El impacto económico de la crisis ya es visible en toda la región.
Las esperanzas en un desacople se han diluido, mientras los escudos monetarios y
fiscales resultan insuficientes para frenar el efecto del terremoto financiero.
Es cierto que el apalancamiento de los bancos es menor, pero las
expatriaciones de capital son más intensas. La sobreproducción golpea a la
industria internacionalizada y el abaratamiento de las materias primas revierte
el crecimiento. Además, los intentos de reactivación chocan con la existencia de
recursos inferiores a las economías centrales.
La expectativa de beneficios geopolíticos ulteriores olvida que el impacto
inicial del 30 fue demoledor y que la crisis de los 70 concluyó sofocando los
ensayos de autonomía periférica. Este margen de independencia enfrenta
actualmente un nivel superior de internacionalización de la economía y depende
de acontecimientos políticos imprevisibles.
Existe una crisis de dominación estadounidense, pero ya se vislumbra una
contraofensiva. El carácter acotado o perdurable de la declinación
norteamericana no está definido, ya que la primera potencia preserva un
liderazgo militar aceptado por sus competidores.
Las clases dominantes de la región actúan con estrategias propias,
especialmente en el sur del continente y no se verifica el tipo de sujeción
neocolonial que impera en África. Un eventual escenario multipolar presentaría
rasgos opresivos y acentuaría la asociación de las elites locales con las
potencias hegemónicas.
Brasil ya comanda esa opción a través de empresas multinacionales, que
desatan conflictos con los países vecinos. Con el rearme, la ocupación de Haití
y la geopolítica de UNASUR, Itamaraty busca ocupar el espacio abierto por la
crisis estadounidense, sin chocar con el gigante del Norte.
Esta política subimperialista consolida la desaparición de la vieja burguesía
nacional. Además, ilustra como los sectores dominantes invierten en el exterior
el capital sobrante, generado por una acumulación interna restrictiva. Es
también importante reconocer la existencia de formaciones semiperiféricas, para
superar las simplificaciones del esquema de centro-periferia.
Los capitalistas de México, Brasil y Argentina reciben los socorros que
deberían destinarse a los desamparados. Los gobiernos social-liberales y
neo-desarrollistas convergen en un estatismo favorable a los poderosos y no
coordinan sus programas anticrisis.
Es evidente que los pueblos sufrirán duros embates si no afianzan la
resistencia al atropello que se avecina. Hay que prepararse para enfrentar el
desempleo y la pobreza con medidas de expropiación de los banqueros, suspensión
del pago de la deuda y nacionalización de los recursos naturales.
Las condiciones políticas para implementar este viraje están dadas en varios
países. Aunque la derecha busca recuperar terreno ha perdido las principales
batallas. Los gobiernos nacionalistas radicales podrían adoptar un programa
contundente, reforzando la alianza con Cuba y revitalizando el ALBA. La lucha
contra el neoliberalismo exige acciones contra el capitalismo, en una
perspectiva socialista que supere la mera regulación del sistema actual.
América Latina frente a la crisis global
El impacto de la crisis mundial sobre América Latina suscita tres tipos de
discusiones: la incidencia económica inmediata, los efectos políticos de largo
plazo y las medidas sociales requeridas para enfrentar el descalabro financiero.
Especulaciones Pos-desacople
En el terreno económico, la crisis ha producido un generalizado desplome de
las Bolsas y fugas capital, que han contraído el crédito. La depreciación de las
materias primas induce a la recesión, el desempleo se expande y se agota el
crecimiento con desigualdad que predominó en los últimos cinco años.
También la esperanza en un desacople se ha diluido y decae la expectativa de
evitar el temblor, por haberlo sufrido anticipadamente durante la década pasada.
La protección esperada de tres escudos -reservas sustanciales, menor deuda en
relación al PBI y superávit fiscal- ya resulta insuficiente.
Esas barreras probablemente habrían contrarrestado el desplome internacional
acotado que prevalecía hasta septiembre del 2008. Pero el desmoronamiento
financiero asumió una dimensión muy superior desde esa fecha. Esta vez América
Latina es receptora del tsunami. Soporta desde afuera la conmoción que
protagonizó en repetidas oportunidades. ¿Qué gravedad tendrá este golpe en
comparación a otras zonas de la periferia?
Algunos economistas estiman que el efecto bursátil será más agudo que en las
economías centrales por la fragilidad local de los mercados accionarios. Pero
esperan una incidencia manejable en los bancos, que han limpiado
mayoritariamente sus balances durante los desplomes anteriores. También evalúan
que las entidades financieras se encuentran menos contaminadas con títulos
tóxicos (hipotecas) y operaciones especulativas (securitización, derivados). La
reducida gravitación del crédito en la zona redujo la envergadura de esas
transacciones .
Otros diagnósticos destacan que la situación fiscal luce mejor que en Europa
Oriental. También estiman que la retracción de las exportaciones será más
digerible que en África, aunque más impactante que en Asia. Atribuyen esta
adversidad
a la gran concentración de ventas en una limitada canasta de productos
básicos .
Pero el principal problema de estas evaluaciones es su carácter efímero.
Irrumpen y desaparecen de la crónica periodística con asombrosa velocidad. Un
día se coloca a Latinoamérica fuera del vendaval y a la jornada siguiente en el
centro de la tormenta.
Algunas estimaciones presentan, además, un tono sospechosamente sesgado. El
FMI, por ejemplo, considera que Argentina, Venezuela y Ecuador afrontan mayores
amenazas de cesación de pagos que México, Chile o Colombia. Esos mensajes están
en realidad plagados de resentimiento hacia los gobiernos contestatarios y los
deudores incumplidores . Ninguna caracterización seria surge de esas
especulaciones.
Tres efectos
América Latina recepta, en primer lugar, la crisis de sobre-acumulación
global que generó la aglomeración de capitales ficticios en la esfera
financiera. Dado el reducido alcance del endeudamiento personal en la región,
este impacto no se traduce por ahora en bancos corroídos por préstamos
irrecuperables.
Pero el crack ha creado una necesidad de liquidez en las economías centrales,
que provoca fuertes sustracciones de fondos. Especialmente los bancos
extranjeros transfieren recursos desde América Latina hacia sus casas matrices.
Estas repatriaciones ya afectan a un cuarto del total de recursos manejados por
esas entidades en las economías emergentes.
También los segmentos internacionalizados de las finanzas regionales son
vulnerables al desplome global. Algunos fondos privados de pensión –enlazados al
vaivén especulativo mundial- acumulan pérdidas que amenazan su supervivencia
(especialmente en Chile).
América Latina soporta, en segundo lugar, la sobreproducción de mercancías,
que caracteriza a la crisis actual. Este excedente fue desencadenado por el
modelo de competencia mundial en torno a salarios descendentes, que generalizó
el neoliberalismo. El efecto de este desequilibrio se verifica particularmente
en las ramas más globalizadas de la industria regional. El sector automotor
sufre, por ejemplo, la misma plétora de productos que golpea a las economías
metropolitanas .
Este sobrante es dramático en México, que exporta vehículos ensamblados a
Estados Unidos y en Brasil, que soporta una destrucción de empleos equiparable
al registrado en la primera potencia. El panorama es igualmente problemático en
Argentina, a pesar de la extraordinaria rentabilidad que tuvieron las
automotrices en los últimos años.
El ajuste industrial que sacude a Latinoamérica es impuesto por las empresas
transnacionales, que reorganizan su producción a escala mundial. En el sombrío
clima actual ya no se escuchan elogios a la globalización neoliberal, ni
alabanzas a cualquier tipo de inversión. Las terribles consecuencias de la
fabricación mundial integrada -bajo los principios de la competencia y el
beneficio- comienzan a salir a flote.
