|
Lo urgente es la recesión
Robert Lucas
Premio Nobel de Economía en el año 1995. Es el referente de la llamada "nueva
economía clásica", cuya cuna es la liberal Universidad de Chicago.
En una crisis
financiera las cosas suceden velozmente y el boom inmobiliario y las hipotecas "subprime"
de alto riesgo ya son historia antigua.
La responsabilidad de la Reserva Federal de los Estados Unidos en esta situación
es proveer más reservas de dinero, y en ese sentido está haciendo lo que
corresponde. Las reservas totales alcanzaban 47.000 millones de dólares el 10 de
septiembre, 180.000 millones el 8 de octubre y 329.000 millones de dólares el 22
de octubre. Eso es cumplir bien con la función de banco central.
¿Debe preocuparnos que la gente se aferre a las nuevas reservas y siga bajando
el gasto? Es algo que sin duda está ocurriendo, pero siempre pueden sumarse más
reservas.
¿Debe preocuparnos la inflación? Por supuesto, siempre.
Pero en este momento el problema más inmediato es la recesión. Si vuelve a haber
inflación, las reservas pueden sacarse tan rápido como fueron agregadas. Esta es
la clásica situación de prestamista de última instancia, y es importante estar
atentos.
En mi opinión, estas son las consideraciones más importantes para la política
estadounidense hoy. Creo que si las actuales políticas de crédito de la Reserva
Federal se continúan agresivamente, tenemos muy buenas probabilidades de evitar
una recesión peor que la de 1982. A esta altura, creo que es lo mejor que
podemos esperar, y es mucho mejor que repetir la década de 1930.
La estructura regulatoria que permitió que se produjeran estos hechos tendrá que
ser rediseñada, pero no es una tarea que deba hacerse esta semana ni que pueda
realizarse puntualmente para poder enfrentar la presente crisis.
El problema regulatorio que debe resolverse es en líneas generales el siguiente:
el pueblo necesita un medio de cambio convenientemente establecido que esté
libre del riesgo de default o de "corridas bancarias". La mejor forma de
lograrlo sería tener un sistema bancario competitivo con depósitos asegurados
por el Estado.
Pero esto sólo puede funcionar si los activos de estos bancos están fuertemente
regulados. Si pudiera lograrse ese equilibrio, una institución ajena a ese
sistema regulado podría seguir ofreciendo depósitos que fueran apenas un poco
más riesgosos pero que también pagaran una renta más alta que los depósitos en
los bancos regulados. Algunos consumidores y empresas podrían ver esta opción
como una inversión más atractiva, y cambiarían sus depósitos. Claro que si todos
lo hacen, las regulaciones ya no protegerán a nadie. La estructura regulatoria
diseñada en la década de 1930 resolvió este problema durante 60 años. Para los
próximos 60 años hará falta otra cosa.
Traducción Cristina Sardoy
Mercado no es igual a capitalismo sin regulación
Paul Samuelson
Premio Nobel de Economía en
el año 1970, es considerado uno de los fundadores de la economía neoclásica
moderna. En 2003 se opuso al recorte de los impuestos a los ricos decidido por
George Bush. Sobre la base de mis
observaciones de la historia económica, tanto a corto como a largo plazo,
considero que no hay ninguna alternativa a los sistemas de mercado como forma de
organizar tanto a las poblaciones ricas como a las pobres.
Sin embargo, la utilización de los mercados no es lo mismo que el capitalismo
sin regulación que tanto ponderan los partidarios del liberalismo económico.
Esos sistemas no pueden autorregularse en el plano microeconómico ni en el
macroeconómico. Siempre que se los instrumentó, generaron desigualdades
intolerables. Por otra parte, en lugar de ser el precio necesario para alentar
un progreso dinámico a través de innovaciones tecnológicas y administrativas,
esa desigualdad crea un déficit disfuncional en lo que los economistas llaman
"productividad de factor total".
Una prueba convincente de ello, puede verse en el deterioro de los Estados
Unidos entre 2001 y 2008. Los ingresos de los CEOs crecieron en comparación con
el sueldo medio de los empleados -de una relación de 40 a uno, pasaron a una
relación de 400 a uno, o a diferencias aún mayores- y el progreso industrial se
deterioró en lugar de acelerarse.
