La
secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, advirtió de que Pakistán
"está en peligro" de caer en manos de los talibanes por el
recrudecimiento de la actividad de los "terroristas" en ese país.
Clinton "advirtió" en el Senado de
EEUU que los extremistas islámicos ganan terreno más allá de las provincias
tribales y se acercan hasta Islamabad, capital paquistaní.
Según publica The New York Times,
esta semana ha caído en manos de los talibanes uno de los distritos más
importantes y estratégicos del país, Buner, donde residen alrededor de un millón
de personas.
Buner, a unos 100 kilómetros de
Islamabad, es puerta de entrada a Mardan, la segunda ciudad más grande en la
Provincia de la Frontera del Noroeste. En Buner, los talibanes han
establecido un control efectivo y estratégico que pone de manifiesto la
incapacidad del Gobierno y el Ejército para detenerlos, señala el Times.
El gobierno pakistaní, a su vez,
reconoce el avance talibán y la falta de resistencia ante los cada vez más
numerosos extremistas que "están en todas partes", dicen fuentes oficiales
citadas por la prensa pakistaní.
Algunos al tos funcionarios
gubernamentales se han visto obligados a abandonar el distrito, dicen los medios
locales.
Este jueves el gobierno de Pakistán
envió tropas para hacer frente a los militantes del Talibán, quienes han
avanzado dentro de
una región a sólo 100 kilómetros de la capital, Islamabad.
Funcionarios informaron que las fuerzas de seguridad custodiarán los edificios
oficiales ubicados en el distrito de Buner -que forma parte de la región de
Malakand- donde los rebeldes han comenzado a instalar puntos de control.
La televisión paquistaní
muestra a los talibanes patrullando por las calles e imponiendo su ley
bajo la fuerza de las armas. "Han tomado Buner, luego irán a por Mardar y eso
será el final del juego", reconoce un alto cargo provincial en declaraciones al
The New York Times.
La semana pasada los talibanes
impusieron la sharía (ley islámica) en el valle del Swat, región al noroeste y
fronteriza con Afganistán, después del "acuerdo de paz" con el Gobierno.
Los rebeldes se alzaron en armas en
Swat a finales de 2007, y Washington, aduciendo la "debilidad" del gobierno,
dice temer que el levantamiento "terrorista" se expanda por todo el país en un
efecto encedenado.
Según la CNN, Hillary Clinton afirmó
en el Senado que EEUU teme la "desintegración" del Estado pakistaní,
y advirtió el miércoles que el Gobierno de Alí Azif Zardari ha fracasado
en sus políticas para combatir a los talibanes.
"Creo que no podemos infravalorar la
seriedad de una amenaza existente en el Estado de Pakistán por el avance
terrorista, ahora están a unas horas de Islamabad", señaló Clinton ante el
Comité de Asuntos Exteriores.
En su primera presentación ante los
legisladores desde que es secretaria de Estado, Clinton aseguró que el objetivo
primordial de la Administración de Obama es "combatir a Al Qaeda" en la
región, tanto en Pakistán como Afganistán, y pidió redoblar el esfuerzo
militar y civil en la zona. Clinton llegó a calificar el problema paquistaní
como "amenaza global".
Tras los ataques "terroristas" en
Bombay, en diciembre pasado, Washington (todavía con Bush en la Casa Blanca) utilizó los patrones de costumbre: La CIA señaló como autor
del atentado a un grupo islámico pakistaní, la India (aliada de la maniobra)
lanzó el involucramiento del gobierno de Pakistán en la operación, y la Casa
Blanca cerró el círculo intimando a Islamabab a una mayor cooperación en la
persecución y el exterminio de los grupos talibanes que operan en su frontera
con Afganistán.
De esta manera, aparecía -según los
expertos- uno de los
objetivos encubiertos centrales del exterminio "terrorista" en la India: Romper
la reticencia del gobierno pakistaní a colaborar
y preparar con EEUU el
terreno para una ocupación militar de la frontera con Afganistán donde se
encuentran las bases centrales de la resistencia talibán.
La estrategia de Obama aprobada en la
última cumbre de la OTAN, hace dos semanas,
reafirmó una
tendencia ya probada: La "guerra contraterrorista" en Afganistán no fue una
política coyuntural de Bush y
los halcones neocon, sino que expresa una estrategia global del Estado imperial
norteamericano que cuenta con una
clara línea de aceptación y apoyo entre sus socios sionistas de la Unión Europea.