Pero la mayor amenaza en ciernes para la zona proviene de un tercer impacto
mundial: la abrupta caída de los precios de las materias primas. Este
desmoronamiento revierte el crecimiento del último quinquenio, que se apoyó en
una significativa mejora de los términos de intercambio (33% en comparación al
promedio de la década precedente). Esa coyuntura permitió incluso alcanzar
volúmenes de exportación superiores a la deuda externa en el 2006 y el 2007.
Pero el cambio de tendencia afecta ahora las balanzas comerciales y los
presupuestos públicos. El crecimiento consecutivo al 5,5% anual desde el 2003 ha
quedado atrás. El PBI del 2008 se desaceleró a 3,3% y todas las estimaciones del
2009 se están ajustando hacia abajo.
Muchos economistas sostienen que América Latina podrá soportar igualmente el
huracán, si adopta medidas audaces de reactivación keynesiana. Estas iniciativas
ya se están implementando para aumentar la liquidez, expandir el crédito público
y subvencionar la industria. Los debates sobre su efectividad o suficiencia han
ganado la primera plana .
Pero, en los hechos, esa viabilidad depende de la magnitud de la crisis y no
tanto del acierto de los correctivos. Las políticas monetarias y fiscales
anticíclicas inciden dentro de ciertos límites. Pueden reanimar la demanda o
detener la caída de la producción en un cuadro recesivo, pero tienen poca
influencia en una depresión en picada
Por ahora el colapso financiero golpea con mayor furia a las economías
centrales, pero Estados Unidos, Europa Central y Japón cuentan con recursos
superiores para intentar un contrapeso. Pueden ensayar reactivaciones con el
sostén del Tesoro y emiten los dólares, euros y yenes que utiliza América
Latina. Además, incrementan el déficit fiscal, mientras la región continúa atada
a las normas del superávit.
En síntesis, en la cambiante coyuntura latinoamericana tiende a estrecharse el
margen de las políticas macroeconómicas que intentan frenar el vendaval.
¿Beneficios de largo plazo?
El escenario que emergerá de la crisis dependerá de desenlaces políticos
imprevisibles y autónomos de la tormenta económico-financiera. Basta recordar
que la depresión del 30 fue zanjada con una guerra mundial y que la Unión
Soviética se desmoronó por la implosión de un régimen, para notar cuán
gravitante es la incidencia de los acontecimientos políticos.
América Latina se encuentra en un punto de cruce de tendencias geopolíticas
contradictorias determinadas por tres procesos: la autonomía regional, la
postura de Estados Unidos y el perfil de Brasil.
En el primer terreno de independencia zonal, algunos analistas estiman que la
adversidad actual tendrá efectos favorables, si se repite lo ocurrido en los
años 30. Recuerdan que la debacle de entre-guerra generó condiciones propicias
para la gestación de los procesos posteriores de industrialización .
Pero olvidan que el impacto inicial de la gran depresión fue una dolorosa
depreciación de las materias primas. La sustitución de importaciones apareció
sólo ulteriormente, como consecuencia del proteccionismo y la guerra mundial y
se instrumentó en una región, que pudo mantenerse al margen de esa
conflagración.
La única comparación apropiada, hasta el momento, es con el shock adverso que
inicialmente generó la gran depresión. Nadie puede predecir que sucederá
posteriormente. Una eventual reproducción del contexto de posguerra choca no
sólo con la ausencia de confrontaciones bélicas interimperialistas, sino también
con la mayor internacionalización de la economía.
Es cierto que algunos rasgos de autonomía regional ya aparecieron en
Sudamérica antes del estallido actual, especialmente en el plano financiero. En
el último quinquenio de crecimiento se registraron recompras de títulos públicos
y reducciones del endeudamiento, que guardan cierto paralelo con lo ocurrido
luego de la gran depresión. Pero la continuidad de esta atenuación de la carga
financiera es un interrogante.
Lo importante es percibir que un desmoronamiento económico en el centro del
capitalismo, no amplía necesariamente los márgenes de acción de la periferia. La
crisis de los 70 demostró que puede suceder lo contrario.
Esa conmoción empalmó inicialmente con un marco favorable para el Tercer
Mundo. La derrota de Vietnam había recortado la capacidad de intervención
norteamericana y el encarecimiento de las materias primas mejoraba los ingresos
de la periferia, en el novedoso marco que rodeaba a la OPEP.
Un bloque de 77 a 125 países No Alineados proponía el establecimiento de un
Nuevo Orden Económico Internacional. Promovía estabilidad de precios para las
materias primas, mayor acceso a los mercados desarrollados, transferencias de
recursos al Sur y participación de la periferia en las decisiones de ONU.
Pero este curso quedó abruptamente clausurado en los 80 con la ofensiva
neoliberal. Mediante aumentos de tasas de interés y recortes de la demanda de
insumos que provocaron la depreciación de los productos básicos, las grandes
potencias retomaron su control del Tercer Mundo.
América Latina soportó el brusco aumento de su endeudamiento -y en lugar de
un desahogo post-30- padeció un desplome equivalente a la gran depresión. El
breve alivio de las desigualdades internacionales quedó sustituido por una nueva
etapa de polarización global, que perduró hasta el fin del siglo XX.
Este antecedente ilustra cuán acotado y frágil puede resultar un período de
autonomía periférica. Se pueden ponderar las numerosas diferencias que
distinguen la etapa actual de los años 70, comparando por ejemplo el viejo rol
de la Unión Soviética con el papel reciente de China. Pero resulta imposible
definir si estos cambios serán ventajosos o desfavorables para la periferia. Más
especulativo aún es presagiar un escenario de nueva industrialización
independiente para América Latina.
Multipolaridad opresiva
La apuesta a un beneficio latinoamericano de la crisis actual se apoya en la
previsión de un escenario multipolar. Muchos analistas estiman que la región
podría aprovechar la mutación del marco global, para adoptar políticas más
autónomas .
Ese período de mayor dispersión o equilibrio entre fuerzas capitalistas del
planeta es ciertamente una posibilidad. Pero resulta decisivo subrayar que no
favorecería por sí mismo a las mayorías populares. Más bien fortalecería a las
clases dominantes locales vinculadas con las potencias hegemónicas. Esta
hipótesis es omitida por la tesis multipolar.
El mayor ascenso geopolítico de China, India o Rusia seguramente incluiría
agudos conflictos con los capitalistas del centro, pero tendería esencialmente a
asentarse en la asociación con esos sectores. Estas alianzas se forjaron durante
las últimas dos décadas y dieron lugar a llamativas compras de activos en las
economías avanzadas por parte de las multinacionales emergentes .
Estas mismas tendencias han persistido luego del estallido global y se
verifican en el financiamiento asiático del déficit norteamericano. La activa
participación oriental en el rescate de los bancos estadounidenses y el traspaso
de empresas quebradas a propietarios de ese origen forman parte de este mismo
proceso .
En las últimas décadas la dominación global estuvo en manos de una tríada de
potencias encabezadas por Estados Unidos. El imperialismo clásico -de países que
derrotan y subordinan a sus rivales por medio de la guerra- fue sustituido por
el imperialismo colectivo. Norteamérica ha liderado en las últimas décadas un
poder compartido con Europa y Japón. Un eventual escenario multipolar surgiría
de la incorporación de nuevos asociados a ese entramado. Remodelaría la opresión
y obstruiría la emancipación popular .
