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Cifras millonarias para los gerentes
Recompensa a los culpables, un clásico en esta crisis |
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(IAR
Noticias)
19-Marzo-09
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Barack Obama junto al Secretario del Tesoro, Timothy Geithner
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El escándalo de pagos de bonos y otras prebendas por parte la aseguradora
internacional American International Grupo (AIG) a sus ejecutivos y al personal
de su área financiera, particularmente responsable por haber puesto de rodillas
a la compañía que era la primera en la escena multinacional, es el dato más
reciente que perjudicó a Barack Obama.
Por
Oscar Raúl Cardoso - Clarín
C omo el de los individuos, el amor de la opinión pública es por naturaleza
inestable y sorpresivamente cambiante.
Esta es una idea antigua que el presidente norteamericano Barack Obama debiera
volver a examinar ahora que, habiendo cumplido menos de un tercio de los 100
días iniciales de su mandato, el respaldo de los votantes a su programa de
asistencia a los bancos en dificultades ha perdido seis puntos porcentuales (60
por ciento en febrero).
El presidente Obama aún comanda un soporte mayoritario para el total de respaldo
de más de 700.000 millones de dólares.
El escándalo de pagos de bonos y otras prebendas por parte la aseguradora
internacional American International Grupo (AIG) a sus ejecutivos y al personal
de su área financiera, particularmente responsable por haber puesto de rodillas
a la compañía que era la primera en la escena multinacional, es el dato más
reciente que perjudicó a Barack Obama.
AIG recibió 173.000 millones de dólares fiscales en cuatro ensayos de rescate,
sobre todo para que pudiera hacer frente a los acreedores de sus pólizas que con
frecuencia cubrieron operaciones financieras de instituciones como Bank of
America, BNP Paribas, Merrill Lynch, etcétera.
Pero parte de aquella suma -no demasiado, unos 165 millones de dólares que es un
poco menos del uno por ciento del dinero total que el Estado le dio a la empresa
para el rescate- fue a parar al bolsillo de 73 ejecutivos de AIG en calidad de
bonificaciones o premios.
Ciertamente, la sola idea de que aún el "vuelto" de la cifra grande vaya a
compensar a quienes destruyeron la prosperidad nacional e individual es
indigerible.
Los argumentos que AIG y otras firmas han usado para defenderse de las críticas
que esa conducta despertó es que esos altos salarios son la única forma de
"retener el talento". Esa justificación atraviesa cada vez menos la mirada torva
sobre los banqueros. Del mismo modo han asumido la posición de que el pago de
bonos es también un compromiso contractual y el gobierno no tiene la facultad de
detener el pago de deudas de una empresa privada.
Barney Frank, el demócrata que encabeza el Comité de Finanzas en la Cámara de
Representantes, contraatacó este fin de
semana. "¿Talento que se va? ¡Buena idea! Yo no lo quiero después de lo
que han hecho." Ayer once de los ejecutivos de AIG renunciaron a pesar de los
bonos.
El segundo comentario de Frank tuvo también un soplido de anuncio: "Somos dueños
del 80 por ciento de AIG, tomemos el control absoluto de la firma".
Pesa la idea de votar un impuesto devastador sobre la plata cobrada por los
empleados de AIG si estos se negaran a devolver el dinero ya cobrado.
Hay algo en danza en la crisis que va más allá los pronósticos y las cifras.
Veamos que dicen voces autorizadas como el premio Nobel de Economía Amartya Sen.
"No se trata -afirmó cauto en un reciente artículo- de buscar un
nuevo capitalismo pero sí de una
nueva comprensión de las viejas ideas de los grandes economistas."
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