oward Zinn es profesor emérito de Ciencias
Políticas en la Universidad de Boston. Nació en Brooklyn, Nueva York, en
1922, en una familia de inmigrantes pobres. En su temprana juventud se dio
cuenta de que la promesa del “sueño americano” que se convierte en realidad
para todas las personas trabajadoras y diligentes, no es más que eso: una
promesa y un sueño. Durante la Segunda Guerra Mundial se alistó en la Fuerza
Aérea de USA y participó como bombardero en el “Teatro Europeo”. Esta
resultó ser una experiencia formativa que fortaleció aún más su convicción
de que no existen guerras justas. También le reveló, una vez más, la
verdadera cara del orden socio-económico, que utiliza el sufrimiento y el
sacrificio de las personas corrientes para aumentar las ganancias de las
elites privilegiadas.Aunque Zinn pasó su juventud trabajando en los
muelles para ayudar a sus padres a mantener a la familia, después de la
Segunda Guerra Mundial comenzó sus estudios en la Universidad de Columbia,
donde obtuvo su doctorado en 1958. Luego fue nombrado presidente del
Departamento de Historia y Ciencias Sociales del Spelman College, instituto
de educación superior solo para mujeres negras situado en Atlanta, Georgia,
donde participó activamente en el Movimiento por los Derechos Civiles.
Desde el inicio de la Guerra de Vietnam participó de forma muy activa en
el naciente movimiento contra la guerra, y durante los años siguientes ha
participado en movimientos que luchan por un mundo mejor.
Zinn es autor de más de 20 libros, entre los que se cuentan “La otra
historia de los Estados Unidos”, que es “una brillante y conmovedora
historia del pueblo estadounidense, desde el punto de vista de aquellos que
han sido explotados política y económicamente, y cuyas demandas han sido
largamente ignoradas en la mayoría de las historias...” (Library Journal).
Su libro más reciente, “A Power Governments Cannot Suppress”, es una
fascinante colección de los ensayos que ha escrito en años recientes. Este
querido historiador radical sigue dando conferencias en USA y en todo el
mundo, y con su activa participación y el apoyo que brinda a múltiples
movimientos sociales progresistas, continúa su lucha por una sociedad libre
y justa.
Ziga Vodovnik: A partir de la década de los ochenta vemos como el
proceso de globalización económica se fortalece día a día. Muchos en la
izquierda se han visto atrapados en un “dilema”: trabajar para reforzar la
soberanía de los estados-nación como una barrera defensiva contra el control
del capital extranjero globalizado, o luchar por una alternativa no nacional
a la forma actual de globalización, que sea igualmente global. ¿Qué opina
sobre este tema?
Howard Zinn: Yo soy anarquista, y de acuerdo con los principios
anarquistas, los estados-nación se convierten en obstáculos para una
globalización verdaderamente humanista. En cierto sentido, el movimiento
hacia la globalización en el que los capitalistas tratan de pasar por encima
de las barreras de los estados-nación, crea una suerte de oportunidad para
ignorar las barreras nacionales y unir a los pueblos globalmente, en
contraposición a la globalización del capital, para crear la globalización
de los pueblos, en contraposición a la noción tradicional de globalización.
En otras palabras, usar la globalización -no hay nada malo en la idea de
globalización- de una forma que permita obviar las fronteras nacionales y,
por supuesto, en la que las corporaciones no controlen las decisiones
económicas que se toman sobre la gente en todo el mundo.
ZV: Pierre-Joseph Proudhon escribió una vez “La libertad es la madre,
y no la hija, del orden”. ¿Dónde ve usted vida, después o más allá de los
estados (nación)?
HZ: ¿Más allá de los estados-nación? (risas).
Creo que lo que está mas allá de los estados-nación es un mundo sin
fronteras nacionales, pero también con pueblos organizados. Pero no
organizados como naciones, sino organizados como grupos, como colectivos,
sin fronteras nacionales ni de otras clases. Sin ninguna clase de fronteras,
pasaportes, visas. ¡Nada de eso! Colectivos de distintos tamaños,
dependiendo de su función, que estén en contacto unos con otros. No puede
haber pequeños colectivos autosuficientes, porque los colectivos disponen de
diferentes recursos. Esto es algo que la teoría anarquista no ha resuelto y
probablemente no pueda resolver por anticipado, porque tendrá que resolverse
en la práctica.
ZV: ¿Piensa que es posible lograr un cambio a través de la política
institucionalizada de los partidos o sólo a través de medios alternativos:
con desobediencia, la construcción de redes paralelas, el establecimiento de
medios alternativos, etc.?
