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12-Marzo-09
Si ya no cabe duda de que esta crisis es
la más profunda del sistema desde los años ’30, muchos de los análisis que se
hacen sobre ella no alcanzan a percibir aún la complejidad del fenómeno.
Por
Mario Rapoport (*) - Página 12
La actual crisis internacional dejó de ser un simple accidente; se parece más
bien a un tren que descarrila en el curso de una loca carrera hacia un destino
incierto. El problema es que ese tren tiene innumerables vagones donde está
enganchado todo el mundo. Trataremos de resumir ese descarrilamiento en diez
puntos, algunos más claros que otros. Si ya no cabe duda de que esta crisis es
la más profunda del sistema desde los años ’30, muchos de los análisis que se
hacen sobre ella no alcanzan a percibir aún la complejidad del fenómeno.
Uno
En primer lugar, salvando las distancias tecnológicas, los mecanismos que la
desataron, aunque más sofisticados, no son muy novedosos respecto de los que
funcionaron en la crisis de 1929, con la que tiene más similitud de lo que se
cree. Sí lo es, en cambio, el efecto de esa tecnología en su propagación y
difusión, potenciado por el grado de transnacionalización de las firmas. Hasta
no hace mucho los sostenedores de la globalización financiera hablaban del rol
crucial de la informática y de las comunicaciones en el progreso de la
economía mundial: ahora constatan que estas innovaciones se han vuelto en
contra. Ayudada por ellas, la velocidad de los acontecimientos, en esta marcha
inversa hacia el desastre, parece imparable.
Dos
La segunda cuestión tiene que ver con el largo plazo. Desde los años ’70 el
mundo ha vivido de crisis en crisis, con origen en el centro o en la periferia
pero que no nos han abandonado nunca. Constituye un mecanismo de olas
sucesivas del cual esta última resulta la culminación. Podemos enumerar
algunos de los principales momentos críticos desde aquella época: la crisis
monetaria en EE.UU. y la ruptura del patrón oro en 1971; el alza de los
precios del petróleo en 1973 y 1979; la crisis de la deuda externa
latinoamericana en 1982; el crac bursátil de Wall Street en 1987; las crisis
de las cajas de ahorro estadounidenses en 1989; el crac japonés en 1990. Luego
vienen las crisis periféricas de fin de siglo: la mexicana (1994), la del
sudeste asiático (1997), la rusa (1998) y la brasileña (1999). Y a partir del
nuevo siglo otro encadenamiento: el derrumbe de las punto.com en el 2000; las
crisis en Turquía y en la Argentina (2001); la quiebras de Enron y World Com
(2001 y 2002); las repercusiones financieras del atentando a las Torres
Gemelas y de la invasión a Irak. Para culminar con la actual crisis de las
subprime, que estalla en 2007 y a la cual se suman en 2008 las caídas de
Lehman Brothers, las compañías hipotecarias Fannie Mae y Freddie Mac y la
aseguradora AIG, más las de unos cuantos bancos europeos y norteamericanos.
Interesado en el largo plazo un reciente artículo del New York Times vuelve a
mencionar, para horror de los neoclásicos, los ciclos Kondratieff.
Tres
Está en discusión cuál es el huevo o la gallina. ¿Son el predominio del sector
financiero sobre el real, las burbujas especulativas y, finalmente, el crac
bursátil, las causas principales de la recesión subsiguiente? ¿O debemos dar
vuelta los términos de la ecuación? ¿No habrá sido la reducción de la
rentabilidad de los sectores productivos, sobre todo en EE.UU. y Europa, lo
que llevó a un proceso de especulación financiera para compensar la caída en
la economía real?
Cuatro
Los incrementos de la productividad, gracias a las nuevas tecnologías, y el
notable ensanchamiento de las desigualdades de ingresos a nivel mundial han
producido una indudable crisis de sobreproducción, la que se ha pretendido
resolver, en especial en Washington, con el creciente endeudamiento del Estado
en los sectores externo y fiscal (en su mayor parte por gastos militares) y el
sobreendeudamiento de las familias americanas, financiados con el poder del
dólar y los excedentes de China y otros países emergentes.
