a mala calidad de los empleos, los bajos salarios y la creciente
inestabilidad laboral han sumido en la pobreza a más de la mitad de los obreros
bolivianos que dependen de un patrón o empleador. Al igual que ellos, otra
porción similar de trabajadores por cuenta propia enfrenta el mismo problema que
parece ya irresoluble: trabajar y trabajar, pero no ganar lo suficiente para
mantener a la familia en condiciones dignas.
Los datos de los gubernamentales Instituto Nacional de Estadística (INE) y la
Unidad de Análisis de Política Económica (UADEPE) revelan que están sumidos en
la pobreza el 55,7 por ciento de los obreros asalariados, el 67,6 por ciento de
los trabajadores familiares, el 55,9 por ciento de los trabajadores por cuenta
propia y el 25,4 por ciento de los empleados.
La pobreza agobia a más de la mitad de la fuerza laboral boliviana, tanto a
la que se emplea en las modernas fábricas organizadas bajo el molde capitalista
como a la que da vida a los talleres artesanales y la que trabaja en negro en
las unidades productivas que viven de la subcontratación y la informalidad.
Este drama social, que en su generalidad se traduce en extenuantes jornadas
laborales en las que se obtiene muy pocos ingresos económicos para la familia,
se expresa con brutalidad en la agricultura, donde siete de cada 10 trabajadores
viven en condiciones infrahumanas, pasando hambre, y uno de cada 10 con apenas
lo suficiente para comer y nada más.
En la industria manufacturera, la construcción y el comercio, más de la mitad
de la fuerza laboral ocupada está en la categoría de pobres por insuficiencia de
ingresos, según los reportes oficiales del INE y UDAPE. En la actividad de los
servicios, un tercio de los trabajadores está en esta misma condición.
Extrema pobreza
La pobreza es generalizada en el ámbito laboral, aunque hay grupos de
trabajadores que están en condiciones muy críticas y en extrema pobreza. Según
los datos del INE y UDAPE, la quinta parte de los obreros asalariados no gana ni
siquiera para cubrir el costo de su alimentación y pasa hambre. Lo propio ocurre
con casi un tercio de los trabajadores por cuenta propia y con casi la mitad de
los trabajadores familiares.
La información establece que uno de cada tres trabajadores de la industria
manufacturera no tiene lo suficiente para alimentarse, al igual que uno de cada
cuatro trabajadores del comercio y uno de cada seis que trabajan en la
construcción.
Creciente explotación laboral
Las causas de esta paulatina destrucción de la fuerza de trabajo están a la
vista. En los últimos tres años, según los reportes oficiales, el salario real
(el poder adquisitivo) de los trabajadores bolivianos ha caído en por lo menos
el 15 por ciento, mientras se agravaba la explotación laboral y los abusos
patronales, que han lucrado como nunca con el auge de las materias primas.
Este es el caso, por ejemplo, de la minería, donde las grandes empresas,
muchas de las cuales han triplicado sus millonarias ganancias en el último
trienio, han procedido a despedir a cientos de obreros, a reducir salarios y
prolongar las jornadas laborales.
"La Federación de Mineros repudia las decisiones que están tomando los
empresarios privados que quieren retirar a nuestros compañeros", dice Guido
Mitma, el principal dirigente de los mineros proletarios de Bolivia, que
denuncia que a muchos mineros se les había pedido que trabajaran turnos de hasta
12 horas o que se tomaran vacaciones sin pago.
Muy similar es la situación que se vive en las fábricas y centros de trabajo
de las ciudades. Allí, de la mano de los despidos y del creciente desempleo, ha
empeorado la ya bajísima calidad de las fuentes de trabajo (en más de la mitad
de los empleos no se gana ni siquiera para pagar los alimentos de la familia),
aumenta la inestabilidad laboral (crece el número de trabajadores eventuales y
la subcontratación), y hay creciente “insatisfacción laboral”, especialmente
entre los que trabajan sin contrato ni beneficios sociales ni laborales.
“Esta situación ha empeorado la deuda social que se viene arrastrando con la
clase obrera fabril, desde la implantación del neoliberalismo, sobre cuyos
hombros se ha impulsado el desarrollo de la economía, como clase productora. Los
niveles salariales de los obreros se encuentran entre los más bajos con relación
incluso a los obreros del aparato estatal, según las estadísticas oficiales el
salario medio nominal de los obreros del sector privado rodea los mil
bolivianos”, se queja la Confederación de Fabriles de Bolivia.
En este drama, la peor parte la llevan las mujeres. Según los datos del INE,
las obreras recibían, por igual trabajo, apenas el 61 por ciento del ingreso de
los obreros, mientras que las empleadas obtenían el 71 por ciento de las
remuneraciones promedio de los empleados varones.