En consecuencia, mi posición es de un centrismo irredimible. Ese debería ser el
objetivo de Estados Unidos a partir de 2009. Debe ser también el objetivo de
todos los países, grandes y chicos, cualquiera sea su grado de desarrollo o su
ubicación en el mapa. Los liberales a ultranza no sólo son discapacitados
emocionales. Son también malos consejeros. Me refiero, por supuesto, a los
puntos de vista de Milton Friedman y de Friedrich Hayek. La "esclavitud" que les
inspira alarma no es la de Genghis Khan. Tampoco la de Lenin-Stalin-Mao ni la de
Hitler-Mussolini. Lo que les produce alarma son los Estados centristas del mundo
moderno. Basta con pensar en Suiza, Gran Bretaña, Estados Unidos, los países
escandinavos y los de la cuenca del Pacífico. ¿Por qué los ciudadanos de esos
lugares tienen un elevado índice de "felicidad" y gozan de amplias libertades de
expresión y de culto?
El presidente George W. Bush figurará en los libros de historia como el peor
presidente de los 234 años de la historia estadounidense. Uno de sus legados
inevitables será, entre otros, el peligro de que en 2009-2014 una mayoría de los
Estados Unidos efectúe un viraje mucho más a la izquierda del centro. Si Estados
Unidos se vuelve proteccionista, hay que culpar de ello a la desregulación
republicana anterior, lo que constituiría un buen ejemplo de la Ley de las
Consecuencias No Buscadas.
Sí, la política pública debe regular (de forma racional) la vida empresaria y
trabajar por la estabilización de la macroeconomía. Sí, los futuros sistemas
fiscales pueden, en un grado limitado, reducir los males más evidentes de la
desigualdad. Sin embargo, un sistema centrista puede generar daños si actúa con
demasiada fuerza para reducir la desigualdad. Mi objetivo es el Estado Centrista
Limitado.
No soy centrista porque no pueda decidirme entre la derecha y la izquierda, sino
porque esas dos opciones demostraron ser tan poco adecuadas, que la racionalidad
y la experiencia me llevan hacia el centro dinámico.
Traducción de Joaquín Ibarburu
Los bancos deberán buscar un nuevo rol
Edmund Phelps
Premio Nobel de Economía en el año 2006, se destacó en el análisis de la
macroeconomía.Estudió y escribió sobre los efectos que la inflación tiene sobre
la tasa de desocupación. Es ridículo hablar,
como algunos europeos, del "fin del capitalismo". Una buena vida requiere un
lugar de trabajo gratificante -de cambio y desafío- y eso requiere algún tipo de
capitalismo que funcione bien.
Es indudable que el sector bancario en Estados Unidos se desquició. Al comprar
hipotecas para armar paquetes con valores respaldados por hipotecas, los bancos
exportaron al resto del mundo una profusión de activos que fueron sobrevaluados
por las sociedades financieras que los compraron.
Las calificadoras, que hicieron sus cálculos sólo en base a hipótesis rosadas y
nunca pensando en el peor escenario, fueron cómplices en esta sobrevaluación.
Al vender instrumentos derivados, como seguro frente a impagos ("default
insurance") y otras obligaciones de deuda colateralizada, los bancos estaban
vendiendo activos tan complejos que era imposible para muchos inversores
entenderlos.
Por último, los bancos terminaron transformándose en sus propios peores
enemigos. El nivel de sus créditos y sus endeudamientos para otorgar esos
créditos alcanzaron un nivel tan alto en relación con su capital o sus acciones,
que cualquier perturbación seria en los precios de los activos -el efecto de un
incumplimiento de pago o el efecto de una reposición de márgenes de garantía-
podía repercutir de manera devastadora sobre el capital de cualquier banco y por
ende sobre su capacidad para funcionar y sobrevivir. En algunos bancos, el
apalancamiento medido no era extraordinariamente alto pero la opacidad de los
activos y la incertidumbre resultante en cuanto a sus retornos futuros eran muy
elevadas.