La crisis de dominación estaduonidense
La localización central de la crisis en la economía norteamericana agrava los
problemas que enfrenta la primera potencia en América Latina. Estas dificultades
derivan de fracasos políticos militares extra-regionales (Medio Oriente) y
rebeliones antiimperialistas en la zona.
Desde el fallido proyecto del ALCA se registra una pérdida de posiciones del
gigante del Norte, que ha dado lugar al estancamiento de los Tratados de Libre
Comercio. Un afianzamiento del giro proteccionista actual acotaría
adicionalmente el alcance de esos convenios. Cualquier aumento significativo de
los aranceles en la principal economía del continente haría trastabillar a los
TLCs.
La crisis actual golpeará especialmente a los socios fronterizos de Estados
Unidos. México afronta el desplome del mercado que absorbe el 90 % de sus
exportaciones, en un explosivo contexto de retorno de emigrantes, deterioro
social y crimen organizado. El viejo idilio con el Nafta se ha transformado en
una pesadilla. También la expectativa estadounidense de capturar PEMEX ha
decaído, junto al desmoronamiento de varias multinacionales mexicanas
dependientes de la economía estadounidense .
Más grave es la situación de los pequeños países centroamericanos atados a la
afluencia de remesas. La escasa significación pasada de los emigrantes latinos
en la economía del Norte (1,7 millones en 1970) contrasta con su enorme
gravitación actual (17, 4 millones en 2005). La repatriación -que ya genera el
desempleo masivo en la metrópoli- afectará directamente las relaciones de
Estados Unidos con estas naciones .
El contexto político que afronta el Departamento de Estado es más adverso en
Sudamérica. Como resultado de grandes conmociones políticas y sociales, gran
parte de los gobiernos han tomado distancia de su vieja subordinación al Norte.
Durante el año pasado Estados Unidos quedó marginado de las negociaciones para
enmendar dos conflictos claves: la incursión militar de Colombia a territorio
ecuatoriano y el frustrado golpe derechista en Bolivia. Debió soportar, además,
la inédita expulsión de dos embajadores (Venezuela y Bolivia), que hasta ahora
no han retornado a sus cargos.
Algunos analistas estiman que este marco obligará a Estados Unidos a atenuar
su control sobre América Latina. Consideran que el Departamento de Estado
adoptará una postura más condescendiente (o menos interesada) en el futuro del
continente. Suponen, especialmente, que Obama podría también deslizarse hacia
actitudes que “superen los vestigios de la guerra fría” .
Pero, en realidad, el nuevo presidente no se dispone a introducir cambios
significativos en el área latinoamericana. Retirará los presos de Guantánamo,
pero no devolverá el enclave a Cuba, ni juzgará a Bush por las torturas.
Aliviaría las restricciones para viajar a la isla, pero sin levantar el embargo
y buscará acercamientos diplomáticos que eviten reconocer la derrota imperial.
Habrá que ver si aligera el encubrimiento al terrorismo de estado en Colombia y
si atenúa el acoso sobre Venezuela y Bolivia.
La continuidad de políticas imperialistas consensuadas con los republicanos
ha sido la norma de todas las administraciones demócratas. Seguramente Obama
retomará una combinación de garrote y zanahoria, con más incidencia diplomática
(tradición de Clinton) que brutalidad descarada (herencia de Bush).
Los virajes que el nuevo presidente debe encarar en el plano interno no se
proyectan a la política exterior. Un mandatario de color –que no representaba
inicialmente al establishment- enfrenta un terremoto social sin precedentes
desde Roosvelt, en un contexto de transformaciones democráticas inéditas desde
Kennedy. Este aluvión interno obliga a cambiar la agenda tradicional. Pero el
libreto para el Patio Trasero se mantiene sin variantes.
Desde hace siglos los gobiernos estadounidenses implementan estrategias de
sujeción basadas en la doctrina Monroe. Tarde o temprano la primera potencia
encarará una contraofensiva, cuyos anticipos ya se vislumbran en la reactivación
de IV flota. Con el pretexto del narcotráfico (o del terrorismo), el Comando Sur
de Miami gana terreno. Ya reúne más personal civil dedicado a Latinoamérica que
todos los departamentos diplomáticos y comerciales de Washington. Las bases de
Colombia tienen extensiones en Perú y existe una novedosa hipótesis de
intervención militar a México .
La primera potencia perdió en la última década cierta gravitación económica,
frente a sus competidores europeos. Las empresas del Viejo Continente
desplazaron a las compañías norteamericanas en el monto de las inversiones
externas .
Pero la Unión Europea no aspira a reemplazar a su rival y se ha limitado a
ensayar tratados de libre comercio calcados del ALCA. Habrá que ver, además,
cómo la crisis global afecta al artífice español de la avanzada europea. Las
compañías ibéricas deben lidiar con una montaña de pérdidas, que las obliga a
retirarse y vender activos .
Es cierto también que Estados Unidos ha debido tolerar la primera incursión
comercial china, la visita de la marina rusa a Cuba y los viajes de funcionarios
iraníes a Venezuela. Pero estas presencias amenazan menos que Europa la
dominación tradicional norteamericana. Ningún dato corrobora, por lo tanto, las
tesis de la indiferencia (o la resignación) de Estados Unidos frente a
Latinoamérica.
¿Declinación inexorable?
Ciertos analistas atribuyen el futuro desahogo latinoamericano a una
declinación estructural e inevitable de Estados Unidos. Las versiones más
vulgares de este enfoque son habitualmente recogidas por los medios de
comunicación. Han sido enunciadas por futurólogos de instituciones próximas al
Departamento de Estado y auguran el liderazgo de Europa o Asia y el ascenso de
nuevas potencias (China, Rusia, India). Luego del fracaso neoconservador de Bush,
algunos le han puesto fecha al fin de la primacía norteamericana (año 2025) .
Esos pronósticos contrastan con el deslumbramiento pro-norteamericano que
prevalecía en la década anterior y también con la euforia mediática que rodeó al
ascenso de Obama. Los mismos medios –que teorizan la agonía de Estados Unidos-
resaltaron los atributos del nuevo presidente para restaurar el sueño americano.
En este sube y baja, el fin del imperio y su resurrección se alternan con
sorprendente velocidad .
Otros teóricos de la decadencia ponderan esta regresión. Estiman que
permitirá superar las desventajas de la dominación global en el terreno
económico (menor productividad) y político (creciente desprestigio). Con esta
visión transmiten una idílica imagen de renuncia estadounidense a sus
prerrogativas .
Pero es bastante absurdo presentar al imperialismo norteamericano como
víctima de una supremacía indeseada. El Pentágono y el Departamento de Estado
ejercen un rol mundial opresivo a favor de empresas norteamericanas y custodian
los grandes lucros que genera esa dominación.
Desde una óptica muy diferente, los analistas serios han buscado aplicar la
tesis de la declinación norteamericana a Latinoamérica. Presentan datos
significativos del retroceso tecnológico y productivo de la primera potencia y
evidencias de su debilitamiento para ejercer la hegemonía frente a sus rivales .
Pero este enfoque contiene un reconocimiento problemático: el dominio militar
estadounidense persiste sin rivales a la vista y es aceptado por sus
competidores. Esta ausencia de reemplazante bélico (europeo o asiático) es
particularmente decisiva, en el esquema de la escuela sistémica. Esta corriente
asocia cada etapa de la historia contemporánea con la existencia de una potencia
dominante o en curso de ejercer esa supremacía .
Como los candidatos a ocupar ese liderazgo no pasaron la prueba de las
últimas décadas (Alemania en los 70, Japón en los 80, Unión Europa en los 90),
habría que ser más cauteloso con los pronósticos sobre China.
