Zenit, agencia de noticias del Vaticano, dijo hace poco que la crisis
humanitaria más olvidada en nuestro planeta es la del Congo De vez en cuando en
los medios asoma la tragedia pues ya no hay modo de ocultarla. Pero lo que se
dice de ella es todavía irrisorio e insultante en comparación con la magnitud de
la barbarie y el genocidio. Y no hay llanto, ni pedir perdón, ni propósito de
enmienda.
En esta Carta a las Iglesias de vez en cuando decimos una palabra sobre el
Congo. Es un muy pequeño grano de arena. Ahora, aunque no sea más que por pudor,
volvemos a recordar a ese inmenso pueblo crucificado. Presentaremos,
resumidamente, tres textos que han llegado a nuestras manos estos días.
Terminaremos con una breve reflexión.
1. Quieren prolongar la guerra en el Congo
En Periodista Digital del 27 de noviembre el jesuita Ferdinand
Muhigirwa acusa a la comunidad internacional de querer prolongar la guerra en el
Congo. Si la comunidad internacional lo quisiera realmente, la guerra en la
República Democrática del Congo terminaría en pocos días.
Y da la razón. Está claro que la raíz del conflicto son los minerales, de los
que se benefician las empresas mineras y los países extranjeros, pero no la
población autóctona que se ve obligada a vivir con menos de un dólar al día. Los
organismos supranacionales, como la Unión Europea, prefieren que la contienda se
mantenga y se prolongue en el tiempo de forma interminable.
El genocidio, por causa de la guerra y la pobreza, es claro. Es terrible que
en un país tan extremadamente rico la población viva abocada a tales niveles de
pobreza. Y crece la deshumanización.
En El Salvador lo entendemos bien. Desde hace décadas se produce el abandono
progresivo de la agricultura: la gente no quiere seguir trabajando en los
sectores tradicionales porque prefiere ganar más en las minas Y sufren los
niños: Las familias permiten a sus hijos abandonar el colegio desde edades muy
tempranas para excavar. Creen que así se van a hacer ricos, cuando después la
mayoría no consigue más de 50 dólares al mes.
Son palabras mayores. 1. la guerra en el Congo es un genocidio que ha
producido 5 millones de muertos en 15 años. 2. El genocidio puede ser detenido,
pero la comunidad internacional, las democracias del Norte, no quieren
detenerlo. 3. El Congo es un pueblo activamente crucificado.
2. El teléfono celular: ataúd del Congo
En lenguaje periodístico Cristóbal Saura explicaba en El portal del medio
ambiente, el 6 junio de 2007, por qué ocurre el genocidio y por qué se oculta.
El genocidio.
En las montañas orientales del Congo hay coltán y niobio, además de oro,
diamantes, cobre y estaño. El coltán, abreviatura de colombio-tantalio, está en
suelos de una antigüedad de tres mil millones de años. Se usa con el niobio para
fabricar los condensadores para manejar el flujo eléctrico de los teléfonos
celulares. Cobalto y uranio son elementos esenciales para las industrias
nuclear, química, aeroespacial y de armas de guerra. Alrededor del 80% de las
reservas mundiales de coltán están en el Congo.
Por el control de estos minerales escasos hay una guerra tremenda. Los
poderes multinacionales quieren controlar la minería de la región. Conclusión:
el motivo del genocidio son estos minerales que buscan las corporaciones y
además están destruyendo la segunda área verde del planeta después del también
amenazado Amazona.
Un poco de historia.
En 1996 Estados Unidos patrocinó una invasión de fuerzas militares de las
vecinas Rwanda y Uganda. Hacia 1998 tomaron el control y ocuparon las áreas
mineras estratégicas. Muy pronto, el ejército rwandés comenzó a ganar más de 20
millones de dólares por mes con la minería del coltán. Hay cientos de informes
que denuncian abusos de los derechos humanos en esa región minera.
Las empresas con capacidad tecnológica convierten el coltán en el codiciado
tantalio en polvo y lo venden a Nokia, Motorola, Compaq, Sony y a otros
fabricantes que lo usan en teléfonos celulares y otros aparatos de tecnología de
punta.
Keith Harmon Snow dice que para analizar la geopolítica del Congo y las
razones de una guerra casi inacabable desde 1996, hay que comprender el crimen
organizado por negocios multinacionales.
La guerra del Congo se planificó con las inversiones de corporaciones
multinacionales de Estados Unidos, Alemania, China y Japón en la región. Y está
apoyada por las más poderosas corporaciones, la Cabot Corporation y al OM Group,
de Estados Unidos; la HC Starck de Alemania; y Nigncxia, de China.
