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MEDIO ORIENTE  

 

Fracaso del "gobierno de unidad"
Hezbolá ante la disyuntiva de tomar el poder por la vía armada en Líbano

 
 

(IAR Noticias) 30-Mayo-08

La imagen de Hassan Nasralá, líder de Hezbolá, en las manos de una joven mujer libanesa.

La reelección como primer ministro de Fuad Siniora, una especie de "Abbas del Libano", forzada por el bloque parlamentario de los antisirios pro-EEUU, precipitó de nuevo un conflicto que amenaza con terminar con el "gobierno de unidad" antes de que comience a funcionar. El nuevo cuadro de situación, pone a Hezbolá ante la misma situación que debió enfrentar, en junio de 2007, Hamás con Abbas y Al Fatah en Gaza.

Informe especial
IAR Noticias

Combatiente de Hezbolá

Hace una semana, los analistas y observadores del proceso libanés  quedaron "asombrados" cuando Hezbolá y sus enemigos viscerales del sector antisirio (conspiradores permanentes juntos con EEUU para exterminar a la guerrilla chiíta) anunciaron sorpresivamente la formación de un "gobierno de unidad".

Desde el año pasado, la guerra callejera entre ambos sectores ha dejado centenares de muertos y heridos, y hace dos semanas, los militantes armados de Hezbolá, con la prescindencia del ejército de Líbano que no actuó, tomaron Beirut luego de derrotar en las calles a grupos antisirios que apoyaban al gobierno de Siniora.

Entonces, se consideraba que el primer ministro estaba aislado, derrotado, y sin consenso popular, y que Hezbolá y la oposición habían prácticamente tomado el control del Líbano.

Hezbolá, luego de entregar el control de Beirut al ejército (cuyo ex jefe hoy preside el "gobierno de unidad"), afirmó que las operaciones de toma de la capital libanesa obedecieron a la necesidad de abortar una operación de la CIA y de los servicios israelíes para apoderarse del aeropuerto de Beirut y reforzar el control sobre el gobierno de Siniora  para que actúe contra la organización guerrillera.

No obstante, no se entendía claramente la decisión posterior de Hezbolá de "darle aire a Siniora y a los antisirios" (derrotados en el teatro de operaciones) conformando con ellos un farsesco (y prácticamente imposible) "gobierno de unidad" que restituía a sus enemigos como ganadores a la vida política.

Rice saluda al primer ministro Siniora en Beirut.

Para algunos analistas que observaban el proceso libanés, la jugada de Hezbolá respondió a una estrategia de dilatar la toma del poder por la vía militar generando un proceso de "institucionalización democrática" que le permitiría seguir acumulando poder político y seguir fortaleciendo su arsenal militar con vistas a una próxima (anunciada) guerra con Israel.

En ese sentido, algunos medios árabes sostenían  hace dos semanas que Israel y EEUU, luego de que Hezbolá tomara la capital del Libano, esperaban que la guerrilla derrocara al gobierno de Siniora para impulsar en la ONU una intervención militar del Libano con fuerzas combativas de la OTAN.

Ese cuadro de situación, con un escenario desfavorable para la organización guerrillera, habría forzado a Hezbolá a sustituir la estrategia de toma del poder por la vía militar por un "acuerdo democrático" con sus enemigos que neutralizara la maniobra judeo-norteamericana y le permitiera ganar tiempo y fortalecerse institucionalmente.

Esa, y no otra, sería la explicación -según coinciden varios observadores y connocedores de la guerrilla libanesa- de la decisión tomada por Hezbolá  y la oposición de trazar  un acuerdo  de "cogobernabilidad" con el sector antisirio liderado parlamentariamente por el hijo del asesinado premier, Rafic Hariri.

Tras el fracaso de la "opción militar" judeo-norteamericana para destruir a Hezbolá, Washington y Tel Aviv se valieron del sector antisirio para impulsar una "guerra civil" que justificara una intervención extranjera armada en Líbano.

