n 1896, Theodor Herzl, periodista húngaro, se encargó de solventar el
“Problema de los Judíos” para los europeos. Para el periodista, la solución al
supuesto problema de la presencia judía en el continente europeo era la
creación de un Estado independiente solo para los judíos en la Palestina. Pero
primero era necesario solventar un pequeño problema en la religión judía: la
prohibición del regreso de los judíos a la Palestina hasta la llegada del
Mesías Judío (tal cual como está expuesto en el Talmud y el Midrash, libros
sagrados del judaísmo) y quien obviamente no fue Jesús de Nazaret, ya que los
judíos mismos participaron en su juicio y crucifixión (concepto de Deicida).
Para los judíos ortodoxos, el regreso de los mismos a la Palestina antes de la
llegada de su Mesías era un acto de herejía.Para este pequeño problema,
Herzl consiguió a unos Jajam (jefe espiritual, como un rabino) entre ellos
Tzvi Hirsch Kalisher, quienes introdujeron modificaciones substanciales a la
religión judía, argumentando que la llegada del Mesías debe ser “apurada”
mediante la presencia de los judíos en la tierra de la Palestina. En el mismo
orden de ideas, a lo largo de la historia europea, a varios líderes de ese
continente no le agradaba la presencia de los judíos en Europa; lideres como
los Reyes Catolicos de España, Federico II de Prusia, Napoleón Bonaparte y
Arthur Balfour (Primer Ministro Británico quien prometió la Palestina para los
judíos - 1917). Este último consideró las propuestas de Kalisher y Herzl como
positivas en vista de que tenían el doble propósito de sacar a los judíos de
Europa y a la vez crear una entidad que divide las tierras de los sarracenos.
De esta manera nació el Sionismo…
Desde 1910, la población judía inició un proceso de inmigración masiva
hacia la Palestina. Entre 1920 y 1948, dicha población judía organizó un grupo
paramilitar, denominado la Haganá (la Defensa), para defender sus recientes
ocupaciones de territorios árabes. Aunque en el mito de la creación del estado
de Israel, que tanto se ha utilizado para darle dimensión histórica a la
misma, se habla de la larga lucha de los judíos contra las fuerzas británicas
en Palestina, en realidad la Haganá se fortaleció como una banda armada
gracias a la estrecha cooperación entre las fuerzas británicas y los colonos
judíos.
La Gran Revuelta Árabe (1936-1939), la rebelión de los árabes contra los
británicos en respuesta a las políticas de estimular la inmigración masiva de
los judíos a Palestina, no pudo ser aplastada si no después de tres años y con
la colaboración entre 20.000 soldados británicos y 14.500 hombres de la Haganá,
armados y entrenados por los mismos británicos. Solo en ese conflicto murieron
400 judíos y 200 británicos, y más de 5.000 palestinos. Luego, durante la
Segunda Guerra Mundial, el Mandato Británico en Palestina autorizó y financió
la creación de la “Brigada Judía”, compuesta de 5.000 soldados judíos, y el
Palmach (Compañías de Ataque) de 2.000 hombres con entrenamiento británico
(como el del General británico Charles Orde Wingate), todos elementos que
luego se incorporaron a la Haganá.
En 1942, Reinhard Heydrich Karl y Adolf Eichmann, General y Comandante
respectivamente de los escuadrones de defensa (Schutzstaffel - SS) del partido
fascista en Alemania, estaban encargados operativamente del Endlösung
(Solución Final), el proceso de deportación y luego exterminación de los
judíos europeos (askenazíes), a la vez de varias etnias y grupos como los
polacos, los eslavos en general, los gitanos, los homosexuales, los comunistas
y los Bibelforscher (testigos de Jehová), en los campos de concentración
alemanes durante la Segunda Guerra Mundial.
