(IAR Noticias) 16-Marzo-08
En su planificación de "guerras futuras" el Pentágono extendió la privatización
a más áreas de la ocupación militar, y las corporaciones militares privadas ya han
comenzado a intercambiar información orientada a fusionar sus servicios en rubros
determinados, a fin de competir con mayor posibilidad en el logro de próximos
contratos. La trama de un negocio de US$ 100.000 millones al año en manos de
los halcones y del lobby judío que controla la Casa Blanca.
Por Manuel Freytas
(*)
manuelfreytas@iarnoticias.com
Informe especial
"Los perros de la guerra",
fue una de las primeras novelas exitosas de Frederick Forshyth.
En el libro, un veterano mercenario es contratado por un magnate para que dirija
un golpe de estado con un ejército privado en un remoto país de
Africa, donde había fabulosas riquezas minerales.
Con el advenimiento de la
"guerra contraterrorista" y de las invasiones militares "preventivas", los
mercenarios reciclaron su negocio y se convirtieron en exitosos empresarios
trasnacionales que brindan servicios de inteligencia y seguridad a los
ejecutivos y empresas privadas que se benefician con el botín de la
ocupación militar.
Pero, a diferencia de sus
hermanos del pasado, los perros de la guerra modernos tienen su
principal fuente de ganancia en los suculentos contratos que suscriben con el
Pentágono invasor estadounidense en todas las aéreas de despliegue del las
tropas norteamericanas.
Con el
advenimiento del libre mercado, las privatizaciones y el
desmoronamiento de las estructuras de los estados nacionales impulsados por
Washington, y montados en la "guerra contraterrorista", estos engendros
comenzaron a sustituir eficazmente a la inteligencia y a los ejércitos cipayos
en los países dependientes de Asia, África y América Latina, cuya expresión más
acabada se da en Irak, Afganistán y Colombia.
En esas nuevas
formas, el estereotipo del "perro de la guerra" -un sujeto de cara ruda y
preparado para ganar dinero en combate, identificado principalmente con las
guerras africanas- ha sido sustituido por empresas transnacionales que contratan
a mercenarios (ex militares de ejércitos regulares y de fuerzas de elite) para
realizar tareas de seguridad "antiterrorista", tanto para privados como para los
propios Estados y sus fuerzas armadas.
"Se trata ahora de "contratistas", un término ambiguo, que identifica tanto a
las empresas que contratan, como el antiguo mercenario, o individuo que va a la
guerra por una paga", señaló a la cadena BBC Amanda Benavides, presidenta del
grupo de trabajo de la ONU sobre el uso de mercenarios y violación de los
derechos humanos.
"Esto no hubiera sido posible en un mundo bipolar", afirmó la representante de
la ONU. "Es un problema que se ha venido agravando desde el fin de la Guerra
Fría, cuando surgió la tendencia a la privatización de los servicios que antes
prestaba el Estado", añadió.
En
la actualidad la industria de los "ejércitos privados" es un fabuloso negocio
capitalista que mueve más de US$ 100.000 millones al año y cuya órbita de
decisiones se encuentra en el lobby de negocios que controla la Casa Blanca y el
Pentágono.
Con las llamadas "guerras preventivas" iniciadas
por los halcones tras el 11-S, no solamente se conquista militarmente sino
que también se abren nuevos ciclos de expansión y ganancia capitalista en
los nuevos mercados sometidos con el argumento de la "guerra
contraterrorista".
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La prisión iraquí de Abu Ghraib, donde se
"privatizó" la tortura. |
No sólo
se dedican al área de la seguridad y la inteligencia, sino que estas empresas
también realizan tareas de entrenamiento militar y de programas de
interrogatorios (torturas) como quedó claramente demostrado por las
investigaciones en las cárceles de Irak.
La conquista militar, a su vez, es la llave de entrada para un descomunal
negocio capitalista "multifuncional y diversificado", donde el Imperio (a
través de la "reconstrucción" de lo destruido) moviliza una maquinaria de
ganancia financiera, se apodera de recursos naturales (principalmente
petróleo), vende armas, tecnología, servicios, y modela hábitos consumistas en
la población pudiente del país invadido (clases altas, medias altas) que se
integran al negocio de las multinacionales de la música , el espectáculo y la
"moda".
Mientras en Irak, por ejemplo, la
invasión militar destruyó las redes sociales solidarias de la comida, la
vivienda, el trabajo y la atención médica (que regían durante el régimen de
Saddam), las transnacionales desarrollaron un floreciente "mercado segmentado"
entre las clases altas y medias altas (profesionales, políticos y empresarios)
asociadas a la política de rapiña de la ocupación militar.
Pero en este mercado de
"negocios diversificados" posibilitado por los genocidios militares de los
halcones, la "estrella naciente" es (así coinciden todos los expertos) el
negocio de los "ejércitos privados" que contratan servicios tanto con el
ejército invasor como con las empresas privadas asociadas a la ocupación.
