a llegada del nuevo gobierno encabezado por Barack Obama añadió tanto temor
como esperanza a este explosivo cóctel y los inversionistas anticipan medidas
drásticas en los próximos días para apuntalar los bancos y restaurar la
confianza, aunque eso signifique nuevas sacudidas para los accionistas. Las
autoridades siguen con atención la evolución de los mercados y evalúan nuevas
medidas para fortalecer a los bancos, aunque sea a costa de los accionistas.
Los problemas no se limitan a EE.UU.
El martes, los esfuerzos de Gran Bretaña para
rescatar a sus bancos provocaron una respuesta turbulenta de los inversionistas.
La libra esterlina se precipitó a su nivel más bajo desde 2002 en medio de una
desconfianza generalizada sobre la estabilidad de los bancos y el temor de que
el gobierno del primer ministro Gordon Brown, que ya ha inyectado 37.000
millones de libras esterlinas (unos US$53.500 millones) en los tres bancos
principales, se vea obligado a nacionalizar.
En el resto de Europa cayeron los precios de los bonos soberanos, una señal
del creciente temor de que los gobiernos se vean forzados a asumir costos cada
vez más altos con tal de mantener a flote sus sistemas bancarios. El gobierno
alemán proyectó una contracción de 2% para este año y la moneda húngara alcanzó
un mínimo histórico.
Por su parte, el banco central de Canadá recortó su tasa de interés de
referencia en medio punto porcentual a su mínimo histórico.
Las acciones de los bancos estadounidenses descendieron cerca de 20% para
alcanzar su menor nivel en más de diez años. La caída arrastró al Promedio
Industrial Dow Jones, que declinó 332 puntos, un 4% para quedar en 7.979,09
puntos. La acción de Citigroup perdió 20%, a US$2,80, y la de Bank of America
29%, a US$5,10. Esto constituye una señal de que los inversionistas no ven mucho
valor en los títulos de los bancos.
La gota que colmó el vaso fue el anuncio de State Street Corp., un banco
considerado de bajo riesgo que juega un papel fundamental en el sistema
financiero al gestionar efectivo para empresas e inversionistas, que registraría
casi US$10.000 millones en pérdidas. La acción de la entidad se derrumbó 57%
el martes. State Street, que sigue siendo rentable, aclaró que la pérdida estaba
ligada a su exposición a vehículos de inversión que emitían valores respaldados
por créditos hipotecarios.
"El temor va en aumento en el mercado", dice John McDonald, analista de
Sanford C. Bernstein & Co. Los inversionistas están huyendo de las acciones
bancarias "porque no saben cuál será la siguiente solución del gobierno y hay un
temor de que cualquiera que sea, en última instancia, vaya a diluir a los
accionistas".
Los inversionistas, que hacia fines del año pasado, parecían dispuestos a
creer que el sistema financiero había iniciado una mejoría, se vieron
sorprendidos por una nueva serie de tropiezos y pérdidas. La semana pasada,
Merrill Lynch reportó una gran pérdida inesperada, mientras su propietario, Bank
of America, recibió su segunda infusión de capital por parte del gobierno
estadounidense.
Asimismo, varios bancos regionales considerados estables han reconocido en
los últimos días tener problemas. James Smith, presidente ejecutivo de Webster
Financial Corp., un banco de Connecticut con unos US$17.000 millones en activos
que advirtió recientemente que los resultados de su cuarto trimestre no pintan
bien, dice que la nacionalización será el último recurso pero que ya no le
parece impensable.
"El último recurso ya no parece estar tan lejos en este momento,
especialmente dadas las valuaciones", señala Smith.
En Washington, las autoridades seguían atentamente los acontecimientos y
consideraban nuevas medidas que podrían ir más allá de sus acciones iniciales de
comprar US$250.000 millones en acciones preferentes en los bancos. Ahora,
podrían ensayar otras estrategias, como la compra de valores que se conviertan
en acciones comunes. Las acciones preferentes pagan dividendos pero carecen de
derechos de voto.
La Reserva Federal de EE.UU. (Fed) es reacia a tomar el paso más extremo: la
nacionalización de la banca. Un motivo que explica su reticencia es la
preocupación de que el gobierno no sea capaz de gestionar los bancos.
La Fed, sin embargo, ha estudiado con cuidado los rescates bancarios en
lugares como Japón y Suecia, y es consciente de que varios de sus mayores bancos
insolventes terminaron siendo nacionalizados.
Representantes del banco central dicen que aún no han llegado a ese punto,
pero que lo tomarán en cuenta si la economía sigue empeorando. El nuevo gobierno
de Obama y el Congreso jugarían un papel crucial en estas decisiones, porque
implicarían mucho más que el uso del dinero de los contribuyentes.