Con ese dinero, y comercialmente hablando, Blackwater expandió sus servicios.
Según
Scahill, "Blackwater también está desarrollando su propia CIA, es decir: su
propia "solución de inteligencia", dirigida por el propio Prince, y
supervisada directamente por antiguos "altos mandos de los servicios de
inteligencia estadounidenses con más de 100 años de experiencia entre todos".
Esta
diversificación también afecta a América Latina, donde la compañía
trabaja a través de subcontratas, empleando como marco de intervención el
Programa de Lucha contra las Drogas iniciado por la Administración Bush.
Blackwater, además de ser el
ejército privado más poderoso del mundo, es identificada como la "guardia
pretoriana" de Bush, y goza de un status de favoritismo especial en el
plantel de las contratistas de seguridad privada del Pentágono.
Los
mercenarios de la Blackwater, ex soldados y agentes de inteligencia veteranos y
con experiencia en los conflictos de América Latina de los 80 y 90, actúan
también en Afganistán tras el 11-S y se han desempeñado en las calles de Nueva
Orleans (EE UU) tras el paso del huracán Katrina.
Si hay algo que distingue a Blackwater de una empresa habitual de mercenarios,
es que sus miembros se distinguen por una ideología claramente conservadora y
afín al actual Gobierno de Bush. "Uno no podría contratar a Blackwater para
derrocar a Uribe -aliado estadounidense- en Colombia, pero sí en el caso de
Chávez...", estima Scahill.
Sobre el terreno, Blackwater opera bajo una jerarquía paramilitar de cinco
niveles, encabezada por aquellos operativos procedentes de las fuerzas
especiales estadounidenses -NAVY Seals o Delta Force-, con años de experiencia
y altamente entrenados, que escapan a la imagen que se tiene de las fuerzas de Blackwater como "vaqueros sedientos de sangre".
"Están altamente entrenados y
tienen años de experiencia a sus espaldas", explicó Scahill, "y se ven a sí
mismos como patriotas que creen que están sirviendo a su país", por 650 dólares
al día.
En su libro, Scahill asegura que
esta fuerza de seguridad privada (motivo también del reportaje del diario
Virginian Pilot finalista de los Pulitzer 2007) cuenta hoy con 20 aviones
y hasta 20.000 soldados listos para entrar en combate en cualquier parte del
planeta.
Blackwater, fundada hace 10 años por
el ex navy Erik Prince, un operador de la derecha cristiana fundamentalista
estadounidense, en su página web se define como "no simplemente una compañía
privada de seguridad", y amplía su abanico de operaciones al "mantenimiento de
la paz", el refuerzo de la ley y la seguridad con "militares profesionales".
Pero, y fundamentalmente, Blackwater,
desde el 11-S hasta aquí, abreva sus principios operativos en el sostenimiento
de la "guerra contraterrorista" lanzada por Bush los halcones, y que sirviera de
justificación para las invasiones a Irak y Afganistán, donde el ejército privado
fundamentalista ha conseguido la tajada de los mejores contratos.
En su página web Blackwater brinda
multitud de detalles de sus entrenamientos -incluso con videos y
explicaciones de las prácticas de tiro-, información sobre sus flotas y hasta se
puede descargar el impreso de inscripción como mercenario.
Hasta el 31 de marzo del 2004, este
ejército privado era totalmente desconocido para el gran público.
Su presencia en Irak se reveló
cuando cuatro de sus miembros fueron capturados en una emboscada en Faluya y
linchados por la multitud que luego quemó sus cuerpos y los colgó de un puente.
Las imágenes de este incidente,
además de escandalizar a la opinión pública, revelaron al mundo que existían
contratistas militares privados operando en Irak, cuya cifra de integrantes
superan los 100.000 efectivos.
Según
el analista militar, Peter Singer, autor del libro Guerreros
Corporativos, el negocio de los ejércitos privados en el mundo representa
"cerca de 100 mil millones de dólares en negocios globales, y operan en unos
50 países.
Bajo la influencia de Cheney y
Rumsfeld el gobierno de EEUU comenzó a subcontratar con las corporaciones
militares privadas, gran parte de las funciones operativas que
tradicionalmente venían desarrollando las Fuerzas Armadas.
Según el diario Los
Ángeles Times, el Ejército de EEUU paga los servicios de unos 180.000
mercenarios de las empresas de seguridad en Irak, que superan en número a los
160.000 soldados del Pentágono desplegados en el país ocupado.