Como
producto de la "integración bélica" de los nuevos ciclos de ganancias y
expansión capitalista trasnacional, las corporaciones privadas de la guerra han
pasado a ocupar un lugar clave en los nuevos planes de conquista militar del
Pentágono.
Los halcones de la Casa Blanca y los operadores de negocios del lobby judío,
siempre a tono con "los negocios de la guerra", observaron la
nueva veta comercial que se abría con la contratación de servicios de ejércitos
privados para las áreas ocupadas o bajo influencia del ejército de EEUU.
La
privatización del aparato militar, fue impulsada en 1991,
después de la Primera Guerra del Golfo, por el entonces ministro de
Defensa y actual vicepresidente, Dick Cheney.
Bajo la influencia de Cheney y
Rumsfeld el gobierno de EEUU comenzó a subcontratar con las corporaciones
militares privadas, gran parte de las funciones operativas que tradicionalmente
venían desarrollando las Fuerzas Armadas.
Si
bien el Pentágono no reconoce que una parte importante de sus soldados ya son entrenados por
expertos y manuales de guerra privados, son muchas las fuentes militares
que señalan que la legión de contratistas que inunda los cuarteles y las
academias está causando un profundo malestar entre la oficialidad de carrera.
EEUU se ha constituido, junto con el Reino Unido y Sudáfrica, en
el centro mundial de la industria privada militar, que debe su
crecimiento al nuevo orden internacional lanzado
por George Bush padre tras el desplome de la Unión Soviética, al que él mismo
contribuyó durante su ciclo como vicepresidente de Reagan.
De la carrera armamentista
de la Guerra Fría se pasó al desmantelamiento de gran parte de los aparatos
militares, tanto en las grandes potencias como en los países dependientes
que participaban de las guerras por aéreas de influencia entre EEUU y la
URSS.
Militares y políticos del Pentágono y
de la Casa Blanca,
siempre atentos a "los negocios de la guerra", descubrieron la
nueva veta comercial que se abría con la contratación de servicios de ejércitos
privados para las áreas ocupadas por el ejército de EE.UU.
Obviamente, y según apuntan todos los especialistas, sólo los conglomerados
trasnacionales (bancos, petroleras, tecnológicas, armamentistas, ejércitos
privados, etc) que integran la órbita "selecta" del lobby de negocios
manejado desde la Casa Blanca y el Pentágono tienen acceso a los más jugosos
contratos en los países ocupados.
De acuerdo con el Centro para la Integridad Pública, el Pentágono ha
gastado 300.000 millones de dólares en 3.016
contratos de servicios militares que han ido a parar a 12 empresas entre
1994 y 2002 (las cifras excluyen los contratos de armamento).
Los
corporativos militares privados (PMC, por sus siglas en inglés)
mantienen en secreto sus actividades y carteras de clientes al no estar
reguladas por ninguna normativa internacional, a
pesar de su condición de ejércitos sin fronteras.
Realizan
sus actividades en secreto, su cartera de clientes no está regulada por
ninguna normativa, las concesiones que realizan no se otorgan por ninguna
licitación, no son inspeccionadas por ningún organismo internacional, y
violan la Convención Internacional contra el reclutamiento, financiación y
entrenamiento de mercenarios aprobada por la ONU en 1989.
Su única regulación y control proviene del Departamento de
Estado manejado por el lobby de negocios de la Casa Blanca y el Pentágono
La Convención Internacional
contra el Reclutamiento, la Utilización, la Financiación y el Entrenamiento de
Mercenarios, aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas, el 4 de
diciembre de 1989, no fue refrendada por EE.UU. desde donde operan la
mayoría de estas corporaciones.
Halliburton
(protegida por el jefe del lobby judío, Dick Cheney) es el actor dominante tanto
en Irak como en Afganistán, y participa desde los negocios del petróleo y de la
"reconstrucción" hasta en funciones de entrenamiento y asesoramiento militar, no
sólo para las fuerzas de EE.UU. sino para el nuevo ejército iraquí.
Los consorcios privados
ofrecen servicios que van desde el personal de seguridad y el mantenimiento de
armamentos hasta la interrogación de prisioneros.
Estas firmas han operado en más de 50 países y han sido contratadas por todo
el mundo, desde el Departamento de Defensa de Estados Unidos hasta
dictadores y gobiernos de las áreas dependientes del llamado Tercer Mundo .
Según un informe del Pentágono, julio de 2005, las empresas usufructuadoras del proceso de negocios instalado tras la ocupación militar en
Irak invierten entre 25 y 30 por ciento de sus ingresos en vehículos
acorazados y ejércitos privados para garantizar la seguridad de sus
ejecutivos y empleados.
Según
el analista militar, Peter Singer, autor del libro "Guerreros
Corporativos", el negocio de los ejércitos privados en el mundo representa
"cerca de 100 mil millones de dólares en negocios globales, y operan en unos
50 países.
