urante la Asamblea Popular Nacional (APN) que recientemente concluyó, el
Primer Ministro Wen Jiabao prometió que la programática del régimen aseguraría
un crecimiento de 8% en 2009. El Banco Mundial, sin embargo, redujo esta
proyección por un 6.5%, lo cual representa una caída del previo 7.5%
Puesto que Estados Unidos, Europa y Japón todos se encuentran en recesión,
6.5% parece una cifra muy positiva. David Dollar, director del Banco Mundial en
el país, le hace eco al tono generalmente positivo de las perspectivas del banco
y se refiere a China como “punto relativamente prometedor en lo que por lo
contrario es una economía mundial bastante lúgubre”.
Pero el hecho que 4.9% de la expansión que se espera provendrá de un gran
“paquete” de estímulos promulgados por gobierno pone en relieve la verdadera
situación y gravedad de una economía que comienza a frenar. En otras palabras,
sin estas medidas para estimular la economía, la tasa de crecimiento que se
predice sería solamente un 1.6%, comparada con 13% en 2007.
Es improbable que las presunciones del Banco Mundial en cuanto al “paquete de
estímulos — valorado en US$585.000.000.000 — se conviertan en realidad. Los
nuevos préstamos bancarios del estado aumentaron a US$147.000.000.000 en
febrero, o sea, un 24% en comparación al año anterior luego de otro aumento de
un 21.3% en enero. No obstante, la expansión industrial sigue perdiendo auge y
las inversiones privadas se han paralizado casi totalmente. Muchas empresas, con
ninguna confianza en el futuro, ahora se valen de préstamos baratos para
especular en la bolsa de valores. Los únicos sectores que han crecido son los
gastos capitales de las grandes empresas estatales y para la infraestructura.
Todos estos indicios muestran que la inmensa maquinaria exportadora de China
- que ha funcionado como motor principal dee su espectacular desarrollo económico
-va a frenar pronto. En febrero, a pesar dee deducciones a los impuestos y otros
tipos de asistencia gubernamental, las exportaciones declinaron precipitadamente
un 25.7% comparadas con el año anterior, lo cual es mucho peor que el
crecimiento de un 1% que se esperaba. Además, además de una baja en 43.1% que
habían sufrido en enero, las importaciones disminuyeron un 24.1% en febrero.
Esto indica que las empresas consideran que el futuro de la economía es
deprimente y están reduciendo drásticamente la compra de maquinaria, piezas y
materias primas.
Las proyecciones del Banco Mundial también presumen que la reducción de las
exportaciones chinas llegaron a su nadir en febrero y que han de rebotar a
medida que la economía se recupera en la segunda mitad del 2009. Pero esto es
como andar con los ojos vendados. Esta semana, en su último pronóstico de la
economía mundial durante 2009, publicado esta semana, el Fondo Internacional
Monetario predice una contracción entre el 0.5 y el 1%. Para las economías
desarrolladas, las cuales constituyen los mercados principales de China, el
pronóstico es peor: una contracción entre el 3 y 3.5%. Ha sido la cuarta vez en
menos de seis meses que el FMI ha emitido revisiones a la baja.
Durante toda una década, China ha funcionado como ejemplo estelar del
milagroso mercado capitalista, sobretodo para las llamadas economías en vías de
desarrollo de Asia, África y Latinoamérica. La expansión de China era
aparentemente imparable. En 2007 se convirtió en la tercera economía mayor del
mundo, detrás de Estados Unidos y Japón, con excedentes superávits de la balanza
comercial e inmensas reservas de divisas.
Cuando la crisis hipotecaria estalló en Estados Unidos en 2007, el gobernador
del banco central de China, Zhou Xiaochuan, declaró que el efecto sobre las
exportaciones chinas sería no más que “ligero”. El octubre pasado, cuando el
sistema financiero mundial parecía que iba a desplomarse, el Financial Times,
bosquejó un “plan maestro” para que China “rescatara a Estados Unidos” y
especuló acerca de las condiciones que China podría imponer.
Pero todo esto se basa en una hipótesis equivocada: que China funciona como
entidad económica independiente. La globalización de la producción durante las
tres últimas décadas transformó al país en un inmenso manantial de mano de obra
barata para las empresas trasnacionales. Una porción bastante considerable de
las exportaciones de la China simplemente tienen que ver con el intercambio
geográfico de mercancías dentro de una misma empresa.
