n país tras país, la reacción a los colapsos financieros y los rescates del
gobierno en las últimas semanas es cuestionar el liderazgo económico de EE.UU. y
revisar políticas que se apegan al modelo estadounidense.
En América Latina, la crisis financiera constituye una victoria retórica para
políticos que defienden una mayor injerencia estatal en la economía y que
insisten que las panaceas neoliberales de Washington se encuentran en el centro
de la persistente desigualdad en los ingresos de la región.
De Venezuela a Ecuador y Argentina, los electores han respaldado a líderes
que apoyan una intervención directa en los mercados por medio de una variedad de
políticas poco ortodoxas, incluyendo controles de precios, la nacionalización de
industrias y, en algunos casos, la renuencia a pagar deudas. Los defensores de
esta tendencia casi asumen el poder en México y Perú en 2006. Los economistas
señalan que la crisis probablemente tendrá un efecto menos nocivo sobre países
como Venezuela y Argentina que Brasil y Chile, que se han ceñido a las recetas
del libre mercado.
En un mundo más entrelazado que nunca económica y financieramente, los
problemas parecen haber sembrado más dudas sobre el sistema estadounidense que
cualquier otra crisis en las últimas décadas. Eso le ha dado munición a los
detractores de Washington y ha debilitado a quienes comparten la preferencia de
EE.UU. por el capitalismo.
Los legisladores de Corea del Sur, por ejemplo, están reevaluando los planes
para desregular la industria financiera. La canciller alemana, Angela Merkel,
realizó una enérgica defensa de la ley que le otorga al Estado el poder de vetar
una adquisición de Volkswagen AG, la mayor automotriz europea. Asimismo, la
campaña de EE.UU. para lograr que China deje que el mercado fije el valor de su
moneda podría caer en oídos sordos, según analistas.
"La credibilidad de EE.UU. ha salido muy mal parada y su capacidad para
sermonear a otros países en materia económica se ha perdido para siempre",
señaló Christopher Wood, estratega de la corredora bursátil CLSA Asia-Pacific en
una nota enviada a sus clientes.
La propuesta del gobierno del presidente George W. Bush de gastar US$700.000
millones para adquirir valores tóxicos de bancos estadounidenses ya ha mermado
la confianza en el dólar entre los inversionistas que sienten que el plan podría
aumentar los ya altos niveles de endeudamiento de EE.UU. Tal preocupación podría
debilitar aún más el estatus del dólar como la divisa dominante en el mundo.
A medida que mengua la confianza en el liderazgo estadounidense, China y
otros países con grandes reservas en dólares podrían considerar el traslado de
más activos a otras divisas. Xu Xiaonian, profesor de la Escuela de Negocios
Internacionales China Europa, en Shanghai (CEIBS, por su sigla en inglés),
proyecta que el dólar se volverá "más y más débil, pase lo que pase".
Mientras tanto, Rusia y otros países han expresado su preocupación sobre el
dominio del dólar en las reservas mundiales. "Toda la economía mundial no puede
depender de sólo una prensa", señaló recientemente el primer ministro ruso,
Vladimir Putin. Buena parte de los US$600.000 millones de reservas rusas están
invertidas en activos en dólares.
La magnitud de las repercusiones dependerá de la duración y la gravedad de la
actual crisis. Una recuperación rápida podría restaurar algo de fe en la
adaptabilidad del sistema estadounidense.
La crisis, sin embargo, podría menoscabar el respaldo a las prioridades
internacionales de EE.UU., como expandir el acceso de las compañías financieras
estadounidenses a los mercados internacionales y abogar por una mayor
desregulación en Europa. "El modelo estadounidense antes tenía poco atractivo
para Europa", dijo Nina Hauer, legisladora socialdemócrata del parlamento
alemán. "Ahora ha perdido su atractivo por completo".
Los problemas de EE.UU. también podrían contribuir a una reconfiguración de
las finanzas globales.
La conmoción actual, por ejemplo, podría acelerar el cambio hacia una
arquitectura financiera más difusa, donde las capitales regionales jueguen un
rol más importante y dependan menos de las decisiones que se tomen en los
centros financieros de Nueva York y Londres.
Los grandes bancos occidentales han estado enviando altos ejecutivos a Asia y
Medio Oriente, ansiosos por hacer negocios con economías que aún siguen
creciendo con rapidez.
No son sólo centros de negocios establecidos, como Hong Kong y Singapur, sino
nuevos lugares como Shanghai, Mumbai y Dubai, en especial, los que están
atrayendo a los mejores talentos de Occidente.