l encarcelamiento del marido de Mahayavi dejó a su familia desprotegida en
el peor momento. El hambre crónica se ha cebado en 100 millones más de personas
en el sur de Asia en los últimos dos años, según un informe de Unicef publicado
esta semana. Aunque el problema ya era de por sí grave en la región -que incluye
Afganistán, Pakistán, India, Nepal, Bangladesh, Sri Lanka, Bután y las
Maldivas-, se ha llegado a más de 400 millones de hambrientos, las peores cifras
en los últimos cuarenta años (y un 40% del total en todo el mundo). Un paso
atrás muy acusado en una región cuyo PIB subió de promedio casi un 10% entre
2005 y 2007.
Menor crecimiento
Aunque el crecimiento se ha desacelerado (según el FMI sólo será del 3,9% en
2009), la crisis es menos dura que en el resto del mundo. Pero el despegue
económico no ha logrado parar la desigualdad. "El crecimiento no ha sido
inclusivo en los países de la región. El campo está totalmente descuidado e
incluso dentro de los sectores que crecen, es sólo para unos cuantos", explica
C. P. Chandrashekhar, economista de la Universidad Jawaharlal Nehru.
El problema es de una dimensión aplastante: el 33% de la población come menos
de las 2.100 calorías recomendadas al día. Y el 74% vive, como la familia de
Mahayavi, con menos dos dólares al día (1,40 euros), según el informe Un
asunto de magnitud.
Justo esos 1.180 millones de personas que viven bajo el límite de pobreza que
marca el Banco Mundial son los más afectados ante el aumento de precios por la
crisis, porque gastan del 60% al 70% de sus ingresos en comida. De entre los
pobres, tanto en las ciudades como en el campo, los niños y las mujeres fueron
todavía los más golpeados.
Es el caso de Fatma y su bebé, a la que parió a la intemperie hace una semana
en Nueva Delhi. "A mi niña por ahora le doy el pecho, pero yo hay días que no
como", cuenta la joven de 24 años. Aunque no ha llevado a la recién nacida a un
doctor por falta de dinero, las vecinas aseguran que ha nacido baja de peso,
algo más que probable, pues la madre es anémica y hasta el 45% de los niños
menores de 5 años (un total de 175 millones) en la región está malnutrido. Una
tasa que es la más alta del mundo, incluido el África subsahariana.
La crisis se suma a situaciones ya existentes como desigualdad en los
ingresos, la rápida urbanización, polarización social, falta de atención de los
gobiernos a la agricultura y el desarrollo social, así como de los crecientes
efectos del cambio climático, como sequías, inundaciones y ciclones.
Como las familias de Fatma y Mahayav, en épocas de crisis se tiende a comer
más barato y menos nutritivo, lo que causa mayores índices de pérdida de peso y
malnutrición, especialmente dañinos en niños pequeños y embarazadas, dice el
organización de las Naciones Unidas para la infancia.
India es el país con más afectados por el hambre -que han aumentado hasta 230
millones de hambrientos, de 209,5 millones que había en 2006-. Este gigante
económico ha sufrido por pérdidas de empleo, reducción de exportaciones y
remesas. Aún así, no es donde la situación a empeorado más. En Nepal, la gente
que no cumple sus necesidades alimenticias aumentó en 50%, de seis a nueve
millones en sólo seis meses. En Pakistán se disparó de 37,5 millones hace tres
años a los actuales 84 millones. Y en Bangladesh ha subido un 13%: ahora hay
65,3 millones hambrientos.
En esta alarmante situación "la gente pobre está teniendo que tomar
decisiones que no son aceptables, como sacar de la escuela a sus hijos o tener
menos comida en la mesa", denuncia Dan Toole, director de Unicef en la región.
Lo que hace más trágica la espiral insalvable de la miseria: los niños que salen
de la escuela para trabajar casi nunca regresan y por lo tanto tienen muchas
menos posibilidades de mejorar sus vidas.
Los representantes de Unicef advierten de que se está al borde de la
catástrofe. "Sin una urgente e inclusiva respuesta gubernamental, los pobres del
sur de Asia -casi el 20% de la población mundial- van a sumirse aún más en la
pobreza y la malnutrición, con consecuencias negativas para el crecimiento y
desarrollo de la región y el mundo".
Pero si los países no mejoraron sus condiciones sociales antes de la crisis,
cuando sus PIB crecían en promedio hasta casi 10%, ¿cómo lo harán ahora? Unicef
insiste en que deben hacerlo. "Las inversiones en el capital social pagan por sí
mismas", asegura Aniruddha Bonnerjee, un consultor económico de la organización.
Y de ejemplo ponen a China y Singapur invirtiendo en educación y salud. Además,
"la cuestión de supervivencia", el hambre, no se debe a la falta de comida, sino
a la desigualdad y las políticas. "Todos los presupuestos son decisiones",
aseguran los representantes de Unicef, que creen que por ejemplo podría
reducirse el gasto militar en la zona (que en India y Pakistán llega hasta el
14% y 18% respectivamente del presupuesto) y aumentarse en programas sociales.
Según el organismo de Naciones Unidas, los países del sur de Asia, tienen que
seguir centrándose en el crecimiento, pero de una forma inclusiva, con redes
sociales de salud, educación, empleo y oportunidades para todos. Esto también
redundaría en asegurar la "estabilidad política". También se pueden usar
programas de estímulos fiscales y ayuda del extranjero para aumentar la
provisión de los servicio sociales básicos y sobre todo centrarse en programas
de entrenamiento y trabajo para la juventud, pues más de la mitad de la
población del sur de Asia es menor de 25 años.