HZ: Si se trabaja con las estructuras existentes se corre el riesgo de
corromperse. Al trabajar con el sistema político que envenena el ambiente,
pues se envenenan incluso las organizaciones progresistas, como puede verse
ahora en USA, donde la gente de “izquierda” está atrapada en la campaña
electoral y discute fieramente sobre si debemos apoyar a este o a aquel
candidato de un tercer partido. Esto es como una pequeña prueba que sugiere
que cuando se trabaja usando la política electoral, los ideales comienzan a
corromperse. Así que me parece que una forma de actuar es pensar, no en
términos de gobierno representativo, no en términos de votos, no en términos
de política electoral, sino en términos de movimientos de organización
social, organización en el sitio de trabajo, organización en el vecindario,
organización de colectivos que se fortalezcan lo suficiente para tomar el
control –primero fortalecerse lo suficiente para resistirse a lo que les
hace la autoridad, y luego, fortalecerse lo suficiente para efectivamente
tomar el control de las instituciones.
ZV: Una pregunta personal. ¿Usted vota?
HZ: A veces sí, no siempre. Depende. Pero creo que a veces es preferible
un candidato y no otro, siempre que se tenga claro que esa no es la
solución. A veces el mal menor no es tan menor, así que es preferible
ignorarlo, y entonces uno no vota o vota por un tercer partido como protesta
contra el sistema de partidos. A veces la diferencia entre dos candidatos es
importante en lo inmediato; en esos casos creo que es comprensible tratar de
que gane la presidencia el que es un poco mejor, un poco menos peligroso.
Pero sin olvidar nunca que no importa quién ejerza el cargo, lo crucial no
es quién lo ejerce sino qué tipo de movimiento social tenemos. Porque, como
hemos visto históricamente, si se tiene un movimiento social poderoso no
importa quién ocupe el cargo. Quienquiera que ejerza la presidencia,
republicano o demócrata, si existe un movimiento social poderoso, la persona
que ejerza la presidencia tendrá que ceder, tendrá que respetar de alguna
forma el poder de los movimientos sociales.
Esto lo vimos en la década de los sesenta. Richard Nixon no era el mal
menor, sino el mal mayor, pero en su gobierno se finalizó la guerra porque
tuvo que vérselas con el poder de los movimientos que se oponían a ella, así
como con el poder del movimiento vietnamita. Puedo votar, pero siempre
teniendo claro que el voto no es crucial y que lo importante es la
organización. A veces, cuando me preguntan sobre el tema, quieren saber si
apoyaré a un candidato o a otro. Yo les respondo ‘Apoyaré a este candidato
durante el minuto que esté en la mesa de votación. En ese momento apoyaré a
A y no a B, pero antes de llegar a la mesa de votación y al irme de allí,
concentraré mis esfuerzos en organizar a la gente y no en organizar una
campaña electoral.
ZV: En este sentido el anarquismo se opone, con razón, a la democracia
representativa, pues sigue siendo una forma de tiranía, la tiranía de la
mayoría. Se objeta la noción del voto mayoritario, porque la opinión de la
mayoría no siempre coincide con lo que es moralmente correcto. Thoreau
escribió en una ocasión que tenemos la obligación de actuar de acuerdo con
los dictados de nuestra conciencia, incluso si ello va en contra de la
opinión mayoritaria o de las leyes de la sociedad. ¿Esta de acuerdo?
HZ: Absolutamente. Rousseau dijo en una oportunidad, si formo parte de un
grupo de cien personas, ¿tienen 99 el derecho de sentenciarme a muerte
sencillamente porque son mayoría? No, las mayorías pueden estar equivocadas,
las mayorías pueden anular los derechos de las minorías. Si gobernasen las
mayorías, es posible que todavía existiese la esclavitud. En una época, el
80 por ciento de la población esclavizaba al otro 20 por ciento. Cuando rige
la regla de la mayoría eso está bien. Pero esa es una noción muy imperfecta
de lo que es democracia. La democracia tiene que tener en cuenta muchas
cosas: los derechos proporcionales del pueblo, no sólo las necesidades de la
mayoría, sino también las necesidades de la minoría. Y también tiene que
tener en cuenta que la mayoría, especialmente en las sociedades donde los
medios de comunicación manipulan la opinión pública, puede estar totalmente
equivocada. Entonces, sí, la gente tiene que actuar de acuerdo con su
conciencia y no según el voto de la mayoría.