La supremacía norteamericana atraviesa por una crisis, cuyo desemboque final
es una incógnita. No está escrito en ningún lado que concluirá con el ascenso de
un contrincante o con el reciclaje del propio liderazgo. Resulta imposible
determinar, por el momento, si Estados Unidos atraviesa un retroceso acotado o
definitivo.
Pero el trasfondo teórico de este problema es la controvertida noción de auge
y decadencia de los imperios. Esta tesis de reemplazos cíclicos de la supremacía
mundial presupone una filosofía de etapas predeterminadas de la historia. Es un
enfoque con razonamientos fatalistas, que choca con la asignación de
protagonismo a los sujetos sociales. La interpretación de la historia como un
devenir de la lucha de clases -en un marco de condiciones objetivas- es
incompatible con la regla de la dominación imperial sustitutiva.
El nuevo perfil de Brasil
La actual discusión sobre la regresión estadounidense contrasta también con
la imagen de una superpotencia imponiendo sus prioridades a Latinoamérica, que
acompañó al debut del neoliberalismo. Este cambio indica una crisis del viejo
rol pretoriano del Pentágono, protegiendo a clases dominantes frágiles, estados
inestables y elites poco autónomas. Especialmente en Sudamérica no se verifica
actualmente el tipo de sujeción neo-colonial, que rige por ejemplo en varias
regiones de África.
Es incorrecto observar a las principales clases dominantes locales como
títeres de un imperio. Actúan como grupos de explotadores con intereses y
estrategias propias, en un escenario que difiere sustancialmente del marco
semicolonial. Este cambio de contexto es soslayado por muchos teóricos de la
recolonización, que sólo resaltan la reinserción subalterna de la región en el
mercado mundial o la reaparición de formas de sujeción prenacionales .
Con esta visión se pierde de vista no solo el retroceso de la dominación
norteamericana, sino también la nueva gravitación de Brasil. No se registra que
este país es el gran candidato a comandar una multipolaridad opresiva en
Sudamérica.
A pesar del bajo crecimiento de últimos años, las empresas transnacionales de
ese origen se han consolidado en toda la región. Se apoderaron del 50% de la
principal actividad económica uruguaya (industria de la carne), comprando
tierras y controlando un tercio de la faena. Capturaron varias firmas
estratégicas de Argentina (especialmente Pecom y Loma Negra) y ya manejan el 95%
de la soja exportada desde Paraguay.
A principios de la década, Petrobrás se apropió del 45% del gas, el 39% del
petrolero y de toda la refinación de Bolivia. En Perú dos conglomerados
brasileños controlan el grueso de las minas de zinc y fosfato. En Ecuador
gestionan varios yacimientos estratégicos y administran los principales
proyectos de obra pública.
La expansión sudamericana de las multinacionales brasileñas se ha sostenido
en la financiación oficial (BNDES). Esos créditos han crecido más que los fondos
aportados a la región por el FMI o el Banco Mundial. Las compañías de Brasil
sustraen materias primas, dominan fuentes de energía y abastecen mercados de
consumo. Su principal núcleo -Petrobrás, Gerdau, VM, Oderbrecht, Friboi, Marfrig,
Vale- opera con elevados niveles de internacionalización .
El principal proyecto de estas firmas es un conjunto de autopistas e
hidrovías programados en el IIRSA (Infraestructura regional sudamericana). Este
plan involucra a todos los países vecinos y se localiza prioritariamente en la
Amazonia. Apunta a explotar los gigantescos recursos naturales de esa región .
La expansión multinacional brasileña se apoya también en la agresiva diplomacia
de negocios que desarrolla Itamaraty. Esta política ha provocado numerosos
conflictos. Petrobrás se opuso a las nacionalizaciones dispuestas por Evo
Morales y Lula buscó imponer términos leoninos a las indemnizaciones en juego.
También en Ecuador, Brasilia llamó inmediatamente a consultas a su embajador
ante los cuestionamientos oficiales que recibió la empresa Oderbrecht, por
represas construidas con fallas estructurales.
Es probable que el próximo conflicto involucre a Itaipú, ya que Paraguay
tiene vedado el manejo soberano de sus recursos hidroeléctricos. Debe vender la
energía excedente a una tarifa inferior al precio de mercado, para solventar una
deuda odiosa con el acreedor brasileño .
Geopolítica de dominación
Para sostener la política de las corporaciones, Brasil se militariza con
tecnología francesa. Se construyen submarinos, aviones y helicópteros destinados
a custodiar los intereses de esas compañías, en las vastas regiones inexploradas
del subcontinente.
Este correlato militar de la expansión multinacional no se limita al radio
fronterizo. Desde el 2004 Brasil lidera las fuerzas de ocupación que
reemplazaron a los marines en Haití. Garantiza allí una política neoliberal, que
agrava la tragedia de hambre, pobreza y emigración, utilizando los métodos
policiales que ensayó en las favelas. Esas acciones han facilitado el ingreso de
las firmas brasileñas al Caribe.
La estrategia geopolítica en curso apunta a lograr desde UNASUR, el ambicionado
asiento brasileño en el Consejo de Seguridad. Con este objetivo Itamaraty amplía
el radio de alianzas (ahora con México) y estimula el ingreso de Cuba al Grupo
Río.
Lula repite la política de lobby que desarrolló Felipe González, para
posicionar a las empresas españolas en América latina. Como busca garantizar la
estabilidad de negocios arbitrados por la diplomacia brasileña, rechaza las
pretensiones separatistas de la extrema derecha sudamericana (Santa Cruz, Beni,
Pando y Tarija en Bolivia, Zulia en Venezuela, Guayas en Ecuador).
Brasil subordina incluso la continuidad del MERCOSUR a su liderazgo. Demorará
la moneda común y el parlamento regional hasta que tenga asegurada esa
conducción. Tampoco renuncia a estrategias unilaterales. En la última reunión de
la OMC abandonó a sus aliados del G 20, para buscar un compromiso directo con
los países desarrollados.
Pero la dirección del bloque sudamericano requiere neutralizar políticamente
a Venezuela (dentro o fuera del MERCOSUR) y resolver los conflictos comerciales
con Argentina. Sólo fuertes beneficios geopolíticos pueden atenuar las
constantes quejas de los industriales de Sao Paulo hacia el vecino del Sur.
Todo indica, por lo tanto, que Brasil busca ocupar los espacios creados por
la crisis de dominación estadounidense. Pero aspira a cumplir este rol sin
chocar con la primera potencia. Tratará de saltar un escalón dentro de la
coordinación hegemónica que ha prevalecido desde la posguerra. Las clases
dominantes brasileñas pretenden jugar un rol más visible, pero al mismo tiempo
más integrado al imperialismo colectivo.
¿Cómo responderá Estados Unidos? Hasta ahora predomina la indefinición. En el
2007 Bush suscribió un acuerdo estratégico con Lula para desenvolver una
política común de agro-combustibles. El abaratamiento del crudo y las disputas
aduaneras en torno al etanol amenazan ese convenio. Pero muchos opinan que Obama
podría retomar ese tratado, para asociar al principal país sudamericano a la
dominación global .
Semiperiferia y subimperialismo
En su nuevo rol dominante Brasil tiende a jugar un rol subimperialista. Este
papel se está gestando bajo la cobertura de intereses regionales compartidos y
no resultará menos adverso para los pueblos, que la opresión tradicional
ejercida por el imperialismo estadounidense o europeo.
El término de subimperialismo surgió en los años 60 para retratar una
expansión de Brasil conectada a las prioridades del Departamento de Estado. Con
el prefijo “sub”, Ruy Mauro Marini indicaba el carácter tardío y periférico de
la nueva potencia y su asociación subordinada con Estados Unidos .