Inicialmente, el programa tenía como objetivo expulsar, mediante el terror,
las masacres y las deportaciones, a esa población de Alemania y luego de los
países ocupados por el Tercer Reich. Karl y Eichmann, siguiendo las órdenes
del verdadero arquitecto del Endlösung, Comandante en Jefe de las SS Heinrich
Himmler, se encargaron de exterminar entre 9 y 11 millones de personas, muchos
de ellos en campos de concentración como el de Auschwitz-Birkenau, cerca de la
ciudad de Oswiecim en Polonia. En esta gigantesca cárcel, solamente de la
población judía murieron 1.5 millones de personas.
En 1948, luego de la Resolución No. 181 de la Asamblea General de Naciones
Unidas que declaró la partición de la Palestina entre dos estados, la Haganá
empezó con el proceso de establecer el estado Israelí mediante la
“deportación” de los indeseables (la población árabe) por métodos semejantes a
los utilizados por los escuadrones alemanes SS en los ghettos de Varsovia y
Budapest. Los líderes de la Haganá impulsaron el Plan Dalet, implementado
entre 1947 y 1948, con el supuesto objetivo de “defender” el naciente estado
de Israel de la invasión árabe.
En realidad, “nuevos historiadores” como Benny Morris, Avi Shlaim, Ilan
Pappe y Walid Khalidi, utilizando documentos sobre la Haganá recientemente
desclasificados por parte del Ministerio de Defensa Israelí, aseguran que el
Plan Dalet tenía como objetivo claro la expulsión de la población árabe de los
territorios palestinos mediante masacres sistemáticas. Ya desde la década de
1930 líderes del Sionismo como Jaim Weizmann y David Ben-Gurion hablaban
abiertamente de la necesidad de “transferir” a los palestinos.
Existen varios ejemplos de dicha ”transferencia”: las masacres de Deir
Yassin, Al Dawayima y Eilabun, en donde bandas armadas como Irgun, Stern y
Lehi (grupos considerados terroristas por los mismos británicos), masacraron y
violaron a centenares de árabes. Estos grupos pasaron a ser componentes
principales de la Haganá. Más de 914.000 palestinos fueron expulsados de los
pueblos de Tibireus, Haifa, Jaffa, Acre y Safed, como de otros pueblos con
mayorías árabes, basados en cifras de la Agencia de Naciones Unidas para los
Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA).
La nación hebrea se fundó adoptando varios mitos, ya mencionamos el de la
“resistencia” heroica a la ocupación británica, ahora continuamos con el mito
de David y Goliat. El mito de la Haganá habla de que un ejército diminuto, con
poco armamento y sin control del terreno, pudo derrotar a los ejércitos
combinados de todos los países árabes de la manera más heroica, pues fue un
David judío contra un Goliat árabe.
La realidad se puede encontrar en un informe de la Inteligencia
norteamericana de fecha 27 de julio de 1948, que estima que los beligerantes
estaban distribuidos de la siguiente manera: 27-000 Árabes (con capacidad de
incrementar sus soldados con 19.800 adicionales), y la Haganá con 97.800. El
armamento de la Haganá y su capacidad de combate provenían directamente de los
aliados de la Segunda Guerra Mundial, mientras que la gran mayoría de los
países árabes estaban aún bajo el yugo del colonialismo británico o francés,
sometido a las restricciones impuestas por las potencias coloniales que
severamente limitaban la logística y el armamento de dichos ejércitos.
En 1950, el Estado de Israel, luego de la expulsión y las masacres, redactó
una serie de leyes como la Ley de Propiedad del Ausente, que formó parte del
marco legal para proclamar los territorios árabes abandonados luego de las
expulsiones o las masacres perpetradas por la Haganá como propiedad del estado
hebreo y luego como espacio para los judíos provenientes de otras partes del
mundo. Es estimado por el Custodio de Propiedad del Ausente del Estado de
Israel que más de 70% del territorio del actual estado de Israel está basado
en tierras abandonadas por palestinos mediante la limpieza étnica.
