El desarrollo de cada país dependerá en gran medida de la adopción de
políticas adecuadas en materia de energía.
Por Ricardo Arriazu - Clarín
El precio mundial del petróleo alcanzó el pasado viernes su máximo
valor histórico (145 dólares por barril), incrementando quince veces su
valor de pocos años atrás. Este aumento fue acompañado por precios de
productos agrícolas y de metales que también alcanzaron sus máximos valores
históricos. Estos acontecimientos han generado tensiones económicas y
presiones inflacionarias, afectado en forma significativa la estructura
económica mundial y la distribución de la riqueza entre las naciones.
Nuestro país ha sido beneficiado por estas subas, aunque las transferencias de
ingresos han generado también tensiones internas sectoriales.
Los especialistas debaten intensamente acerca de los factores que explican
estos desarrollos, y sobre sus efectos de largo plazo: ¿Están originados por
limitaciones de oferta?; ¿Están explicados por incrementos de la demanda?;
¿Son un simple reflejo de la debilidad del dólar?; ¿Son el reflejo de
actividades especulativas?
Las respuestas a estos interrogantes no son simples pero ningún país puede
ignorarlas; su desarrollo futuro dependerá en gran medida de la adopción
de políticas adecuadas que las tomen en consideración. El petróleo es una
fuente de energía que ha dominado la economía y la geopolítica mundial desde
fines del siglo XIX.
Nuestras economías son totalmente dependientes de la disponibilidad de
energía, la que en gran medida proviene de los combustibles fósiles (petróleo,
gas y carbón). Nuestras ciudades, y nuestro modo de vida, han sido
radicalmente modificadas por la incorporación de maquinarias y equipos que nos
transportan, nos aíslan del calor y del frío, nos entretienen y, en general,
facilitan nuestras tareas. La posibilidad de una falta súbita de energía es un
desvelo constante de muchos gobiernos por sus potenciales efectos
devastadores tanto en lo económico como en lo social y lo político. Muchos
conflictos bélicos del último siglo han estado, de manera directa o indirecta,
asociados a temas energéticos.
Todo proceso de crecimiento económico está asociado a un uso creciente de
energía. La intensidad de esta mayor demanda de energía varía en las distintas
etapas de un proceso de desarrollo económico. Las etapas iniciales están
siempre asociadas a un uso creciente de energía al permitir el acceso de una
porción creciente de la población al confort asociado a las nuevas
tecnologías. En esta etapa el consumo de energía por habitante crece en
forma sostenida y la demanda total de energía crece a un ritmo más rápido que
el de la producción.
En las etapas más maduras el ritmo de crecimiento de la demanda se atenúa y se
ubica por debajo del crecimiento de la producción. En algunos países
desarrollados y con gran conciencia ecológica (como Suecia) el consumo por
habitante muestra una continua tendencia declinante.
Dejando de lado a los países productores de petróleo del Medio Oriente, el
país con el mayor consumo de petróleo por habitante es Singapur (185 mil
barriles por día por habitante), seguido de cerca por Canadá y los Estados
Unidos (más de 70 mil barriles diarios), mientras que en el otro extremo el
consumo más bajo se encuentra en la República Democrática del Congo con sólo
147 barriles.
Como es de esperar, China y la India muestran niveles intermedios de consumo
por habitante (6 mil y 3 mil barriles diarios respectivamente). Esta
tendencia, y el mayor ritmo relativo de crecimiento económico, explica que
la demanda en China haya crecido en los últimos 7 años a un ritmo cinco veces
superior al promedio mundial, al mismo tiempo que la demanda de los
principales países europeos haya caído durante el mismo período. El propio
ritmo de expansión de la demanda China también se ha reducido durante los
últimos años, a pesar de que su consumo interno estaba muy subsidiado.
La información disponible muestra que la demanda total de petróleo creció
durante los últimos años a un ritmo constante (aunque a una tasa
decreciente), a pesar que la demanda de los países desarrollados se redujo. La
creciente demanda de los países emergentes compensó esta caída a pesar de que
su ritmo de crecimiento no se aceleró. Los subsidios internos vigentes en
muchos países explican en gran medida este comportamiento. La reducción de los
inventarios mundiales de petróleo contribuyó de manera significativa a la
reciente suba de precios. Estos inventarios están compuestos por tres
categorías totalmente diferenciadas: los estratégicos gubernamentales, los de
la industria, y los que se encuentran en tránsito entre puertos. Muchos países
consideran que una porción de esta información es "estratégica", por lo que la
información pública no es totalmente confiable.
La historia nos muestra que estas burbujas de precios fueron siempre
seguidas de grandes bajas. Las advertencias de que "el petróleo se está
agotando" existieron siempre, y nuevos descubrimientos las contradijeron. La
cantidad de petróleo es finita y eventualmente se agotará, pero nadie conoce
con certeza cuándo sucederá.
Un viejo chiste venezolano señala que "el fin del mundo comenzará con un gran
congestionamiento de tráfico en Caracas". Esta ironía enfatiza no sólo las
características geográficas de la capital venezolana, sino también los efectos
combinados de una abundancia de automotores y de combustible baratos. En el
otro extremo, la historia nos cuenta que Albert Speer, Ministro de Armamento y
Producción Bélica de la Alemania nazi, llegó a la conclusión de que "el fin
estaba cerca" cuando en una visita de inspección a Italia observó que 150
vehículos de guerra alemanes estaban siendo arrastrados por yuntas de bueyes
ante la total falta de combustible. Estos dos ejemplos muestran tanto la
importancia del petróleo como la relatividad de los argumentos cuando se
evalúan los acontecimientos con una visión parcial. Parafraseando a Ortega y
Gasset "yo soy yo y mi circunstancia".