La denominación distinguía una acción imperial emergente (Brasil) de una
función ya dominante (Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia). También aludía a
diferencias con imperialismos menores (Suiza, Bélgica, España), extinguidos
(otomano, austro-húngaro) o fallidos (Rusia, Japón).
La palabra subimperialismo podría erróneamente sugerir una delegación del
poder central a servidores de la periferia. Pero en el caso brasileño siempre
apuntó a resaltar el proceso opuesto de mayor autonomía de las clases dominantes
locales. La aplicación de ese concepto para la región difiere, por ejemplo, de
su uso para el caso de Israel (que actúa por mandato del Pentágono) o de sub-potencias
como Australia y Canadá, que actuaron siempre adheridas al eje
anglo-norteamericano. Una analogía más próxima a Brasil sería el rol jugado por
Sudáfrica, en la región austral del continente negro.
Hace cuarenta años el subimperialismo brasileño debutaba como gendarme
anticomunista, en acciones de una dictadura comprometida con la guerra fría. En
la actualidad, Brasil sostiene el orden capitalista por cuenta propia (ocupación
de Haití), se abastece con pertrechos de Francia y pone serios límites a la
plataforma de los marines en Colombia.
El acierto más perdurable de los primeros teóricos del subimperialismo fue
captar la transformación de las viejas burguesías nacionales (promotoras del
mercado interno), en burguesías locales (que priorizan la exportación y la
asociación con empresas transnacionales). Marini denominó “cooperación
antagónica” al proceso de internacionalización del capital local y polemizó con
los autores que presentaban ese viraje, como un acontecimiento favorable al
desarrollo del país .
Este giro multinacional de las clases dominantes se ha consolidado en las
últimas dos décadas y se plasma actualmente en la expansión de las firmas
brasileñas hacia los países vecinos. Marini atribuía este despliegue foráneo a
la estrechez de un mercado interno, afectado por la fragilidad del poder
adquisitivo. Estimaba, además, que los grandes capitalistas brasileños
acentuaban la compresión del poder de compra, recurriendo a formas de
superexplotación de los trabajadores.
Los seguidores de esta tesis han resaltado el agravamiento contemporáneo de
estos desequilibrios, en ausencia de un consumo de masas equiparable al fordismo
de las economías avanzadas . Estas carencias impulsan a las multinacionales a
invertir en el exterior, los capitales sobrantes que genera la restrictiva
acumulación interna.
Como resultado de esta contradicción Brasil adopta conductas subimperiales,
antes de haber alcanzado el poderío que tuvieron las principales economías
centrales en los siglos XIX y XX. Esta asimetría ilustra las modalidades
contemporáneas que adopta el desarrollo desigual y combinado.
La noción de subimperialismo contribuye a superar el simplificado esquema de
centro-periferia e indica la variedad de relaciones que genera la polarización
del mercado mundial. Retrata la existencia de formaciones intermedias, que
algunos pensadores han teorizado con el concepto de semi-periferia.
Este término alude a frecuentes situaciones intermedias de la historia del
capitalismo. Indica el surgimiento de potencias desafiantes que alcanzaron
liderazgos (EEUU, Japón, Alemania) o fallaron en el logro de esa meta (Italia,
España, Rusia) .
Las semi-periferias han sido subimperialismos (o imperialismos) potenciales
que prosperaron o abortaron. En Sudamérica esta evolución se frustró en
Argentina durante la primera mitad del siglo XX, pero continúa abierta para
Brasil. Múltiples razones económicas, políticas y sociales explican esta
evolución divergente.
Las nociones de semiperiferia y subimperialismo permiten captar el dinamismo
contradictorio del capitalismo. Este sistema periódicamente transforma las
relaciones de fuerza en el mercado mundial. Una fotografía congelada del centro
y la periferia impide registrar estos cambios. No permite captar, por ejemplo,
mutaciones históricas tan sorprendentes como el salto procesado por China en las
últimas décadas.
Los dos conceptos intermedios también chocan con la estrecha clasificación de
los países latinoamericanos en colonias, semicolonias y capitalistas
dependientes. Este modelo es particularmente insuficiente para una región –que a
diferencia del resto de la periferia- logró una emancipación temprana del yugo
colonial. Por soslayar situaciones semicoloniales durante gran parte del siglo
XX, Brasil tiende a saltar hacia un estadio subimperial.
Estatismo para los poderosos
Mientras que el margen de autonomía, la reacción estadounidense y el rol
multipolar de Brasil son incógnitas abiertas, el severo impacto inmediato de la
crisis ya está a la vista. La preocupación central de toda la región es actuar
frente a un tsunami que augura desempleo y pobreza.
Las medidas que se están adoptando en las tres principales economías de la
región socorren a los capitalistas, con los recursos públicos que necesitan los
desamparados. En México se dilapidan reservas para contrarrestar una corrida
contra la moneda nacional, que podría frenarse instaurando un severo control de
cambios. En Brasil, el Tesoro puso a disposición de los banqueros 50.000
millones de dólares y los bancos públicos ya anunciaron que absorberán las
pérdidas de las entidades privadas. En Argentina se decretó una moratoria de los
capitales fugados que perdona la evasión impositiva.
La misma consideración oficial reciben los grandes industriales. En México
fueron incorporados a un mega-plan de inversiones públicas. En Brasil obtuvieron
reducciones de gravámenes y planes para sostener la reactivación de las ventas.
En Argentina son particularmente agraciados los empresarios de la construcción y
los productores de bienes durables. Este mismo auxilio al capital se verifica en
Chile y en Colombia.
Estas orientaciones apuestan a una reacción positiva de los poderosos.
Suponen que los flujos gubernamentales de dinero inducirán a los capitalistas a
mantener el nivel de actividad. Pero olvidan que esa decisión depende de la
dudosa preservación de la rentabilidad. Los planes buscan sostener también el
consumo, pero sin medidas de redistribución del ingreso. Sólo intentan
incentivar el gasto de la alta clase media, induciendo compras que disuadan el
ahorro en divisas.
Por ese camino se agrava la emergencia social, que ya generan las
suspensiones, los despidos y la desaceleración productiva. Como no se introduce
un ingreso mínimo equivalente a la canasta familiar, la crisis tiende a golpear
frontalmente el bolsillo popular.
La protección del grueso de la población requería destinar los fondos
públicos a preservar salarios, ampliar el seguro al desempleo o incrementar los
gastos en salud, educación pública y vivienda. Pero el intervencionismo actual
favorece a las clases dominantes.
En la instrumentación de ese estatismo, actualmente convergen los keynesianos
y con los neoliberales. Especialmente los cultores de la privatización han
procesado un vertiginoso giro pragmático. Ahora cuestionan la sabiduría del
mercado y aplauden el gasto público.
El viraje estatista igualmente preserva la variedad de matices
social-liberales (Tabaré, Lula) y neo-desarrollistas (Cristina Kirchner), que ha
prevalecido en los últimos años. La nacionalización de los fondos de pensión que
se dispuso en Argentina -para prevenir el colapso de las jubilaciones y recaudar
fondos para la reactivación- es un ejemplo de estas diferencias. Las
singularidades nacionales del intervencionismo obedecen especialmente a la
intensidad de la lucha social o al deterioro económico-social precedente.
Pero la tónica dominante es hacia una convergencia de políticas económicas,
que no implica coordinación. Hasta ahora cada gobierno actúa por su cuenta,
especialmente en el plano comercial. La política de salvarse a costa del vecino
es muy visible en las devaluaciones competitivas y en los aumentos de aranceles.