En 1967, se repitió el mito. Una vez más el estado hebreo, presentándose
inicialmente como una pequeña isla en un océano hostil de árabes, pudo
derrocar fácilmente al ejército de Egipto y Siria, y a la vez ocupando los
territorios palestinos que quedaban del mandato de la Naciones Unidas de 1948.
Este milagro militar se realizó en pocos días del mes de junio de 1967. Como
justificación, el gobierno israelí de Levi Eshkol argumentó que no existía
otra solución salvo atacar a todos los países árabes (Egipto, Jordania, Siria
y lo que quedaba de Palestina): en vista de sus “posturas agresivas”, era la
“única solución”.
Sus aliados en el departamento de estado norteamericano y la agencia de
inteligencia del mismo gobierno, tenían una percepción radicalmente diferente:
Nicholas Katzenbach, subsecretario de estado de la administración del
Presidente Lyndon B. Johnson, argumentó que todos los informes de inteligencia
de su país indicaban claramente que Israel tenía la ventaja cualitativa y
cuantitativa sobre todos los árabes en armamento y preparación, y que a la vez
no existía intenciones por parte de los egipcios de atacar a Israel, en virtud
de la presencia de sus mejores tropas en la Guerra Civil de Yemen del Norte
(con mas de 55.000 tropas egipcias para el 5 de junio del 1967).
En esta guerra, como en las dos anteriores (1948 y 1956), la Haganá, desde
entonces adquiriendo el nombre sofisticado de las “Fuerzas de Defensa
Israelí”, aún cuando sigue siendo las mismas bandas de la Haganá, Irgun, Stern
y Lehi, triunfó contundentemente contra los ejércitos árabes. Solo que en este
conflicto se hizo un poco mas difícil insistir en el mito de David y Goliat.
En 1973, la guerra de Youm Kippur, así llamada por la Haganá, o la Guerra
de Ramadan (nombre para los árabes), no le fue muy bien a la Haganá, por lo
cual no le haremos mucha referencia en este ensayo.
En 1982, la Haganá siguió siendo el elemento principal de este conflicto
árabe-israelí. Menajem Beguin, ex líder del Irgun, la organización terrorista
mencionada anteriormente, llegó a ser el Primer Ministro de Israel de 1977 a
1983. Beguin, junto a su ministro de defensa (es decir, jefe de la Haganá en
esa instancia), el famoso Ariel Sharon (miembro de la Haganá desde 1942),
decidieron invadir el Líbano en 1982 bajo las directrices de un plan
denominado “Paz para Galilea”, con el objetivo de expulsar a los mismos
“indeseables” del 1948 pero ahora en territorio libanés.
Para poder cumplir con este objetivo, el líder de la Haganá, junto a sus
aliados en las “Fuerzas Libanesas”, una milicia cristiano-falangista, y bajo
las órdenes directas de Ariel Sharon, tuvieron que aplicar la “única solución”
al problema palestino, “transfiriendo” los refugiados palestinos de los campos
de Sabra y Chatila en las afueras de Beirut, mediante la exterminación
sistemática de aproximadamente 3.000 refugiados en un breve periodo de 30
horas, del 16 al 17 de septiembre de 1982.
Una comisión propia del mando de la Haganá -el gobierno israelí- denominada
la Comisión Kahan, aseguró la responsabilidad indirecta del Ministro de la
Defensa en la masacre. Como siempre, la "Comunidad Internacional" respondió
fuertemente a la masacre: Sharon renunció como Ministro de Defensa, y
posteriormente, del 2001 al 2006, fue premiado con el puesto de Primer
Ministro de Israel.
En 1996 empezó el declive. En el mismo año de la masacre de Sabra y Chatila,
se creó en el Líbano una organización islamista denominada “El Partido de
Dios” (Hezbolá), que cuenta con un brazo político y otro paramilitar. Este
pequeño grupo, que nunca se puede comparar con “el ejercito que no puede ser
vencido” (eslogan de la Haganá después de la euforia de 1967), mantuvo una
descarga de cohetes Katyusha y actividades de guerrilla contra la Haganá en
territorio libanes e israelí desde la década de 1980 y hasta el año 2000.
