(IAR Noticias) 06-Mayo-08
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El gobernador de Santa Cruz
(Bolivia), Rubén Costas, saluda a los simpatizantes en las celebraciones por el
respaldo obtenido en el referendo. (Foto: EFE) |
La concreción del referéndum rupturista en Santa Cruz puso a Morales entre la
espada y la pared, sus espacios de negociación con el poder se agotaron, y la
presión de los extremos de ambas trincheras le van a forzar a un desenlace: O
por la guerra o por la renuncia.
Informe especial
IAR Noticias
Más allá de los resultados del referéndum por la autonomía, la oligarquía
separatista de Santa Cruz, el distrito más rico de Bolivia, lanzó el domingo
su mayor declaración de guerra al gobierno de Evo Morales, quien se mantuvo
en la postura de declararlo "ilegal".
Cuantificar el
resultado del referéndum (por cuanto ganó el SI) es irrelevante frente a la
"oficialización" de la ruptura separatista que parte en dos a Bolivia,
y que luego de Santa Cruz se seguirá proyectando en los referéndums a
realizarse en Beni, Pando, Tarija y posiblemente Chuquisaca y Cochabamba hasta
mediados de junio.
Pero, más allá de la parodia
electoral, de hecho, Santa Cruz y otras cinco provincias
controladas por la oligarquía secesionista
siguen en pie de guerra desde que se levantaron contra la Constitución impulsada por el gobierno de Evo Morales y
decretaron el "estado de resistencia civil movilizada".
Según los sectores
combativos de la izquierda boliviana, el proceso de reformas
económico sociales que lleva adelante en Bolivia el gobierno
"reformista" (y dócil con las transnacionales) de Evo Morales ha
llegado a un punto de inflexión precipitado por la
radicalización de la derecha oligárquica que quiere cortarse
sola con su propio gobierno en los departamentos "sublevados" de Santa Cruz, Beni, Pando, Tarija, Cochabamba y Chuquisaca.
Para la izquierda
combativa boliviana, la guerra civil que de hecho ya funciona
en Bolivia muestra por un lado los
intereses contrapuestos de la oligarquía, "peona" de las
transnacionales, y por el otro, la frustración de los mayoritarios sectores sociales
empobrecidos aprisionados en el colchón "reformista" del
gobierno de Evo Morales.
En la práctica, y como afirma la agencia
boliviana Econoticias, en Bolivia hay dos gobiernos.
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El Alto en marcha,
en apoyo de Morales |
Uno, el legal, del presidente indígena Evo Morales, tiene masivo apoyo
campesino y el control del altiplano (La Paz, Oruro y Potosí). El Ejército y
la Policía responden sólo formalmente a su mando, y una parte de los sindicatos
y las clases medias lo apoyan, aunque sin mucho entusiasmo.
En los valles y llanuras
del oriente y sur del país, gobierna de hecho la oligarquía latifundista y
la burguesía financiera-comercial, que cuentan con la adhesión militante de
una porción de las clases medias y la sumisión de sectores sindicales y
organizaciones cívicas y populares.
Para los sectores combativos de
Bolivia, Morales, que navega permanente entre la "guerra final contra la
oligarquía" que piden los sectores más extremos de su movimiento, y la
"paz para preservar la gobernabilidad" que exigen la embajada
de EEUU y el
poder trasnacional, parece haber llegado al final de cuerda.
La guerra -vale aclararlo- ya no es
por la propiedad de los hidrocarburos y de las riquezas de Bolivia (que siguen
en manos de las multinacionales), sino por la hegemonía del control del
Estado.
Si bien Morales ha repetido hasta
el cansancio que respetará la propiedad privada –inclusive los grandes
latifundios "productivos"– y que garantizará seguridad jurídica para las
transnacionales, con las cuales no ha roto, la oligarquía latifundista ya le
declaró la guerra por el monopolio del poder del Estado.
Según Econoticias, la semana pasada,
zafándose
del control gubernamental, el XIV Congreso de la Central Obrera de Oruro,
dominada por los mineros combativos, postuló la "vía revolucionaria" para superar
el tibio reformismo del gobierno indígena de Evo Morales y para aplastar la
rebelión de la oligarquía separatista del oriente.
“Los trabajadores no queremos ni los Estatutos autonómicos separatistas de la
oligarquía ni la Constitución Política del (gobernante Movimiento al Socialismo)
MAS”, proclamó el nuevo secretario ejecutivo de la Central Obrera, Jaime
Solares, elegido por el cónclave laboral para "retomar la lucha revolucionaria
del 2003, recuperar la línea de independencia sindical frente al gobierno
indigenista e impulsar una lucha frontal contra la burguesía, las
transnacionales y el imperialismo".
