(IAR
Noticias)
11-Julio-09
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En
las puertas de la Bolsa de Valores de París, una protesta contra el sistema
financiero.
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Llega la crisis actual y los gobiernos del mundo caen en la
cuenta de que en esos agujeros negros de la economía residen
muchos de los males del sistema financiero y se lanzan a una
cacería (verbal de momento) que quiere desembocar en su
regularización.
Por Cristóbal Sánchez Blesa(*) - Solidarios para el Desarrollo,
España
E l G20, con Obama a la cabeza, y con gran aplauso
del conjunto de la Unión Europea, Japón o Rusia, ha lanzado
una ofensiva sin precedentes contra los paraísos fiscales. Y
no sólo contra los 33 países que la OCDE califica como
tales, sino también contra otros que mantienen determinadas
políticas que pueden tener esa consideración en ciertas
parcelas.
Hace mucho tiempo que pequeños países
como Bahamas, Bahrein, Bermudas, Islas Caimán o
Liechtenstein han recibido tantas críticas de gobiernos y
organismos internacionales, como depósitos de millones de
dólares por parte de entidades y personas anónimas de todo
el mundo.
Durante muchos años se ha transigido, con la falta de
transparencia de la que hacen gala y con sus exóticos
requisitos para formalizar la localización de empresas
extranjeras en sus territorios.
No han competido en igualdad de condiciones respecto a otras
áreas financieras y pocos han alzado la voz. De hecho, la
mayoría de los bancos, fondos, depósitos y transnacionales
importantes del mundo tienen allí abiertas sucursales para
la realización de operaciones de difícil justificación en
sus países.
Algún tipo de mano poderosa, invisible y manchada ha
permitido la subsistencia de unos países que, con patente de
corso y de origen tan turbio, han actuado sin sometimiento a
ningún control.
Llega la crisis actual y los gobiernos del mundo caen en la
cuenta de que en esos agujeros negros de la economía residen
muchos de los males del sistema financiero y se lanzan a una
cacería (verbal de momento) que quiere desembocar en su
regularización.
Sorprende que el correctivo se extienda más allá de esos
países señalados y llegue a la blindada Suiza, celosa como
nadie del secreto bancario pero respaldada por leyes y
tradiciones de indudable seriedad.
También llama la atención que se hable, aunque con voz más
tenue, de la necesidad de esclarecer la gestión de los
offshores de tierra firme.
No olvidemos que el distrito financiero de Londres, estados
como Nevada, Delaware o Wyoming en Estados Unidos, o el
mismo Japón, practican un tipo de relaciones financieras muy
cercanas a menudo a las prácticas corruptas de los paraísos.
Sin embargo, mucho nos tememos que el desencadenante de esta
campaña no es un impulso ético para restañar una herida
sangrante. No creemos que se trate tampoco de una causa
general abierta contra una partida de saqueadores a los que
se quiere sentar en el banquillo para hacer justicia.
Tampoco una venganza ni una manera de poner a cada quien en
su sitio. Aunque ciertamente con algunas de estas prendas se
ha vestido la arremetida.
Nuestra reflexión sigue más bien la pista que van dejando
las medidas de salvamento financiero que la mayoría de los
gobiernos han puesto o ponen en estos momentos en práctica.
En conjunto, después de dos años de crisis, si juntamos las
partidas en dinero público para apoyo a entidades
financieras, el dinero para la revitalización del sistema
productivo y de la actividad empresarial y las inyecciones
para tapar los agujeros en el Estado de bienestar, la cifra
es descomunal.
Ninguna generación ha conocido un esfuerzo económico global
semejante para abordar una situación económica difícil. Como
nadie habrá conocido un déficit en las cuentas de los
Estados como el que nos quedará al acabar ésta.
Entre las pocas evidencias que encontramos en esta época de
incertidumbres, la más clara es que el erario público se
surte, como principal fuente, de la actividad de los
ciudadanos y de los impuestos que ésta devenga.
Así pues, la presión fiscal en los próximos años va a
crecer, y mucho, digan lo que digan los políticos actuales.
La economía puede ser interpretable, la contabilidad no y
cualquiera puede sumar y restar para sacar sus propias
conclusiones.
Para terminar, y sin olvidar el contexto, ningún país hoy se
puede permitir el lujo de que sus ciudadanos, y en especial
los más ricos, evadan capitales hacia la caja sin fondo e
incontrolable de los paraísos fiscales.
Detrás del varapalo a éstos se ve trabajar a los fontaneros
del Estado tapando las grietas por donde hoy se escapan unos
fondos que serán imprescindibles en los próximos años.
Una vez selladas las fronteras económicas (y tomadas otras
medidas paralelas), vendrán las impopulares medidas
recaudatorias.
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(*)Periodista y Presidente de Solidarios para el Desarrollo
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