Estados Unidos, la economía en el epicentro de la crisis, está arrastrando
consigo el crecimiento mundial. El miércoles, el presidente de la Reserva
Federal, Ben Bernanke, brindó su evaluación más sombría de la economía e insinuó
que es posible que el país entre en recesión. "Ahora parece probable que el
Producto Interno Bruto no crezca mucho, o nada, en el primer semestre de 2008 y
es posible que incluso se contraiga un poco", dijo ante el Congreso. Añadió que
la Fed proyecta un menor crecimiento mundial en los trimestres venideros.
El impacto de la crisis en el resto del mundo, sin embargo, es desparejo.
Países como Australia, Brasil y los Emiratos Árabes Unidos siguen expandiéndose
en forma vigorosa, aunque a un menor ritmo que en 2007, gracias a su abundancia
de materias primas como el crudo, hierro, alúmina y cobre. A su vez, los
productores industriales como Alemania y Japón están sorteando los problemas
gracias a que han diversificado sus mercados para maquinaria pesada.
Mientras tanto, los exportadores asiáticos de bienes de consumo como Tailandia,
Filipinas, Malasia e incluso China, que se volvieron prósperos impulsando el
comercio con Estados Unidos, están viendo cómo sus estratosféricas tasas de
crecimiento empiezan a descender. Los países bálticos, Hungría e Islandia, que
tomaron grandes cantidades de dinero prestado para financiar su desarrollo,
están en la mira de instituciones financieras internacionales para determinar si
serán las próximas víctimas de la crisis del crédito que comenzó en el mercado
inmobiliario de EE.UU.
Imagine la crisis como un tornado. Se formó en Florida, California, Nevada y
otros estados donde colapsaron los mercados inmobiliarios. Cobró fuerza a medida
que los valores hipotecarios causaban onerosas pérdidas en EE.UU. y Europa. Eso
ha sacudido a EE.UU., ha secado el crédito en este país y algunas partes de
Europa, empujado a la Fed a recortar las tasas de interés y debilitando al
dólar. Ahora, el tornado financiero se abre paso por el resto del mundo,
destrozando algunos lugares y dejando intactos a otros.
"La diferencia notable entre este período de agitación financiera y los del
pasado es el desempeño de los países desarrollados y emergentes", dijo el
presidente del Banco Mundial Robert Zoellick en un discurso ayer en Washington.
"No sólo ha cambiado el epicentro del terremoto (alejándose de los países en
desarrollo), sino que, por ahora, las réplicas han sacudido a los mercados de
forma diferente".
La salud de la economía global acaparará la atención de los debates que
comenzarán el 12 de abril en Washington, a medida que los ministros de Finanzas
se reúnan con motivo de las reuniones semestrales del Fondo Monetario
Internacional y el Banco Mundial. En la agenda resaltan temas como qué pasos
tomar para actualizar la regulación financiera global, cómo aliviar la crisis
crediticia y estimular el crecimiento.
Actualmente, la economía global parece bien posicionada para superar las
turbulencias, pero otro gallo cantaría si EE.UU. cae en una recesión profunda y
prolongada. Se espera que la economía global crezca 3,8% este año, en
comparación al 4,7% del año anterior, según cifras que revelará mañana el
Instituto Peterson de Economía Internacional, un centro de estudios de
Washington D.C.
Por ahora, los países con abundantes recursos naturales, como Rusia, Brasil y
Australia, parecen encaminados a seguir prosperando. El voraz apetito por
materias primas exhibido por China, India y otros países ofrece a los
productores alternativas a EE.UU. y reduce los riesgos de un colapso del mercado
de commodities.
Las tasas de interés de Brasil, por ejemplo, empiezan a caer tras permanecer
varios años en la estratosfera, lo que se traduce en crédito relativamente
barato para los brasileños, que lo están aprovechando para cambiarse de casa,
comprar autos e instalar pequeños negocios. La automotriz estadounidense General
Motors Corp. batió una marca con la venta de 499.000 vehículos en Brasil el año
pasado y los grandes bancos de inversión se están expandiendo en el país para
sacarle el jugo al número récord de salidas a bolsa y otros acuerdos. "Por
ahora, los brasileños comunes y corrientes están a salvo de la crisis", señala
Luis Largman, director financiero de Cyrela Brazil Realty, una constructora de
São Paulo. En julio del año pasado, justo cuando se desataba la crisis de las
hipotecas de alto riesgo en EE.UU., su empresa se vio obligada a cancelar los
planes para una emisión de bonos dirigida a inversionistas estadounidenses.
