De acuerdo con la interpretación del espionaje británico, las revueltas
que tuvieron lugar en Lhasa el pasado 14 de marzo, y que desataron una escalada
de violencia en todo el Tibet que todavía continúa, fueron preparadas y
ejecutadas fuerzas especiales del Ejército de Liberación Popular (EPL, Ejército
de la República Popular China), para justificar una represión militar contra los
rebeldes tibetanos.
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Las "conclusiones" del GCHQ, la agencia gubernamental de comunicaciones
británica, coinciden así con las denuncias en este sentido pronunciadas por el
Dalai Lama, un confeso empleado de Washington.
Según informa este viernes el diario Epoch Times, el servicio británico
desplazó los satélites con que cuenta para seguir de cerca la situación, y las
imágenes captadas confirman que China, y en concreto su ejército, utilizó
alborotadores infiltrados para iniciar los disturbios.
Lo que el Gobierno no se esperaba -señalan los espías británicos- es que las
manifestaciones se extendieran a muchas otras localidades, no sólo en la región
autónoma de Tíbet sino también en provincias con importantes comunidades de
tibetanos como Sichuan, Qinghai y Gansu.
No obstante, está en duda si realmente el Gobierno chino estaba al tanto
y apoyaba el plan pergeñado por el Ejercito que sustenta posturas más
duras y conservadoras que la actual administración en el poder, según las
apreciaciones británicas.
Según el Epoch Times, cuando China destruyó con un misil, hace más
de un año, uno de sus satélites meteorológicos (poniendo en evidencia que cuenta
con la tecnología necesaria para inutilizar los satélites espías de otras
potencias), se rumoreó que la orden no había salido directamente desde el
Gobierno, sino desde el Ejercito chino.
Desde que las revueltas se extendieron Beijing apuntó hacia el "Dalai Lama y
su camarilla" como el cerebro de las protestas, en las que según China han
fallecido una veintena de personas (19 en Lhasa) y, según fuentesdel gobierno
tibetano en el exilio, han muerto más de un centenar.
De acuerdo con el Epoch Times, está claro que hubo algún tipo de
organización en los sucesos del 14 de marzo, ya que las protestas se
produjeron de forma simultánea en varios focos, según los testigos.
De acuerdo con la corresponsal de la
hongkonesa Phoenix Tv, una de las pocas periodistas que presenciaron los hechos,
muchos de los comercios y viviendas que después fueron quemados habían amanecido
ese día con un extraño símbolo escrito en sus puertas.
El
Centro Tibetano para los "Derechos Humanos y la Democracia" (TCHRD) denunció el
sábado que hay al menos un millar de tibetanos detenidos a raíz de los violentos
disturbios de los últimos días en Tíbet y otras regiones chinas de mayoría
tibetana, así como cientos de desaparecidos, al tiempo que alertó sobre que,
seguramente, todos ellos se enfrentarán a "duras penas" de prisión.
Por otra
parte, los "grupos tibetanos en el exilio" (pantallas de la CIA)
están promoviendo numerosas campañas de protesta a través de la red a las que
instan a sumarse a ciudadanos de todo el mundo. Así, el grupo Estudiantes por un
Tíbet Libre ofrece en su página web www.studentsforafreetibet.org información
y links directos a varias de estas campañas.
Para los medios y analistas
chinos, la finalidad de las protestas y de la "rebelión social" contra China es
clara: Poner la represión y la violación de los derechos humanos en Tibet
como la
imagen que define a China.
La nueva "rebelión de los monjes" se lanzó en un momento en
que la mirada internacional está fija sobre China y cuando muchos miembros del
gobierno de la Región Autónoma de Tibet estaban en Pekín para asistir
al Congreso Nacional del Partido Chino.
Tibet, conjuntamente con los
territorios en disputa de Xinjiang y Taiwán, representan los mayores conflictos
secesionistas
para los líderes chinos.
La ola de protestas
coincidió con el 49º aniversario del fallido levantamiento tibetano contra China
de 1959, cuando el Dalai Lama se tuvo que ir al exilio.
La última vez que se efectuaron protestas fue en 1989, justo antes de la
represión de la Plaza Tiananmen en Pekín.
En ese momento, el actual
presidente Hu Jintao era el Secretario del Partido Comunista en Tibet y su manejo de las
protestas le valió la aprobación de sus jefes en Pekín.