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La historia secreta de las discrepancias entre Bernanke y Paulson

 
 

 (IAR Noticias) 12-Noviembre-08

Henry Paulson y Ben Bernanke.

La tarde del miércoles 17 de septiembre, el presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed), Ben Bernanke, estaba hasta la coronilla. Lehman Brothers Holdings Inc. había colapsado. American International Group Inc. (AIG) había sido nacionalizada con una inyección de US$85.000 millones de la Fed. Los mercados de crédito tambaleaban, las acciones se derrumbaban y algunos bancos corrían el riesgo de desaparecer.

Por Jon Hilsenrath, Deborah Solomon y Damian Paletta -
The Wall Street Journal

Bernanke llamó al secretario del Tesoro Henry Paulson. El presidente de la Fed, un académico de la Universidad de Princeton que a veces tiene un temblor en su voz, se acercó al teléfono con altavoz en la mesa de centro de su oficina y le habló sin rodeos a Paulson, un tenaz ex ejecutivo de Wall Street.

La Fed se había estirado al máximo y no podía hacerlo más, dijo Bernanke. Aunque Paulson se había resistido durante meses, Bernanke insistió que era hora de que el secretario del Tesoro acudiera al Congreso a pedir fondos y la autoridad para un rescate más amplio. Paulson no se comprometió, pero la mañana siguiente, estuvo de acuerdo.

En público, Bernanke y Paulson marchaban al unísono. Tras bastidores, los dos hombres y sus lugartenientes a veces discrepaban sobre la suerte de Lehman Brothers, la relación con el Congreso y los límites de la autoridad de la Fed. En ocasiones, cada uno se sentía amarrado por los límites legales sobre sus facultades y, en consecuencia, instaba al otro a moverse de forma más agresiva. Sus diferencias ayudaron a definir cómo el gobierno estadounidense enfrentó la crisis.

Los desacuerdos entre Paulson y Bernanke contribuyeron a dar forma a una estrategia ad hoc que a veces generó confusión acerca de la estrategia de Washington y desató críticas sobre los dos principales médicos de la economía estadounidense en un momento en que la prioridad principal era restaurar la confianza de los mercados. .

Una tarea urgente para el nuevo equipo económico del presidente electo Barack Obama, que será anunciado en los próximos días, será calmar a los mercados y decidir cuáles de las medidas tomadas por Bernanke y Paulson respaldar, cuáles alterar y cómo manejar la relación entre el Tesoro, la Casa Blanca y la Fed una vez se posesione Obama.

Paulson se marchará, pero Bernanke, cuyo mandato expira en enero de 2010, permanecerá en su cargo. Un actor clave será Timothy Geithner, ya sea como presidente de la Reserva Federal de Nueva York o como sucesor de Paulson. Geithner, uno de los operadores clave de la Fed durante la crisis, está entre un puñado de finalistas considerados por Obama para encabezar el Departamento del Tesoro.

La Fed y el Tesoro tenían estilos operacionales que eran fieles reflejos de sus jefes. Al interior del banco central, los debates se asemejaban a seminarios académicos, con Bernanke dirigiendo las discusiones pero en general ofreciendo pocas opiniones. El Departamento del Tesoro era dirigido al estilo militar, con Paulson como general, escuchando a sus tropas, tomando decisiones rápidamente y a menudo llamando para verificar el estado de un pedido sólo unas horas después de haber dado la orden.

Los dos hombres rara vez dejaban ver sus diferencias en público. "Bernanke es un tipo muy cauto, y creo que si tenía algunas diferencias, habría estado hablando con Paulson sobre ellas", dice el presidente del Comité de Servicios Financieros de la Cámara de Representantes, Barney Frank. "No hablaba con nosotros directamente".

Sus decisiones han dejado muchas preguntas en el aire. ¿Por qué dejaron que Lehman Brothers quebrara sólo seis meses después de decidir que no podían permitir que su rival más pequeño Bear Stearns Cos. colapsara? ¿Por qué no acudieron al Congreso antes? Cuando sí lo hicieron, ¿por qué Paulson se opuso a una propuesta de la Fed —inyectar capital en bancos— que luego terminó adoptando unos días más tarde?

El siguiente relato de los momentos cruciales durante septiembre y octubre está basado en entrevistas con funcionarios del gobierno, legisladores y otros.

Debatiendo la autoridad de la Fed

La Fed fue exigida al límite por el colapso de Lehman Brothers y el rescate de AIG, una empresa a la que no regulaba. Antes de llamar a Paulson el 17 de septiembre, Bernanke reunió a sus principales lugartenientes, incluyendo al vicepresidente de la Fed Donald Kohn, un veterano del banco central, y a Kevin Warsh, el gobernador de la Fed que se había convertido en un puente para Bernanke a Wall Street. Geithner se unió por teléfono.

Los mercados de préstamos a corto plazo se congelaban. Los funcionarios de la Fed creían que los problemas requerían más de lo que el banco central estaba diseñado para hacer: proveer préstamos de emergencia a instituciones saludables en tiempos tumultuosos. La Fed no se había establecido para rescatar instituciones en problemas; esa era una tarea para el Tesoro y el Congreso. Los funcionarios de la Fed argumentaron que los poderes de emergencia del banco central no le permitían comprar activos. Además, su balance ya estaba estirado por los otros rescates.

Los funcionarios del Tesoro, en cambio, sostenían que la Fed tenía amplia autoridad legal y podría tomar activos en problemas directamente de los bancos, sin el aval del Congreso.