Acabó por recaudar los fondos, unos US$285 millones, entre inversionistas
brasileños a casi el mismo costo.
De hecho, el mayor problema de algunos productores de commodities es el riesgo
de sobrecalentamiento. Los productores de crudo de Medio Oriente están volcando
su nueva riqueza en carreteras, aeropuertos y proyectos de desarrollo petrolero
y gasífero financiados por el Estado. Todo este gasto ha generado fuertes
presiones inflacionarias. El fenómeno es exacerbado por la caída del dólar, que
encarece el precio de las importaciones en las naciones del Golfo Pérsico que
vinculan sus monedas al dólar.
Otras partes del mundo se están preparando para la tormenta, como Turquía y las
partes de Europa Central y del Este que han tomado prestadas grandes sumas de
dinero en los mercados globales. Letonia, Lituania y Estonia, además de Rumania,
Bulgaria y Hungría podrían enfrentar una sequía de crédito y la posibilidad de
una repetición de la crisis financiera de los 90, cuando países de América
Latina, Rusia y el Sudeste Asiático se vieron golpeados cuando no pudieron pagar
su deuda externa. Los bancos y las compañías cayeron en bancarrota y algunas
economías entraron en profundas recesiones.
Uno de los países vulnerables es la diminuta Islandia. A fines del año pasado,
su deuda externa, principalmente en manos de los bancos, alcanzaba el 430% del
PIB. La crisis global del crédito significa que los bancos islandeses deben
pagar tasas de interés mucho más altas para endeudarse en el extranjero que lo
que cobran por los préstamos en el país y que los hogares y compañías deben
recortar sus gastos. Las autoridades islandesas dicen que el país se salvará de
la ruina porque los bancos aún tienen amplias reservas para pagar sus deudas.
Los exportadores asiáticos de bienes de consumo también enfrentan un período de
vacas flacas porque sus economías están muy atadas a los estadounidenses, cuyo
consumo ha bajado notoriamente en los últimos meses. Sin embargo, es poco
probable que se vea una repetición de la crisis de los 90, porque los países
asiáticos han acumulado cuantiosas reservas de efectivo que podrían utilizar
para saldar sus deudas. En los años 80 y 90, Tailandia salió de la pobreza
convenciendo a las compañías extranjeras a que se instalarán en el país a
construir cámaras, televisores y refrigeradores para luego venderlos a EE.UU. En
los últimos años, los exportadores tailandeses han intentado librarse de la
dependencia de los compradores estadounidenses pero no es fácil. Por un lado,
los exportadores en China, Vietnam, Malasia y otras partes de Asia están
tratando de hacer lo mismo, lo que intensifica la competencia. Por el otro, las
tendencias del comercio global son tan complejas que no es fácil dirigir los
productos a destinos particulares.
Un componente fabricado en Asia es incorporado a un televisor o un teléfono
celular ensamblado en China, que luego es vendido a EE.UU. y otros mercados. La
firma tailandesa Hana Microelectronics PLC vende componentes electrónicos a las
grandes empresas estadounidenses, que luego venden los productos terminados en
todo el mundo. "Le vendemos a los mercados globales a través de los consumidores
estadounidenses, de modo que no es muy grande el ajuste que podemos hacer. No
podemos saltar de un mercado a otro", explica Terry Weir, director de finanzas
de Hana.
Los fabricantes de bajo costo en China tampoco se libran. La caída del dólar
está fortaleciendo el valor del yuan, que solía estar fijado en 8,3 unidades por
dólar. Esto encarece a las exportaciones chinas en dólares. Tras registrar un
alza de 7% en 2007, el yuan ha subido otro 4,3% en lo que va de año.
Los fabricantes europeos de bienes al consumo también están en apuros. Las
exportaciones representan el 70% de las ventas de la francesa Look Cycle
International SA y EE.UU. es uno de sus mayores mercados. A fines del año
pasado, Look rebajó los precios en euros que le cobra a su unidad estadounidense
por importar bicicletas en un 15%, pese a que suponía una reducción en las
ganancias. Ahora, Look ni siquiera se molesta en cambiar sus ingresos
estadounidenses a euros, guardando los dólares en una cuenta bancaria.