errill anunciará mañana rebajas contables de entre US$6.000
millones y US$8.000 millones en valores hipotecaros, dice una fuente cercana. La
nueva rebaja contable elevará el total a más de US$30.000 millones y obligará a
la firma de valores a incurrir en su tercera pérdida trimestral consecutiva, el
mayor bache en sus 94 años de historia.
Merrill prepara un plan de ahorro que incluye recortes
laborales de entre 10% y 15% en algunas áreas donde los negocios han decaído,
como el financiamiento de bonos, dicen fuentes al tanto.
Aunque Merrill dista de ser la única firma en aprietos, una
mirada a cómo terminó metida en este problema y sus fallidos intentos por
recuperarse muestran por qué la contracción del crédito está resultando tan
profunda y persistente. Merrill continuó creando agresivamente nuevos valores
hipotecarios pese a que se había convertido en una práctica arriesgada. Entre
los ansiosos por saber qué salió mal está la Comisión de Bolsa y Valores de
EE.UU., la cual investiga si Merrill y otras firmas deberían haber advertido a
los inversionistas con mayor antelación sobre el desplome del negocio
hipotecario del año pasado.
Cuando el sector inmobiliario de EE.UU. tuvo su auge esta
década, Merrill se benefició al transformar bonos respaldados por hipotecas en
valores complejos. Al principio, estaba bien protegida del riesgo crediticio. La
seguridad comenzó a desvanecerse en los primeros meses de 2006, pero Merrill
siguió apostando.
Cuando las fisuras en los mercados inmobiliario e hipotecario
se profundizaban, a principios de 2007, Merrill dejó pasar otra oportunidad para
reducir su inversión. De hecho, incrementó su producción de complejos valores de
deuda (pese a la escasez de compradores), en lo que terminó siendo un esfuerzo
fallido por limitar sus pérdidas.
La estrategia dejó a Merrill muy expuesta a los valores
hipotecarios, cuyas excelentes calificaciones de crédito proveyeron escasa
protección cuando los inversionistas huyeron despavoridos. Entonces, Merrill
tomó otra fatídica decisión: trató de cubrir parte de su gigantesco riesgo
hipotecario a través de aseguradoras de bonos cuya fortaleza era cuestionable.
Merrill declinó comentar sobre esta versión de los hechos.
Desde entonces, Merrill ha progresado en sus esfuerzos por
poner su casa en orden. Ha reducido su exposición a ciertos valores hipotecarios
de riesgo de US$40.900 millones en junio a US$7.500 millones. Buena parte de su
menor exposición proviene de las rebajas contables o del pago a un tercero para
que se haga cargo del riesgo crediticio.
John Thain, el nuevo presidente ejecutivo de la firma, ha dicho
que, tras recaudar recientemente US$12.800 millones en capital, Merrill no
necesitará más efectivo en el futuro próximo.
Thain ha hecho hincapié en la importancia de las reuniones
semanales de gestión de riesgo al requerir que los responsables de los negocios
de corretaje asistan a las reuniones y al hacer que los principales gestores de
riesgo reporten directamente ante él. También ha reducido el incentivo para los
ejecutivos de saltarse las reglas al ligar una mayor parte de su remuneración a
los resultados generales de la firma y menos a lo que hace cada unidad por su
cuenta.
Sin embargo, hasta finales del año, Merrill aún parecía estar
tomando grandes riesgos. Su tasa de apalancamiento (cuántas veces los activos
exceden el capital), se mantuvo en casi 32 a 1, un margen más alto que la
mayoría de otras firmas en Wall Street. Un apalancamiento tan grande magnifica
tanto las ganancias como las pérdidas.
El primer temblor que sacudió el rentable negocio hipotecario
de Merrill se sintió en 2005. A medida que transformaba bonos hipotecarios en
valores llamados obligaciones de deuda colateralizada (CDO, por sus siglas en
inglés), Merrill contaba con un socio clave, la aseguradora American
International Group Inc.
Una filial de AIG cargaba el peso del riesgo de impago de los
CDO más grandes y mejor calificados. Pero la preocupación por la relajación de
los estándares de crédito motivó a AIG a dejar de asegurar esos valores a
finales de 2005, lo que hizo que se volviera un negocio más riesgoso. Pero en
vez de reducir su financiación de CDO, Merrill pisó el acelerador. Comenzó a
incluir en sus balances grandes pedazos de las partes mejor calificadas de los
CDO de cuyos riesgos no podían deshacerse.
El control de riesgo en la firma, que en ese momento estaba
dirigida por Stan O'Neal, estaba comenzando a relajarse. Un gestor de riesgo,
John Breit, fue ignorado cuando objetó a ciertos riesgos que la firma asumió al
financiar acuerdos canadienses, según fuentes al tanto.
Merrill redujo el estatus de Breit en su jerarquía y luego le
dio un trabajo fuera del grupo de gestión de riesgo.
Algunos gestores que eran vistos como impedimentos a la
estrategia de valores hipotecarios de Merrill fueron despedidos. Un ejemplo es
Jeffrey Kronthal, quien había impuesto límites a la cantidad de activos CDO que
la firma podía poseer en sus balances (entre US$3.000 millones y US$4.000
millones) y a su exposición a las posibles pérdidas CDO (unos US$75 millones al
día). Merrill lo despidió junto a otros dos gestores de bonos a mediados de
2006, una época en la que el mercado inmobiliario aún era fuerte, pero estaba
llegando a su cúspide.
Luego del despido de O'Neal, a finales del año pasado, Thain ha
tratado de recuperar la confianza de los inversionistas. Una de sus primeras
medidas fue mejorar los controles de riesgo de la firma. Asimismo, Merrill
recontrató a Kronthal en diciembre. Su nueva misión: ayudar a la firma a limpiar
el desastre de los CDO.