“La brecha entre nuestros ciudadanos y nuestro gobierno nunca ha sido tan
amplia. La gente busca respuestas honestas, no respuestas fáciles; liderazgo
claro, no falsas afirmaciones y tono evasivo y política como de costumbre.
Lo que se ve demasiado a menudo en Washington y en otros sitios en el país
es un sistema de gobierno que parece incapaz de actuar. Se ve un Congreso
retorcido y jalado en toda dirección por cientos de bien financiados y
poderosos intereses especiales. Se ve cada posición extrema defendida hasta
el último voto, casi hasta el último aliento por uno u otro grupo
inconmovible. A menudo se ve un enfoque equilibrado y justo que exige
sacrificio, un pequeño sacrificio de cada cual, abandonado como un huérfano
sin apoyo y sin amigos… Nuestra gente está perdiendo… la capacidad como
ciudadanos de servir como gobernantes y conformadores en última instancia de
nuestra democracia.”
(Jimmy Carter, 15 de julio de 1979)
Por
John Stanton (*) - CounterPunch
En realidad fue un incidente poco notorio. Me encontraba en una escuela
secundaria estadounidense, contemplando a estudiantes (grados 9-12)
departiendo, riendo, discutiendo y, al mismo tiempo, almorzando. El local no
era la cafetería de la escuela, sino más bien una gran sala entre un salón y
una biblioteca, con bancos y mucho sitio para entre 15 y 20 estudiantes. Junto
a uno de los bancos había un basurero. Sobre el cubo estaban precariamente
apiladas varias bandejas de almuerzo con restos de comida, cubiertos y platos.
Uno de los estudiantes golpeó accidentalmente el cubo de basura y todo el lío
cayó al suelo haciendo un ruido similar al estallido de un globo.
Por un momento hubo silencio, y luego los estudiantes siguieron charlando
como si tal cosa. Las bandejas y la comida siguieron en el suelo, sin que
nadie las tocara. Pasaron algunos minutos y llegó la hora de ir a clases. Una
docena o más de estudiantes, de todas las clases, pasaron junto al revoltijo
en el suelo. Ni uno pensó en limpiarlo. Un estudiante de un nivel superior,
asegurándose de no pisar una cáscara de plátano, dijo –con énfasis– “¡Yo no
fui!” y se fue trotando a la sala de clases. Ese estudiante de nivel superior,
en un grito inconsciente, se hizo eco de la descripción de EE.UU. al
aproximarse al año 2010.
La sociedad estadounidense evita alegremente la responsabilización y la
responsabilidad. Los estadounidenses buscan la escapatoria y culpan a otros
–sean individuos, redes o naciones– de sus propias deficiencias. Los
dirigentes estadounidenses desvían las consecuencias de los desaciertos hacia
los rangos inferiores en la cadena de mando. ¿Por qué?
Elite que no se responsabiliza por sus actos
El pueblo estadounidense ha caído en la trampa de los escritores de
columnas de opinión y presentadores de televisión de la nación, de los
directores ejecutivos de las corporaciones, del presidente, de miembros del
Congreso, de los jueces de la Corte Suprema, de los gobernadores, estrellas
del deporte/cine/think tank/mundo académico y de los dirigentes
militares. En EE.UU. estos son los guionistas de la narrativa estadounidense y
los amos de la conciencia estadounidense. Se mantienen firmes en su creencia
de que las masas de abajo seguirán sus palabras y hechos, que incluso morirán
por ellos. Son la Elite que no se responsabiliza por sus actos.
Y el pueblo estadounidense no los desilusiona. Sólo en contadas ocasiones
un público preocupado exige que un “dirigente estadounidense” le rinda
cuentas. El pueblo estadounidense disfruta de sus dirigentes, los glorifica y
los emula y se esfuerza por llegar un día a lograr lo que sus ídolos han
logrado. Al hacerlo renuncian a su deber como ciudadanos estadounidenses de
pedir que sus dirigentes les rindan cuentas y, como consumidores, de adivinar
lo que es y no es teatro.
El Sueño Estadounidense no es hermoso. Es, en los hechos, un descenso, una
lucha por alcanzar el nivel de la Elite que no se responsabiliza, donde “¡Yo
no fui!” es el mantra. Es un ciclo que hay que romper para que EE.UU. cambie.