Tal como sucedió cuando Hamás derrotó militarmente a Al Fatah y a Abbas (socios del eje Washington-Tel Aviv como los antisirios) en Gaza, la superioridad militar y la derrota infligida por Hezbolá a los grupos antisirios abortó el proceso de "guerra civil" que la CIA y el Mossad venían instrumentando en Líbano.

La movida de Hezbolá con el "gobierno de unidad" parece haber apuntado a una "distensión provisoria" para darse un respiro y trazar el próximo paso orientado a tomar el poder y terminar con el "caballo de troya" judeo-norteamericano de los antisirios.

En Líbano, al revés de lo que dicen los periodistas descerebrados del sistema, no hay un proceso de "paz" y de reinstauración democrática (ambos son un mito universal), sino una guerra por el poder entre dos sectores cuyos intereses reales se encuentran en las  antípodas.

Como era previsible, el "gobierno de unidad" duró menos que un suspiro.

En la noche del martes pasado, la coalición mayoritaria antisiria (desechando el candidato de consenso que proponía Hezbolá)  acordó por unanimidad reelegir a Fuad Siniora, jefe desprestigiado y derrotado del anterior Ejecutivo, y estalló nuevamente el conflicto.

El nuevo presidente del país, el ex jefe del ejercito, Michel Suleiman, trató  de "consensuar" con Hezbolá y la oposición prosiria la elección de Siniora, pero la mayoría antisiria lo impuso por el voto de 68 de los 127 diputados presentes.

Tras ser confirmado como jefe del Gobierno por el presidente, Siniora dio un discurso en el que agardeció a Suleiman que le encargue la "formación del primer gabinete de esta nueva era".

Las palabras estúpidas (y carentes de realismo) del secuaz de Washington, encendió nuevamente la mecha del enfrentamiento que Hezbolá intentaba contener con su estrategia de "ganar tiempo", orientada no darle argumento a Washington y a las potencias sionistas para desplegar una intervención militar en Libano

Movilización de Hezbolá en Beirut.

El clima político entre prosirios y antisirios ya se tornó nuevamente irrespirable, y los enfrentamientos, aunque por ahora acotados, ya retomaron su cauce por la vía armada.

El martes, un soldado murió en la localidad drusa de Aramoun, en la región de Aley, cuando lo que fue calificado de "disputa personal" derivó en un enfrentamiento a tiros entre seguidores de Hezbolá y del Partido Socialista Progresista, de Walid Jumblatt.

La noche anterior, unas 16 personas habían resultado heridas en Corniche al Mazraa, la céntrica avenida de Beirutt que fue escenario de violentos combates en la segunda semana de mayo.

El enfrentamiento armado  fue protagonizado militantes de Hezbolá, que celebraban el discurso de su líder, Hassan Nasrala, con motivo del Día de la Liberación -que conmemora la retirada israelí- contra partidarios del grupo antisirio Mustaqbal, e incluyó el lanzamiento de una granada.

Se estima que la reelección de Siniora, el más recalcitrante símbolo de alianza con el poder sionista, será un detonante de imposible contención de una nueva guerra en las calles entre los militantes de Hezbolá y las bandas armadas antisirias.

En ese nuevo escenario que ya asoma, Hezbolá enfrenta dos desafíos: A) Continúa con su "guerra de baja intensidad" para controlar a los antisirios pro-EEUU sin tomar el poder, o, B) inicia operaciones militares para tomar todo el poder y desalojarlos del Líbano, como hizo Hamás con Abbas y Al Fatah en Gaza.

La primera opción, implica un desgaste y un cansancio permanente para sus cuadros.  La segunda, implica entrar en guerra con Israel y EEUU antes de lo planeado, y prepararse para una ofensiva de aislamiento y de intervención militar lanzada por las potencias sionistas que controlan la ONU y la OTAN.

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