ZV: ¿Dónde ve usted el origen histórico del anarquismo en USA?
HZ: Uno de los problemas del anarquismo es que hay mucha gente que tiene
ideas anarquistas pero no se llama a sí misma anarquista. La palabra fue
usada por primera vez por Proudhon a mediados del siglo XIX, pero en
realidad las ideas anarquistas preceden a Proudhon, tanto en Europa como en
USA. Por ejemplo, algunas ideas de Thomas Paine, que no era anarquista, que
nunca se llamaría a sí mismo anarquista, pero a quien el gobierno le causaba
suspicacia. También Henry David Thoreau, que no conoce la palabra
anarquismo, que no usa la palabra anarquismo, pero cuyas ideas son muy
cercanas al anarquismo. Thoreau es muy hostil a toda forma de gobierno. Si
buscamos los orígenes del anarquismo en USA, probablemente Thoreau sea lo
más parecido que pueda encontrarse a un anarquista temprano en este país. En
verdad, no se encuentra anarquismo sino después de la Guerra Civil, cuando
anarquistas europeos, especialmente alemanes, vinieron a USA. Son ellos
quienes comienzan a organizarse. La primera vez que el anarquismo tiene una
fuerza organizada y se conoce públicamente en USA fue en Chicago, en la
época de la Revuelta de Haymarket.
ZV: ¿Dónde ve la principal inspiración del anarquismo contemporáneo en
USA? ¿Qué opina acerca del Trascendentalismo –es decir, Henry D. Thoreau,
Ralph W. Emerson, Wal Whitman, Margaret Fuller, entre otros,- como
inspiración en este sentido?
HZ: Bueno, podríamos decir que el Trascendentalismo es una forma temprana
de anarquismo. Los trascendentalistas tampoco se llamaban a sí mismos
anarquistas, pero tanto en su pensamiento como en su literatura hay ideas
anarquistas. De muchas formas, Herman Melville muestra esas ideas
anarquistas. Todos veían la autoridad con suspicacia. Podríamos decir que el
Trascendentalismo tuvo su parte en la creación de una atmósfera de
escepticismo hacia la autoridad, hacia el gobierno. Lamentablemente, en
estos momentos no existe ningún movimiento anarquista organizado en USA.
Existen muchos grupos o colectivos importantes que se autodenominan
anarquistas, pero son muy pequeños. Recuerdo que en la década de los años
sesenta existía un colectivo anarquista aquí en Boston, integrado por
quince(¡sic!) personas, pero luego se dividieron. Pero en ese tiempo la idea
del anarquismo se hizo más importante por su relación con los movimientos de
esa década.
ZV: Actualmente, gran parte de la energía creativa de la política
radical proviene del anarquismo. Pero sólo unos pocos de los participantes
en el movimiento se llaman a sí mismos “anarquistas”. ¿Por qué cree que
ocurre esto? ¿Les da vergüenza a los activistas identificarse con esta
tradición intelectual o, por el contrario, son fieles al compromiso de que
la verdadera emancipación debe emanciparse de todas las etiquetas?
HZ: El término anarquismo ha venido a relacionarse con dos fenómenos con
los que los verdaderos anarquistas no quieren tener nada que ver. Uno de
ellos es la violencia, y el otro, el desorden, el caos. La concepción
popular del anarquismo es, por una parte, el terrorismo pone bombas y, por
el otro, la negación de las reglas, las normas, la disciplina, todo el mundo
haciendo lo que le da la gana, la confusión. Esta es la razón por la que
existe cierta renuencia a usar el término anarquismo. Pero en realidad, las
ideas del anarquismo estaban incorporadas a la forma en que comenzaron a
pensar los movimientos de la década de los años sesenta.
Me parece que la mejor manifestación de esto la encontramos en el
movimiento de lucha por los derechos civiles con el Student Nonviolent
Coordinating Committee ( Comité de Coordinación Estudiantil por la No
Violencia) (SNCC). El SNCC, sin conocer la filosofía anarquista, incorporaba
las características del anarquismo. Eran descentralizados. Otras
organizaciones de derechos civiles, como por ejemplo la Southern Christian
Leadership Conference (Conferencia Sureña del Liderazgo Cristiano), eran
organizaciones centralizadas con un líder, Martin Luther King. La National
Association for the Advancement of Colored People (Asociación Nacional para
el Progreso de las Personas de Color) (NAACP), con sede en Nueva York,
también tenía una organización bastante centralizada. En cambio, el SNCC era
totalmente descentralizado. Tenía lo que llamaban secretarios de campo, que
trabajan en los pequeños pueblos de todo el Sur con un alto grado de
autonomía. La organización tenía una oficina en Atlanta, Georgia, pero no
era una autoridad fuerte y centralizada. Las personas que hacían trabajo de
campo –en Alabama, Georgia, Luisiana y Mississippi- eran básicamente
independientes. Trabajan con la gente del lugar, con gente de base.