Redes criminales, preparadas y mantenidas por esas multinacionales, practican
la extorsión, soborno, violación y matanzas. Y obtienen beneficios sin
precedentes con la minería del Congo. Hasta 6 millones de dólares en cobalto
crudo salen a diario de la RDC. Sin embargo, casi nunca aparecen estas compañías
en los informes sobre derechos humanos.
Personajes relacionados con el negocio del coltán han estado muy cercanos al
gobierno de Estados Unidos. Sam Bodman fue llamado por el Presidente Bush en
2004 para ser Secretario de Energía. Nicole Seligman fue consejera legal de Bill
Clinton. Muchos que alcanzaron posiciones de poder en la administración Clinton
pasaron a altos cargos en Sony Corporation.
En el negocio participan distribuidores norteamericanos de armas, como Simax,
y las compañías que fabrican material de guerra para el Pentágono, llamadas
proveedores de Defensa, Lockheed Martin, Halliburton, Northrop Grumman, GE,
Boeing, Raytheon y Bechtel. Incluso organizaciones pseudo humanitarias como CARE,
el Comité de Rescate Internacional; Conservation, empresas de relaciones
públicas y grandes medios de comunicación como The New York Times.
Se han hecho grandes fortunas, vendiendo electrónica de alta tecnología para
que la disfruten los norteamericanos y europeos, los japoneses y los nuevos
ricos de América Latina, China y la India.
El encubrimiento.
El 5 de junio de 2006, se leía en la portada de la revista Time: Congo: El
Peaje Oculto de la Guerra más Mortal del Mundo. Es cierto que el artículo
mencionaba brevemente el coltán y su uso en los teléfonos celulares y en otros
aparatos electrónicos. La guerra era una tragedia horrible, pero nada decía de
las actividades de las corporaciones y los gobiernos extranjeros, para, a través
de la guerra, apoderarse del coltán. Ni tampoco, de quiénes obtienen de esta
guerra resultados financieros y políticos.
Johann Hari en The Hamilton Spectator, el 13 de mayo de 2006, sí
analizó el origen de esta y otras guerras en África. El único cambio a través de
las décadas ha sido qué recursos naturales se buscan para consumo occidental:
caucho bajo los belgas, diamantes bajo Mobutu y ahora coltán y casiterita. Lo
más cruel es que los medios no dicen nada de que estos conflictos han llevado a
la población africana a una vida inhumana.
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Niños esclavos, prisioneros y
mineros extraen en el congo un mineral escebcial para la telefonía móvil |
3. Cada kilo de coltán cuesta la vida a dos niños
Lo dice Alberto Vázquez Figueroa en el ABC del 12 de noviembre de este año.
Cuenta el impacto de la guerra del coltán en los niños. Reproducimos sus
reflexiones, formuladas con palabras de las preguntas y de sus respuestas. Los
niños, de entre siete y diez años, son grandes víctimas de la lucha por el
coltán. Son terriblemente explotados, y se les paga 25 centavos de euro al día.
¿Estamos ante la esclavitud del siglo XXI? El coltán lo extraen niños porque se
encuentra en yacimientos a muy baja profundidad, y con sus pequeños cuerpos son
los que caben mejor por los recovecos.
Muchos de estos niños mueren víctimas de horribles desprendimientos de
tierra. Y se quedan ahí enterrados. Lo que no han querido las empresas que
fabrican aparatos con coltán es que eso se supiera. Yo he vivido dos décadas en
África y algo había oído. Hay fotos de esa barbaridad: niños semiesclavos
respirando polvo mientras llueve a mares o se los lleva la riada. Eso es un
infierno. Han llegado cientos de miles de refugiados y aquello es un desastre.
Yo me pregunto: ¿cómo en el siglo XXI toda nuestra tecnología depende de que
haya un niño dando martillazos a una piedra y a un pedazo de tierra que se le
viene encima? ¡Esto es de locos! Todos recordamos a tutsis y hutus matándose a
machetazos, no olvidamos las iglesias quemadas con toda la gente dentro, ni a
los niños perseguidos, con los brazos y narices cercenados. 700,000 desplazados
y ya casi cinco millones de muertos ¡por el maldito coltán y para que nosotros
tengamos una vida más cómoda!
No paramos la guerra porque las grandes empresas y gobiernos no quieren que
se pare. Si se paraliza la guerra no se hace negocio con el coltán. Se quedaría
en el Congo. Quien controle el coltán controlará nuestra vida.
