leproso social al que se atreva criticar
o a levantar la voz contra el exterminio militar israelí en Gaza.
Los gobiernos del
mundo capitalista, los periodistas, intelectuales, organizaciones sindicales y
sociales no le temen a Israel, sino a su lapidación social como "antisemita"
(mote que se le otorga al que enfrenta y/o denuncia al sionismo judío).
No le temen al
Estado de Israel, sino a los hijos de Israel camuflados en los grandes
centros de decisión del poder mundial, sobre todo económicos-financieros y
mediático-culturales.
En definitiva, los políticos, intelectuales
y periodistas
del sistema no temen a Israel, sino que temen a los medios, organizaciones y
empresas judías, y a su influencia sobre los gobiernos y procesos económicos-culturales
del sistema sionista capitalista extendido por todos los países a escala
planetaria.
En definitiva temen que las empresas, las universidades,
las organizaciones y las fundaciones
internacionales sionistas que financian y o promocionan sus ascensos y puestos en la maquinaria del sistema
los declaren "antisemitas" y los dejen sin trabajo, sin vacaciones y sin
jubilación.
Esa es la causa principal que explica
porque los intelectuales, académicos y periodistas del sistema viven
elucubrando sesudos análisis de la "realidad" política, económica y social
sin la presencia de la palabra judío o del sistema capitalista que paga por sus
servicios.
Si bien hay un grupo
de intelectuales y de militantes judíos de izquierda (entre ellos Chomsky y
Gelman, entre otros) que condenaron y protestaron contra el genocidio
israelí en Gaza, la mayoría abrumante de las comunidades y organizaciones judías
a escala planetaria apoyaron explícitamente la masacre de civiles en Gaza
argumentando que se trataba de una "guerra contra el terrorismo".
A pesar de que Israel no
invadió ni perpetró un genocidio militar en Gaza con la religión judía, sino con
aviones F-16, misiles, bombas de racimo, helicópteros Apache, tanques,
artillería pesada, barcos, sistemas informatizados, y una estrategia y un plan
de exterminio militar en gran escala, quien cuestione esa masacre es
condenado por "antisemita" por el poder judío mundial distribuido por el mundo.
A pesar de que el lobby
judío sionista que controla Israel, tanto como la Casa Blanca, el Tesoro y la Reserva Federal de EEUU no reza en las sinagogas sino en la Catedral de
Wall Street, el que lo critique es tildado de inmediato como "antisemita" o
"nazi" por las estructuras mediáticas y culturales controlados por el poder
judío mundial.
Las campañas de
denuncia de antisemitismo con las que Israel y las organizaciones judías buscan
neutralizar a las criticas contra la masacre, abordan la cuestión como si el
sionismo judío (sostén del estado de Israel) fuera una cuestión "racial" o
religiosa, y no un sistema de dominio imperial que abarca interactivamente el
plano económico, político, social y cultural, superando la cuestión de la
raza o de las creencias religiosas.
El lobby judío no
controla el mundo con la religión: lo maneja con bancos, trasnacionales,
hegemonía sobre los sistemas económicos-productivos, control sobre los recursos
naturales, control de la red informativa y de manipulación mundial, y manejo de los valores sociales a través de la publicidad, la cultura y el
consumo estandarizado y globalizado por los medios de comunicación.
En definitiva, el lobby judío no
representa a ninguna sinagoga ni expresión racial, sino que es la estructura que
maneja el poder mundial a través del control sobre los centros
económicos-financieros y de decisión estratégica del sistema capitalista
expandido como civilización "única".
Antes que por la religión y la raza,
el lobby judío y sus redes se mueven por una ideología política funcional: el
sionismo capitalista-imperial que antepone el mercado, la concentración de
riqueza, la "política de negocios", a cualquier filosofía que roce las nociones
del "bien" o del "mal" entendidos dentro de parámetros sociales.
Entonces: ¿De qué hablan cuando hablan
de "antisemitismo" o de "anti-judaismo religioso? ¿En que parámetros
referenciales se basa la condición de "antisemita"? ¿Quién es antisemita? ¿Quién
critica a los judíos por su religión o por su raza en las sociedades del mundo?
A lo sumo, a los judíos, como está
probado en la realidad social de cualquier país, no se los critica por su
religión o condición racial sino por su apego excesivo al status del dinero
(también cultivado por otras colectividades) y a integrar estructuras o
jerarquías de poder dentro de un sistema injusto de opresión y de
explotación del hombre por el hombre, ´como es el sistema capitalista.
Históricamente, más que por su
religión, en todos los países y sociedades de la tierra, el judío siempre estuvo
identificado en la figura del "usurero" y no en la del rabino, cuestión que se
refleja masivamente en los "chistes de judíos" contados hasta por los propios
judíos.
Es decir, a los judíos habitualmente
no se los critica por su religión o su raza, sino por sus valores excesivamente
"materialistas" que los llevan rápidamente a escalar pirámides de poder dentro
del sistema capitalista, lo que les construyó el mito (alentado por los propios
judíos) de "inteligencia superior".
Salvo los grupos minoritarios de fanáticos y racistas que sólo se representan a sí mismos, en las sociedades
(salvo el nazismo alemán y algunas excepciones) casi nunca hubo "persecución
religiosa o racial" del judío, si no que hubo una asociación del judío con la "peor
cara del capitalismo", representada en el sistema económico-financiero
especulativo.