La crisis financiera, que comenzó con apuestas fallidas en valores respaldadas
por hipotecas de alto riesgo o subprime, y que luego provocó una contracción del
crédito entre los grandes bancos, parece seguir ampliándose. Durante muchos
años, la economía estadounidense se ha beneficiado de la generosidad de
acaudalados acreedores asiáticos y de Medio Oriente. Las empresas y hogares
estadounidenses han disfrutado del crédito fácil, incluso para apuestas
riesgosas. Pero eso ha cambiado.
La cascada de malas noticias de los últimos días, que culminó con el rescate de
Bear Stearns Cos. el viernes, está acelerando la erosión de la confianza en
algunas de las instituciones financieras más respetadas de Estados Unidos.
La creciente crisis de confianza ahora se extiende a la capacidad de crédito de
toda la gama de deudores, generando interrogantes sobre la capacidad de la
Reserva Federal y del gobierno de EE.UU. para reparar rápidamente los problemas.
Los inversionistas globales están retirando dinero de EE.UU., profundizando el
declive del dólar, que la semana pasada cayó por debajo de los 100 yenes la
unidad por primera vez en una década. Frente a una canasta de las divisas de sus
principales socios comerciales, el dólar ha descendido un 14,3% a lo largo de
los últimos doce meses, según la Reserva Federal. El viernes marcó una nueva
mínima frente al euro, culminando una baja de 2,1% la semana pasada, para cerrar
a 1,567 dólares por euro.
Prestamistas e inversionistas están incrementando las tasas de interés que
exigen a las instituciones financieras que hasta hace unos meses se veían
sólidas, o les están pidiendo que vendan activos para levantar efectivo. Los
mercados financieros, anticipando que la Fed recortará drásticamente las tasas
mañana para limitar la profundidad de una posible recesión, están poniendo en
duda el compromiso del banco central o su habilidad para impedir una aceleración
de la inflación.
Hay otros síntomas del declive de la confianza. El oro, la mejor protección en
contra de la inflación, está acercándose a los US$1.000 la onza. La calificadora
de riesgo Standard & Poor's Ratings Services, predijo el jueves que las grandes
instituciones financieras aún necesitan hacer rebajas contables por US$135.000
millones en valores ligados a hipotecas subprime, lo que se suma a los US$150.000
millones que ya han anunciado.
"Claramente, todo el mundo está concentrado en la crisis financiera y EE.UU. es
el epicentro de la tensión", asegura Carlos Asilis, director de inversiones de
Glovista Investments, una firma estadounidense de asesoría. "Como resultado,
estamos viendo cómo el capital sale de EE.UU." Esa es una mala noticia para una
economía endeudada y sin capacidad de ahorro que depende del ingreso de US$2.000
millones al día desde el extranjero para financiar las inversiones. La situación
está aumentando los temores de un colapso del dólar que podría sacudir aún más
los mercados financieros y disparar las tasas de interés de EE.UU.
¿La tormenta perfecta?
Aunque los riesgos de un desenlace doloroso son preocupantes, los efectos de los
recortes de tasas de la Fed y el paquete de estímulo fiscal aún tienen que
surtir efecto en la economía estadounidense. Asimismo, la combinación de un
dólar débil, que sigue siendo la divisa favorita del mundo, y el crecimiento de
otras economías está impulsando las exportaciones de EE.UU. y compensando, en
parte, los efectos del desplome inmobiliario y la contracción del crédito.
Sin embargo, aunque el efectivo continúa entrando a EE.UU. desde el exterior, el
flujo ha estado mermando. En 2007, la adquisición neta de bonos a largo plazo y
acciones en EE.UU. por parte de extranjeros alcanzó US$596.000 millones, frente
a US$722.000 millones en 2006, según el Departamento del Tesoro. Los
estadounidenses, a su vez, están invirtiendo más dinero en otros países.
Las esperanzas de que la economía estadounidense sufriera de una sed de liquidez
que la Fed pudiera saciar se están desvaneciendo. Lawrence Summers, ex
secretario del Tesoro, dijo el viernes que ve "un riesgo cada vez mayor de que
la principal herramienta de política que hemos usado, los préstamos de la Fed a
los bancos en una forma u otra", sea como "luchar contra un virus con
antibióticos".
El viernes, el presidente de EE.UU., George W. Bush, no se mostró muy proclive a
tomar nuevas medidas. "La política del gobierno", dijo, "es como una persona que
trata de conducir un auto en una carretera en mal estado. Si llega a estar en
una situación así sabe que es importante no hacer demasiadas correcciones de
curso, porque si lo hace terminará en una zanja".
Sin embargo, pocos están convencidos de que haya pasado lo peor y cada actor se
mueve para proteger sus propios intereses frente a calamidades potenciales que
parecían improbables hace tan sólo unos meses.
Bear Stearns aseguró a sus inversionistas a principios de la semana pasada que
era solvente, pero la especulación de que enfrentaba una contracción de liquidez
hizo que algunos corredores y fondos de cobertura limitaran su exposición a la
firma. El viernes la Fed y J.P. Morgan Chase & Co. proveyeron financiamiento de
emergencia a la firma de Wall Street fundada hace 85 años durante una período
inicial de 28 días. Ayer, al cierre de esta sección, Bear Stearns ultimaba los
detalles de su venta a J.P. Morgan en momentos en que crecía la preocupación de
que la crisis de confianza podría profundizarse en caso de que no encontrara un
comprador antes de la apertura de los mercados el lunes por la mañana.
Según fuentes cercanas, la compra ascendería a los US$2.200 millones, unos US$20
la acción. Tal valor es un tercio menos que el precio de cierre de la acción de
Bear, que el viernes se derrumbó un 47% para quedar en US$30 en la Bolsa de
Nueva York. El año pasado, la acción de Bear Stearns llegó a costar US$170.
Hay pocas señales de que lo peor haya quedado atrás. El "momento de la
recuperación" es cuando las predicciones son demasiado pesimistas, dice Summers.
Lo más probable es que ese momento no haya llegado. Una encuesta llevada a cabo
por The Wall Street Journal entre más de 50 economistas a principios de marzo
encontró un profundo viraje hacia el pesimismo. Cerca del 70% dice que EE.UU.
está actualmente en recesión y en promedio asignan una probabilidad de cerca de
50% a que esta recesión sea peor que las dos anteriores. La mayoría cree que los
precios de los inmuebles sigan cayendo durante 2009 y tal vez 2010. Aunque hay
un continuo debate sobre el tratamiento de los problemas actuales, empieza a
surgir un consenso sobre las causas. "El aumento de los impagos en las hipotecas
subprime fueron el principal catalizador", dijeron los líderes del Tesoro, Henry
Paulson, la Fed, Ben Bernanke, y la Comisión de Bolsa y Valores, Christopher Cox,
en un informe sobre las lecciones aprendidas con la crisis. "Sin embargo, ese
golpe inicial dejó al desnudo y exacerbó otras debilidades del sistema
financiero global".
Kenneth Rogoff, economista de la Universidad de Harvard y ex economista del
Fondo Monetario Internacional, dice que la actual crisis tiene muchas madres: la
burbuja inmobiliaria, los préstamos hipotecarios de alto riesgo y el déficit de
EE.UU. en cuenta corriente. Durante años, Rogoff y otros economistas advirtieron
que el déficit en cuenta corriente era insostenible. Últimamente, la brecha se
ha reducido, pero la combinación de la crisis crediticia y el enfriamiento de la
economía podría generar un ajuste más acelerado y potencialmente más peligroso.