Por
Alfredo Jalife Rahme - La Jornada, México
¿Cómo puede ser que una empresa con las mejores ganancias decline su
cotización en Wall Street? La misma Hillary Clinton espetó: “algo seriamente
maligno ocurre en nuestra economía cuando las ganancias récord en un trimestre
de 11 mil millones de dólares de Exxon son vistas como una decepción por Wall
Street” (The Financial Times; 1.5.08).
Sucede que el “mercado” ha descontado, pese a sus prodigiosas ganancias, el
estrepitoso declive en producción, debido al desplome de las reservas de la
principal trasnacional petrolera privada del mundo.
En el reciente undécimo Foro Internacional Energético (IEF, por sus siglas en
inglés) celebrado en Roma, donde concurrieron tanto los países consumidores como
la OPEP, se resaltó que las trasnacionales petroleras privadas solamente
disponían de 6 por ciento de las reservas mundiales de oro negro, con una
tendencia dramática a la baja, lo cual ya habíamos señalado en “Hacia la
desprivatización” (Suplemento Especial La Jornada; 18.3.08).
Por cierto, México “copresidió” dicha reunión y tal parece que la
cleptocracia calderonista se obstina en ignorar sus trascendentales discusiones
y resultados, a tal grado que en forma inconsciente, cuando pende sobre la
nación la espada de Damocles de la entreguista reforma energética, será
anfitrión en 2010 de la duodécima reunión del IEF.
Sheila McNulty y Carola Hoyos, de The Financial Times, exponen que
“ExxonMobil, considerada por sus colegas y los inversionistas la petrolera
internacional más exitosa, comienza a mostrar señales de debilidad”.
La producción de ExxonMobil, recientemente expulsada de Venezuela (ver Bajo
la Lupa; 10.2.08), declinó 10 por ciento en el primer trimestre, y Neil McMahon,
analista de Sanford Bernstein, comentó que la baja producción persistirá en los
próximos cinco años pese a los altos precios del petróleo.
La producción total de gas y petróleo de Exxon cayó 5.6 por ciento. En
África, su nueva área de inversiones, periclitó 20 por ciento debido a que Exxon
fue “obligada a compartir los beneficios con los gobiernos de los países
anfitriones”. También la nacionalización en Venezuela dañó sustancialmente sus
volúmenes, así como sus mediocres hallazgos en los campos de gas de Canadá.
McNulty y Hoyos comentan: “a diferencia de Royal Dutch Shell, que enfatiza la
investigación en la segunda generación de biocombustibles y como líder en el
transporte de gas natural, Exxon se ha inclinado en favor de las alternativas
tradicionales, como el poder eólico, que ha resultado poco económico”.
Exxon se ha vuelto exageradamente misteriosa en su investigación sobre nuevos
combustibles, “de lo que no desea hablar públicamente”. Edward Markey, jefe del
comité selecto de la independencia energética de la Cámara de Representantes, ha
criticado los gastos en capital y exploración de ExxonMobil, así como la
auto-recompra exagerada de sus acciones.
Tampoco las grandes petroleras privadas anglosajonas han encontrado tantos
“tesoros” en las profundidades oceánicas en la parte estadunidense del Golfo de
México (The Financial Times; 9.4.08), donde los hallazgos han sido
decepcionantes y donde la pirata española Repsol ha sido sacada a patadas, como
en la mayoría de Latinoamérica, con excepción y decepción de México, donde Fox y
Calderón la han subsidiado parasitariamente en detrimento del bien común
nacional.
Pareciera que la superchería de los “tesoros” oceánicos de Calderón y Repsol,
una verdadera maniobra financiera, sirven más bien para ocultar cuantiosas
pérdidas e inflar los activos mediante fantasiosas “reservas”, con el fin de
elevar artificialmente las cotizaciones en las bolsas (ver Bajo la Lupa;
30.4.08).
Estas técnicas de engaño financiero ya están muy vistas desde la burbuja de
la fantasmagórica Compañía del Mar del Sur, a inicios del siglo XVIII, y tal
parece que la pirata española Repsol, presuntamente propiedad del Grupo
Santander (a su vez, también presuntamente, propiedad del Royal Bank of Scotland,
de la reina de Inglaterra), pretende repetir sus esquemas tramposos en México y
Brasil.
En el contexto de las múltiples decepciones de nuevos hallazgos desde el
Golfo de México, pasando por Canadá, hasta África, que han sido
sobredimensionados, para no decir desinformados deliberadamente, caben dos
paréntesis.
El primero: las plausibles fuentes alternativas de energía son todavía muy
costosas y difícilmente podrán desbancar a los hidrocarburos en la próxima
generación. La misma Shell ha sufrido fuertes fracasos en el rubro de la energía
eólica que ha tenido que abandonar en Gran Bretaña (The Daily Telegraph;
2.5.08).
El segundo paréntesis: las principales trasnacionales petroleras privadas del
mundo pecan de opacidad y desinformación, en la que ExxonMobil es la peor
calificada (The Financial Times; 27.4.08).
La decadencia de ExxonMobil es más dramática de lo que se ha permeado y nada
menos que la legendaria familia Rockefeller, que fundó Standard Oil, la
antecesora de ExxonMobil, fustigó los pésimos manejos de la primera trasnacional
petrolera del orbe, carente de rumbo y ausente de la investigación innovativa.
Neva Rockefeller, economista y descendiente de su fundador, John, puso el dedo
en la llaga: “tratamos de impedir la caída de un gigante” (The Financial
Times; 30.4.08), cuyo mínimo 5 por ciento de las acciones se encuentra en
manos de la legendaria familia empresarial judía consagrada a la filantropía.
La familia Rockefeller expone el grave problema de “buscar nuevas vías para
competir con las empresas petroleras estatales que ahora controlan más de 80 por
ciento de las reservas mundiales”, por lo que ha criticado sin misericordia el
manejo de Rex W. Tillerson, presidente atribulado de ExxonMobil, cuyo portavoz,
Alan Jeffers, aduce que no es tan sencillo pasar de los hidrocarburos a las
nuevas fuentes alternativas de energía: “el petróleo y el gas proveerán hasta 80
por ciento de las necesidades mundiales de energía en los próximos 30 años, por
lo que su abandono no sería sensato”.
Se acabó la era de las trasnacionales petroleras privadas y ahora se inicia
el auge y ascenso irresistible de las petroleras estatales.