Estrategias de Brasil, México y Bolivia, contra la inflación
"importada".
Por Eleonora Gosman - Clarín
Hubo quienes pensaban que América Latina estaba a salvo de la crisis
económica mundial. Pero la estampida en los precios de alimentos revela el fin
de la calma. Ayer se publicaron en Brasil indicadores que muestran el papel
definitorio de los alimentos en la inflación: explican la mitad del aumento de
precios al consumidor las últimas cuatro semanas.
En México el alerta llegó anteayer, cuando el presidente Felipe Calderón anunció
un refuerzo de los subsidios a los pobres para garantizar un abastecimiento
mínimo. Acompañó la medida con otras soluciones: la eliminación de impuestos a
la importación de trigo, de maíz y de arroz; una forma de ampliar la oferta
interna.
Ese plan tiene mucho en común con el aplicado en Brasil, que acaba de liberar la
importación de trigo -desde Estados Unidos y Canadá- y rebajar gravámenes
internos a esos granos y otros productos para favorecer una baja en el precio
final. Ambos países comparten otro elemento: niveles bajos de inflación anual
--de menos de 4% en el caso mexicano y de 55% en el brasileño--. Sus políticas
macroeconómicas difieren poco: poseen autoridades independientes en el Banco
Central y echan mano de instrumentos monetarios para enfriar la economía, bajar
la demanda y desacelerar las subas de los precios.
Otros gobiernos, como el de Argentina y parcialmente el de Bolivia, recurren a
herramientas menos ortodoxas. El presidente Evo Morales prohibió este mes las
exportaciones de aceites vegetales. En tanto, desde la Casa Rosada bajó la
resolución de aumentar las retenciones al comercio externo de granos; una forma
de impedir el desabastecimiento doméstico.
Hasta ahora, la experiencia de la región muestra que existen esas dos vías para
un mismo problema: la espiral inflacionaria provocada por los alimentos, en
última instancia por incapacidad para atender en simultáneo las demandas
internas y externas de bienes agrícolas.
Otros países como México están adoptando políticas semejantes. También eliminó
impuestos y tiene un plan de distribución de subsidios a las familias de más
bajos ingresos. En el otro extremo, Bolivia prohibió exportar aceites vegetales
y Argentina puso cupos a las exportaciones de soja y granos.
Economistas de bancos brasileños reconocieron que el proceso de inflación por
causa de los alimentos "está lejos de ceder". Y no deja de asustar. En San
Pablo, el estado más rico del país, la suba en la comida registrada a mediados
de mayo por el índice IPC-Fipe es la más alta desde 2003. En la cuarta semana de
este mes, según el instituto Fipe, la variación de alimentos ascendió a 2,61%
contra 1,09% del índice general. En México, la inflación anualizada (a mediados
de mayo) llegó a 4,8%, mientras que la de alimentos ascendía a 9,2%. "Estamos
viviendo un choque de commodities que nos afecta a todos", sentenció ayer el
ministro de Hacienda brasileño, Guido Mantega. "Pero no veo posibilidad de que
Brasil huya del margen de tolerancia que fijamos", se esperanzó. Según el
brasileño, para atacar el problema se precisa una batería de instrumentos:
reducir impuestos en sectores productivos claves y ampliar la oferta de
alimentos. Y no descarta otra solución: subir la tasa de interés de referencia.
Desde el Banco Interamericano de Desarrollo, el secretario general Luis Alberto
Moreno advirtió que "hay un riesgo muy real para la región". Según él, los
valores de los alimentos aumentaron 68% desde enero de 2006. Y agregó que lo que
está en juego es la "reducción de la pobreza". Un aumento de 30% en los precios
de los 6 productos de consumo básico --harina, maíz, carne, soja, azúcar y
arroz-- "significará que 26 millones de personas caigan nuevamente en la pobreza
extrema".