ernanke llamó al secretario del Tesoro Henry Paulson. El presidente de la
Fed, un académico de la Universidad de Princeton que a veces tiene un temblor en
su voz, se acercó al teléfono con altavoz en la mesa de centro de su oficina y
le habló sin rodeos a Paulson, un tenaz ex ejecutivo de Wall Street.
La Fed se había estirado al máximo y no podía hacerlo más, dijo Bernanke.
Aunque Paulson se había resistido durante meses, Bernanke insistió que era hora
de que el secretario del Tesoro acudiera al Congreso a pedir fondos y la
autoridad para un rescate más amplio. Paulson no se comprometió, pero la mañana
siguiente, estuvo de acuerdo.
En público, Bernanke y Paulson marchaban al unísono. Tras bastidores, los dos
hombres y sus lugartenientes a veces discrepaban sobre la suerte de Lehman
Brothers, la relación con el Congreso y los límites de la autoridad de la Fed.
En ocasiones, cada uno se sentía amarrado por los límites legales sobre sus
facultades y, en consecuencia, instaba al otro a moverse de forma más agresiva.
Sus diferencias ayudaron a definir cómo el gobierno estadounidense enfrentó la
crisis.
Los desacuerdos entre Paulson y Bernanke contribuyeron a dar forma a una
estrategia ad hoc que a veces generó confusión acerca de la estrategia de
Washington y desató críticas sobre los dos principales médicos de la economía
estadounidense en un momento en que la prioridad principal era restaurar la
confianza de los mercados. .
Una tarea urgente para el nuevo equipo económico del presidente electo Barack
Obama, que será anunciado en los próximos días, será calmar a los mercados y
decidir cuáles de las medidas tomadas por Bernanke y Paulson respaldar, cuáles
alterar y cómo manejar la relación entre el Tesoro, la Casa Blanca y la Fed una
vez se posesione Obama.
Paulson se marchará, pero Bernanke, cuyo mandato expira en enero de 2010,
permanecerá en su cargo. Un actor clave será Timothy Geithner, ya sea como
presidente de la Reserva Federal de Nueva York o como sucesor de Paulson.
Geithner, uno de los operadores clave de la Fed durante la crisis, está entre un
puñado de finalistas considerados por Obama para encabezar el Departamento del
Tesoro.
La Fed y el Tesoro tenían estilos operacionales que eran fieles reflejos de
sus jefes. Al interior del banco central, los debates se asemejaban a seminarios
académicos, con Bernanke dirigiendo las discusiones pero en general ofreciendo
pocas opiniones. El Departamento del Tesoro era dirigido al estilo militar, con
Paulson como general, escuchando a sus tropas, tomando decisiones rápidamente y
a menudo llamando para verificar el estado de un pedido sólo unas horas después
de haber dado la orden.
Los dos hombres rara vez dejaban ver sus diferencias en público. "Bernanke es
un tipo muy cauto, y creo que si tenía algunas diferencias, habría estado
hablando con Paulson sobre ellas", dice el presidente del Comité de Servicios
Financieros de la Cámara de Representantes, Barney Frank. "No hablaba con
nosotros directamente".
Sus decisiones han dejado muchas preguntas en el aire. ¿Por qué dejaron que
Lehman Brothers quebrara sólo seis meses después de decidir que no podían
permitir que su rival más pequeño Bear Stearns Cos. colapsara? ¿Por qué no
acudieron al Congreso antes? Cuando sí lo hicieron, ¿por qué Paulson se opuso a
una propuesta de la Fed —inyectar capital en bancos— que luego terminó adoptando
unos días más tarde?
El siguiente relato de los momentos cruciales durante septiembre y octubre
está basado en entrevistas con funcionarios del gobierno, legisladores y otros.
Debatiendo la autoridad de la Fed
La Fed fue exigida al límite por el colapso de Lehman Brothers y el rescate
de AIG, una empresa a la que no regulaba. Antes de llamar a Paulson el 17 de
septiembre, Bernanke reunió a sus principales lugartenientes, incluyendo al
vicepresidente de la Fed Donald Kohn, un veterano del banco central, y a Kevin
Warsh, el gobernador de la Fed que se había convertido en un puente para
Bernanke a Wall Street. Geithner se unió por teléfono.
Los mercados de préstamos a corto plazo se congelaban. Los funcionarios de la
Fed creían que los problemas requerían más de lo que el banco central estaba
diseñado para hacer: proveer préstamos de emergencia a instituciones saludables
en tiempos tumultuosos. La Fed no se había establecido para rescatar
instituciones en problemas; esa era una tarea para el Tesoro y el Congreso. Los
funcionarios de la Fed argumentaron que los poderes de emergencia del banco
central no le permitían comprar activos. Además, su balance ya estaba estirado
por los otros rescates.
Los funcionarios del Tesoro, en cambio, sostenían que la Fed tenía amplia
autoridad legal y podría tomar activos en problemas directamente de los bancos,
sin el aval del Congreso.
Paulson, Bernanke y otros habían debatido el asunto durante semanas. Paulson
quería evitar al Congreso. Temía que pedirles a los legisladores la autoridad
para comprar cientos de miles de millones de dólares en activos podría incitar
al pánico y llevar al país a una recesión. Estaba preocupado de que el Congreso
exacerbara el problema rechazando un pedido del gobierno.