Entonces, el SNCC no tenía un líder y sí bastante suspicacia frente al
gobierno.
No podían depender de la ayuda del gobierno, de su apoyo, ni siquiera
porque el gobierno de la época, a principios de la década de los sesenta,
era considerado progresista, liberal. Especialmente John F. Kennedy. Pero
cuando miraban a John F. Kennedy lo que veían era su comportamiento. John F.
Kennedy no apoyaba el movimiento sureño por la igualdad de los negros,
nombraba jueces segregacionistas en el Sur, permitía que los
segregacionistas del Sur hiciesen lo que querían. En síntesis, el SNCC era
descentralizado, antigobierno, sin liderazgo, pero no tenían una visión de
una sociedad futura como los anarquistas. No pensaban a largo plazo, no se
preguntaban qué tipo de sociedad tendremos en el futuro. Estaban totalmente
concentrados en el problema inmediato de la segregación racial. Pero en su
actitud, en la forma en que trabajaban, en la forma en que estaban
organizados, habían adoptado, podría decirse, la línea anarquista.
ZV: ¿Cree que el (mal) uso peyorativo de la palabra anarquismo es una
consecuencia directa del hecho de que pensar que la gente puede ser libre ha
sido y es una idea que asusta a quienes tienen poder?
HZ. ¡Sin duda!. No hay duda de que las ideas anarquistas atemorizan a
quienes están en el poder. Quienes ejercen el poder pueden tolerar las ideas
progresistas, pueden tolerar las ideas que aboguen por reformas, pero no
pueden tolerar la idea de que no haya estado, autoridad central. Por eso,
para ellos es muy importante ridiculizar la idea del anarquismo, para dar la
impresión de que el anarquismo es violento y caótico. Es muy útil para
ellos, desde luego.
ZV: En la ciencia política teórica, podemos identificar analíticamente
dos concepciones principales del anarquismo –el llamado anarquismo
colectivista limitado a Europa, y el anarquismo individualista limitado a
USA. ¿Está de acuerdo con esta separación analítica?
HZ: Para mí esta es una separación artificial. Como pasa a menudo, los
analistas pueden hacerse las cosas más fáciles, por ejemplo, creando
categorías y encajando movimientos en esas categorías, pero no creo que sea
posible hacer eso. Aquí en USA ha habido personas que han creído en el
anarquismo individualista, pero en este país también existieron los
anarquistas organizados de Chicago en la década de los años ochenta del
siglo XIX, o el SNCC. Creo que tanto en Europa como en USA se encuentran
ambas manifestaciones, excepto quizás la idea del anarcosindicalismo que fue
mucho más fuerte en Europa que en USA. Aunque en USA existe el sindicato
Industrial Workers of the World (Trabajadores Industriales del Mundo) (IWW),
organización anarcosindicalista que no tiene nada que ve con el anarquismo
individualista.
ZV: ¿Qué opina sobre el “dilema” de los medios: la revolución social
en contraposición a la evolución cultural?
HZ: Pienso que aquí hay varios aspectos. Uno de ellos es el de la
violencia, y me parece que en este punto los anarquistas no se han puesto de
acuerdo. Aquí en USA puede verse este desacuerdo, y puede verse en una misma
persona. Emma Goldman, de quien podría decirse que, después de muerta, puso
al anarquismo en primera fila en la década de los años sesenta, cuando
súbitamente se convirtió en una figura muy conocida. Emma Goldman estuvo a
favor del asesinato de Henry Clay Frick, pero luego decidió que esa no era
la forma. Su amigo y camarada, Alexander Berkman, sin embargo, no desechó
totalmente la idea de la violencia. Pero también hay personas que eran en
cierta forma anarquistas, como Tolstoi, e incluso Gandhi, que creían en la
no violencia.
