En el Foro Social Mundial de 2006 dijo usted que
habría que hacer fracasar el proyecto militar estadounidense. Era
necesario, a fin de crear un margen de maniobra suficiente, sin la
existencia del cual todo progreso social y democrático resultaría
vulnerable. ¿Sigue opinando lo mismo, dos años después?
En principio, sí. Por otra parte, ahora surgen procesos que ya eran
importantes en 2006, y que ahora tienen una más robusta presencia. Ahora
vemos más claramente que entonces el fin la era del petróleo. Tenemos
petróleo para quizá todavía 40 o 60 años. Esta materia prima llegará en
el futuro a alcanzar un precio tal, que sólo unos pocos países podrán
permitirse mantener un suministro energético fundado en el petróleo. Eso
se convertirá en una cuestión estratégica, como se pudo ver en los
pasados años.
Finalmente, el dominio militar del mundo por parte de EEUU está
determinado por el control del petróleo. Por eso están los EEUU en
Oriente Próximo y en África, por eso están en pugnaz hostilidad con
Venezuela y Rusia. Existe el peligro de nuevas guerras futuras por el
petróleo.
Un segundo tema del que ya éramos conscientes es el de la crisis
ecológica. Las consecuencias del cambio climático son más drásticas de
lo previsto. Eso obliga a repensar radicalmente el suministro
energético, obviamente en el sentido de las energías renovables, pero en
algunos países también en el sentido de la energía nuclear, con todos
los peligros resultantes de ello para la humanidad.
¿Cómo valora usted el espectacular auge de algunos países del Sur?
India y China no sólo representan una buena tercera parte de la
población mundial. Si además añadimos Brasil, Sudáfrica y Rusia, se ve
entonces que el peso económico de ese grupo de Estados como motor de la
economía mundial ha llegado a ser mayor que el de EEUU. Esos países
están en vías de disponer de fondos soberanos estatales que los pondrán
en situación de actuar sobre el núcleo mismo de la globalización. En mi
opinión, entonces, se planteará más temprano que tarde la cuestión de
una vuelta al proteccionismo. Si países como China o la India, pero
también Corea del Sur, Malaysia o Indonesia se convierten en la fábrica
del mundo, apenas podrá seguir exportándose algo allí, por mucho que
esos Estados representen las nuevas potencias económicas que podrían
comprar algo. ¿Qué pasará entonces con las industrias de los países
desarrollados de Occidente?
A fin de cuentas, se trata de un peligro que conocemos de hace
tiempo, pero que nunca valoramos con la urgencia con que ahora se
plantea con el crac de los mercados de valores en EEUU. La crisis
hipotecaria tiene consecuencias para los grandes bancos norteamericanos,
que ahora tienen que ser salvados con fondos soberanos estatales, sobre
todo de los países árabes. Puesto que también los bancos en Alemania y
en Suiza se ven afectados, se plantea la cuestión de si lo que está en
puertas es una recesión económica mundial. ¿Podrían convertirse China,
India y otros en el motor de la economía mundial, si el motor de EEUU
falla? Si tal no ocurriera, tendríamos una crisis económica de alcance
planetario.
¿Ve usted síntomas de decadencia también en el potencial militar
de EEUU?
En este aspecto los EEUU son todavía el número uno. Pero Oriente
Próximo revela que su poder militar no les consiente ganar guerras
asimétricas: los EEUU no han logrado ganar la guerra de Irak. Tal vez
consigan mantener en jaque a Irak, pero estas cosas nunca se sabe cómo
terminan. Los norteamericanos tampoco pueden ganar la guerra en
Afganistán. Israel no puede ganar la guerra contra los palestinos, al
menos no militarmente, aunque acaso sí políticamente. Lo que se aprecia
en esa región del mundo es que la superioridad militar no lleva
forzosamente a la victoria militar.
¿Lo que significa...?
Significa que EEUU no marchará contra Irán. Tal vez lo bombardeen,
pero no lo invadirán, como a Irak, con tropas terrestres. Significa
también que los norteamericanos quedarán tan agotados con todos esos
conflictos, que no podrán permitirse por un cierto tiempo aventuras
militares importantes. Por lo demás, Rusia está otra vez en vías de
convertirse en una potencia militar de rango mundial relevante. Vemos,
pues, que, desde el punto de vista del balance militar, y tras un orden
unipolar, está apareciendo de nuevo una relación de fuerzas multipolar.