Se puede decir que el presidente Jimmy Carter (Doctrina Carter,
financiamiento de los muyahidín en Afganistán) fue el último presidente que
dijo a los estadounidenses que había que tomar algunas decisiones duras sobre
la manera cómo viven sus vidas. No sólo respecto al consumo de energía, como
dijo de modo tan elocuente en su afamado discurso de julio de 1979. Fue,
básicamente, sobre cómo los estadounidenses interactúan entre ellos y con
otras naciones y grupos.
Su popularidad entre el público estadounidense aumentó por su franqueza
sobre el tema. Pero a la Elite que no se responsabiliza no le gustó.
Vilipendiaron a Carter a cada vuelta. La respuesta básica al discurso de
Carter era algo como: no hay nada malo en EE.UU. o en los estadounidenses – el
problema es el resto del mundo. Incluso el compasivo Ted Kennedy ridiculizó a
Carter.
En breve: “¡No fuimos nosotros!” Nosotros, el pueblo, como lo mandan los
amos, culpamos a la OPEC, a la URSS, al Shah, a Vietnam y a Carter de todos
nuestros males.
De modo que recordamos, erróneamente, a Jimmy Carter por su “discurso del
malestar” que, por cierto, no tuvo nada que ver. Su mensaje era intemporal y
mucho más relevante ahora de lo que fue en 1979. Los estadounidenses están
pagando el precio por no haber escuchado a Jimmy Carter, el último presidente
que fue más allá del cliché de “No hay nada que temer fuera del temor” y que
habló brutalmente al pueblo estadounidense de su problemática infraestructura
social y su nebuloso futuro.
El placer de no tener que rendir cuentas
Desde los años de Carter, ¿qué ha hecho la Elite que no se responsabiliza
para merecer el respeto y la admiración del pueblo estadounidense?
‘Mañana en América,’ presentada por Ronald Reagan: Irán-Contra (armas por
rehenes, embarque de misiles a Irán, financiamiento ilegal de rebeldes
nicaragüenses favorables a EE.UU.) que llevó a las condenas del secretario de
defensa Casper Weinberger, Elliot Abrams (secretario adjunto de Estado),
Robert McFarlane (consejero nacional de seguridad), Claire George (CIA),
aceleración de la privatización/desregulación de funciones del gobierno de
EE.UU., destrucción de la moral del servicio público de EE.UU., aceleración de
la pobreza y de la falta de vivienda, más de 200 muertes de marines de EE.UU.
en el Líbano, aceleración del financiamiento a la naciente al Qaeda para
combatir a la URSS en Afganistán y en otros sitios, inflación de las
capacidades militares de la URSS con el propósito de lograr masivos
presupuestos de defensa, creación del programa de defensa nacional con
misiles, aumento de ventas de armas a regímenes dictatoriales, supervisión de
la Guerra Fría, envío del futuro secretario de defensa Donald Rumsfeld a
trabajar con Sadam Hussein, suministro de inteligencia y productos químicos a
Iraq para su guerra contra Irán, ruina del futuro rendimiento económico de
EE.UU. mediante expansión de déficits, no perdió el tiempo con consecuencias
para la política y práctica de la seguridad nacional.
Mil puntos de luz presentados por George Bush I: Perdonó a los condenados
en Irán-Contra (esencialmente Bush se perdonó a sí mismo), invadió Iraq y
Panamá, vio arder a Los Angeles durante los disturbios por Rodney King
(después envió tropas), continuó la privatización del gobierno, totalmente
desconcertado por el colapso de la URSS, impulsó por NAFTA, aumentó las
exportaciones de armas, no sabía comprar en un supermercado, no monitoreó a la
naciente al Qaeda y los problemas internos en Oriente Próximo y Asia Central,
embrolló a los militares de EE.UU. en Somalia, no perdió el tiempo con
consecuencias para la política y práctica de la seguridad nacional.
Puente al Siglo XXI, presentado por Bill Clinton: Introdujo la doctrina y
práctica del Partido Republicano al Partido Demócrata, convirtiendo el sistema
de dos partidos en un partido con dos caras, aceleró la desregulación de las
instituciones y mercados financieros, inventó la guerra con Serbia después de
la desintegración de Yugoslavia, distrajo a la nación con el affaire
Lewinsky y el proceso de recusación, hizo pasar el NAFTA por el Congreso de
EE.UU., aceleró las ventas de armas a repugnantes regímenes extranjeros, no
perdió el tiempo con consecuencias para la política y práctica de la seguridad
nacional, no rastreó de modo competente a al Qaeda totalmente financiada ni
convenció al aparato nacional de seguridad de un ataque insurgente en suelo
estadounidense como resultado de décadas de política y práctica imprudente de
seguridad nacional en Oriente Próximo y Asia Central.
