principios de junio el presidente peruano Alan García, aliado de Barack Obama presidente de EEUU, envió blindados de transporte,
helicópteros con artillería y cientos de tropas de asalto para dispersar
una manifestación pacífica y legal, una protesta organizada por los
miembros de las comunidades indígenas de la Amazonía del Perú que
rechazaban la entrada de multinacionales mineras en sus tierras
tradicionales. Decenas de indígenas fueron asesinados o están
desaparecidos, decenas han sido heridos y detenidos por la policía
peruana, mantenidos como rehenes. El presidente García declaró la ley
marcial en la región a fin de hacer cumplir su mandato unilateral e
inconstitucional de concesión de derechos de explotación de la minería a
empresas extranjeras, lo que viola la integridad de las tierras
comunales de los indígenas amazónicos.
Alan García no es extraño a las
matanzas patrocinadas por el gobierno. En junio de 1986, ordenó a los
militares bombardear a los prisioneros hacinados en las cárceles de la
capital con cientos de presos políticos que protestaban contra las
condiciones de su encierro , resultando más de 400 las víctimas
conocidas. Más tarde, la existencia de siniestras fosas comunes reveló
decenas más. Esta notoria masacre tuvo lugar mientras García era el
anfitrión de una reunión en Lima de la denominada Internacional
"Socialista". Su partido político, el APRA (Alianza Popular
Revolucionaria Americana), un miembro de la «Internacional», se vio ante
la vergüenza de la exhibición pública de sus tendencias
"nacional-socialistas", ante cientos de funcionarios socialdemócratas
europeos.
Acusado en 1990 de apropiación indebida de fondos del gobierno y
dejar su cargo con una tasa de inflación de casi 8.000%, aceptó apoyar
al candidato presidencial Alberto Fujimori a cambio de una amnistía.
Cuando Fujimori impuso una dictadura en 1992, García se auto-exilió en
Colombia y más tarde en Francia. Regresó en 2001, cuando los cargos en
su contra habían prescrito y Fujimori se vio obligado a renunciar en
medio de acusaciones de crear escuadrones de la muerte y espionaje
contra sus adversarios. García ganó las elecciones presidenciales de
2006 en una segunda vuelta contra el candidato indigenista y
nacionalista ex oficial del Ejército Ollanta Humala, gracias al apoyo
financiero y mediático de la derecha de Lima, los oligarcas
descendientes de europeos, y las agencias de “ayuda” de EE.UU.
Ya en el poder, García no dejó dudas acerca de su programa político y
económico. En octubre de 2007 anunció su estrategia de colocar a las
multinacionales mineras en el centro de su programa económico de
"desarrollo", mientras justificaba el brutal desplazamiento de los
pequeños productores de las tierras comunales y pueblos indígenas en
nombre de "modernización".
García presionó al Congreso para aceptar el Área de Libre Comercio de
las Américas, ALCA, promovido por EEUU. Perú fue uno de los tres únicos
países de América Latina en apoyar esa propuesta de EE.UU., y se abrió
al saqueo sin precedentes de recursos, mano de obra, tierra y mercados
por las multinacionales. A finales de 2007, García empezó a conceder
enormes extensiones de tierras tradicionales de los indígenas en la
región del Amazonas para la explotación de la minería y la energía a
multinacionales extranjeras. Esto fue una violación del acuerdo de la
OIT de 1969 que obliga al gobierno peruano a consultar y negociar con
los indígenas lo que tenga que ver con la explotación de sus tierras y
ríos. Bajo su política de "puertas abiertas", el sector minero de la
economía se expandió rápidamente y obtuvo enormes ganancias a partir del
récord mundial de precios de productos básicos y el aumento de la
demanda de materias primas por parte de Asia (China).
Las empresas multinacionales fueron atraídas por la baja de impuestos
y un prácticamente libre acceso al agua con cánones baratos y la
subvención del gobierno a las tarifas de electricidad. La suspensión de
los reglamentos ambientales en estas regiones ecológicamente frágiles,
aumenta la contaminación de los ríos, las aguas subterráneas, el aire y
el suelo en los alrededores de las comunidades indígenas. El
envenenamiento provocado por las operaciones mineras llevó a la muerte
en masa de peces y hacen que el agua no sea apta para beber. El diezmado
de bosques tropicales socava el sustento de decenas de miles de
pobladores que participan en el trabajo artesanal tradicional de
subsistencia, en la recolección forestal y las actividades agrícolas.
Los beneficios de la bonanza de la minería van principalmente a las
empresas extranjeras. El régimen de García distribuye los ingresos del
Estado a sus partidarios financieros y especuladores inmobiliarios, los
importadores de artículos de lujo y la camarilla política en la Lima
fuertemente custodiada de zonas residenciales y clubes exclusivos.