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Evo Morales y García Linera, en
segundo plano. |
Claramente, hoy
Morales, un reformista que aspira a la obtención del Premio Nobel de la Paz,
navega entre tres corrientes: A) Los sectores combativos no asimilados a
su gobierno que le piden una definición de la línea popular, B) Los sectores
radicalizados del MAS (gobierno) que quieren ir al enfrentamiento con la
oligarquía separatista, y C) La embajada de EEUU y el poder trasnacional que le
exigen un arreglo "pacifico" con la oligarquía secesionista que preserve la
"gobernabilidad" de Bolivia.
Y esto implica una primera
definición: Morales no está enfrentado a EEUU y al poder económico
transnacional (que sigue controlando la estructura económico productiva de Bolivia),
sino que está en guerra con el socio local del poder trasnacional (el establishment
burgués-oligárquico secesionista) por el control del aparato del Estado
boliviano.
Con un agregado: esa guerra (entre
el gerente, Morales, y los socios económicos del Imperio) es perjudicial para los intereses
transnacionales ya que desacomoda la gobernabilidad y la "alternancia democrática"
establecida por la estrategia del control norteamericano en la región.
Morales emergió como "opción
electoral" en el 2005 dentro de un escenario dominado por el miedo a la "guerra
civil" preparado por la propia embajada norteamericana y las cadenas mediáticas
imperiales con la CNN a la cabeza.
Hoy se encuentra en la misma
situación, pero no ya como aspirante presidencial sino como presidente de
Bolivia, intentando quedar bien "con Dios y con el Diablo",
manteniendo el discurso "revolucionario" y negociando el poder por debajo de la
mesa.
Según
Econoticias, el comercio exterior, la banca y los agronegocios, más
vinculados al poder transnacional, postulan iniciar negociaciones con
Morales, para legalizar el poder que ejerce ya de facto la oligarquía en
el oriente y los valles, dejándolo gobernar solo en el altiplano hasta que se
desgaste y sea reemplazado por Garcia Linera, el vicepresidente, que cuenta con
luz verde de la embajada de EEUU.
Pero los
sectores combativos del El Alto y las fracciones radicalizadas del MAS tienen
otros tiempos y otros objetivos, y coinciden en una acción operativa inmediata
para "tomar todo el poder en Bolivia".
El referéndum
secesionista de Santa Cruz, y la euforia triunfalista de los sectores ricos del
oriente profundizó la fractura y consolidó un escenario de inevitable
enfrentamiento entre los sectores radicalizados del gobierno de Morales y
las bandas armadas de la oligarquía separatista.
Según
Econoticias,
los secesionistas, con los universitarios y
estudiantes de secundaria a la cabeza, han comenzado a organizar a más de 20 mil
jóvenes para defender el referéndum autonómico y sus resultados que darán
carta blanca para que 100 poderosos clanes familiares se mantengan como dueños
de la economía, las tierras y la vida en el oriente boliviano.
En las últimas
horas, los líderes separatistas, Costas y Marinkovic, rechazaron las gestiones
de la OEA y de los gobiernos extranjeros para detener el referéndum
autonómico, que en los hechos se convirtió este domingo en la peor derrota
para el gobierno reformista de Evo Morales.
Para la mayoría
de los observadores, la concreción del referéndum rupturista puso a Morales
entre la espada y la pared, sus espacios de negociación con el poder se
agotaron, y la presión de los extremos de ambas trincheras le van a forzar a un
desenlace: O por la guerra o por la renuncia.
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Morales califica como una "derrota"
el referéndum, este domingo (Foto EFE) |
"La
oligarquía boliviana -señala Econoticias- , que tiene un visceral y profundo
odio contra los indios y contra los pobres, dejó hacer a Morales durante gran
parte del 2006 para que hiciera lo que ella no podía hacer: desvirtuar
las luchas populares por la nacionalización del gas y el petróleo, legalizar los
contratos con todas las transnacionales que el pueblo quería expulsar del país y
armar una Asamblea Constituyente entre los representantes del MAS y los de la
oligarquía, sin la participación directa de las organizaciones que derrocaron a
los ex presidentes neoliberales Gonzalo Sánchez de Lozada y Carlos Mesa".
"De ahí en más -continúa la agencia boliviana-, sacramentados los contratos
petroleros, puestas a salvo y acrecentadas las millonarias ganancias de los
pulpos transnacionales del gas y el petróleo, la oligarquía, con el apoyo y
cobertura de la embajada de Estados Unidos, frenó, bloqueó y ganó las calles,
enarbolando la bandera de la autonomía, fortaleciéndose con cada error de
Morales, ganando fuerza con cada concesión de Morales".