El hecho de que los bancos optaran por asumir niveles de riesgo cada vez
mayores, sin un fin a la vista hasta el colapso, fue un efecto de la
remuneración a los empleados: podían ganarse fortunas por cada día adicional que
el banco pudiera operar. No había ninguna disposición de recuperación que
estipulara el pago de bonificaciones solamente por el desempeño a largo plazo.
¿Es necesaria una regulación para eso? Indudablemente hacen falta algunas
regulaciones nuevas en ciertos casos.
Sin embargo, numerosos observadores sostienen que la falta de restricciones en
el sector bancario se debió más a la incapacidad de las autoridades reguladoras
en el ejercicio de sus poderes que al hecho de que la autoridad reguladora no
actuara. Hace falta, por sobre todo, una nueva mentalidad.
Un tema fundamental que las discusiones sobre regulación deben abordar, de todas
maneras, es qué función necesita la sociedad que desempeñe el sector bancario.
En las últimas dos décadas, los bancos fueron tratando cada vez más de hacer
dinero con hipotecas, residenciales y comerciales. Como esto ya demostró ser
difícil, los bancos tendrán que reducir su oferta de crédito a la economía en su
conjunto o de lo contrario redireccionar parte de su crédito al sector
empresarial.
Lamentablemente, en líneas generales los bancos parecen haber perdido la
habilidad para crear créditos e inversiones empresariales que supieron tener en
los fabulosos años de los bancos de inversión como el Deutsche Bank y J.P.
Morgan.
¿Los grandes bancos en Estados Unidos serán capaces de recobrar esa habilidad?
Lo más probable es que bancos muy regulados no sean fuentes ideales de finanzas
para la inversión empresarial, sobre todo para inversiones en empresas
innovadoras. Una fuente natural de financiación para nuevas firmas son los tíos
ricos, llamados "inversores ángeles", que saben más sobre la creación de nuevas
empresas de lo que podría llegar a saber un banquero. Otra fuente natural de
financiación son los capitalistas de riesgo, que también tienen una historia de
emprendimientos como para ser capaces de asumir el rol de mentores y financiar a
las empresas jóvenes. Algunos de los "hedge funds" (fondos especulativos)
también están haciendo un trabajo creativo en la financiación de proyectos
innovadores.
Obviamente, a la sociedad no le conviene regular a los tíos ricos, los
capitalistas de riesgo y los hedge funds que invierten o prestan a pequeñas o
nuevas empresas. Si la sociedad comete el error de hacerlo, la innovación
sufrirá. Como lo harán los reconocimientos al trabajo. Y la oferta de empleos.
Traducción Cristina Sardoy
El dólar ya no sirve como reserva
Joseph Stiglitz
Premio Nobel de Economía en el año 2001. Neokeynesiano, fue directivo del FMI
entre 1997 y 2000, cuando renunció en medio de críticas a los organismos
multilaterales y a la globalización. En un mundo
globalizado no debería sorprender que no sólo lo bueno atraviese las fronteras
con más facilidad, sino que también lo haga lo malo. Estados Unidos exporta
ahora su crisis al mundo entero.
Una crisis financiera global exige una solución global. Las políticas
macroeconómicas no coordinadas, por ejemplo, contribuyeron a los problemas de
Europa. Cuando el Banco Central de Europa se negó este año a bajar las tasas de
interés porque estaba concentrado en la amenaza de la inflación, mientras que el
de Estados Unidos lo hizo dado que se concentraba en la inminente
desaceleración, la situación dio lugar a un euro más fuerte. Eso contribuyó a la
desaceleración europea. Ahora esa desaceleración alcanza a Estados Unidos.
Lo mismo pasó en lo que respecta a la regulación. En buena medida -demasiada-
hubo una carrera detrás del mito según el cual la desregulación alienta la
innovación. En lugar de ello, la innovación tuvo su apogeo cuando fue acompañada
de regulaciones que garantizaron un sistema financiero seguro y sensato.
Se supone que los mercados financieros son un medio para alcanzar un fin: una
economía más próspera y estable, producto de la buena asignación de recursos y
de un mejor manejo del riesgo. En lugar de eso, los mercados no manejaron el
riesgo, sino que lo crearon. No permitieron que las familias estadounidenses
manejaran el riesgo de tasas de interés volátiles, por lo que ahora millones de
personas pierden su casa. Peor aún, hicieron una pésima asignación de centenares
de miles de millones de dólares.