En esas circunstancias, ¿cómo pueden seguir desarrollándose los
movimientos sociales, y en particular, qué futuro aguarda a los Foros
Sociales Mundiales?
Desgraciadamente, los movimientos sociales internacionales son por
ahora incapaces de encontrar una forma de conexión reticular que les
permita actuar más a la una. No se está en condiciones de fijarse
objetivos que vayan en una misma línea.
¿Y eso les impide a los movimientos sociales responder
adecuadamente a la situación actual?
En efecto. Porque hemos atravesado distintas fases. La primera
consistió en definir la globalización. A mediados de los 90 todavía no
existía el movimiento, porque no sabía contra qué luchar. Fue preciso
que muchos intelectuales y muchas fuerzas políticas definieran
conjuntamente al enemigo; el enemigo era la globalización.
En la segunda fase se juntaron todos quienes, sin acaso saberlo,
luchaban contra la globalización, en el Sur y en el Norte. Se consiguió
eso. Se tiene evidentemente la impresión de que esos éxitos
–señaladamente, la fundación del Foro Social Mundial— han acabado por
paralizar al movimiento. El movimiento es hoy –potencialmente— fuerte,
como nunca antes. Es, a escala planetaria, la única fuerza en alguna
medida organizada que resiste a la globalización, pero no sabe qué hacer
con esa fuerza. Se desperdician oportunidades, al menos yo lo veo así.
Hoy estaríamos en condiciones de llevar a cabo luchas a escala mundial.
Recuerde sólo las grandes manifestaciones contra la guerra de Irak.
Ha llegado la hora de que movimientos como el del Foro Social Mundial
dejen de ser sólo movimientos exitosos de resistencia y entren en una
nueva etapa, con otras formas de lucha.
¿Por qué lo dice con tanto énfasis?
La ofensiva ideológica de la globalización prosigue. Podemos
constatar que el movimiento ya no amedrenta a los dominadores. Apenas
hablan ya de él. Desde que Attac entró en crisis en Francia, la prensa
francesa apenas habla ya de Attac. Tampoco se habla ya del Foro Social
Mundial. A nosotros nos preocupa ese silencio, porque demuestra que los
otros han ganado la batalla, y desde luego, a causa de la dispersión.
Por eso creo yo que las organizaciones principales que constituyen el
Foro Social Mundial están obligadas a plantearse la pregunta: ¿Qué será
de nosotros? ¿Qué debemos hacer?
A todo eso, la cuestión de la toma del poder resulta esencial. Todo
el movimiento se ha formado en la idea básica de que no puede tratarse
de tomar el poder. Yo me pregunto, si eso sigue siendo hoy valedero. La
experiencia en América Latina muestra que, con el poder en la mano, algo
se puede lograr. Desde luego eso es en Europa más difícil, debido a la
camisa de fuerza que es la Unión Europea.
Con la palabra América Latina va hoy, quieras que no, el concepto
del "Socialismo del siglo XXI". ¿Es una alternativa?
Es, por lo pronto, una obra en construcción. El propio Hugo Chávez,
que lanzó ese concepto, no podría dar una definición de socialismo del
siglo XXI, si se le preguntara. El mismo Fidel Castro dice que el
socialismo se halla hoy en una crisis, lo que hace que haya distintas
nociones del mismo. Él es muy consciente de eso, como pudo comprobar en
mis conversaciones con él.
Chávez está en claro respecto del hecho de que, en un proceso de
transformaciones políticas, llega un momento en que hay que pasar de la
práctica a la teoría. Es exactamete lo que hizo Marx: el capitalismo
existía ya, cuando Marx definió lo que es capitalismo. Ya había
movimientos revolucionarios, cuando Lenin elaboró teóricamente las
obsrbaciones sobre sus luchas, lo mismo que hiciera Marx con la Comuna
de París.