En abril del 1996, la Haganá decidió poner fin a los ataques de Hezbolá en
el norte de sus territorios impulsando la operación Uvas de la Ira, llevando a
cabo más de 1.100 incursiones aéreas, bombardeando intensamente el Líbano con
unos 25.132 proyectiles. Lo único que la Haganá pudo lograr con un éxito
espectacular fue la masacre de 106 refugiados palestinos, más de la mitad de
ese número fueron niños, que estaban en un campo de refugiados de la Naciones
Unidas en el pueblo de Qana. Los propios soldados de la Fuerza Provisional de
las Naciones Unidas para el Líbano (UNIFIL) confirmaron con pruebas
irrefutables que la Haganá estaba bien informada que el campo de refugiados
solo tenía civiles, y que de todas maneras fue bombardeado.
Como consecuencia para Israel, las Naciones Unidas decidió “castigar” a
Israel por masacrar a los refugiados mediante el cobro de los costos de
reparación de la sede del campo de refugiados que su Haganá destruyó. Luego de
varias discusiones en la Asamblea General de la ONU, EE.UU. argumentó que
Israel no debe ser responsable de sus acciones si el objetivo de la mima es
perseguir el “terrorismo árabe”. Naturalmente, no se pago ni un centavo. Pero
sí siguieron los ataques de Hezbolá contra Israel, y las Katyushas, y los
secuestros de soldados, y las guerras asimétricas de baja intensidad. En el
año 2000, el “ejército que no puede ser vencido” se tuvo que retirar
unilateralmente del Líbano, sin un acuerdo previo con Siria, sin desmantelar a
Hezbolá, sin poder parar los Katyushas.
En 2006, la Haganá tuvo que regresar al Sur del Líbano. Este debacle empezó
cuando Hezbolá, respondiendo a una incursión de la Haganá en la frontera con
el Líbano, atacó una patrulla israelí, resultando muertos ocho soldados de la
Haganá, mientras que otros dos fueron capturados. Complicando los asuntos aún
más para la Haganá, un mes antes de la operación de Hezbolá, los grupos
palestinos Hamas y Al Jihad el Islamy, mediante un túnel de 250 metros,
atacaron un puesto de la Haganá fuera de la franja de Gaza. Durante este
ataque murieron dos soldados de la Haganá, mientras que cuatro soldados más
fueron heridos, y el cabo Gilaad Shalit fue secuestrado. Hasta hoy (17 de
enero del 2009), el cabo sigue en manos de Hamas.
El gobierno de Israel respondió contundentemente con una operación que
conllevó el bombardeo de instalaciones de transportes, comunicaciones,
energéticas y militares del Líbano, así como cuarteles de Hezbolá y zonas
urbanas. Aparentemente, la Haganá no pudo resistir la tentación de regresar al
pueblo de Qana, esta vez con un bombardeo que dejó un saldo de 28 muertos, 16
de ellos niños. La bomba utilizada, recién llegada de los EE.UU., aún tenía
las insignias de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos de América. Como
todos los conflictos en donde participa la Haganá, el saldo total del
conflicto refleja que la población civil árabe sigue siendo el objetivo
preferido de esta banda armada: 1.187 libaneses muertos, 4.060 heridos,
256.000 desplazados y 15.000 viviendas destruidas.
Israel sufrió 51 fatalidades (la mayoría soldados), impactaron unos 3.526
misiles Katyusha modificados de Hezbolá en territorio israelí, perdió docenas
de tanques Merkavá (de producción israelí), y sufrió un ataque a un buque de
guerra apostado en aguas territoriales libanesas, realizado con un misil
antibuque moderno. Los resultados para el Haganá no fueron muy positivos: los
soldados no fueron rescatados, y Hezbolá no fue neutralizada, el grupo sigue
armado y con más influencia dentro y fuera del Líbano que lo que ya tenía
antes del conflicto.