Las consecuencias de esos errores van a ser billones: no sólo el dinero que se
está gastando en los rescates, sino la brecha entre el crecimiento económico
global posible y el desempeño real.
Más allá de eso, por supuesto, están las víctimas humanas, las familias cuyos
sueños quedan destruidos al perder la casa, el empleo y los ahorros de toda la
vida. Si queremos conservar la libre circulación de los productos financieros a
través de las fronteras, debemos asegurarnos de que esos productos sean seguros
y de que las instituciones financieras que los venden puedan respaldarlos.
Los reguladores del mercado financiero fracasaron, tanto en el plano nacional
como en el internacional. En buena medida, Basilea II, el nuevo marco de
regulación bancaria, se basaba en la autorregulación, que constituye un oxímoron.
Los bancos demostraron que no están a la altura de manejar su propio riesgo.
Pero incluso si lo estuvieran, hay un problema más fundamental que es el del
riesgo sistémico.
La actual arquitectura financiera global no funciona bien. Ante todo, sin
embargo, es injusta, en especial en lo que respecta a los países en vías de
desarrollo, que se van a encontrar entre las víctimas inocentes de esta crisis
global "made in USA". Hasta los países que hicieron todo bien; los que manejaron
su economía con una regulación mucho mejor y con más prudencia macroeconómica
que Estados Unidos. Peor aún, el Fondo Monetario Internacional exigió -por lo
menos en el pasado- políticas procíclicas (aumento de tasas de interés e
impuestos, reducción de gastos cuando una economía entra en recesión), mientras
que Europa y Estados Unidos hacen exactamente lo contrario. El resultado es que
el capital huye de los países en vías de desarrollo en épocas de crisis, lo que
refuerza el ciclo vicioso.
Cada vez hay más indicios de que los países en vías de desarrollo pueden
necesitar grandes cantidades de dinero, superiores a la capacidad del FMI. Las
fuentes de fondos líquidos se encuentran en Asia y Medio Oriente. ¿Pero por qué
deberían volcar el dinero que tanto esfuerzo les costó ganar a una institución
que fracasó, que impulsó las políticas de desregulación que llevaron al mundo a
este caos, que sigue alentando las políticas asimétricas que contribuyen a la
inestabilidad global y cuya estructura de gobierno tiene tantas falencias?
Necesitamos una nueva institución financiera que ayude a los países en vías de
desarrollo, una institución cuya gobernancia refleje la realidad actual. Esa
nueva institución podría impulsar profundas reformas en el FMI. Es necesario
crearla con rapidez. Si se le prestan los especialistas de los ministerios de
finanzas y los bancos centrales, podría estar funcionando muy pronto.
También hay que abordar otras reformas. El sistema de reserva global basado en
el dólar ya está desgastado: el dólar demostró no ser una buena fuente de
almacenamiento de valor. Sin embargo, pasar a un sistema dólar-euro o
dólar-euro-yen podría ser aún más inestable. Necesitamos un sistema de reserva
global para un sistema financiero global. Keynes aspiraba a que el FMI creara
una nueva divisa de reserva global a la que él dio el nombre de Bancor. Es una
idea cuyo momento por fin puede haber llegado.
Es inconcebible que Estados Unidos pudieran haber prosperado si hubieran dejado
el manejo de su sistema financiero en manos de cada uno de los cincuenta
Estados. Éstos desempeñan un papel, pero el del gobierno nacional es esencial.
Ahora tenemos un sistema financiero global, pero dejamos su manejo en manos de
cada país. Ese sistema no puede funcionar.
Nunca lograremos una estabilidad perfecta de nuestros mercados financieros ni de
nuestra economía. Los mercados no se autocorrigen. Pero podemos hacer las cosas
mucho mejor. Es de esperar que tras la cumbre de Washington los gobernantes de
Europa y Asia inicien la tarea de crear la arquitectura financiera global que el
mundo necesita para tener un siglo XXI estable y próspero.
Traducción de Joaquín Ibarburu
Crear una regulación que no pueda evitarse
Reinhard Selten
Premio Nobel de Economía 1994, es considerado uno de los padres de la economía
experimental. Desarrolló la teoría del equilibrio en los juegos no cooperativos.
