La diplomacia petrolera solía ser el campo de acción de un
pequeño y selecto grupo con poder para actuar cuando los precios se desbocaban.
Por Neil King Jr. y Marc Champion
- The Wall Street Journal
Después de que la guerra entre Irán e Irak disparara los
precios del petróleo a principios de los años 80, Estados Unidos ayudó a
persuadir a Arabia Saudia de que ampliara su producción para tranquilizar a los
mercados. Las petroleras que operan en el Mar del Norte y Alaska también
actuaron rápido aumentando su producción, generando un exceso de suministro que
duró por lo menos hasta mediados de los años 90.
En esta ocasión, con los costos de los combustibles causando
dolores de cabeza en todo el mundo, un elenco bastante distinto entrará en el
escenario el domingo en Arabia Saudita, cuando decenas de líderes mundiales y
ejecutivos se reúnan para discutir formas de revertir el alza histórica en los
precios del crudo, que han subido 40% este año. El tamaño del grupo subraya lo
difícil que probablemente será encontrar una solución.
Las crisis petroleras anteriores generalmente eran el resultado
de guerras, pero hoy los precios del crudo se han disparado gracias a una serie
de factores, desde la sed insaciable de China y la debilidad del dólar hasta los
temores de que las reservas petroleras se estén agotando. Ahora que el consumo
de petróleo se ha difundido a las esquinas más remotas del mundo, los problemas
económicos resultantes también se sienten globalmente, como lo demuestra la
crisis que enfrentan las aerolíneas estadounidenses, las crecientes protestas en
Europa y los pedidos de rescate financiero que resuenan desde los países pobres
de Asia y Latinoamérica.
El rey Abdalá de Arabia Saudita convocó a la reunión, temeroso
de que los precios del petróleo pudieran dañar la economía mundial y limitar
permanentemente la demanda en las mayores economías mundiales como la
estadounidense. Casi todos los asistentes (los países productores de petróleo,
las grandes petroleras, China y países como EE.UU.) llegarán cojeando. "Nadie va
a esta reunión con una influencia o autoridad particular", dijo David Kirsch, un
ex funcionario del Departamento de Energía de EE.UU. que ahora trabaja en PFC
Energy en Washington.
El participante que asume el mayor riesgo este fin de semana es
Arabia Saudita. En un momento crucial. y con su prestigio en la línea, el líder
de facto de la Organización de Países Exportadores de Petróleo y por mucho el
mayor poder petrolero en el mundo aparece repentinamente debilitado. Desde el
viernes, Arabia Saudita ha tratado de definir el tono de la reunión de Yidda,
prometiendo un impulso en la producción petrolera para bajar los precios. En su
lugar, los precios se han mantenido firmes.
El precio de referencia del petróleo cerró el miércoles en la
Bolsa Mercantil de Nueva York US$2,67 al alza a US$136,68.
Si la apuesta de Arabia Saudita por bajar los precios se queda
corta, dicen analistas, la credibilidad de la OPEP (responsable de cerca del 40%
de la producción mundial diaria de petróleo) también se resentirá. Pero algunos
países miembros de la OPEP, particularmente Irán, se han manifestado en contra
del ímpetu saudita de incrementar unilateralmente la producción, diciendo que
esa decisión debería dejarse al grupo y que el mercado no necesita
abastecimiento adicional.
Funcionarios de EE.UU. arribarán con propuestas para aclarar y
quizás corregir la desenfrenada negociación de futuros de petróleo, a la que
algunos le han echado la culpa de las recientes alzas en los precios. No
obstante, los asesores del presidente George W. Bush reconocen que las
soluciones a largo plazo necesitarán años para reducir la demanda en EE.UU.,
estas incluyen más energía nuclear, más perforaciones en alta mar, autos
eléctricos y un planeamiento urbano más inteligente.
Los líderes europeos, como el primer ministro Gordon Brown,
están presionados ante la creciente molestia de la gente y las limitaciones en
el gasto provocadas por las economías en desaceleración.
Las cumbres en Bruselas y Yidda probablemente no proporcionarán
ninguna solución radical y de corto plazo para Europa, ya que los países de la
UE discrepan acerca de las causas del alza de los precios de los combustibles.
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