Desde el 2007, la franja de Gaza se ha transformado en la prisión más
grande del planeta, con la mayor densidad de población por kilómetro cuadrado
del mundo. Es tan obvio el infierno que es Gaza, que hasta los sectores más
conservadores del mundo se han pronunciado al respecto: el cardenal Renato
Martino, principal funcionario del papa Benedicto XVI, señaló el 9 de enero
del 2009 que Gaza se asemeja ahora a un "gran campo de concentración”. Un muro
de hormigón armado, de nueve metros de alto separa la franja de Gaza de
Israel, todo producto del plan del Knesset (parlamento) de Israel para la
desconexión de Gaza, aprobado en octubre del 2004.
Luego vino el bloqueo al tránsito de personas y bienes de primera necesidad
por tierra, mar y aire, acto que castiga a toda la población de Gaza, que
depende directamente del reparto de alimentos y de los servicios básicos a
cargo de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (UNRWA).
Desde octubre del 2007, el gobierno de la Haganá decidió interrumpir el
abastecimiento de energía (electricidad y combustible) a la Franja de Gaza,
declarando a la Franja como “entidad hostil” desde mediados del 2007,
terminología que simplemente indica que Israel tiene el derecho de hacer lo
que otro estado no puede hacer con una población acorralada.
Las imágenes de lo que pasa en Gaza desde el 27 de diciembre del 2008 y
hasta hoy, bajo el nombre de “Operación Plomo sólido” de la Haganá, hablan por
sí mismas. No exploraremos aquí un tema del que casi todos los habitantes del
planeta están bien al tanto. Pero si es conveniente mencionar unas cuantas
observaciones. El actual Primer Ministro del estado de la Haganá, Ehud Olmert
(alumno del famoso Ariel Sharon), indicó poco después del inicio de esta nueva
aventura de la Haganá, que dicha respuesta militar es “la única solución” que
existe al problema palestino, frase que tantas veces ha utilizado la Haganá
como justificación a sus acciones desde 1936.
Aquí vemos pocas diferencias entre la Solución Final en Alemania y la Única
Solución en Palestina. Ambas tenían sus justificaciones: los judíos,
supuestamente, llevaron a los europeos a dos guerras mundiales. En el Oriente
Próximo, los palestinos causaron inmensas devastaciones y masacres a la
población judía con sus cohetes caseros de poca exactitud y carga explosiva,
los fuegos artificiales de Hamas (cohetes Qassam) que no usan ningún sistema
de guía (mortalidad: menos del 0.4%). Los misiles verdaderos, al impactar en
zonas pobladas, tienen el efecto que los misiles de la Haganá demuestran en
Gaza (1.200 muertos y 6.000 heridos en solo 22 días).
Las razones siempre existen, pero el resultado es el mismo: Auschwitz-Birkenau,
el Sur del Líbano y la Franja de Gaza. Y como siempre, después de la masacre,
la respuesta del agresor es la misma: es culpa de los judíos, pues querían
destruir a Europa; o es culpa de los palestinos, pues quieren acabar con la
Haganá -quienes poseen meramente 200 bombas nucleares y lo mejor del arsenal
militar estadounidense- con esos “temibles” Qassams.
Pero me permito resaltar una verdadera diferencia entre los argumentos del
Partido Fascista en Alemania y la Haganá en el fabricado estado de Israel, un
diferencia que es un poco controvertida: mientras que la Solución Final al
“problema judío” era una solución a un problema que no existía, pues solo los
europeos eran responsable de sus propias miserias, la "única solución" de la
Haganá aplicada recientemente en Gaza es, verdaderamente, la única solución
que le queda a la Haganá y su estado. En eso, el Primer Ministro Ehud Olmert
no miente.