Reflexiones desde El Salvador
1. No es posible leer textos como éstos sin sentirse mal, pero alguno podrá
preguntarse por qué fijarnos en el Congo cuando en El Salvador también vivimos
en medio de gravísimos problemas. Y además, poco podemos hacer. La respuesta es:
por pudor. No se puede ser humano, ni en El Salvador ni en Roma, si no hacemos
hoy central el dolor del Congo.
Y también por un mínimo de honradez. En los peores años de represión contra
el pueblo salvadoreño, se levantaron voces en Estados Unidos y en Europa para
dar a conocer nuestra tragedia y ofrecernos solidaridad. Poco podemos hacer
desde aquí, pero al menos difundamos lo que está pasando en el Congo.
2. Por lo que toca a la UCA [Universidad Centroamericana, jesuita], ahora que
recordamos a nuestros mártires jesuitas sería irresponsable no recordar a los
jesuitas del Congo y sus mártires. Un jesuita, Christophe Munzihirwa, arzobispo
de Bukavu, fue asesinado en 1996 por defender a cientos de miles de refugiados.
Lo llaman el san Romero
de África.
Ahora recibimos este mensaje de Ferdinand Muhigirwa, jesuita congoleño,
director del Centro de Estudios para la Acción Social que clama desde Kinshasa.
Nos recuerda las palabras de nuestros mártires. Y nos sentimos hermanos. Y nos
acordamos también del Padre Arrupe, cuando nos exigió a todos la lucha por la
justicia, pagando el precio necesario. 49 jesuitas han sido asesinados desde
entonces en el tercer mundo. Y el mismo Padre Arrupe sufrió fuerte persecución
al interior de la Iglesia.
3. La realidad del Congo desenmascara la falsedad del mundo de abundancia,
civilizado y democrático, lo acusa y lo juzga. Casaldáliga escribe: África ha
sido llamada el calabozo del mundo, una Shoá continental.
Nuestro amigo Luis de Sebastián ha escrito un impresionante libro con el
título: África, pecado de Europa. Bueno y necesario es recurrir al lenguaje
religioso de pecado. No es políticamente correcto, pero el lenguaje civil,
correcto y democrático, no ha descubierto una palabra equivalente. En teología,
pecado es lo que da muerte. Dio muerte al hijo de Dios y sigue dando muerte a
millones de hijos e hijas suyas.
4. Por coincidencia, escribimos estas páginas en el tercer aniversario de la
muerte del Padre Jon Cortina.
En el consejo de los dioses se levanta Dios y los acusa: ¿hasta cuándo
juzgarán inicuamente? Juzguen a favor del débil y del huérfano; hagan justicia
al humilde y al indigente; liberen al débil y al pobre y arránquenlos de las
manos de los impíos.
Es el juicio de Dios ante la guerra de El Congo contra los dioses, imperios,
transnacionales, medios de comunicación.
5. Y permítanme una reflexión personal. Yo me enteré que había una guerra en
el Congo hace unos diez años. No sabía lo que era el coltán, ni para qué servía.
Y menos sabía de los criminales manejos de occidente para conseguirlo.
De todo ello no me enteré ni en la UCA, ni en mis visitas a Estados Unidos y
Europa. Me lo contaron sencillas religiosas que vivieron las tragedias de Ruanda
y Burundi, y trabajaron en los campos de refugiados de Bukavu, el Congo. Me
abrieron los ojos.
Y les he visto trabajar en comités de solidaridad en toda España, con suma
sencillez, con medios muy limitados, pero con gran lucidez y amor. Publican
Umoya, revista sobre la realidad actual de África. Siguen adelante. Y son las
que más saben de África.
Me recuerdan las palabras que le escuché a Joe Moackley, congresista por
Massachussets, cuando venía a defender a los campesinos salvadoreños de la
represión del ejército gubernamental: cuando tengo que votar en el Congreso
sobre nuestra política en algún país del tercer mundo, para informarme no me
pongo en contacto con nuestras embajadas, sino con religiosas que trabajen allí.
Son las que más saben.
6. Con el coltán se hacen misiles, teléfonos celulares y hasta juguetes.
Cuando los usemos recordemos a los 5 millones que han muerto en esta guerra, y
recordemos a gentes como Ferdinand Muhigirwa, que nos mantiene en la verdad y en
el amor.
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(*) Sacerdote jesuita radicado en El Salvador.
Es uno de los máximos exponentes de la Teología de la Liberación, junto a
Gustavo Gutiérrez y Leonardo Boff.