El Eje del Mal presentado por George Bush II: Contempló mientras Nueva
Orleans moría durante el huracán Katrina, nombró a los condenados y perdonados
en el escándalo Reagan/Bush Padre de Irán Contra, ignoró advertencias sobre el
ataque insurgente que tuvo lugar el 11-S de 2001, ignoró los niveles de deuda
de los consumidores estadounidenses, aceleró la desregulación de mercados
financieros, invadió Afganistán y luego procedió, sobre la base de
afirmaciones fraudulentas, a invadir Iraq y ejecutar a Sadam Hussein,
supervisó el desplazamiento de 2,5 millones de iraquíes, financió grupos
insurgentes en Irán, ignoró el ascenso de los países del BRIC (Brasil, Rusia,
Irán, China), aprobó la tortura, aprobó las escuchas telefónicas y el
espionaje de estadounidenses, estableció el gulag en Guantánamo, no perdió el
tiempo con consecuencias para la política y práctica de la seguridad nacional.
’Sí, podemos’ presentado por Barack Obama: Tomó el tema de su campaña del
libro de Sammy Davis, Jr. Intitulado “Yes I Can,” actualmente expande la
guerra en Afganistán, expande las operaciones de defensa interior en el
extranjero (dos soldados de EE.UU. mueren durante operaciones de apoyo a la
batalla del ejército filipino contra insurgentes), nombra a operadores de
Clinton a posiciones clave, resucita la exageración sobre la ciberguerra de la
era de Clinton, no cierra el gulag de Guantánamo, mantiene las políticas de
Bush II, autoriza billones en financiamiento para salvar la industria
automotora y la industria financiera pero mantiene un esfuerzo miserable por
salvar a los propietarios de casas y deudores estadounidenses, no pierde el
tiempo con consecuencias para la política y práctica de la seguridad nacional.
(Continuará.)
La Elite que no se responsabiliza ha promovido, y ayudado a ejecutar, las
políticas exteriores e interiores que han dominado la experiencia
estadounidense durante décadas. Lo bueno de todo eso, si hay algo semejante,
es minimizado y deformado por las mentiras contadas durante campañas de
cabildeo o discursos electorales, las muertes innecesarias de soldados
estadounidenses (también de residentes de Nueva Orleans), la atroz atención de
los heridos que vuelven de Iraq y Afganistán, dueños de casa desalojados,
puestos de trabajo perdidos, ahorros demolidos, seguro de salud fuera del
alcance de millones, altas cifras de asesinatos, e individuos torturados sea
mediante la tortura del agua o con un avión Predator sin tripulación.
¿Están contentos los estadounidenses con todo esto? ¿Se sorprenderán cuando
el próximo contraataque insurgente tenga lugar en el interior, o ante la
próxima ola de despidos?
Tal vez la filosofía “¡Yo no fui!” sea el modo estadounidense.
¿Qué clase de país gasta cada año 1,5 billones de dólares – y más – en
seguridad nacional, pero tiene que discutir si va a gastar 900.000 millones
para hacer que la atención sanitaria básica esté a la disposición de todos los
ciudadanos? El capital humano de la nación – cómo gusta de decir la Elite que
no se responsabiliza – debe ser visto como parte de la infraestructura crítica
generalizada de EE.UU.
Pero para hacer que eso suceda, el pueblo estadounidense tiene que romper
el ciclo de la falsa conciencia y optar por convertirse en otra cosa. Si no,
el ciclo continuará y con un nuevo aspecto: se desarrollará una cierta especie
de Estado benevolente de seguridad nacional. ¿Es tan sorprendente que la frase
Dictadura del Proletariado haya sido tan apropiada? Está pasando aquí, ahora
mismo, en EE.UU. La Elite que no se responsabiliza dicta y el resto la sigue.
Oh, ¿y esas bandejas y la comida en el suelo? No fui yo, pero igual lo
limpié todo.
*****
(*) John Stanton es un escritor basado en Virginia, EE.UU., especializado en temas políticos y de
seguridad nacional. Su último libro es “General David Petraeus’ Favorite Mushroom: Inside the US Army Human
Terrain System.” Para contactos escriba a: cioran123@yahoo.com.
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens.