La Reserva Federal reportó una reducción abrupta en el uso de tarjetas de
crédito. En diciembre, los estadounidenses tuvieron US$944.000 millones en deuda
rotatoria, la mayoría proveniente de tarjetas de crédito, un alza anualizada del
2,7%. La cifra marca un descenso significativo frente al crecimiento de 11,1% en
octubre y de 13,7% en noviembre, reflejando la volatilidad en los gastos de los
consumidores a medida que se debilita la economía.
El estancamiento de los sueldos y la caída en los precios de las viviendas, han
hecho que sea mucho más complicado convertir el valor de una propiedad en
efectivo. Asimismo, las tarjetas de crédito han penetrado en cada rincón de la
vida estadounidense, incluyendo nuevas formas que preocupan a los economistas y
a los emisores de tarjetas.
En recesiones anteriores, los consumidores usaron sus tarjetas de crédito
principalmente para adquisiciones discrecionales como muebles, electrodomésticos
y joyas. Ahora, muchos estadounidenses usan sus tarjetas para comprar alimentos,
gasolina y otras necesidades diarias.
Los emisores de tarjetas no quisieron revelar las cifras exactas pero dicen que
es evidente que un porcentaje creciente del uso de las tarjeras es para hacer
compras básicas. Muchas emisoras incluso ofrecen recompensas por tales
transacciones.
Sin embargo, aparece cada vez más evidencia de que el frenesí de compras
alentado por el dinero plástico no durará. En diciembre, un promedio del 7,6% de
los préstamos de tarjetas de crédito tenía al menos 60 días de atraso en sus
pagos o había entrado en cesación de pagos, frente a un 6,4% del año anterior,
según la firma de investigación RiskMetrics Group. El análisis incluye una
franja amplia de más de US$200.000 millones de préstamos de tarjeta de crédito
que son vendidos a los inversionistas por parte de los grandes emisores como
Citigroup Inc., Capital One Financial Group, American Express Co. y J.P. Morgan
Chase & Co.
Aunque los atrasos en los pagos comenzaron a incrementarse sólo en los últimos
meses, la tendencia ha puesto a temblar a los prestamistas, que ya han sido
afectados por la crisis hipotecaria. Como resultado de ello, los emisores de
tarjetas están incrementando sus reservas para futuras pérdidas relacionadas con
el dinero plástico y están siendo tan estrictos con los prestatarios que algunos
están reduciendo sus gastos.
Cuando la economía se frena, la cantidad de dinero que toman prestado los
consumidores baja, debido a la amenaza de perder el empleo y la reducción de los
ingresos del hogar. En otros casos, las personas no pueden cumplir con sus
pagos.
En la última década, los emisores de tarjetas han hecho más sencillo que nunca
que los clientes usen el dinero plástico, en parte al incrementar sus atractivos
programas de recompensas. Al mismo tiempo los bancos convencieron a más
establecimientos para que aceptaran tarjetas, usando cifras que mostraban que
los compradores a menudo gastan más cuando pagan con tarjetas que cuando lo
hacen con efectivo."Muchos estadounidenses no se dan cuenta de la relación
directa entre la necesidad de cambiar su comportamiento y sus ingresos", dijo
Bill Druliner, consejero de crédito de GreenPath Inc. "Mientras más tiempo
alguien mantenga su estilo de vida, más fuerte será el golpe cuando vuelva a la
realidad".