En lo que se refiere a los medios, el anarquismo posee un principio
fundamental, y ese principio es el concepto de la acción directa, es decir
no utilizar las formas que ofrece la sociedad -el gobierno representativo,
el voto, las leyes- sino tomar el poder directamente. En el caso de los
sindicatos, en el caso del anarcosindicalismo, significa trabajadores que
van a la huelga, pero no sólo eso, sino que efectivamente toman las
industrias en las que trabajan y las manejan. ¿Qué es la acción directa? En
el Sur, cuando los negros se organizaban para combatir la segregación
racial, no esperaron a que el gobierno les diese una señal, ni utilizaron
los tribunales, ni introdujeron demandas, ni esperaron a que el Congreso
aprobase leyes. Recurrieron a la acción directa, fueron a los restaurantes,
se sentaron y no se movieron. Se subieron a los autobuses y escenificaron la
situación que deseaban que existiese. Por supuesto, la huelga es siempre una
forma de acción directa. Con la huelga tampoco se le pide al gobierno que
haga las cosas más fáciles dictando leyes, se toma una acción directa en
contra del patrono.
Yo diría que, al menos en lo que se refiere a medios, la idea de la
acción directa en contra del mal que se quiere erradicar, es una especie de
denominador común de las ideas anarquistas, de los movimientos anarquistas.
Sigo creyendo que uno de los principios más importantes del anarquismo es
que no pueden separarse los medios de los fines. Es decir, si tu fin es una
sociedad igualitaria, tienes que usar medios igualitarios; si tu fin es una
sociedad no violenta, sin guerras, no puedes usar la guerra para alcanzar
ese fin. Creo que el anarquismo requiere que los medios estén de acuerdo con
los fines. En verdad, creo que esta es una de las características
distintivas del anarquismo.
ZV: En una oportunidad se le preguntó a Noam Chomsky cuál era su
visión específica de una sociedad anarquista y su muy detallado plan para
llegar a ella. Chomsky respondió “no podemos imaginarnos los problemas que
van a surgir a menos que experimentemos con ellos.” ¿Siente usted también
que muchos intelectuales de izquierda pierden demasiada energía en sus
disputas teóricas sobre los medios y los fines adecuados, en lugar de al
menos comenzar a “experimentarlos” en la práctica?
HZ: Creo que vale la pena presentar ideas, como hizo Michael Albert con
el proyecto Parecon(*), por ejemplo, aunque se mantenga la flexibilidad. No
podemos crear ahora los planos de la sociedad del futuro, pero me parece que
es bueno pensar en ello. Me parece que es bueno tener un objetivo en mente.
Es constructivo, es útil, es saludable, pensar cómo podría ser la sociedad
del futuro, porque eso puede guiarte en lo que estás haciendo hoy en día,
pero sólo en la medida en que las discusiones sobre la sociedad del futuro
no se conviertan en obstáculos para trabajar por esa sociedad del futuro. De
otra forma se pierde el tiempo discutiendo sobre esta posibilidad utópica en
contraposición a esta otra posibilidad utópica, en lugar de actuar en la
forma necesaria para estar más cerca de esa sociedad del futuro.
ZV: En su libro “La otra historia de los Estados Unidos”, usted nos
muestra que nuestra libertad, nuestros derechos, etc. nunca nos han sido
dados por las elites ricas e influyentes, sino que han sido conseguidos
gracias a las luchas de la gente de a pie –con la desobediencia civil-. ¿En
este sentido, cuáles deberían ser nuestros primeros pasos para lograr un
mundo distinto, mejor?
HZ: Creo que el primer paso que debemos dar es organizarnos y protestar
contra el orden existente –contra la guerra, contra la explotación económica
y sexual, contra el racismo, etc.- Pero organizarnos de manera que los
medios se correspondan con los fines, organizarnos de manera que podamos
crear el tipo de relaciones humanas que debería existir en la sociedad del
futuro. Eso significa organizarnos sin autoridad centralizada, sin liderazgo
carismático, de una forma que escenifiquemos en miniatura el ideal de la
sociedad igualitaria del futuro. De esta manera se podría hacer una
representación de cómo debería ser la sociedad del futuro y se crearía una
satisfacción inmediata, aunque no hayamos logrado el fin último.
ZV: ¿Qué opina de los distintos intentos de probar científicamente la
presunción ontológica de Bakunin, según la cual los seres humanos poseen un
“instinto de libertad”, no sólo el deseo sino una necesidad biológica?
HZ: Pues yo creo en esta idea, pero creo que no puede obtenerse una
prueba biológica de su existencia. ¿Habría que encontrar el gen de la
libertad? No. Me parece que otra forma de comprobarlo es revisando la
historia del comportamiento humano. La historia del comportamiento humano
demuestra que los pueblos siempre se han rebelado en contra de las tiranías
que los han oprimido.