La secretaria de Estado norteamericana, Condoleezza Rice, tiene previsto visitar
la Corea del Sur, China y Japón dentro de una gira relámpago que
tiene como objetivo intentar persuadir a Corea del Norte para que el régimen
divulgue la totalidad de sus programas nucleares antes de que termine el
mandato del presidente estadounidense, George W. Bush.
A Bush le queda menos de un año para abandonar el cargo,
durante este tiempo tiene que conseguir que Corea del Norte ponga punto final a sus proyectos
nucleares a cambio de los beneficios diplomáticos y económicos que les ha
prometido la comunidad internacional bajo el acuerdo firmado en 2005.
El principal punto de fricción, que podría frustrar
la desnuclearización, es que el régimen de Pyongyang se niega a revelar sus programas
y número de armas, en tanto que EEUU busca
obtener la información completa no sólo sobre el número de dispositivos, sino
también respecto al lugar de su producción y almacenamiento.
Desde la
crisis desatada por el experimento nuclear norcoreano, en septiembre de 2006,
Washington aumentó las presiones y consiguió que la ONU aplicara duras
sanciones económicas contra Pyongyang.
Finalmente el gobierno
de Kim Jong-Il accedió a negociar el desmantelamiento de sus usinas nucleares a
cambio del levantamiento de las sanciones y resarcimiento económico, lo que fue
aceptado por EEUU.
Pero en el último tramo de
los acuerdos, Corea del Norte se muestra reticente a la destrucción y a
proporcionar información sobre su potencial nuclear.
En lo que es su primera visita al noreste asiático en más de un año, Rice
asistirá a la ceremonia de investidura del presidente surcoreano Lee Myung Bak,
que tendrá lugar en Seúl este lunes.
Desde ahí, iniciará sendas rondas de
consultas en Beijing y Tokio.
En la agenda de la secretaria no
figura escala alguna en Pyongyang, como era de esperar, pero tampoco se
prevé una reunión con los responsables norcoreanos que trabajan en la capital de
China.
Sin embargo, encabezando su agenda se encuentra el acuerdo multilateral bajo el
que Corea del Norte comenzó a desmantelar su principal instalación nuclear en
Yongbyon y que ha llegado a un punto muerto.
El gobierno norcoreano se ha negado a
divulgar la totalidad de sus proyectos nucleares, argumentando que espera que la comunidad internacional distribuya la ayuda económica y alimentaria
prometida bajo las condiciones del pacto firmado por las dos Coreas, China,
Japón, Rusia y Estados Unidos.
Por parte de Estados Unidos, se considera imprescindible que Corea del Norte
declare todos sus armas y arsenales nucleares para que Washington cancele el
embargo financiero impuesto sobre los bienes norcoreanos en el extranjero.
Según fuentes estadounidenses, se
pide en particular que Corea del Norte dé a conocer cualquier intercambio de
tecnología nuclear con otros países, entre ellos Siria.
Esta petición, según The Washington Post, está directamente relacionada
con la sospecha de que varios oficiales norcoreanos podrían haber estado
presentes en una supuesta base nuclear secreta siria, bombardeada el pasado
mes de septiembre por la fuerza aérea israelí.
El ex consejero de la Casa Blanca y
ahora miembro del panel de expertos del CSIS (Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales), Michael Green, consideró
"improbable la posibilidad de que Corea del Norte declare sus actividades
nucleares, incluso en un formato separado".
En lugar de ello, lo más probable es
que el régimen de Pyongyang se dedique ganar tiempo, a la espera de negociar un
acuerdo más favorable con el próximo presidente estadounidense.
Si Bush quiere solucionar esta cuestión antes de dejar el cargo, Green propuso
una postura mucho más agresiva, dando a entender a Corea del Norte que deberá
pagar un precio por no cumplir sus acuerdos. "Parece ser que la única forma
de progresar es combinar esa mezcla de presión y amenazas", afirmó.
Históricamente,
el gobierno
de Kim Jong-Il
respondió a las amenazas de EEUU utilizando como "arma disuasiva" su programa
nuclear cuya operatividad y capacidad de desarrollo, aunque no se conoce su
alcance, puede desnivelar la geopolítica de la región, donde China y Japón son dos
protagonistas centrales.
En este escenario, surgen
dudas respecto de la voluntad real de Corea del Norte para desprenderse y
revelar el alcance de su potencial nuclear.
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