Las masacres como instrumento de política y dominio es la única alternativa
que le queda a la Haganá, la evolución histórica detallada en este artículo
demuestra el porqué. Es la única solución, no para el problema palestino, sino
al predicamento histórico de la Haganá, la razón propia de su auge y ahora de
su declive. No tiene nada que ver con las razones que dan los defensores de
Israel; terrorismo, extremismo, Qassams, etc. La razón es simple. El líder
egipcio Gamal Abdel Nasser proclamó, después del desastre del 1967, que “lo
que se toma por la fuerza no se puede restaurar sino por la fuerza”, en
referencia a los territorios ocupados por la Haganá. Me permito presentar un
corolario a la idea de Nasser: lo que se toma por la fuerza no se puede
mantener sino por la fuerza.
Desde que empezó el flujo de judíos a Palestina y hasta 1967, la Haganá se
dedicó a robarle la tierra al pueblo que ya existía sobre las mismas. Ese era
la raison d'être de la Haganá: robar tierra, utilizando todos los
métodos disponibles para realizar lo que probablemente fue, y sigue siendo, el
atraco a mano armada más grande de la historia moderna. La Haganá tiene la
labor casi infinita de continuamente someter a los dueños de las tierras de lo
que ellos llaman Israel para que paren de reclamar por lo que es justamente de
ellos. Lamentablemente para los atracadores, que ahora y desde sus inicios no
pueden dormir bien, lo que robaron lo van a tener que defender a fuerza de
armas por el resto de sus vidas y las vidas de las siguientes generaciones.
La Haganá no tiene otra opción que seguir con lo que está haciendo en Gaza:
lo hizo antes, es como se creó, es como nació y es como sigue existiendo, es
la naturaleza de la bestia. No tiene opción porque cada ciudadano del estado
artificial de Israel sabe muy bien que vive sobre tierras robadas, y la sangre
de los verdaderos propietarios aún sigue fresca dentro de las grietas y los
espacios que le dan vida a esas tierras. Seguirán bombardeando y masacrando,
es lo único que sabe hacer la Haganá, porque todos los esfuerzos globales de
legitimación del estado hebreo, toda la defensa y la ilusión de respeto que le
presta la supuesta comunidad internacional, todas las organizaciones
internacionales y no gubernamentales que le prestan prestigio a dicho estado,
y todas las leyes de propiedad del ausente, no pueden ocultar la simple y
vulgar realidad que Israel es producto de un atraco y que los verdaderos
dueños de dichas tierras siguen como refugiados.
Es por esa realidad que cuando los “humanitarios” de la Haganá le informan
a la población palestina en Gaza por mensajes de texto de celulares que van a
bombardear para que evacuen sus hogares, el palestino no sale, se queda en lo
que es suyo. Durante la guerra contra el Líbano en 2006 y ahora en el
conflicto de Gaza, los colonos judíos salen corriendo al escuchar los Qassams
de Hamas, desplazados de sus supuestos hogares. No van a arriesgar la vida por
tierra robada.
¿Qué le pasó al ejército que no puede ser vencido? En 1948, 1956 y 1967
derrocó a los ejércitos combinados del Gran Goliat Árabe. Pero ahora unas
milicias “terroristas” como ellos la llaman, un grupo de chiitas pobres del
Líbano, obliga a la Haganá a retirarse, ¡y dos veces! Peor aún, enfrentan a un
pueblo a punto del colapso por un embargo más cruel que el que sufre Cuba, con
cohetes caseros y unas cuantas Kalashnikov, sin gasolina, sin electricidad,
sin apoyo de ningún gobierno, y a los 22 días del inicio del genocidio aún no
pueden concretar sus objetivos, que Dios sabe cuáles son ya que nunca los
anunciaron para poder esconder el inevitable fracaso. ¿Qué le pasa a la Haganá?
Como caen los poderosos…