rimero, que Goldman es muy buena en lo que hace. Desgraciadamente lo que
hace es malo para Estados Unidos. Segundo, demuestra que los malos hábitos de
Wall Street (sobre todo, el sistema de compensación que contribuyó a generar la
crisis financiera) no han desaparecido. Tercero, demuestra que, al rescatar el
sistema financiero sin reformarlo, Washington no ha hecho nada para protegernos
de una nueva crisis y, además, ha hecho que sea más probable que se vuelva a
producir.
Empecemos por hablar de la forma en que Goldman gana dinero.
Durante la generación anterior (desde la liberalización de la banca de los
años de Reagan), la economía estadounidense ha estado financiarizada. La
importancia del negocio de mover el dinero, de rebanar, trocear y reenvasar
activos financieros, ha subido vertiginosamente en comparación con la de la
producción real de cosas útiles. Eso que se ha dado en llamar oficialmente
sector de "seguros, contratos de mercancías e inversiones" ha crecido muy
deprisa, desde sólo un 0,3% del PIB a finales de los años setenta hasta el 1,7%
en 2007.
Dicho crecimiento sería estupendo si ese carácter financiero realmente
cumpliese sus promesas (si las empresas financieras ganasen dinero dirigiendo el
capital hacia sus usos más productivos y desarrollando formas innovadoras de
repartir y reducir los riesgos). Pero, ¿puede alguien, en este momento, afirmar
eso sin inmutarse? Las empresas financieras, como sabemos ahora, han dirigido
enormes cantidades de capital hacia la construcción de casas invendibles y de
centros comerciales vacíos. Han hecho aumentar el riesgo en vez de reducirlo y
lo han concentrado en vez de repartirlo. En la práctica, el sector ha estado
vendiendo peligrosos medicamentos patentados a consumidores crédulos.
El papel de Goldman en ese cambio de EE UU ha sido similar al de otros
actores, salvo por una cosa: Goldman no cayó en su propio lazo. Otros bancos
invirtieron muchísimo dinero en la misma basura tóxica que vendían a los
ciudadanos de a pie. Es bien sabido que Goldman ganó un montón de dinero
vendiendo seguros respaldados por hipotecas de alto riesgo y luego otro montón
más vendiendo en descubierto seguros respaldados por hipotecas, justo antes de
que su valor se hundiese. Todo esto era perfectamente legal, pero el resultado
neto fue que Goldman obtuvo beneficios tomándonos al resto por bobos.
Y los de Wall Street tienen todos los incentivos necesarios para seguir
jugando al mismo juego. Las enormes primas que Goldman pronto repartirá ponen de
manifiesto que las empresas de altos vuelos del sector financiero siguen
funcionando según el sistema de que si sale cara ellas ganan y si sale cruz
otros pierden. Si usted es un banquero que genera grandes beneficios a corto
plazo, se le recompensa magníficamente (y no tiene que devolver el dinero aun en
el caso de que esos beneficios resulten ser un espejismo). Por tanto, no tiene
usted más que buenos motivos para empujar a los inversores a asumir riesgos que
no comprenden. Y los acontecimientos del año pasado han pervertido todavía más
esos incentivos, al hacer que los contribuyentes, además de los inversores,
carguen con el mochuelo si las cosas se tuercen.
No voy a tratar de analizar las afirmaciones contradictorias sobre el
beneficio directo que Goldman ha obtenido gracias a los últimos rescates
financieros y sobre todo la asunción por parte del Gobierno del pasivo de AIG.
Lo que está claro es que Wall Street en general, con Goldman sin duda incluida,
se ha visto enormemente beneficiada por la red de seguridad financiera ofrecida
por el Gobierno (una garantía de que rescatará a los principales actores
financieros si las cosas salen mal).
Se podría argumentar que dichos rescates son necesarios si queremos evitar
que se repita la Gran Depresión. De hecho, estoy de acuerdo. Pero la
consecuencia es que el pasivo del sistema financiero está ahora respaldado por
una garantía implícita del Gobierno.
Pero la última vez que se produjo una ampliación comparable de la red de
seguridad financiera, la creación del seguro federal de depósitos en los años
treinta, fue acompañada de una regulación mucho más estricta, para garantizar
que los bancos no abusaban de sus privilegios. Esta vez, las nuevas normativas
están todavía en fase de borrador (y el grupo de presión financiero ya está
oponiéndose a las más elementales garantías para los consumidores).
Si estas presiones logran su objetivo, tendremos todos los ingredientes para
un desastre financiero aún mayor dentro de unos cuantos años. La próxima crisis
podría parecerse al desastre de las cajas de ahorros de la década de los ochenta
(cuando los bancos no regulados apostaron con el dinero de los contribuyentes o,
en algunos casos, lo robaron), salvo en que en esta ocasión abarcaría a todo el
sector financiero en su conjunto.
La conclusión es que el asombroso trimestre de Goldman es una buena noticia
para Goldman y la gente que trabaja allí. Es una buena noticia para las
superestrellas financieras en general, cuyas nóminas están ascendiendo
rápidamente hasta las alturas anteriores a la crisis. Pero es una mala noticia
para casi todos los demás.