Más allá de algunos pronósticos idílicos, nadie puede asegurar que se
mantenga el precio de las materias primas. Porque éstas reciben el impacto del
momento, que está marcado a fuego por la crisis desatada por las hipotecas, en
tanto la evolución de los precios del sector energético parecen no encontrar
techo.
Por Daniel Muchnik -
Clarín, Argentina
Ya se formulan hipótesis asombrosas: el valor del barril de petróleo puede
seguir trepando y alcanzar los 200 dólares.
"Dadas las previsiones de desaceleración de la economía mundial y el terrible
rendimiento de las Bolsas de los mercados emergentes, creemos haber presenciado
el apogeo del buen ciclo de las materias primas", escribió el lunes pasado en
una nota Brian Belski, de Merrill. "El mundo de las materias primas ha pasado de
cotizar según una perspectiva de crecimiento persistentemente vigoroso y pocas
existencias a una que ahora reconoce el riesgo de una considerable destrucción
de la demanda", opinan ahora, al unísono, otros especialistas.
Corroborando estas afirmaciones, el presidente de la Reserva Federal, el exigido
Ben Bernanke aseguró que eran "inciertas" las perspectivas de crecimiento
económico. Eso actuó rápidamente para determinar una merma en el precio
internacional del crudo. Tras bordear los 147 dólares el martes pasado, el
petróleo descendió hasta los 138,74 dólares.
Es sabido que los precios de las materias primas ascendieron, en los últimos
meses, mucho más allá del previsible incremento de la demanda. Básicamente fue
por la acción de fondos especulativos, que operaron en el mercado de futuros.
Con la perspectiva de que el hundimiento de las Bolsas y del mercado de deuda
ubicaba a los commodities como una posibilidad de ganancias especulativas.
Estos valores chocan ahora con el límite de la demanda, que se desacelera a
medida que los activos, los patrimonios y los ingresos de los países
desarrollados se desploman por la desvalorización de las monedas y de los
precios de las acciones y de los bonos.
Una manifestación, en ese sentido, fueron las palabras del presidente George W.
Bush durante una rueda de prensa el martes, en la que defendió el rescate de las
firmas Fannie Mae y Freddie Mac, responsables de la mitad de las hipotecas en
los Estados Unidos.
Sin embargo, Bush se vio forzado a instar a los norteamericanos a dejar su
dinero en los bancos, ya que el gobierno federal es el garante de los depósitos
en caso de que una institución quiebre. Y agregó: "No tienen que preocuparse si
tienen menos de 100 mil dólares en el banco." Fue un mensaje sin vueltas a los
depositantes, en referencia directa a la garantía federal, que cubre hasta ese
monto.
¿Pero llegará la tranquilidad pública en una sociedad signada hasta ahora por el
confort y la energía accesible, que está golpeada por los temores de una
recesión profunda, azorada y desprotegida ante la caída de firmas financieras
gigantescas que parecían forjadas en la roca, expuesta a los aumentos del
combustible, envuelta en una guerra como la de Irak casi sin salida en el corto
plazo, angustiada por las promesas bélicas de su presidente en otras geografías?
El momento financiero en Estados Unidos --que tanto hace recordar episodios
vividos en la Argentina-- presagia una mayor desvalorización y renovadas
problemáticas económicas, un encuadre peligroso que se ha trasladado a Europa,
como lo revelan las quiebras que comenzaron a multiplicarse en España.
Y allí, en la Península Ibérica, se está manifestando la relación de la
popularidad política con las contracciones económicas. En poquísimos meses, el
gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero pasó de ganar las últimas elecciones a
perder rápidamente imagen y apoyo social, porque el presidente no quiso aceptar
la palabra "crisis"para describir el presente y no supo hacerle frente a ese
fantasma con rapidez y realismo.
El llamado "viento de cola", que comenzó en 2002 y que tanto benefició a la
Argentina, parece empezar a soplar en otra dirección. Y encuentra a nuestro país
muy mal preparado para enfrentar un cambio en sus precios de intercambio. El
conflicto del Gobierno con el campo ha llevado a perder tres meses de
preparativos y de creación de estrategias para estar mejor ubicados ante los
vaivenes del mundo.