La
perspectiva de elevadas compensaciones proporcionó incentivos a los
ejecutivos para actuar miopemente y arrostrar riesgos excesivos, no para
prestar dinero con prudencia. Los bancos hicieron todos esos yerros sin que
nadie lo advirtiera, también porque buena parte de lo que hacían se
financiaba "fuera de los balances contables".
En
teoría, el plan de la administración se basa en dejar que el mercado
determine los precios de los "activos tóxicos" de los bancos, incluidos
préstamos inmobiliarios excepcionales y títulos basados en esos préstamos.
Pero la realidad es que el mercado no puede poner precio a los activos
tóxicos mismos, sino a las opciones sobre esos activos.
Y una
cosa no tiene que ver con la otra. El plan del gobierno, en efecto, entraña
asegurar casi todas las pérdidas. Puesto que a los inversores privados se
les ahorra el grueso de las pérdidas, lo que ellos "valorarán" serán sobre
todo las potenciales ganancias. Eso es exactamente lo mismo que si te dieran
una opción.
Considérese un activo que tiene las mismas probabilidades de valer o cero o
200 dólares al cabo de un año. El "valor" promedio del activo es de 100
dólares. Ignorando el interés, ese es el precio al que se vendería el activo
en un mercado competitivo. Es lo que "vale" el activo. Con el plan del
secretario del Tesoro Timothy Geithner, el gobierno suministraría cerca del
92% del dinero necesario para comprar el activo, pero sólo recibiría el 50%
de todas las ganancias, y absorbería casi todas las pérdidas. ¡Menudo socio!
Supóngase que una de las asociaciones público-privadas que ha prometido
crear el Tesoro está dispuesta a pagar 150 dólares por el activo en
cuestión. Eso es un 50% más que su valor verdadero, y el banco está
encantado de venderlo. Así que el socio privado pone 12 dólares, y el
gobierno pone el resto: 12 dólares en "valor líquido", más 126 dólares en
forma de préstamo garantizado.
Si en
un año resulta que el verdadero valor del activo es cero, el socio privado
pierde 12 dólares, y el gobierno pierde 138. Si el verdadero valor es 200
dólares, el gobierno y el socio privado se reparten a partes iguales los 74
dólares que restan tras devolver el préstamo de 126 dólares. En ese
escenario de color de rosa, el socio privado más que triplica sus inversión
de 12 dólares. Pero el contribuyente, que arriesgó 138 dólares, sólo gana 37
dólares.
Ni
siquiera en un mercado imperfecto debería confundirse el valor de un activo
con el valor de la opción al alza sobre ese activo.
Pero
los norteamericanos se arriesgan a perder todavía más de lo que estos
cálculos sugieren, a causa de un efecto conocido como "selección adversa".
Los bancos elegirán los préstamos y los títulos que desean vender. Lo que
querrán será quitarse de encima los peores activos, y sobre todo los activos
que crean sobreestimados por el mercado (y, por lo mismo, fácilmente
sobreapreciados por él).
Pero
el mercado tiende a advertir eso, lo que llevará a una disminución del
precio que se está dispuesto a pagar en él por esos activos. Sólo la
voluntad del gobierno de cargar con pérdidas bastantes puede superar esa
"selección adversa". Absorbiendo el gobierno las pérdidas, el mercado no se
preocupa de si los bancos le están "timando" al vender los peores activos,
porque el gobierno carga con los costes.
El
problema principal no es de falta de liquidez. Si lo fuera, lo que
funcionaría sería un plan mucho más sencillo: limitarse a suministrar fondos
sin garantías de préstamo. El problema de verdad es que los bancos hicieron
malos préstamos en una burbuja y se apalancaron enormemente. Han perdido su
capital, y ese capital precisa ser reemplazado.
Pagar
por los activos valores equitativos de mercado no funcionará. Sólo pagando
de más por esos activos se logrará la adecuada recapitalización de los
bancos. Pero pagar de más por esos activos lo único que hace es derivar las
pérdidas hacia el gobierno. En otras palabras, el plan Geithner sólo
funciona, si y cuando los contribuyentes registran enormes pérdidas.
Algunos norteamericanos temen la posibilidad de que el gobierno
"nacionalice" temporalmente los bancos, pero esa opción sería preferible a
la del plan Geithner. Después de todo, la F.D.I.C. [Federal Deposit
Insurance Corporation] ya ha tomado otras veces el control de los bancos
quebrados, y lo ha hecho bien. Incluso ha nacionalizado grandes
instituciones, como el Continental Illinois (controlado en 1984 y devuelto a
manos privadas unos pocos años más tarde) y la Washington Mutual (tomada el
pasado septiembre e inmediatamente revendida).
Lo
que la administración Obama está haciendo es harto peor que la
nacionalización: es un sucedáneo de capitalismo, privatización de ganancias
y socialización de pérdidas. Una "sociedad" en la que un socio roba al otro.
Y esas asociaciones –con el sector privado en posición de control— generan
unos incentivos perversos, peores aún que los que nos llevaron a este lío.
Así
pues, ¿qué atractivo tienen propuestas como ésa? Tal vez sea el tipo de
mecanismo à la Rube Goldberg, tan apreciado en Wall Street: artero,
complicado y no transparente, susceptible de facilitar enormes
transferencias de riqueza a los mercados financieros. Por lo pronto, le ha
permitido al gobierno evitarse una nueva comparecencia ante el Congreso para
pedir el dinero que se necesita para estabilizar nuestros bancos, y le ha
permitido sortear la nacionalización.
Pero
ya estamos sufriendo las primeras consecuencias con una crisis de confianza.
Cuando se hagan evidentes los elevados costes del plan de la administración,
la erosión de la confianza será todavía mayor. Y entonces, la tarea de
recrear un sector financiero dinámico y resucitar la economía será todavía
más ardua.