Si este tipo de reacciones ha puesto en peligro la continuidad de la Unión
Europea, también puede conducir al naufragio de la integración sudamericana.
Experiencias y alternativas
En cualquier escenario próximo los pueblos sufrirán duros embates, si no
logran afianzar su resistencia al capital. Esta conclusión es la principal
lección de los colapsos financieros que padeció la región durante la década
pasada. Esas debacles desencadenaron rebeliones que permitieron acumular
importantes experiencias políticas y sociales.
Los alzamientos revirtieron en Bolivia un largo ciclo derechista, tumbaron en
Ecuador a varios presidentes neoliberales, suscitaron en Venezuela una acentuada
polarización y condujeron en Argentina al histórico levantamiento del 2001.
También generalizaron la batalla por anular privatizaciones, nacionalizar
recursos naturales y democratizar la vida política .
Los oprimidos de América Latina conocen las dramáticas consecuencias del
salvataje a los capitalistas y deben prepararse para enfrentar la agresión
social que acompañará al nuevo socorro de los banqueros.
Frente a este escenario los movimientos sociales, las organizaciones
políticas comprometidas con la lucha y los economistas radicales ya debaten
propuestas alternativas. En varios encuentros se han fijado las bases de esta
plataforma (Caracas, Buenos Aires, Pekín, Belem) .
Estos programas rechazan las medidas de regulación y control estatal que
socializan las pérdidas capitalistas. Llaman a la movilización para supervisar
cómo se utilizan los recursos públicos y denuncian las amenazas que afectan a
los derechos populares.
Los planteos que se han esbozado priorizan el mantenimiento del empleo, la
prohibición del despido, el reparto de las horas de trabajo sin modificar el
salario y la nacionalización de las fábricas que cierren o despidan. Estas
medidas son necesarias frente a la complicidad gubernamental con los recortes
empresarios de puestos de trabajo. La intermediación estatal en negociaciones,
para reducir salarios a cambio de preservar el empleo, es otra cara del
atropello social en curso.
Tres medidas en debate son particularmente acuciantes. En primer lugar, la
nacionalización sin ningún tipo de indemnización de los sistemas financieros,
para asegurar el control oficial del crédito en la explosiva coyuntura actual.
El rescate de los banqueros debe ser reemplazado por la expropiación de sus
bienes. Los estados deben recuperar el costo de mantener en funcionamiento los
bancos, absorbiendo las propiedades de sus accionistas y administradores. La
nueva Constitución de Ecuador –que prohíbe estatizar las deudas privadas- brinda
un fundamento para esta acción.
Mientras se realiza un catastro de las grandes fortunas hay que prevenir la
fuga de capitales, mediante estrictos controles de cambio y cierres de las
sucursales off shore. La apertura de los libros contables es también
indispensable para conocer la situación de cada entidad. Hay que anticiparse al
agravamiento del colapso, asegurando el funcionamiento del sector que articula
toda la actividad económica.
La segunda medida impostergable es la suspensión, revisión y anulación de las
deudas públicas externas e internas. Mientras que la crisis borra pasivos
multimillonarios en las economías centrales, América Latina continúa pagando.
Las cláusulas de riesgo sistémico que se utilizan en Estados Unidos para retasar
el monto y los plazos de obligaciones, no se instrumentan en la región.
Es el momento de seguir el camino que inició Ecuador, al poner en marcha una
auditoria integral tendiente a deslindar los fraudes de los pasivos reales. La
Comisión que revisó los títulos emitidos entre 1976 a 2006, encontró un
escandaloso incremento del endeudamiento (de 240 millones de dólares en 1970 a
17.400 millones en el 2007). También descubrió ausencia de registros y
renegociaciones fraudulentas, que condujeron a pagar sumas superiores a lo
recibido .
Si se implementa en forma consecuente, esa suspensión del pago de la deuda
ilegal tendrá un enorme impacto sobre la región. Sustituirá el repetido default,
por una decisión soberana de colocar a los acreedores en el banquillo de
acusados.
La tercera medida que impone la crisis es la nacionalización del petróleo, el
gas y la minería. Permitiría preservar los recursos que América Latina necesita
para protegerse del temblor global. Este camino ya ha sido iniciado por
Venezuela y Bolivia. Evo decidió recientemente nacionalizar una petrolera
(Chaco), que había incumplido con el traspaso de acciones al estado dispuesto
por el gobierno. Al denunciar el “carácter electoralista” de esta iniciativa, la
derecha transparenta la popularidad que tiene este tipo de medidas.
Pero las nacionalizaciones se adoptan con muchas vacilaciones y recurriendo a
erróneos pagos de indemnizaciones. En plena caída de los precios de las materias
primas estas erogaciones pueden resultar fatales .
El contexto político
La crisis global modifica la percepción general que habitualmente existe de
las medidas drásticas. En medio de un colapso que ha resquebrajado la ideología
neoliberal, nadie se asusta con llamados a nacionalizar, estatizar o suspender
pagos de la deuda. Es el momento de aprovechar este contexto para resguardar a
la población latinoamericana, adoptando decisiones contundentes. ¿Pero hay
condiciones para implementar un viraje radical?
Ciertos analistas estiman que el contexto político se ha tornado desfavorable
desde que la derecha recuperó terreno electoral (Chile, México), afianzó un
régimen criminal (Colombia), obtuvo victorias sectoriales (agro-sojeros de
Argentina) y sepultó los atisbos reformistas de varios gobiernos (Brasil,
Uruguay).
Ciertamente la derecha prepara contraofensivas en todos los países. Pero
hasta ahora ha perdido las grandes batallas. Fracasó con el golpe de estado en
Bolivia, falló con la provocación de Colombia sobre Ecuador y no pudo consumar
ningún ensayo de separatismo regional. Tampoco ha podido restaurar la unanimidad
derechista de los años 90, en un marco de continuada gravitación de los avances
logrados en la conciencia antiliberal y antiimperialista .
Pero existen, además, varios gobiernos nacionalistas radicales (Venezuela,
Bolivia, Ecuador), que podrían tomar en sus manos la implementación del programa
popular frente a la crisis. Estos procesos se distinguen de las administraciones
centroizquierdistas (Tabaré, Cristina, Lula, Bachelet) en tres planos: recurren
a la movilización, chocan con el imperialismo y las clases dominantes e intentan
medidas de redistribución del ingreso.
La singularidad progresiva de estos gobiernos volvió a corroborarse frente a
la masacre de Gaza. Evo y Chávez adoptaron una actitud ejemplar de ruptura con
Israel, que contrastó con la neutralidad diplomática de sus colegas
sudamericanos. Su postura se diferenció también de la criminal complicidad que
caracterizó a casi todos los gobiernos árabes.
En Ecuador, Bolivia y Venezuela se han consagrado, además, importantes
avances democráticos a través de nuevas Constituciones, aprobadas al cabo de
fuertes disputas electorales con la derecha. En el Altiplano, por ejemplo, se
reconoció el estado plurinacional, la separación de la Iglesia del estado y la
prohibición de bases militares extranjeras.
Pero los gobiernos nacionalistas radicales enfrentan grandes disyuntivas.
Mantienen el apoyo popular, pero las concesiones al capital y la ausencia de
medidas radicales tienden a generar fatiga. La crisis global abre una
oportunidad para superar ese desgaste con nuevos impulsos. La prioridad es
neutralizar el golpismo de la derecha e impedir el retorno de los conservadores.
Pero también es indispensable evitar un congelamiento de las transformaciones
sociales, que estabilice la capa de opresores que germina dentro de los procesos
populares.