Chávez procede del mismo modo: en América Latina lo que impera hoy es
sobre todo la vitalidad de los movimientos de base, no la de los
partidos políticos. Chávez no fue elegido por un partido político (la
socialdemocracia estaba y sigue estando contra él). Son las
organizaciones de base con su proteica multiplicidad en los barrios o en
las regiones, son mujeres, hombres, los indígenas con sus
correspondientes reivindicaciones. Son ellos quienes han ayudado a
triunfar a personalidades como Chávez o el nuevo presidente ecuatoriano
Rafael Correa. Este tipo de políticos se vinculan con los movimientos
sociales, dándoles así la posibilidad de tener audiencia y de introducir
reformas, por ejemplo, en materia educativa y sanitaria. Pero llega un
momento en que eso no puede ya seguir siendo un instrumento estable. Hay
que pasar a la teoría y preguntarse: ¿qué conservamos de todas esas
experiencias? El resultado es el Socialismo del siglo XXI.
Sobre el cual, empero, todavía no se sabe gran cosa...
... no necesariamente. Tendríamos que contemplar los diez años hasta
ahora transcurridos de Revolución Bolivariana, así como la situación
mundial antes descrita, con sus aspectos ecológicos y energéticos. ¿Cómo
podemos elaborar conjuntamente todos esos elementos en un esquema
teórico que no sólo tenga validez para Venezuela, sino para la entera
humanidad? El resultado es, de nuevo, el Socialismo del siglo XXI.
El proceso en el que ahora nos hallamos va más allá de la situación
que teníamos con el Subcomandante Marcos y los zapatistas en México.
Marcos jugó un papel extremadamente importante en punto a convencer a
muchos resistentes del mundo de la necesidad de unirse. Dio un impulso
muy importante en esa dirección, lo mismo que Pierre Bourdieu en
Francia, o Noam Chomsky, o el movimiento sindical, o Le Monde
Diplomatique, o Attac. Pero llega un momento en que hay que pasar a
una nueva fase. Cuando se fetichiza la idea de que los movimientos
sociales son lo único que puede actuar efectivamente, entonces el
movimiento se paraliza.
Usted ha conversado mucho con Fidel Castro, y ha escrito un libro
resultado de esas conversaciones. En su opinión, ¿que experiencias
cubanas habría que admitir, y cuáles evitar?
Habría que evitar, por lo pronto, la confrontación con la primera
potencia de la Tierra. Eso es, claro está, dificilísimo, pero cuando uno
está expuesto a un bloqueo de los EEUU, las restricciones consiguientes
hacen la vida muy difícil. También habría que evitar el que sólo
estuviera permitido un único partido. Digna de imitación me parece, en
cambio, toda la política social. Pero no sólo ella: hay una política de
constante consulta a los trabajadores. En Cuba hay pleno empleo. Las
cooperativas surgen con toda libertad, especialmente en el campo.
Cuba es un país muy pequeño que no está en condiciones de vivir
autárquicamente, y ha padecido a lo largo de su historia tres
dependencias: de España, primero, luego de EEUU y luego, y aun siendo
harto distinta, la de la URSS. Yo creo que los cubanos lo que quieren es
dejar de ser dependientes. Quienes hablan ahora de una dependencia
respecto de Venezuela pasan por alto que se trata ahora de una relación
de muy otra naturaleza. Porque lo que los cubanos pueden ofrecer a
cambio es muy importante. Aunque no se puede cuantificar en términos
petrolíferos, es acaso de mayor importancia. Gracias a los maestros
cubanos, el analfabetismo ha sido erradicado en Venezuela. Vea usted en
cambio lo que ha ocurrido en Nicaragua, en donde hubo, bajo los
sandinistas, una importante campaña de alfabetización: el analfabetismo
ha reaparecido y ahora el 35% de las personas son analfabetas. ¡Esto es
dramático!
De modo, pues, que una buena cantidad de experiencias cubanas merecen
ser conservadas, y yo creo que los mismos cubanos quieren mantener mucho
de lo que les hace únicos. Mas en ese país hay una sociedad compleja, no
monolítica. Un partido único no está en condiciones de representar la
muchedumbre de aspiraciones de los cubanos.
Castro dice que esa multiplicidad puede hallar cabida en el
partido único.
Es verdad, pero lo que dice sobre todo es que en un país amenazado
por la primera potencia mundial, la unidad es lo más importante que hay
que conservar. Por eso es tan palmariamente elemental que esa amenaza
debe cesar. El día que cese, habrá progresos en el reconocimiento de la
múltiple pluralidad de la sociedad cubana. A menudo se habla del modelo
chino, pero los cubanos se miran también en el espejo de lo que ocurre
en Vietnam.