Su actividad comercial, como
cualquier empresa, depende de "la demanda",
principalmente
de las guerras de conquista militar lanzadas por EEUU en el planeta de las
cuales nacen nuevos y jugosos contratos y oportunidades de expansión comercial.
Según Singer,
estos pulpos de la guerra también desarrollan sus negocios expansivos
en misiones de pacificación, combates antidroga o cualquier otro rubro
internacional donde se requiera sus servicios militares y de seguridad.
En territorio estadounidense
existen por lo menos treinta corporaciones transnacionales que se dedican
a la prestación de servicios militares y de seguridad privados. Algunas, como
es el caso de Blackwater USA, se especializan en contraterrorismo y
lucha urbana.
Según la
revista norteamericana Monthly Review, "las corporaciones privadas del
capitalismo siempre han estado implicadas con la promoción de la guerra,
pero su acción directa ha sido tradicionalmente limitada". Lo preocupante
-señala la revista- es si estas multinacionnnales ingresan a una distorsión
capitalista y, atendiendo a la ley de la oferta y la demanda, deciden ampliar
sus lucros aprovechando sus excelentes contactos con los jefes políticos y
militares que deciden la guerra.
La
"veta de negocios" de los ejércitos privados incluyen servicios de custodia
a empresas privadas, operaciones de seguridad, programa de interrogatorios
(torturas), espionaje y entrenamientos militares, o ejercitación de escuadrones
especiales (de la muerte) que operan en la clandestinidad.
También
pueden ser contratados para tareas como recolección de cadáveres, investigación
de secuestros, custodia de pozos petroleros, controles fronterizos, protección
de importantes directivos, o para cuidar las espaldas de los periodistas y
ejecutivos de los consorcios mediáticos que construyen la "información oficial"
de la situación en Irak.
En Irak y Afganistán estos consorcios privados de la guerra han desempeñado un
papel esencial para el ejército estadounidense, complementando a su personal
cuando necesitan refuerzos y haciendo los trabajos "sucios" que los
propios militares estadounidenses prefieren no hacer.
Investigaciones realizadas sobre las torturas de prisioneros demostraron que en
la prisión de Abu Ghraib los interrogatorios los realizaban contratistas
privados utilizando ex integrantes de servicios de inteligencia.
A raíz del escándalo por los
abusos a prisioneros en la cárcel iraquí de Abu Ghraib, los investigadores
estadounidenses concluyeron que contratistas privados estuvieron presentes en
más de un tercio de los casos probados.
Irak se
ha convertido en la meca comercial de los ejércitos privados.
Halliburton (en la cual tiene intereses el autor del plan privatizador,
Dick Cheney) a través de sus subsidiarias figura como una
de las empresas más favorecidas.
Entre las aproximadamente 40 corporaciones que operan en Irak se encuentran MPRI, SAIC,
Armor Group, Blackwater, Erinys, Vinnell, Global Risk
Strategies, TASK, Ariscan y DynCorp, Kroll Security,
entre otras.
Una de esas empresas, Titan,
un ejército de mercenarios privados,
tiene base en San Diego y en su sitio en Internet se describe como
"un proveedor líder de productos de información y comunicación, soluciones y
servicios para la seguridad nacional".
Se estima que los
30.000 "perros de la guerra" que operan en Irak, contratados por unas 40
empresas militares privadas, reciben salarios entre mil y 50 mil dólares
mensuales, pero, a su vez, individualmente, subcontratan a miles de iraquíes
armados para que realicen los trabajos más riesgosos.
Según
la publicación Monthly Review estas corporaciones
privadas de la guerra "ganan 100 mil millones de dólares al año, es
decir, una cuarta parte de la gigantesca suma de los más 430 mil millones
de dólares que EE.UU. está invirtiendo en el campo militar".
La casi totalidad
de esa cifra citada por
Monthly Review
es facturada por los consorcios que operan en la órbita de decisiones del
lobby de negocios controlado por Cheney y Rumsfeld desde la Casa Blanca y el
Pentágono.
Según los expertos, la conversión de la
"guerra contraterrorista" de conquista en "industria privada" guió el
objetivo central del plan de negocios del lobby conducido por Cheney Rumsfeld en
la Casa Blanca.
En su planificación de "guerras futuras" el Pentágono estudia
extender la privatización a más áreas de la ocupación militar, y las
corporaciones militares privadas ya han comenzado a intercambiar
información orientada a fusionar sus servicios en rubros
determinados, a fin de competir con mayor posibilidad en
el logro de próximos contratos.
Los ataques y "guerras preventivas"
agendadas para lo que resta de la gestión de Bush (Irán, Siria, en primer
lugar), además de sus objetivos geopolíticos-militares, buscan que la
"integración del negocio bélico" alcance cada vez a más consorcios privados y
que las guerras futuras se conviertan en una empresa privada financiada por
el Estado imperial norteamericano.
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(*) Manuel Freytas es periodista, investigador y analista, especialista en inteligencia y comunicación estratégica. Es uno de los autores más referenciados de la red.
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