Cinco
La paradoja de este financiamiento es que se parece mucho al que originó la
deuda externa de América latina. En aquel momento el reciclaje de petrodólares
y eurodólares contribuyó a las “bicicletas” financieras, al endeudamiento de
Estados y empresas y a la fuga de capitales, sin aportar mayormente
inversiones productivas. Ahora, el financiamiento a los EE.UU. y otros países
desarrollados por parte de las economías emergentes creó burbujas
inmobiliarias, valorización de productos “tóxicos” y una crisis financiera
formidable. Ese financiamiento no tuvo tampoco destinos útiles o productivos.
Seis
La desregulación financiera y la ausencia de un prestamista de última
instancia a nivel internacional fueron consideradas como una de las causas
principales de la crisis de 1929. Bretton Woods permitió crear un esquema
monetario y financiero internacional para regular el sistema, quedando muy en
claro que los movimientos de capitales debían controlarse por su carácter
desestabilizador. No obstante, a partir de los años ’60, esos mismos
organismos se dedicaron a predicar la desregulación financiera, la libertad
absoluta de los movimientos de capital y una mínima intervención de los
Estados. Jugaron contra los propósitos y fines que habían llevado a su misma
creación. Con esta crisis parece que se descree nuevamente de los mercados
autorregulados y se vuelve a soluciones como las de los ’30: la intervención
de los Estados y el proteccionismo.
Siete
El temor del fantasma inflacionario comienza a borrarse a favor de una nueva
realidad; la deflación y la desocupación como elementos significativos de la
crisis. Esto implica retomar los principios del pensamiento keynesiano. La
gente piensa que es mejor ahorrar que consumir o invertir (o no tiene poder
adquisitivo para ninguna de las dos cosas) y esto deriva en un estancamiento
productivo que se alimenta a sí mismo.
Ocho
La crisis alimentaria, el aumento del precio de los commodities, (aunque ahora
hayan descendido) y el deterioro del medio ambiente constituyen elementos que
confluyen con la crisis financiera y la agravan.
Nueve
Una de las debilidades mayores del actual sistema monetario es la existencia
de una divisa clave como el dólar, cuya emisión y fluctuaciones sólo atienden
los intereses de los Estados Unidos y el juego competitivo con las monedas de
otras potencias, como el euro, el yen y el yuan. Si en los años ’70 el
abandono del patrón cambio oro le dio a EE.UU. un alivio y le permitió
endeudarse con su propia emisión de dinero y bonos del Tesoro, actualmente la
situación no es la misma. Entonces la economía norteamericana podía respaldar
sus déficit financieros porque el mercado interior aún era sólido y su
inversión externa y comercio exterior ocupaban una plaza importante en el
mundo. Pero esa inversión se derrumbó y el déficit comercial alcanzó
magnitudes nunca vistas, mientras que el mercado interno ya no tiene la
pujanza de antaño ni desde la oferta, donde existen grandes industrias que
requieren cambios de fondo, ni desde la demanda, con una población cuyos
ingresos se achicaron al tiempo que su endeudamiento crecía.
Diez
El fracaso del sistema financiero y bancario internacional, la ausencia de
límites operatorios para la banca de inversión, los paraísos fiscales, el
lavado de dinero, son razones determinantes de la crisis. Antes de salvar
indiscriminadamente a los bancos quebrados, habría que reestructurar la
arquitectura financiera internacional, ayudar a las verdaderas víctimas
–ahorristas, desocupados, propietarios de inmuebles, pequeñas y medianas
empresas–, y sostener políticas productivas y creadoras de empleo. El mundo
globalizado se transformó en un gran corralito del que va a ser imposible
escapar con las recetas perimidas del pasado reciente.
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(*) Mario Rapoport es uno de los historiadores económicos más respetados del
país. Integra el Instituto para el Modelo Argentino. Su libro Historia
económica, política y social de la Argentina es un texto de referencia en las
universidades en las que se estudia economía. Fue uno de los ideólogos del
Grupo Fénix, que allá por 2002, en un atestado Salón de Actos de la Facultad
de Economía de la UBA, presentó un plan económico para salir de la crisis con
equilibrio social.
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