No ponemos en tela de juicio su existencia imprescindible (hasta ahora),
aunque exhiba ciertas lacras muy criticables en el mundo occidental, en especial
en Estados Unidos (EU), las cuales se desviaron de sus fundamentos teleológicos
de servicio público durante el paroxismo de la globalización financierista, lo
que obliga a un escrutinio estricto de sus actividades por los ciudadanos del
mundo, es decir, los propios interesados y/o afectados.
Sería ingenuo subestimar el inmenso poder intrínseco que conlleva el acto
farmacológico que, por lo visto, han entendido los militares y los banqueros en
forma sutil al haber pasado tanto a la militarización de ciertos rubros
estratégicos de la salud como a su soterrada penetración en los consejos de
administración de las principales trasnacionales farmacéuticas del planeta, que
primordialmente pertenecen a EU y son conocidas como Big Pharma (que
pudiéramos traducir castizamente como "el poder oligopólico farmacológico de
EU").
Las omnipotentes trasnacionales farmacéuticas (en su mayoría de EU), muy
poderosas en la lubricación de las conciencias tanto de la industria médica como
de los gobiernos claudicantes, prefieren el uso del término Big Pharma
en forma angelical como característica de las 30 primeras empresas en la
clasificación global con un excedente de 3 mil millones de dólares
anuales y/o gastos en I&D por más de 500 millones de dólares anuales (¡más que
todo el presupuesto anual de la OMS que ha sido privatizada silenciosamente, lo
que amerita un estudio ulterior!).
Destaca que EU concentre siete de 12, Gran Bretaña dos, Suiza dos y Francia
una; el eje anglosajón aglutina así 75 por ciento de las 12 primeras
trasnacionales farmacológicas.
Más allá de las vertiginosas megafusiones realizadas por Pfizer (v. gr.
Wyeth, adquirida recientemente por 68 mil mdd), que probablemente la habrá
colocado en el primer sitial mundial, existe otra clasificación de las primeras
35 (cuyo último lugar es ocupado por Gilead Sciences, aliada a la suiza Roche y
de la que es accionista el ex secretario de Defensa del régimen torturador
bushiano, Donald Rumsfeld), cuyos ingresos mayores a 3 mil mdd anuales las
incrustan dentro del Big Pharma, y de las cuales EU cuenta con 16,
Japón cuatro, Alemania tres, Suiza tres, Gran Bretaña dos, Bélgica dos, Francia
una, Israel una, Dinamarca una, Holanda una y China una. En esta clasificación
con datos de 2006, llama la atención el asombroso posicionamiento de EU, el
despegue sigiloso de Japón, el pobre desempeño de China, además de la notable
ausencia de Canadá, Rusia, India y Latinoamérica (ya no se diga los países
islámicos, árabes y africanos).
Queda claro que el poder farmacológico es preponderantemente anglosajón y
extensivo a sus aliados dentro del G-7 y el G-10 (que en realidad son 11).
El entrelazamiento de los intereses farmacológicos con la banca de Wall
Street, el complejo militar industrial y el poder político de EU rebasan la
imaginación. Baste citar el nombramiento por Baby Bush de Randall
Tobias, anterior mandamás de Eli Lilly (generosa contribuyente del Partido
Republicano) al puesto sensible del Fondo contra el sida (con un presupuesto de
15 mil mdd en cinco años), bajo la encomienda de comprar las medicinas
patentadas que benefician al Big Pharma en detrimento de los genéricos
de bajo costo (The Lancet, 12/7/03).
Conjuntamente EU, la Unión Europea y Japón consumen casi 90 por ciento de los
medicamentos globales.
IMS Health (19/3/09) reporta que solamente en EU las ventas de medicamentos
ascendieron a 291 mil mdd en 2008 y calcula que este año las ventas oscilarán
entre 820 mil mdd y 750 mil mdd a escala global (22/4/09). A nuestro juicio, es
probable que el poder farmacológico represente el cuarto negocio más lucrativo
del planeta detrás del narcotráfico, el petróleo y la venta de armas (en ese
orden).
Las hazañas de Big Pharma, pueden ser indagadas en el libro crítico
La verdad sobre las empresas farmaceúticas (Random House, 04), de
Marcia Angell, que resume The New York Review of Books (15/7/04).
Por cierto, la aciaga reunión de la OMC en Cancún constituyó la apoteosis del
Big Pharma, liderado por Pfizer (la productora del Viagra), contra la
apertura a los medicamentos genéricos.
Con o sin el brote súbito de infecciones inéditas, el siglo XXI estaba
destinado a ser eminentemente biológico, donde la inmunidad, la genética, la
bioquímica y la virología jugarán un rol determinante y cuando el armamentario
farmacológico será de carácter estratégico, por lo que aquellos países que
dispongan de la sapiencia nanobiotecnológica (un feudo de EU, guste o disguste)
tendrán un gran avance y quizá dispongan hasta del control del género humano
voluntaria o involuntariamente.
Aquí resalta la inmensa vulnerabilidad del BRIC (Brasil, Rusia, India y
China), ya no se diga de Latinoamérica y el mundo islámico, que han descuidado
el rubro farmacológico tan relevante.
Quizá la verdadera batalla comercial del siglo XXI se libre con los
medicamentos genéricos: una genuina liberación nacional contra los grilletes de
las tiránicas patentes y marcas de la OMC que protege, al unísono de la OMS, los
intereses unilaterales de las trasnacionales farmacológicas anglosajonas.