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Barack Obama, visita soldados estadounidenses en la base militar de EEUU en
Jalalabad, Afganistán. durante la campaña electoral. (Foto AP) |
De los escenarios de conflicto predominantes, la guerra de ocupación en Afganistán
y su impacto en el vecino Pakistán, sobresale
nítidamente como el frente más "peligroso" para el eje ocupante EEUU-OTAN,
cuyas tropas se encuentran sometidas a una feroz y sangrienta contraofensiva de
los talibanes que ya controlan el 72% de Afganistán.
Sin la mano dura de Musharraf,
atacado por un vacío de poder ascendente, metido en un espiral de crisis
económica, y con una escalada indetenible de violencia y atentados en las
grandes ciudades, Pakistán, un resorte geopolítico-militar clave en la
estrategia regional de Washington y un aliado invalorable en el marco de la
disputa con Rusia e Irán, comienza convertirse en un dilema difícil de
resolver para los halcones de la Casa Blanca.
Obama
tiene a Pakistán y a Afganistán como sus principales prioridades en política
exterior, y con la continuidad de Gates en el Pentágono y con el nombramiento de
Hillary Clinton al frente del Departamento de Estado ratificó su idea de "no
innovar" y continuar con la política de los halcones republicanos.
Pakistán, un aliado
estratégico clave de EEUU, es un país en crisis y en "guerra permanente", y
en este
escenario -afirman las usinas conservadoras- resulta suicida dejar el país en
manos de políticos débiles y divididos.
Cuando se habla de Pakistán, se
habla de Afganistán: Una frontera por donde -en la visión de Washington- se
infiltra la "guerra contraterrorista" en el gigante islámico con dientes
nucleares.
El eje de la nueva estrategia de EEUU
para Afganistán presentada hace dos semanas por Obama a sus socios
europeos de la OTAN, incluye envío de más soldados adicionales a ese país, y
sitúa su objetivo central en la destrucción de Al Qaeda y de sus bases
"terroristas" diseminadas en la frontera con Pakistán.
El viejo plan archivado de Bush
de ocupar militarmente las zonas de Pakistán en "peligro" -según lo
rescata Hillary Clinton- parece reciclarse con las advertencias estadounidenses
de que el país está a punto de ser tomado por los talibanes.
Una vez que asumió Obama ha
puesto reiteradamente de manifiesto su creciente "preocupación" ante lo que
denomina el "fuerte avance del extremismo islámico en Pakistán", un
gigante con bomba nuclear aliado de Washington en la lucha contra los talibanes.
Hillary Clinton acusó el miércoles al
Ejecutivo paquistaní de "ceder más y más territorio" a los insurgentes y
los talibán y de no estar haciendo suficiente contra estos grupos.
"Creo que no podemos subrayar más la
seriedad" de este asunto, dijo. La secretaria de Estado advirtió de que "un
grupo de terroristas y otros individuos que intentan derrocar el Estado
paquistaní" están ahora "a sólo unas horas" de viaje de Islamabad.
El embajador paquistaní en
Estados Unidos, Husain Haqqani, descartó de plano la posibilidad de que
los talibán lleguen a controlar la capital y negó que el acuerdo de paz en
Swat signifique que el Gobierno ya no asume sus responsabilidades para con
el pueblo paquistaní.
Haqqani rechazó la idea que, a su juicio, difunden los medios de comunicación de
que Pakistán se enfrenta a una situación en la que podría capitular ante el
avance de los combatientes talibán y éstos tomarían el poder como hicieron en
Afganistán en la década de los años noventa.
Según The Washington Post, Hillary
Clinton y el Departamento de Estado están creando una sensación de "peligro
inminente" y de impotencia del gobierno pakistaní para detener el avance
taliban, como un escenario de justificación de una inminente invasión militar a
ese país.
Para EEUU y las usinas
conservadoras de EEUU, Pakistán, también en frontera con Irán, es una
extensión natural del combate contra el terrorismo en Afganistán, metido en
la geografía de los corredores energéticos y del conflicto en el Cáucaso.
Washington presiona al gobierno de Islamabad para obligarlo a un nuevo
pacto que le permita cerrar su objetivo de ocupación militar en el enclave
estratégico de la frontera Afganistán-Pakistán.