En Bolivia se han ganado nuevamente las elecciones con más del 60% de los
votos, pero la derecha mantiene su fuerza en las regiones adversas. En lugar de
aprovechar la derrota del putch secesionista, se optó por incorporar a la
Constitución varias demandas de la oligarquía (especialmente el carácter no
retroactivo de los límites a la propiedad agraria).
En Venezuela persiste el vigor de los programas sociales y se ha obtenido un
contundente triunfo electoral, que revierte los resultados más adversos de
comicios anteriores. Pero al mismo tiempo se afianza la “boliburguesía” asociada
con el gobierno, que recicla la desigualdad social y recrea la repudiada
corrupción.
También en Ecuador se consolida la soberanía política, pero han aparecido
fuertes tensiones entre el gobierno y el movimiento indigenista, que
legítimamente protesta contra la entrega de áreas mineras a la explotación
transnacional.
Es el momento de superar estas dificultades radicalizando los procesos
nacionalistas, reforzando un eje político-regional con Cuba y revitalizando el
ALBA. Esta asociación introdujo principios de intercambio solidario, reafirmó
criterios de acción antiimperialista y planteó reformas sociales. En los últimos
meses incentivó la implementación de un sistema de compensación monetaria y
multiplicó los acuerdos con la zona del Caribe. Pero muchas medidas dependen de
un financiamiento petrolero amenazado por la crisis.
El ALBA podría cumplir un papel más significativo en el nuevo contexto, como
ámbito de formulación y ensayo de las respuestas populares al tsunami económico.
Una decisión clave es el retiro del CIADI, que ya inicio Bolivia. Es vital
también la campaña por abandonar el FMI y el Banco Mundial, para sentar las
bases de nuevos organismos de cooperación y solidaridad.
El ALBA ha buscado contrarrestar el estancamiento que impuso Brasil al
proyecto de Banco Sur y al sistema monetario latinoamericano (SUCRE). Se han
discutido mucho las normas de funcionamiento de esa entidad (voto por país o
proporcional al capital aportado), así como el volumen o el destino de los
fondos.
Pero mientras persista la tendencia de las clases dominantes a protegerse
individualmente del colapso financiero, estas iniciativas no prosperarán. Sólo
los oprimidos -que actúan sin la compulsión del beneficio y la competencia-
pueden garantizar la unidad regional. La crisis global crea nuevas condiciones
para avanzar hacia esa meta.
Un proyecto anticapitalista
América Latina cumplió un papel de vanguardia en la resistencia contra el
neoliberalismo, pero la crisis actual plantea otro desafío: ocupar un rol de
avanzada en la batalla contra el capitalismo. Este sistema es el responsable de
los descalabros actuales y su continuidad exigirá mayores sufrimientos
populares.
Sólo un camino de erradicación de la explotación, el desperdicio y la
desigualdad vigentes permitirá contrarrestar la miseria y el paro que augura la
debacle en curso. Este sendero exige adoptar medidas antiliberales y
anticapitalistas.
Las respuestas serán efectivas si facilitan una transición al socialismo,
opuesta a todos los proyectos de regular el capitalismo. El estatismo en boga
tiende a recrear las crisis, al cabo de penosos salvatajes solventados por la
población.
Dos perspectivas históricas diferentes están en juego en todos los debates
del movimiento social. El Banco del Sur, por ejemplo, puede concebirse en ambos
sentidos. Mientras que un rumbo socialista exigiría utilizar los fondos de esa
entidad para financiar la reforma agraria, las mejoras populares y las
cooperativas, el modelo capitalista induciría a respaldar las empresas locales,
que disputan mercados con sus rivales extra-regionales.
La misma disyuntiva determina lineamientos diferentes para el Fondo Regional
del Sur (sistema monetario de compensación de pagos). Podría facilitar la
redistribución del ingreso o emular los mecanismos capitalistas de
estabilización, que rigen en Asia o la Unión Europea. El camino socialista
requiere el retiro del FMI y del Banco Mundial, mientras que el sendero
capitalista apuntala la ilusión de democratizar esos organismos.
Sólo la perspectiva socialista permitirá organizar una economía al servicio
de las necesidades populares, con formas de planificación democrática que
atenúen (y eliminen posteriormente), las traumáticas turbulencias del ciclo
capitalista. El socialismo del futuro no guardará ninguna conexión con las
fracasadas experiencias de totalitarismo burocrático del siglo XX. Pondrá en
marcha la autogestión colectiva que se necesita para forjar una sociedad
igualitaria.
*****
Notas
1 Claudio Katz, Economista, Investigador, Profesor. Miembro del EDI
(Economistas de Izquierda). Su página web es:
www.lahaine.org/katz
2 The Economist-La Nación “América Latina se prepara para tiempos duros”,
22-1-09.
3 The Economist- La Nación, “Emergentes: ¿caída o tropezón”?, 20-1-09.
4 The Wall Street Journal- La Nación, “La sequía del financiamiento comercial
pone en jaque a los mercados emergentes”, 22-12-08.
5 Hemos analizado esta combinación de sobre-acumulación de capitales y
sobreproducción de mercancías en: Katz Claudio, “Codicia, regulación o
capitalismo”(30-12-08) y “Lección acelerada de capitalismo” (4-10-08),
http://katz.lahaine.org
6 Por ejemplo, Vanoli Alejandro. “Cómo inmunizar a la argentina en el casino
global”, Clarín, 16-8-07.
7 Esta tesis plantea, por ejemplo, Cardoso Fernando Henrique, “Ante una
reingeniería de las finanzas mundiales”, Clarín, 15-10-08.
8 Es la tesis que presentan: Gersh Alain. El consenso de Pekín Le Monde Diplo,
noviembre 2008, Sercovich Francisco. “Globalización: los nuevos desencantados”
Clarín, 19-8-07, Golub Philip “Hacia un mundo descentralizado”, Le Monde Diplo,
noviembre 2008, Buenos Aires.
9 Algunos periodistas utilizaron el término NAN (Nuevas Naciones
Adquisitivas) para describir este proceso, que incluyó la transferencia de una
parte de British Petroleum a capitalistas chinos, así como de la canadiense Inco
a empresarios brasileños y de la norteamericana Asaco a potentados de la India.
Cohen Roger. “El mundo está al revés”, La Nación, 2-6-08.
10 Los países del sudeste asiático tienen en su poder la mitad de la deuda
EEUU y China jugó un papel directo en los salvatajes de Fanny Mae y Freddie Mac.
Bular Martine, “El poder mundial se desplaza”, Le Monde Diplo, noviembre 2008.
11 El concepto de imperialismo colectivo ha sido desarrollado por Amin Samir,
“US imperialism, Europe and the middle east”, Monthly Review vol 56, n 6,
November 2004.
12 Una empresa de este tipo -como Cementos mexicanos- se encuentra en un
estado crítico por la retracción de insumos que provocó el desplome del negocio
inmobiliario. The Wall Street Journal- La Nación, “Cemex, un símbolo de la
globalización ahora hace frente a su costado adverso”, 11-12-08.
13 Un detallado análisis de estos problemas presenta: Canales Alejandro.
“Incluidos y segregados”, Crisis de hegemonía de Estados Unidos. Siglo XXI,
México, 2007.
14 Es la conducta que sugiere: Tokatlian Juan Gabriel, “Fin a la guerra fría
en América Latina”, Clarín, 20-1-09. Tokatlian Juan Gabriel. “Obama y el
cambio”, Pagina 12, 19-11-08. Tokatlian Juan Gabriel, “Un golpe a la hegemonía
de EEUU”, La Nación, 6-10-08.