Paulson, Bernanke y otros habían debatido el asunto durante semanas. Paulson quería evitar al Congreso. Temía que pedirles a los legisladores la autoridad para comprar cientos de miles de millones de dólares en activos podría incitar al pánico y llevar al país a una recesión. Estaba preocupado de que el Congreso exacerbara el problema rechazando un pedido del gobierno.

Los funcionarios de la Fed decidieron presionar al Departamento del Tesoro a fuera inmediatamente al Congreso. En su llamada del 17 de septiembre a Paulson, Bernanke le dijo que respaldaría la decisión públicamente, lo que lo pondría en medio de lo que de seguro sería una complicada batalla política. Paulson no se comprometió inmediatamente, todavía temiendo que el Congreso rechazaría el plan. Sin embargo, él también veía desde su oficina cómo se congelaban los mercados de crédito y se derrumbaban las acciones.

Temprano a la mañana siguiente, Paulson le indicó a Bernanke que estaba listo para acudir al Congreso para conseguir dinero estatal y que quería hacerlo esa misma tarde.

Paulson ya había hecho el trabajo preliminar, ordenándole a su personal a fines del año pasado que empezaran a concebir planes para una eventual crisis. Dos subsecretarios habían esbozado varias opciones, incluyendo comprar de activos tóxicos de instituciones financieras, tomar participaciones accionarias en bancos y garantizar hipotecas.

Este era el plan "en caso de emergencia", dice un funcionario del gobierno. Los funcionarios de la Casa Blanca no esperaban usarlo.

A principios de este año, Paulson les había informado a Bernanke y sus asesores acerca de los planes de contingencia. El Tesoro argumentó que si los bancos pudieran deshacerse de los activos ligados a hipotecas y otros valores en problemas, podrían levantar capital y empezar a otorgar préstamos de nuevo.

Paulson desconfiaba de la alternativa, inyectar capital directamente en los bancos con el gobierno tomando participaciones. Se preocupaba de que el gobierno se viera forzado a elegir ganadores y perdedores y que los bancos se guardaran el capital en lugar de distribuirlo. Temía que solicitar al Congreso el derecho a invertir en compañías haría que los inversionistas privados no estén dispuestos a poner dinero en los bancos por miedo a que fuera diluido por el gobierno. Para abril, Paulson había reducido su lista de opciones a una: comprar activos.

Bernanke estaba de acuerdo que comprar activos era una herramienta útil. No obstante, también pensaba que el Tesoro podría tener que invertir directamente en bancos, una medida tomada por Suecia, Japón y otros países en crisis financieras anteriores.

Los problemas del rescate

Alrededor de la medianoche del sábado 20 de septiembre, los funcionarios del Tesoro enviaron por email una propuesta de tres páginas a las oficinas del Capitolio, solicitando la autoridad para gastar US$700.000 millones para comprar activos de instituciones financieras, con pocas restricciones y poca supervisión. Paulson había hecho poco trabajo preliminar con el Congreso, por temor a que hablar de un potencial recate fuera contraproducente si se filtraba la información. Su propuesta causo un rechazo casi inmediato.

Paulson quería flexibilidad para utilizar el dinero como quisiera. En privado, le dijo a su personal que podrían ser necesarias inyecciones de capital accionario. En declaraciones públicas, sin embargo, casi descartó esa opción, describiéndola como algo que el gobierno haría sólo con instituciones que estuvieran por quebrar.

En su propio testimonio en el Congreso, Bernanke enfatizó que el Tesoro necesitaba tener la flexibilidad para invertir directamente. Dijo que Paulson y él deseaban poder cambiar tácticas si fuera necesario.

El Congreso rechazó el plan unos días después la audiencia. George Soros, el multimillonario inversionista de fondos de cobertura que donó dinero a muchos demócratas, exhortó a los legisladores de ese partido a que insistieran en el plan para conseguir inversiones directas de capital accionario.

En medio de la confusión, las autoridades perdieron un tiempo clave. "La capacidad para informar al público sobre cómo el plan funcionaría estaba complicada desde un principio", dice Anil Kashhyap, un economista de la escuela de negocios de la Universidad de Chicago. Entre el 18 de septiembre, cuando Bernanke y Paulson se reunieron con el Congreso por primera vez, y 3 de octubre, cuando el plan fue aprobado, el mercado bursátil de Estados Unidos perdió aproximadamente US$1,5 billones (millones de millones) de su valor.

En cierta forma, EE.UU. se adelantó a los acontecimientos. La Fed recortó las tasas de interés mucho antes que otros bancos centrales reaccionaran ante la crisis. Bernanke, un estudioso de la Gran Depresión, dice que las autoridades también se han adelantado en otras formas. En Japón durante los años 90 y en EE.UU. durante los años 30, los gobiernos sólo empezaron a intervenir en su sistema bancario después de que muchos bancos fracasaran. "Esa no es la realidad que estamos enfrentando hoy", señaló Bernanke en un discurso en Nueva York el mes pasado. De esta vez, dijo, las medidas para salvar a los bancos han sido "rápidas y decisivas".

Algunos analistas cuestionan esa afirmación. "La política de intervenir lo menos posible sólo nos asegura que estaremos siempre un paso atrás", dice Raghuram Rajan, de la Universidad de Chicago, un ex economista jefe del Fondo Monetario Internacional.

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