Me gustaría
recordarle a la gente que la crisis del mercado financiero tuvo sus raíces en
una burbuja del mercado inmobiliario estadounidense. El problema no es sólo una
cuestión de los mercados financieros, pero por lo general se lo vincula a los
mercados de activos. Esos mercados son mucho menos estables que otros mercados
de productos. En esos mercados suelen surgir expectativas falsas.
Muchos esperaban que el aumento de los precios de los bienes raíces se
prolongara por tiempo indefinido en Estados Unidos. La gente creía que como
consecuencia de la creciente prosperidad, el crecimiento de la población y la
escasez de tierra, los precios de las propiedades no podían sino subir. Esa
expectativa se desplomó.
Debido a la falta de estabilidad de los mercados de activos, la regulación del
mercado financiero es importante. Tenemos que asegurarnos de que las inversiones
especulativas cuenten con el respaldo de un capital social suficiente. Eso
también vale para las hipotecas. En los Estados Unidos se aprobaron hipotecas
hasta por el 110 por ciento del valor de mercado. Por otra parte, esas hipotecas
tenían tasas de interés variables y una limitación de la responsabilidad del
titular de la hipoteca en relación con el valor de la casa.
Cuando el banco central de los Estados Unidos, el Banco de la Reserva Federal,
aumentó constantemente las tasas preferenciales a intervalos regulares y un 0,25
por ciento cada vez, las tasas de interés de las hipotecas terminaron por
duplicarse y muchos deudores hipotecarios optaron por entregar las llaves al
banco y alquilar otro lugar por menos dinero. Eso, por supuesto, se tradujo en
una declinación de los precios de los bienes raíces, lo que finalmente ocasionó
dificultades a los bancos.
En los últimos años tuvo lugar una revolución en el sector bancario. Los bancos
vendieron cada vez más un nuevo tipo de título en el que se combinaban
centenares de activos hipotecarios de aproximadamente el mismo riesgo en un solo
título. Las titulizaciones de préstamos, conocidas como subprimes, eran grupos
de préstamos de muy alto riesgo. No se esperaba que los deudores dejaran de
cumplir con las obligaciones de muchas de esas hipotecas al mismo tiempo. Por
esa razón los bancos alemanes vendieron gran cantidad de esos títulos, que eran
sumamente rentables, como inversión. Las agencias de calificación dieron a esos
títulos una calificación AAA.
Aparentemente, el mercado no valúa de forma adecuada nuevos tipos de títulos
complejos. Por ese motivo es necesario establecer normas para el registro de
nuevos tipos de títulos. Los títulos, a la manera de los alimentos, deberían
tener etiquetas relacionadas con los riesgos.
La descripción dominante del comportamiento económico en la teoría económica se
basa en asunciones muy fuertes de racionalidad que no se cumplen en la realidad.
Si los temas económicos fueran por completo racionales, como se los define en la
teoría económica, los mercados podrían quedar librados a sus propios recursos
sin que se corriera el riesgo de que se generaran desequilibrios graves y
prolongados.
Ese optimismo respecto de la estabilidad, sin embargo, es injustificado. La
teoría económica debe avanzar y presentar un panorama más realista del
comportamiento humano. Hace falta mucha investigación empírica y experimental
para concretar ese objetivo.
Por otra parte, las reglas de los mercados financieros no deben afectar sólo a
los bancos, sino también a otras instituciones que se muestran activas en los
mercados financieros, como los fondos de cobertura. En ninguna circunstancia
puede ser posible que los bancos deriven negocios sumamente especulativos a
entidades de fines especiales, como pasó con algunos bancos estatales de
Alemania. Esas entidades de fines especiales no están sujetas a las estrictas
normas que se imponen a los bancos.
Debemos tomar medidas para asegurarnos de que las regulaciones que se proponen
sean, por un lado, lo más claras posibles y, por otro, que no puedan sortearse.
Por supuesto, hacen falta minuciosos conocimientos institucionales y legales
para crear esas reglas ya que, como suele pasar, los problemas se cuelan en lo
que está en letra chica.
Traducción de Joaquín Ibarburu |