Fidel Castro, de 81 años, renunció a sus funciones de
presidente del Consejo de Estado de Cuba y de comandante en jefe de la
Revolución. Permanece, sin embargo, como miembro del Buró Político del Partido
Comunista de Cuba. El próximo domingo día 24 Raúl Castro, de 77 años, será
elegido, por los nuevos diputados de la Asamblea Nacional, para ocupar las
funciones de primer mandatario de Cuba.
Es la segunda vez que Fidel renuncia al poder. La primera fue en julio de
1959, siete meses después de la victoria de la Revolución. Elegido primer
ministro, chocó con el presidente Manuel Urrutia, que consideró muy radicales
las leyes revolucionarias, como la de reforma agraria, promulgadas por el
consejo de ministros. Para evitar un golpe de Estado, el líder cubano prefirió
renunciar. El pueblo salió a las calles apoyándolo. Presionado por las
manifestaciones, Urrutia no tuvo otra alternativa que dejar el poder. La
presidencia fue ocupada por Oswaldo Dorticós, y Fidel volvió a la función de
primer ministro.
Estuve en Cuba en enero de este año, para participar en el Encuentro
Internacional sobre el Equilibrio del Mundo, a la luz del 155º aniversario del
nacimiento de José Martí, figura paradigmática del país. Regresé a mediados de
febrero para otra reunión internacional, el Congreso Universiade 2008, en el que
participaron varios rectores de universidades brasileñas. En ambas ocasiones me
encontré con Raúl Castro y otros ministros cubanos. Me reuní también con la
dirección de la FEU (Federación Estudiantil Universitaria); con estudiantes de
la Universidad de Ciencias Informáticas; con profesores de nivel básico y medio,
y con educadores populares. Se engaña quien crea que la renuncia de Fidel
significa el comienzo del fin del socialismo en Cuba. No hay ningún síntoma de
que sectores significativos de la sociedad cubana aspiren a que regrese el
capitalismo. Ni siquiera los obispos de la Iglesia Católica. Con excepción de
unos pocos, a quienes no les importaría que el futuro de Cuba fuese equivalente
al presente de Honduras, Guatemala o Nicaragua. Además, ninguno de los que
salieron del país continuó la defensa de los derechos humanos al insertarse en
el mundo encantado del consumismo.
Cuba no es reacia a los cambios. El mismo Raúl Castro desencadenó un proceso
interno de críticas a la Revolución a través de las organizaciones de masas y de
los sectores profesionales. Son más de un millón de sugerencias las analizadas
por el gobierno. Los cubanos saben que las dificultades son enormes, pues viven
en una cuádruple isla: geográfica; única nación socialista de Occidente;
desprovista del apoyo que le daba la Unión Soviética; bloqueada hace más de 40
años por el gobierno de los EE.UU.
A pesar de todo ello el país mereció elogios del papa Juan Pablo II con
ocasión de su visita en 1998. En el IDH 2007 de la ONU el Brasil se alegró de
figurar en el puesto 70. Los primeros setenta países son considerados los
mejores en calidad de vida. Cuba, donde no se paga nada por el derecho universal
a la salud y educación, figura en el puesto 51.
El país presenta una tasa de alfabetización del 99,8 por ciento; cuenta con
70.594 médicos para una población de 11,2 millones (1 médico por cada 160
habitantes); un índice de mortalidad infantil de 5,3 por cada mil nacidos vivos
(en los EE.UU. son 7, y en Brasil 27); 800 mil diplomados en 67 universidades,
en las que ingresan cada año 606 mil estudiantes. Hoy día Cuba mantiene médicos
y profesores trabajando en más de 100 países, incluido Brasil, y promueve en
toda América latina la “Operación Milagro”, para curar gratuitamente
enfermedades de los ojos, y la campaña de alfabetización “Yo sí puedo”, con
resultados que convencieron al presidente Lula de adoptar el método en el
Brasil. Habrá, sí, cambios en Cuba cuando cese el bloqueo de los EE.UU.; cuando
sean liberados los cinco cubanos presos injustamente en la Florida por luchar
contra el terrorismo, y si la base naval de Guantánamo, utilizada ahora como
cárcel clandestina –símbolo mundial del irrespeto a los derechos humanos y
civiles– de supuestos terroristas fuera devuelta.
No esperemos, sin embargo, que Cuba
quite de las entradas a La Habana dos carteles que nos avergüenzan a nosotros
los latinoamericanos, que vivimos en islas de opulencia rodeadas de miseria por
todos lados: “Cada año 80 mil niños mueren víctimas de enfermedades evitables.
Ninguno de ellos es cubano”. “Esta noche 200 millones de niños dormirán en las
calles del mundo. Ninguno es cubano.”
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(*) Frei Betto es escritor, autor de Calendario del poder, entre otros
libros.