Mientras los márgenes de beneficio de las multinacionales llegan a un
increíble 50% y los ingresos del gobierno superan los mil millones de
dólares, las comunidades indígenas carecen de caminos pavimentados, agua
potable, servicios básicos de salud y escuelas. Peor aún, han
experimentado un rápido deterioro de su vida cotidiana porque la
afluencia de capital minero provocó un aumento de los precios de los
alimentos básicos y medicinas. Incluso el Banco Mundial en su Informe
Anual para 2008 y el Financial Times de Londres, instaron al
régimen de García a hacer frente a la crisis y el descontento creciente
entre las comunidades indígenas.
Delegaciones de las comunidades indígenas habían viajado a la ciudad
de Lima para tratar de establecer un diálogo con el Presidente a fin de
evitar la degradación de sus tierras y comunidades. Los delegados se
encontraron con las puertas cerradas. García sostuvo que "el progreso y
la modernidad proviene de las grandes inversiones realizadas por las
multinacionales..., (y no de) los pobres campesinos que no tienen un
centavo para invertir“. Interpretó los llamamientos al diálogo pacífico
como un signo de debilidad de los habitantes indígenas de la Amazonia y
aumentó las sus concesiones de explotación a las multinacionales
extranjeras, incluso más adentro en el Amazonas. Cortó prácticamente
toda posibilidad de diálogo y compromiso con las comunidades indígenas.
La respuesta de las comunidades indígenas amazónicas fue la formación
de la Asociación Inter-étnica para el Desarrollo de la Selva Peruana (AIDESEP).
Se celebraron protestas públicas durante más de 7 semanas que culminaron
en el bloqueo de dos carreteras transnacionales. Esto enfureció a
García, quien se refirió a los manifestantes como "salvajes y bárbaros"
y envió unidades policiales y militares para reprimir la acción de
masas. Lo que García no tuvo en cuenta fue el hecho de que una
proporción significativa de los hombres indígenas en esas aldeas se
había desempeñado como conscriptos en el ejército que peleó en la guerra
de 1995 contra Ecuador, mientras que otros habían sido entrenados en la
defensa de la autonomía local por las organizaciones de la comunidad.
Estos veteranos combatientes no se dejaron intimidar por el terror
del Estado y su resistencia ante los primeros ataques de la policía
resultó en bajas de ambos bandos, la policía y los indígenas. García
declaró "la guerra a los salvajes" y envió una gran fuerza militar con
helicópteros, blindados y tropas con órdenes de "tirar a matar". Los
activistas de la AIDESEP cuentan más de un centenar de muertos entre los
manifestantes indígenas y sus familias: los indios fueron asesinados en
las calles, en sus hogares y lugares de trabajo. Se cree que los restos
de muchas víctimas han sido arrojados en las quebradas y ríos.
Conclusión
Como era previsible el régimen de Obama no emitió ni una sola palabra
de preocupación o de protesta ante una de las peores masacres de civiles
en esta década perpetrada por uno de sus más cercanos aliados en América
Latina. García, tomando su libreto de una conversación con el Embajador
de los EE.UU., acusó a Venezuela y Bolivia de haber instigado el
"levantamiento indígena", citando como “prueba” una carta de apoyo que
el presidente de Bolivia Evo Morales envió a una conferencia
intercontinental de las comunidades indígenas celebrada en Lima en mayo.
Se impuso la ley marcial y toda la región amazónica del Perú está siendo
militarizada. Están prohibidas las reuniones y los miembros de las
familias tienen prohibida hasta la búsqueda de sus parientes
desaparecidos.
A lo largo de América Latina, las principales organizaciones
indígenas han expresado su solidaridad con los movimientos indígenas del
Perú. En ese país, los movimientos sociales, sindicatos y grupos de
derechos humanos han organizado una huelga general para el 11 de junio.
Temiendo la propagación de las protestas masivas, El Comercio, el
diario conservador de Lima, aconsejó a García adoptar algunas medidas de
conciliación para evitar un levantamiento urbano generalizado. Un día
antes, el 10 de junio, se declaró una tregua, pero las organizaciones
indígenas se negaron a poner fin al bloqueo de las carreteras a menos
que el gobierno derogue su decreto de concesión ilegal de tierras.
En el ínterin, un extraño silencio se cierne sobre la Casa Blanca.
Nuestro Presidente, el habitualmente bullanguero Obama, experto en
recitados acerca de la diversidad y la tolerancia y alabar la paz y la
justicia, no puede encontrar en su secuencia de frases preparadas, una
sola para condenar la matanza de decenas de habitantes indígenas de la
Amazonía peruana. Cuando se cometen graves violaciones a los derechos
humanos en América Latina, EE.UU. respalda a un presidente- cliente que
sigue las fórmulas de Washington de "libre comercio", desregulación de
la protección del medio ambiente y hostilidad hacia los países anti-imperialistas
(Venezuela, Bolivia y Ecuador). Obama antepone la complicidad a la
condena.