Los funcionarios de la Fed decidieron presionar al Departamento del Tesoro a
fuera inmediatamente al Congreso. En su llamada del 17 de septiembre a Paulson,
Bernanke le dijo que respaldaría la decisión públicamente, lo que lo pondría en
medio de lo que de seguro sería una complicada batalla política. Paulson no se
comprometió inmediatamente, todavía temiendo que el Congreso rechazaría el plan.
Sin embargo, él también veía desde su oficina cómo se congelaban los mercados de
crédito y se derrumbaban las acciones.
Temprano a la mañana siguiente, Paulson le indicó a Bernanke que estaba listo
para acudir al Congreso para conseguir dinero estatal y que quería hacerlo esa
misma tarde.
Paulson ya había hecho el trabajo preliminar, ordenándole a su personal a
fines del año pasado que empezaran a concebir planes para una eventual crisis.
Dos subsecretarios habían esbozado varias opciones, incluyendo comprar de
activos tóxicos de instituciones financieras, tomar participaciones accionarias
en bancos y garantizar hipotecas.
Este era el plan "en caso de emergencia", dice un funcionario del gobierno.
Los funcionarios de la Casa Blanca no esperaban usarlo.
A principios de este año, Paulson les había informado a Bernanke y sus
asesores acerca de los planes de contingencia. El Tesoro argumentó que si los
bancos pudieran deshacerse de los activos ligados a hipotecas y otros valores en
problemas, podrían levantar capital y empezar a otorgar préstamos de nuevo.
Paulson desconfiaba de la alternativa, inyectar capital directamente en los
bancos con el gobierno tomando participaciones. Se preocupaba de que el gobierno
se viera forzado a elegir ganadores y perdedores y que los bancos se guardaran
el capital en lugar de distribuirlo. Temía que solicitar al Congreso el derecho
a invertir en compañías haría que los inversionistas privados no estén
dispuestos a poner dinero en los bancos por miedo a que fuera diluido por el
gobierno. Para abril, Paulson había reducido su lista de opciones a una: comprar
activos.
Bernanke estaba de acuerdo que comprar activos era una herramienta útil. No
obstante, también pensaba que el Tesoro podría tener que invertir directamente
en bancos, una medida tomada por Suecia, Japón y otros países en crisis
financieras anteriores.
Los problemas del rescate
Alrededor de la medianoche del sábado 20 de septiembre, los funcionarios del
Tesoro enviaron por email una propuesta de tres páginas a las oficinas del
Capitolio, solicitando la autoridad para gastar US$700.000 millones para comprar
activos de instituciones financieras, con pocas restricciones y poca
supervisión. Paulson había hecho poco trabajo preliminar con el Congreso, por
temor a que hablar de un potencial recate fuera contraproducente si se filtraba
la información. Su propuesta causo un rechazo casi inmediato.
Paulson quería flexibilidad para utilizar el dinero como quisiera. En
privado, le dijo a su personal que podrían ser necesarias inyecciones de capital
accionario. En declaraciones públicas, sin embargo, casi descartó esa opción,
describiéndola como algo que el gobierno haría sólo con instituciones que
estuvieran por quebrar.
En su propio testimonio en el Congreso, Bernanke enfatizó que el Tesoro
necesitaba tener la flexibilidad para invertir directamente. Dijo que Paulson y
él deseaban poder cambiar tácticas si fuera necesario.
El Congreso rechazó el plan unos días después la audiencia. George Soros, el
multimillonario inversionista de fondos de cobertura que donó dinero a muchos
demócratas, exhortó a los legisladores de ese partido a que insistieran en el
plan para conseguir inversiones directas de capital accionario.
En medio de la confusión, las autoridades perdieron un tiempo clave. "La
capacidad para informar al público sobre cómo el plan funcionaría estaba
complicada desde un principio", dice Anil Kashhyap, un economista de la escuela
de negocios de la Universidad de Chicago. Entre el 18 de septiembre, cuando
Bernanke y Paulson se reunieron con el Congreso por primera vez, y 3 de octubre,
cuando el plan fue aprobado, el mercado bursátil de Estados Unidos perdió
aproximadamente US$1,5 billones (millones de millones) de su valor.
En cierta forma, EE.UU. se adelantó a los acontecimientos. La Fed recortó las
tasas de interés mucho antes que otros bancos centrales reaccionaran ante la
crisis. Bernanke, un estudioso de la Gran Depresión, dice que las autoridades
también se han adelantado en otras formas. En Japón durante los años 90 y en
EE.UU. durante los años 30, los gobiernos sólo empezaron a intervenir en su
sistema bancario después de que muchos bancos fracasaran. "Esa no es la realidad
que estamos enfrentando hoy", señaló Bernanke en un discurso en Nueva York el
mes pasado. De esta vez, dijo, las medidas para salvar a los bancos han sido
"rápidas y decisivas".
Algunos analistas cuestionan esa afirmación. "La política de intervenir lo
menos posible sólo nos asegura que estaremos siempre un paso atrás", dice
Raghuram Rajan, de la Universidad de Chicago, un ex economista jefe del Fondo
Monetario Internacional.