a astronave que viajó a la luna se basó en un diseño modular. La ventaja de
este sistema, que el fallo de una pieza no afectara al conjunto de la nave,
quedó demostrada en la misión del Apolo 13. Los astronautas volvieron sanos y
salvos a la tierra, a pesar de producirse una explosión de los tanques de
oxigeno.
Cualquier ingeniero defendería la importancia de la solidez de sistemas tan
complejos. Para evitar que se produzcan fallos, las inspecciones se hacen
imprescindibles. No obstante, dado que los fallos son a veces inevitables, es
importante intentar asegurarse de que las consecuencias de éstos sean
contenidas. Esta reflexión es tan importante para los sistemas financiero y
económico como para la tecnología.
Como hemos podido comprobar, incluir componentes que sean demasiado
importantes para caer es el preludio al desastre. En el sector financiero, el
problema de los enlaces perjudiciales entre componentes se conoce como riesgo
sistémico, un término que se utiliza en distintos contextos.
A menudo describe el riesgo macroprudencial, que surge principalmente de la
capacidad de los integrantes del mercado financiero de convencerse unos a otros
de cosas absurdas. Los altibajos cíclicos resultantes deterioran la economía no
financiera, si bien determinadas políticas económicas pueden contrarrestar este
efecto.
La regulación debería retirar la coctelera en cuanto empieza la fiesta, como
hizo William McChesney Martin, presidente de la Reserva Federal durante casi dos
décadas, hasta 1970. No obstante, ésta no es una iniciativa muy popular desde el
punto de vista político. Resulta mucho más sencillo, como hizo Alan Greenspan,
convencerse de que es sólo un brote de exuberancia racional.
El riesgo sistémico tradicional es la gran demanda de fondos en los bancos.
Cuando las entidades de depósito fracasaron, los primeros en ponerse a la cola
recuperaron sus ahorros, pero los que estaban al final, se quedaron sin nada.
Este hecho hizo que cualquier elemento que despertara dudas sobre la
solvencia de un banco pusiera en peligro no sólo a esa entidad, sino a todo el
sector bancario. Así ocurrió en 1933, cuando la economía de EEUU se paralizó. No
obstante, una protección adecuada de los depósitos resuelve el problema.
Uno de los aspectos de los que más se habla en esta crisis es del riesgo de
incumplimiento, que se produce cuando el emisor de un valor no atiende sus
obligaciones de pago en la fecha de vencimiento. Fue este temor lo que provocó
los rescates de Bear Stearns y AIG. No obstante, abordar este problema como un
riesgo sistémico del que se deben ocupar las autoridades públicas perjudica a
los gobiernos.
Hay dos objeciones importantes a esta cuestión. Una es que, sencillamente, no
es algo de lo que deban responsabilizarse los contribuyentes. Su aportación debe
estar destinada a la construcción de escuelas y hospitales, no a financiar a los
“dueños del mundo” en transacciones que no tienen ningún beneficio social.
La segunda objeción es que la intervención del gobierno entorpece el
desarrollo de los mecanismos del mercado para resolver el problema del riesgo de
incumplimiento. Ante estas dificultades se corre el riesgo de desviarse de un
tema fundamental: la principal fuente de riesgo sistémico se encuentra dentro de
los grandes conglomerados financieros.
El grupo financiero AIG acabó con la principal aseguradora de EEUU y con
120.000 puestos de trabajo. Su sede estaba en Londres y apenas contaba con cien
empleados. La crisis de Royal Bank of Scotland, que cuenta con 170.000
trabajadores en todo el mundo, la desencadenaron las actividades a las que son
ajenas 169.000 de esos trabajadores.
Si abrimos la caja de la mayor parte de los aparatos de hoy en día,
descubriremos que contiene un pequeño número de módulos. La forma más común de
repararlos es extraer la pieza defectuosa y sustituirla. Si ésta parece una
solución costosa, hay que recordar que muchos de estos aparatos han funcionado
durante años y no son difíciles de reparar, algo que no se puede decir de
nuestro sistema financiero.
Deberíamos aprender las lecciones del programa Apolo y de los fabricantes de
nuestros aparatos de televisión. Las construcciones modulares son más robustas.
En el contexto de los negocios, las piezas por módulos implican que las
distintas actividades se dirigen a través de distintos vehículos corporativos.