n la cumbre del G-8 en L´Aquila, el presidente de Rusia, Dmitri Medvédev y
el primer ministro de Japón, Taro Aso sostuvieron un áspero encuentro en el que
las partes expresaron de manera particularmente franca sus puntos de vista sobre
un asunto que desde comienzos de 1950 ha empañado notablemente las relaciones
bilaterales.
Mientras que las declaraciones del presidente ruso se ajustaron a la norma
diplomática, las réplicas del primer ministro japonés se destacaron por su
dureza contrastando con el tradicional tacto que tanto caracteriza la retórica
oriental.
En materia de las relaciones ruso-niponas, y en particular, en el "asunto
territorial", en la cumbre del G-8 no debió ocurrir nada del otro mundo. A
comienzos de año, funcionarios de alto rango del ministerio de Asuntos
Exteriores de Japón afirmaron en conversaciones privadas de que Aso no tenía
planes de proponer a Rusia nada nuevo en relación al contencioso territorial y
que consecuencia, Japón no espera nada especial del presidente Médvédev.
Pero poco antes del encuentro en L´Aquila, la situación comenzó a empeorar
después de que la Cámara Baja del Parlamento nipón aprobará y posteriormente, la
Cámara Alta del Legislativo de Japón ratificara el pasado 2 de julio, enmiendas
a la ley de 1982 sobre las "medidas especiales para acelerar la solución del
problema de los territorios del norte", que entre otras, estableció la
pertenencia de Japón de cuatro islotes del archipiélago de las islas Kuriles del
Sur.
Para Japón, "los territorios del norte" son cuatro islas, Iturup, Kunashir,
Shikotan y Jabomai, que forman parte del archipiélago de las islas Kuriles del
Sur, pertenecientes a Rusia, y cuya devolución exige Tokio como condición para
firmar con Rusia un tratado de paz, tras la II Guerra Mundial.
El paso emprendido por el parlamento japonés (en Japón casi desapercibido y
poco destacado por la prensa) ocasionó reacciones muy negativas en Rusia. La
Duma o Cámara Baja y posteriormente, el Consejo de la Federación, o Senado de
Rusia, aprobaron una declaración que incluyó propuestas para que Rusia apruebe
con retroactividad el Acuerdo de Paz de San Francisco por el cual, Japón
renunció a sus derechos sobre las islas Kuriles y la isla Sajalín del Sur.
Por su parte, las Administraciones Públicas de las islas Kuriles del Sur en
señal de protesta se manifestaron a favor de suspender el régimen de extensión
de visados con Japón.
En el curso de las conversaciones bilaterales en L´Aquila, el presidente ruso
subrayó que la discusión de temas tan complejos como la firma de un tratado de
paz y la problemática territorial entre Rusia y Japón debe transcurrir en un
ambiente adecuado.
Y, según la parte rusa, "esa atmósfera no ha mejorado sino que por el
contrario, ciertos pasos emprendidos han desatado manifestaciones de carácter
emocional". Medvédev informó que el Consejo de la Federación insiste en que sean
anuladas las enmiendas aprobadas por el parlamento de Japón. "Esto no quiere
decir la interrupción de los contactos, pero cada una de las partes está
obligada a emprender pasos de acercamiento", subrayó el líder ruso.
Al constatar que la parte rusa optó por la defensa diplomática y que no tiene
intenciones de solucionar los problemas de acuerdo a las propuestas de Japón, el
primer ministro nipón pasó a la ofensiva diciendo: "Japón no puede considerase
satisfecha con la situación actual".
Añadió que si Rusia no emprende pasos concretos hacia la firma del tratado de
paz, es decir, si no hace las concesiones territoriales que exige Tokio, Japón
desistirá del plan de concertar relaciones de asociación en la zona de Asia y
del Pacífico.
Y cuando Medvédev destacó que los empresarios de Rusia y de Japón a veces
muestran más comprensión y flexibilidad que los políticos de ambos países, el
primer ministro nipón pronunció su frase clave: "Ante la falta de avances
políticos, la élite empresarial japonesa podrá vacilar cuando se trate el tema
de programas de inversión en Siberia oriental".
Una señal más que clara. Si Moscú no emprende pasos hacia la devolución de
las cuatro islas, no habrá cooperación económica de Japón en el Extremo Oriente
de Rusia. Una amenaza que no puede considerase una broma si se tienen en cuenta
los planes fijados durante la reciente visita del primer ministro ruso Vladimir
Putin a Japón.
El primer ministro nipón amenazó con anular o congelar la ejecución de
contratos por miles de millones de dólares, lo que supondrá un duro revés en los
planes de desarrollo del Extremo Oriente ruso.
¿Estamos ante una situación muy terrible? Al analizar la posible causa de las
duras declaraciones del primer ministro nipón, en primer lugar hay que tener en
cuenta la situación política de Aso. Su permanencia en el cargo se aproxima a su
fin y el Partido Liberal-Demócrata (LDP) que preside, tiene pocas opciones en
las próximas elecciones para la elección de la cámara baja del parlamento nipón.
Aso apuesta por una postura dura en la arena interna y externa con el fin de
elevar la popularidad de LDP, aunque el principal interrogante es en qué medida
el sector empresarial y económico privado nipón está dispuesto a obedecer las
órdenes de Aso de renunciar a contactos ventajosos con Rusia sobre todo en
condiciones de crisis.
Vale recordar que el oponente principal del LDP en los comicios es el Partido
Democrático encabezado por Yukio Hatoyama, que también es presidente de la
Sociedad Rusia-Japón y que tiene una larga historia de relaciones con las
principales fuerzas y líderes políticos rusos.
En caso de que su partido gane las elecciones, Hatoyama será el nuevo primer
ministro y, a pesar de que no cabe esperar notables mejoras en la actitud de
Japón hacia el contencioso territorial, la postura del nuevo jefe del gabinete
difícilmente será tan categórica.