15 La IV flota tiene previsto navegar por ríos interiores, con un
equipamiento equivalente a la V flota (Golfo Pérsico) o la VI flota
(Mediterráneo). Introducirá un complemento marítimo al control aéreo y
territorial que Estados Unidos detenta de la zona. Boron Atilio, “La IV flota
destruyó a Imperio”, ALAI, 21-8-08. Boron Atilio, “Gatopardismo imperial”,
Página 12, 21-1-09. Dufour Jules. “El regreso de la cuarta flota y el futuro de
América Latina”,
www.Mondalisation.ca/ , 28-8-08.
16 Cammack Paul. “Signos de los tiempos: capitalismo, competitividad y el
nuevo rostro del imperio en América Latina”. El imperio recargado, CLACSO,
Buenos Aires, 2005.
17 Estas empresas invirtieron en la región 165.000 millones de dólares (10%
de PBI español) y ahora predomina una oleada de ventas, visible en la salida del
grupo Marsans de Aerolíneas, la nacionalización de los fondos de pensión en
Argentina (manejados por el BBVA) y la estatización venezolana de filiales
locales del Santander. También Repsol se desprende de sus participaciones en
Venezuela, Bolivia y Ecuador. The Wall Street Journal- La Nación, “Las
inversiones en América Latina les cuestan caro a las empresas a las empresas
españolas”, 4-12-08.
18 Fukuyama Francis. “Nuevos desafíos geopolíticos” Clarín, 29-9-08. Gray
John, ¿Fin del liderazgo estadounidense?”, Clarín, 1-10-08. Diament Mario,
“Adiós a la era de EEUU”, La Nación, 17-5-08.
19 Con la Obamania recuperaron terreno los que apuestan a un resurgimiento
basado en la capacidad norteamericana para absorber inmigrantes. Oppenheimer
Andrés, “EEUU y la era post-Bush” La Nación, 25-11-08.
20 Roubini Nouriel. “La decadencia del imperio americano” Global
EconomMonitor, 9-08.
21 Guillén Arturo. “La declinación de la hegemonía estadounidense y sus
implicaciones para América Latina”. Ponencia al Segundo Coloquio de la SEPLA,
Caracas, 14-16 noviembre de 2007.
22 Es el enfoque de Wallerstein Immanuel, Capitalismo histórico y movimientos
anti-sistémicos: un análisis de sistemas – mundo, 2004, Akal, Madrid, (cap 28).
23 Estos enfoques remarcan también la subordinación de las elites locales al
capital foráneo y la restauración de formas primitivas de acumulación basadas en
la depredación. Un debate sobre estos temas plantea por Sorans Miguel, “¿Hay una
recolonización mundial?”, Correspondencia Internacional n 26, octubre- diciembre
2008. Ver también: Salinas Figueredo Darío. “Las coordenadas de la política
estadounidense”. Crisis de hegemonía de Estados Unidos. Siglo XXI, México, 2007.
24 La proporción de las ventas externas en comparación a las internas es muy
significativo en todas estas compañías. Un completo análisis de estas empresas
presenta: Luce Mathias, “La expansión del subimperialismo brasileño”, Patria
Grande, n 9, diciembre 2008.
25 Son 514 proyectos de energía, transporte y comunicaciones a desarrollar
diagramados y concebidos para el período 2005-2010. Verdum Ricardo,
“Financiamento a megaproyectos: novos desaíos”, Contra Corriente, Janeiro 2009.
Tautz Carlos “A Amazonia como alvo principal”, Contra Corriente, Janeiro 2009.
26 Lamarque Cecile, “El tratado entre Paraguay y Brasil: un escándalo que duró
demasiado”,
www.cadtm.org/spip.php , 25-12-08.
27 Oppenheimer Andrés, “Una decisiva alianza energética”, La Nación, 20-1-09.
Pagni Carlos, “La estrategia latinoamericana de Barack Obama”, La Nación,
18-1-09
28 Marini Ruy Mauro. “La dialéctica del desarrollo capitalista en Brasil”.
Subdesarrollo y revolución, Siglo XXI, 1985. Marini Ruy Mauro. Dialéctica de la
dependencia, ERA, México, 1985.
29 Marini Ruy Mauro. “Razones del neo-desarrollismo”. Revista Mexicana de
Sociología año XL, vol. XL, 1978.
30 Osorio Jaime. “Una cartografía para redescubrir América Latina”. Oikos, n
18, 2 do semestre 2004.
31 Wallerstein Immanuel Capitalismo histórico y movimientos anti-sistémicos:
un análisis de sistemas – mundo, 2004, Akal, Madrid.(cap 5)
32 Hemos analizado estas rebeliones en Katz Claudio, Las disyuntivas de la
izquierda en América Latina. Ediciones Luxemburg, Buenos Aires, 2008, (cap 1)
33 -Conferencia Internacional de Economía Política: Respuestas del Sur a la
crisis económica mundial, Declaración Final, Caracas, 11-10 2008
-“Salvar a los pueblos, no a los bancos”, Declaración de la Sociedad de
Economía Política y Pensamiento Crítico, Buenos Aires, 24, octubre 2008.
-The global economic crisis: An historic opportunity for transformation,
Pekín, October 2008,
http://www.cadtm.org/IMG/article
-“We won’t pay for the crisis. The rich have to pay for it”, Declaration of
the assembly of social movements at the world social forum, Belem, January 2009.
34 Tamayo Eduardo. “Las deudas se pagan, las estafas no”, ALAI, 20-11-08.
35 La compra de acciones de la siderúrgica Sidor –perteneciente al grupo
argentino Techint- en Venezuela por 1650 millones de dólares es un ejemplo de
estos desaciertos. Actuando como representante directo de los capitalistas, el
gobierno de Cristina Kirchner presionó por acelerar esos pagos.
36 Las periódicas encuestas de Latin-barómetro indican fuerte apoyo popular a
las movilizaciones, crítica a las desigualdades sociales y cuestionamientos del
mercado, La Nación, 17-12-08.
Bibliografía adicional
-Acosta Alberto “Una propuesta
múltiple desde la utopía”, enero 2008.
-Arruda Sampaio Jr Plinio. “Ofensiva neoliberal e reversao neocolonial na
América Latina. Pensamiento y acción por el socialismo. FISIP-CLASO, Buenos
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-Boron Atilio. “Prólogo”, Crisis de hegemonía de Estados Unidos. Siglo XXI,
México, 2007
-Cockcroft James. América Latina y Estados Unidos. Historia y política, Siglo
XXI, 2001, México, conclusión.
-Fiori José Luis. “Entrevista”. La Onda Digital,
www.laondadigital.com , 16-10-08.
-Gandásegui h Marco. “Obama, crisis y América Latina”, ALAI, 9-12-08
-Guerrero Modesto, “Señales de un continente en movimiento”, Página
12,8-11-08
-Maringoni Gilberto, “America Latina em 2009”, Revista do Enlace
-Martins Carlos Eduardo. “Los impasses de la hegemonía de Estados Unidos”.
Crisis de hegemonía de Estados Unidos. Siglo XXI, México, 2007
-Montecino Jorge, “Obama y la región”, ALAI, 13-11-08
-Petras James, “Repensar el desarrollo de América Latina”, Memoria n 224,
noviembre 2007.
-Sader Emir. “América Latino no século XXI”. Revista de Osal n 9, enero 2003.
-Salama Pierre “Argentine, Bresil, Méxique, face a la crise internacional”
socio13.wordpress.com/ 16-12-2008
-Toussaint Eric. “¿Qué crisis? ¿Qué respuestas puede dar el Sur?
www.rebelion.org/noticia . 4-12-2008
-Weisbrot Mark. “La recesión se puede evitar” Página 12, 16-11-08.