Pero si la situación se analiza con perspicacia, se puede ver que la orgía de
la especulación financiera en Estados Unidos y la transformación de China en
abastecedora mundial de la mano de obra super explotada estaban íntimamente
vinculadas; eran dos caras de la misma moneda. Impulsadas por tasas de
beneficios declinantes, las empresas estadounidenses se tornaron hacia China
para reducir los gastos de producción. A la misma vez, los productos baratos de
China ayudaron a mantener los salarios reales y la inflación a un bajo nivel en
Estados Unidos y permitieron que el Banco Federal de Reservas funcionara bajo un
régimen de tasas de interés bajas que formó las bases para la enorme expansión
de las ganancias por medio de la especulación. La deuda de los consumidores es
expandió, manteniendo de esa manea un mercado para los productos chinos. Los
superávits comerciales de China se reinvirtieron de nuevo en Estados Unidos para
prevenir el aumento del valor de yuan y así ayudar a sostener la enorme deuda de
Estados Unidos.
Parecía que este proceso iba a seguir indefinidamente. El Banco Federal de
Reservas de Estados Unidos reaccionó al colapso de cada burbuja especulativa
inyectando más dinero el sistema financiero, seguro de sí mismo en que el flujo
continuo de productos baratos prevendría la inflación desenfrenada. Se lograron
ganancias inmensas arraigadas en montañas de capital ficticio en forma de
derivados financieros y “paquetes” exóticos. Toda este castillo de arena tan
delicado ahora ha sido barrido por las olas.
Para China, el colapso ha resultado en una caída desastrosa en las
exportaciones a medida que los gastos de los consumidores en Estados Unidos y
Europa se han contraído marcadamente. Pero la China no está sola. Todas las
economías del Asia que reciben su impulso de las exportaciones se encuentran en
el mismo aprieto. El comercio entre las naciones del Asia, que en otros tiempos
era tan próspero y abastecía con piezas, materias primas y bienes capitales a
las fábricas chinas, también se derrumba debido las tensiones internas. Japón,
Hong Kong, Taiwán, Singapur y Corea del Sur todas han entrado formalmente en la
recesión.
Pero ahora se han presentado dudas acerca de las enormes inversiones de la
China en estados Unidos en forma de bonos y otras garantías. Un análisis
reciente del Concilio de Estados Unidos sobre las Relaciones Exteriores calcula
que puede que las reservas de divisas de la China lleguen a US$2.4 trillones.
Entre US$1.5 y US$1.7 trillones de esta cantidad se encuentran invertidos en
activos basados en dólares. La semana pasada, el ministro Wen expresó en público
ciertas inquietudes acerca de la seguridad de las inversiones de la China si el
dólar pierde su valor. Esta semana, el Banco federal de Reservas de Estados
Unidos agravó esas inquietudes con un plan que esencialmente permitiría la
imprenta de US$300.000.000.000 para financiar la deuda del país.
China se encuentra entre la espada y la pared. Si el valor del dólar cae,
Beijing sufrirá pérdidas que desestabilizarán a su propio sistema financiero y
bancario. Sin embargo, si pone en reversa sus inversiones en Estados Unidos,
Beijing podría causar una estampida mundial para descargar activos
estadounidenses, lo cual posiblemente podría tener consecuencias catastróficas
para el sistema bancario mundial y de Estados Unidos.
Al dirigirse a la Asamblea Popular Nacional, los dirigentes chinos trataron
de presentar el problema de la crisis económica creciente de la manera más
positiva. Wen le aseguró a los delegados que un crecimiento de 8% era posible;
favoreció las medidas que el régimen ha anunciado para el estímulo; y anunció
nuevas medidas para el bienestar social. Todos los presentes estaban bien
concientes que toda cifra menor del 8% significaría un aumento en el desempleo y
las tensiones sociales. Ya más de 20 millones de trabajadores itinerantes han
perdido sus empleos y un ejército creciente de obreros urbanos, estudiantes
graduados de universidad y soldados desmovilizados no pueden encontrar trabajo.
Oculto en el presupuesto que se le presentó a la APN se encontraba un punto
muy significativo: un enorme aumento de 20.5% en los gastos para la seguridad
pública, lo cual representa US$71.000.000.000. Esta cifra es mayor que el
presupuesto militar total de China, que equivale a US$70.2000.000.000 para el
2009. “Vanos a mejorar el sistema de alarma temprana para la estabilidad social
y así activamente prevenir y manejar debidamente todo tipo de incidente
popular”, le dijo Wen a los delegados. El propósito es demasiado evidente: la
piedra angular del “milagro chino” ha sido la omnipresente maquinaria del estado
policíaco para suprimir toda crítica, oposición política, manifestación y
huelga.
Los comentaristas estadounidenses, europeos y japoneses rutinariamente ponen
en tela de juicio los objetivos del aumento de los gastos de China para expandir
sus fuerzas militares, pero ninguno de ellos ha tenido nada que decir acerca de
presupuesto destinado a la seguridad. Se entiende muy bien en los ámbitos
financieros internacionales que la agitación social repercutiría por todo el
mundo desde el punto de vista político y económico.