La situación de "ingobernabilidad"
en Bolivia, a
su vez, es el más claro síntoma de que la estrategia
"democrática-constitucional" con Morales (pensada para salir de la rebelión
popular en 2005) está tocando su fin, y el presidente "indio" está tironeado y
aprisionado entre los que quieren ir a un enfrentamiento con la oligarquía
y los que proponen una negociación para retomar el control constitucional del
gobierno del MAS.
Morales -según la información que
emerge de su propio entorno- intenta mantenerse "prescindente" proponiendo vías de negociación que son sistemáticamente rechazadas por la oposición
oligárquica que tiene a la partición de Bolivia como principal instrumento de
presión.
En este escenario Bolivia se
encuentra técnicamente en una situación de "ingobernabilidad" y al borde de
la ruptura institucional, es decir, exactamente en las antípodas del
objetivo buscado por la estrategia regional de EEUU y a contramano de los
intereses del poder económico transnacional, que nuevamente -como en el 2005- ve
sus negocios amenazados por la falta de "paz social".
Esa es la razón principal por la cual
Evo Morales, en los próximos días, solo contará con dos opciones: Enfrentarse
con la oligarquía separatista en una "guerra final" (presionado por los
sectores radicalizados), o renunciar y delegar el poder en el vicepresidente
Linera, la carta alternativa con que cuenta la embajada norteamericana.
Los expertos coinciden: La
alternativa "negociadora" ya perdió protagonismo en Bolivia, y, como en junio de
2205, se avanza de nuevo hacia el desenlace de los extremos.
Lo que queda por ver, es como (ya sin
Morales) la embajada de EEUU y el poder trasnacional van a apagar el fuego esta
vez.
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Un policía es linchado por manifestantes
contrarios a la Asamblea Constituyente en noviembre de 2007, en la ciudad
de Sucre. |
La
estrategia USA y sus líneas matrices
Por Manuel
Freytas
Hay una teoría conspirativa en
boga (proveniente de la izquierda) que sostiene que EEUU promovió el
enfrentamiento entre Evo Morales y la oligarquía secesionista para (por medio de
una guerra civil) "dividir Bolivia" en dos países, uno rico y otro
pobre: es falsa.
En el actual escenario boliviano,
una "guerra civil" o una división de Bolivia sería perjudicial para los intereses
económicos trasnacionales y para la estrategia de control regional con la
"alternancia democrática-constitucional" impuesta por EEUU en su patio
trasero latinoamericano.
Los que manejan información
confidencial sobre los lineamientos del poder imperial saben que la actual
estrategia del Departamento de Estado norteamericano en Bolivia (así como en
toda América Latina) pasa por el mantenimiento de la "gobernabilidad
democrática" dentro de una alternancia electiva de las fuerzas políticas por
medio de las urnas.
Esto significa (y a diferencia de
la década del setenta en que impulsaba la doctrina militar de la "seguridad
nacional") que EEUU en estos momentos no baraja hipótesis de "golpes
militares" o de "guerra civil" en América Latina, sino la continuidad
alternada de gobiernos "democráticos" (de cualquier signo ideológico que
sean) dentro del sistema constitucional electivo.
Los militares bolivianos, y los de
toda la región (formados y conducidos desde el Comando Sur) conocen el
precepto básico: EEUU ya no apoya golpes de Estado militares en América Latina y
las alternativas y/o soluciones del control político y social (imperial) deben
emerger del poder político-constitucional civil.
Como también se sabe (y consta en
los documentos del Departamento de Estado) Washington, en América Latina,
reconoce tanto a la derecha como a la izquierda como opciones válidas de
"gobernabilidad" aceptada siempre que respeten dos condiciones básicas: El
mantenimiento del sistema constitucional (escrito y normatizado) y el
mantenimiento del sistema de control y dominio (no escrito y escondido) que
mantienen los bancos y empresas transnacionales sobre las estructuras
económicas-productivas de los países de la región.
Si no alteran esas dos líneas
matrices, los presidentes (de la ideología que sean) pueden manejarse
libremente con el discurso, pueden criticar o rechazar públicamente la
dominación de EEEUU, autotitularse antiimperialistas o revolucionarios, incluso
insultar al presidente norteamericano. Lo que no pueden hacer es: Romper el
orden constitucional o salirse de los marcos de la dependencia al
poder económico transnacional.
En este escenario real (y no en
teorías conspirativas o en "revoluciones" inexistentes) hay que abordar el
proceso conflictivo boliviano que hoy tiene a Evo Morales y a la
oligarquía de la Media Luna como actores centrales de una guerra interna por
el poder, en cuyo centro se encuentran los intereses estratégicos regionales
de EEUU y los intereses económicos de las empresas transnacionales protegidas
por la embajada norteamericana.
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