presado por la FBI, Bernie confesó que sus inversiones habían sido
“un gran engaño” (Bloomberg, 12/12/08). Su estafa fue global y afectó a los
principales bancos de las plazas financieras de la desregulada globalización:
Wall Street, la City, Suiza, Japón, España (donde Santander salió
averiada) y Francia. Fueron timados los relevantes bancos del mundo, y los
principales hedge funds (“fondos de cobertura de riesgo”). En forma
inverosímil, Bernie “había asesorado a la Comisión Reguladora de
Valores e Intercambios (SEC, por sus siglas en inglés) sobre cómo regular (sic)
los mercados” (Bloomberg, 15/12/08).
Los “auditores” de Bernie resultaron “una firma de solamente tres
(¡súper-sic!) personas llamada Friehling & Horowitz” que operaba en una
oficinita de 2 por 4 metros en Nueva York, integrada por un jubilado de 78 años
que vivía en Florida, un contador y una secretaria (The Daily Telegraph,
15/12/08).
Ira Ike Sorkin, abogado de la firma Dickstein Shapiro de Nueva York,
que representa a Bernie, declaró que lo acontecido había sido “una
tragedia”, sin especificar para quién: si para su cliente o para los estafados
por Bernie.
Le Monde fustiga la ligereza de los banqueros globales, “lo que
prueba que colocan el dinero de sus clientes sin preocuparse de la manera en que
se adquieren las ganancias”, y pone en la picota a la SEC, a los “fondos de
fondos”, lo que exige “reglas claras y transparentes” y “verdaderos poderes de
investigación y sanciones”.
Se encuentran en riesgo los “fondos de fondos” (Tremont de Estados Unidos;
RMF de Gran Bretaña; y UBP y Grupo EIM, de Suiza) y “su modelo operativo, que
amenaza el manejo de 685 mil millones de dólares” (The Financial Times,
15/12/08). El editorial británico impreca la “locura de Madoff “ y el “pésimo
desempeño de auditores, reguladores, la SEC y los fondos de fondos”.
Rob Cox (The Daily Telegraph, 12/12/08) comenta que tal estafa
“podría ser un aperitivo de otras mayores”, cuando “aparecen primero las
pérdidas y las estupideces (sic) cometidas por los banqueros que operan para su
propio interés”.
¿Donde anduvieron extraviadas las “reguladoras” y “calificadoras”, tan
severas con los países valetudinarios de la periferia? ¿Quién califica a las
“calificadoras” (Standard & Poor’s, Moodys y Fitch) y a las hilarantes
“reguladoras” en el sistema neoliberal notoriamente mafioso?
Joanna Chung (The Financial Times, 14/12/08) expone que la “SEC se
encuentra en la picota” por la “estafa Madoff”. Los investigadores de la SEC
supuestamente se equivocaron con las empresas que manejaba Madoff y, en lugar de
monitorear su “negocio de consultoría de inversiones” (que fue registrado apenas
hace dos años, después de dos generaciones de actividad clandestina),
inspeccionaron a su inocua correduría, pese a las múltiples advertencias,
ampliamente del conocimiento de la SEC, proferidas públicamente por sus
competidores como Aksia, firma de consultoría de hedge funds con sede
en Nueva York, que había alertado a su clientela de no invertir en Madoff
Investment Securities pese a la seducción de sus altos rendimientos.
Tardíamente, la Oficina de Fraudes Graves (sic) –SFO, por sus siglas en
inglés– inició una investigación en Londres después de las pérdidas sufridas por
Man Group, el mayor hedge fund del mundo, y el fondo de inversiones
Bramdean Alternatives, que dirige la feroz Nicola Horlick, quien ha criticado
acerbamente la “falla sistémica” de la SEC, que plantea “preguntas
fundamentales” sobre la estructura regulatoria de Estados Unidos, que ha quedado
hecha añicos.
Le Monde (15/12/08), rotativo francés que suele ser muy sereno, se
va a la yugular de Bernie, de 70 años, reverenciado como “genio de las
finanzas” y “uno de los gurús de Wall Street”, quien ostentaba su “elevada
ética” en su calidad de “figura de la comunidad judía de Nueva York” y
“organizador del apoyo financiero a Israel”. Pues Bernie no perdonó
siquiera a sus correligionarios de Nueva York y Florida, a quienes defraudó
masivamente.
“Estafador como un banquero”, será uno de los axiomas con el estigma de esa
calamitosa actividad que surgirán del tsunami financiero de Estados
Unidos, que dañó al mundo en forma perversa, lo cual ya habíamos padecido en
México con el caso Fobaproa/IPAB (aprobado por Calderón).
Hay que reconocer que en Estados Unidos la clase financiera simula mucho
mejor que la nuestra en México, y en cada “crisis” recurrente encuentra a
conveniencia multimediática su prototipo de chivo expiatorio, que parece
personificar Bernie, si es que no surge uno mucho mayor cuando se vayan
exhumando los cadáveres del “nivel 3” contable de las deudas incobrables de la
insolvente banca anglosajona.
Se sabía que el neoliberalismo global era una gran estafa intelectual, con
todo y sus palafreneros multimediáticos. Ahora, con las inocultables pérdidas,
han empezado a brotar los magnos y magos estafadores de Wall Street.
Es el fin del modelo neoliberal global y del dominio financiero de la banca
anglosajona. Tampoco hay que exagerar con que el mundo se acabará. ¿Cómo
pudieron vivir los humanos, con legados civilizatorios asombrosos, antes del
invento neoliberal mercantilista del siglo XVIII y su nefasto subtipo
financierista de la “desregulada” globalización de 1991?
Se trata de un cambio de paradigma –no una vulgar “crisis” recurrente del
caduco modelo capitalista radical–, donde forzosamente retornará la armonía sico-política
y socio-económica, con mayor contenido ético y estético en la conducción de los
asuntos de los humanos, quienes, debido al triunfo militar estadounidense en dos
guerras mundiales y en la guerra fría, fueron obligados a adoptar el
espejismo idólatra del exageradamente falible “mercado”.