Las decisiones erróneas de
los principales mandos militares estadounidenses, que asumieron que la guerra
había terminado, sentaron las bases para el desastroso plan de la posguerra y
ocupación de Irak. Así lo concluye un informe oficial del Ejército de EEUU sobre
la historia de la guerra en Irak, que se publica este lunes.
El informe de casi 700 páginas, 'On Point II: Transition to the New
Campaign', examina las operaciones del Ejército en Irak entre mayo de 2003 y
enero de 2005, para concluir que los mandos militares y civiles estuvieron
demasiado centrados en una victoria militar y carecían de una visión realista
de lo que el país árabe debía ser tras la guerra.
Estas críticas no son nuevas, pero sí lo es el hecho de que provengan del propio
Ejército estadounidense.
El documento afirma, según el diario The New York Times, que "los
medios militares usados eran suficientes para derrocar al régimen de Sadam
Husein, pero no para reemplazarlo con el tipo de nación-Estado que EEUU
quería ver en su lugar".
El Ejército, como principal cuerpo responsable de las operaciones de tierra,
"debería haber insistido" en una mejor planificación en las reuniones del Estado
Mayor, agrega.
Por ejemplo, el entonces jefe del Mando Central, el general Tommy Franks,
sorprendió a todos al remodelar los mandos en Bagdad, pero esa decisión supuso
que el esfuerzo militar quedaba al mando de un general recién ascendido y de un
personal demasiado escaso.
Uno de los principales problemas fue la falta de planes detallados antes de
la guerra para la fase de la posguerra, una ausencia resultante del
optimismo en la Casa Blanca y el Pentágono sobre el futuro de Irak.
Los historiadores del Ejército citan al comandante de la artillería de la III
División de Infantería, Thomas Torrance, que afirma que "durante nuestros
ensayos y el desarrollo de nuestro plan pregunté, vale, estamos en Bagdad, ¿y
ahora qué?, y nadie dio una buena respuesta".
"La transición a una nueva
campaña no se pensó bien, ni se planeó ni preparó antes de empezar", explica
el estudio.
Parte de la culpa recae en el Pentágono, entonces bajo el mando del secretario
de Defensa Donald Rumsfeld, que quería transformar el Departamento en "fuerzas
más pequeñas y ligeras" y "saborear la euforia del aparente fácil éxito en
Afganistán usando esas técnicas" en lugar de "examinar el pasado en busca de
respuestas para el futuro".
Los historiadores del Centro Combinado de Armas del Ejército en Fort Leavenworth
se basan en 200 entrevistas con oficiales y funcionarios en activo o
recientemente retirados.
Los autores, el coronel Timothy Reese y el historiador civil Donald Wright,
afirman que en las instrucciones recibidas se les ordenó no huir de la polémica,
pero no pronunciarse de manera definitiva sobre si las decisiones de altos
funcionarios alteraron de modo decisivo el curso de la guerra.