En lo que constituye su primer descenso en una década, el
suministro ruso de crudo promedió 10 millones de barriles al día en el primer
trimestre de este año, una caída de cerca de 1% frente al mismo período del año
pasado. Éstas son noticias preocupantes para un país que a principios de esta
década había tenido un crecimiento en su producción de dos dígitos anuales.
Ayer, el petróleo subió 1,5% para llegar a los US$111,76 por barril en Nueva
York, un nuevo récord.
La desaceleración en Rusia, el segundo exportador de crudo
después de Arabia Saudita, ha intensificado las preocupaciones sobre el
suministro petrolero de largo plazo en medio del declive en la producción de
yacimientos gigantescos como Cantarell, en México, y Prudhoe Bay, en Alaska.
A medida que se han disparado los precios, Arabia Saudita y
otros miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) han
esgrimido que los aumentos previstos en la producción de los países no
pertenecientes a la organización muestran que el mundo no necesita que la OPEP
aporte más barriles. Aunque disminuya la demanda a raíz del bache económico
estadounidense, muchos analistas temen que una caída en el suministro en los
próximos meses envíe los precios a niveles aún más altos.
"No hay mucho suministro entrando en este momento, así que esta
[falta de crecimiento de la OPEP] está estructurando toda la actividad del
mercado", dice Roger Diwan, consultor de energía de la estadounidense PFC Energy.
La caída en la producción rusa también resalta una preocupante
realidad. Pese al auge de los precios en los últimos cinco años, la producción
de crudo de los países que no pertenecen a la OPEP se ha mantenido esencialmente
en el mismo nivel desde 2005, desafiando la tradicional relación entre altos
precios y aumentos en la producción. Las razones van desde la escalada en los
costos de exploración a los cada vez más remotos lugares donde se están
encontrando los nuevos yacimientos.
Algunos altos funcionarios rusos, como el ministro de recursos
naturales Yuri Trutnev, predicen que la producción del país para este año podría
ser menor a la del año pasado. Pero no todos están de acuerdo. El Ministerio de
Energía anticipa un aumento de 1,8%, mientras que la Agencia Internacional de
Energía predice un crecimiento de 0,8%.
Lo que está claro es que la producción de crudo de Rusia ha
tocado al menos un techo temporal después de años de fuerte crecimiento.
La producción colapsó después del desmoronamiento de la Unión
Soviética, a medida que el precio del crudo se iba a pique y la inversión se
agotaba.
La producción comenzó a repuntar en 1999, cuando las nuevas
petroleras privadas usaron técnicas occidentales para recuperar campos maduros,
pasando de 6 millones de barriles al día en 1996 a 9,4 millones de barriles al
día el año pasado.
El problema de Rusia es que sus antiguos campos siberianos,
responsables de buena parte del repunte, han retomado su tendencia de largo
plazo a la baja. El país necesitará trabajar en los recónditos e inexplorados
yacimientos del este de Siberia para asegurar su crecimiento futuro. Pero hasta
el momento, los altos impuestos proveen pocos incentivos para que las petroleras
inviertan en nueva producción.
Las empresas extranjeras también han sido cautas tras la
creciente interferencia del gobierno en el sector energético, tipificada por la
nacionalización del gigante OAO Yukos y las tribulaciones de inversionistas
extranjeros como Royal Dutch Shell PLC y BP.
En un esfuerzo por impulsar la inversión, el gobierno ruso
reveló recientemente un recorte de impuestos de US$4.200 millones para el
sector, el cual fue bien recibido.
Tal vez no sea suficiente. Leonid Fedun, vicepresidente de OAO
Lukoil, una de las mayores petroleras rusas, asegura que la industria petrolera
rusa necesita una inversión de US$1 billón (millón de millones) a lo largo de
los próximos 20 años tan sólo para mantener la producción de 10 millones de
barriles al día.